“Porque, ¿cuál es la ventaja del sabio sobre el necio? ¿Qué [menos] tiene un pobre sabiendo
que anda entre los que viven? Mejor para él que vea con sus ojos en vez del que
anda para saciar su apetito; esto también es vanidad y frustración.” (Eclesiastés 6:8-9)
En los campos de las fantasías e ilusiones de ego no hay diferencia entre
sabio o necio, porque ambos trabajan para las mismas vanidades. Las lecciones
que aprendemos en esos campos son para abrir los ojos y abrazar el bien como el
verdadero propósito de la vida, y abandonar las vanidades que traen frustración.
“Lo que ha sido, su nombre fue llamado, y es sabido que es un hombre, y que
no podrá luchar contra el que es más fuerte que él. Porque [si] hay muchas cosas que aumentan la
vanidad, ¿qué quedará de un hombre?” (6:10:11)
Entre más alimentemos el objeto de nuestro deseo, lujuria, codicia,
envidia, ira, soberbia, indiferencia e indolencia, más fuerte se hará en
nosotros su opresión con frustración, vejación, depresión e impotencia para
perseguir la libertad que sólo el bien provee. Si estos son nuestros amos y
gobernantes, ¿qué es lo que queda de nosotros? De ahí que tengamos que
apoyarnos en el bien como nuestra esencia y verdadera identidad.
“Porque, ¿quién sabe lo que es el bien para un hombre en su vida, el número
de los días de su vida de vanidad que él los convierte en una sombra? Porque,
¿quién le dirá al hombre lo que será de él bajo el sol?” (6:12)
Mientras que vivamos en vanidad como sombra de las fantasías e ilusiones de
ego, el bien no es reconocido como la causa y el propósito de la vida. Y si no
lo reconocemos, ¿qué o quién lo hará?
Aquí el rey Salomón nos trae un espejo
para vernos en lo que realmente somos o para darnos cuenta de lo que no somos,
porque vivimos para conducirnos según lo que somos y creemos, y es lo que nos
da nombre como identidad.
“Un buen nombre es mejor que un buen aceite, y mejor el día de la muerte
que el del nacimiento. Mejor ir a la casa de los lamentos que a la casa del
festejo, porque ese es el fin de cada hombre, y los que viven deben saberlo en su
corazón. Vejación es mejor que risa, porque con un semblante severo el corazón se
regocijará.” (7:1-3)
Tener un “buen nombre” significa poseer el bien en lo que somos, tenemos y
hacemos. Esto es mejor que la fragancia efímera de los aceites perfumados. En
este conocimiento la muerte es bienvenida cuando el bien ha sido el propósito
de los que viven. Así sabemos que el nacimiento es un incierto comienzo de una
vida de trabajo, ya sea en los campos de los modos y atributos del Creador o en
los campos de las fantasías e ilusiones de ego.
También descubrimos que en nuestras aflicciones (“la casa de los lamentos”)
aprendemos más que en nuestras alegrías, especialmente si esas alegrías
provienen de los placeres fugaces de deseos materialistas. En este mismo contexto entendemos los versículos que siguen.