“La sabiduría es el bien con una
herencia, y es una ganancia para quienes ven el sol. Porque quien esté en la sombra de la
sabiduría está en la sombra del dinero, y la ventaja del conocimiento es que la
sabiduría da vida a quien posee.” (Eclesiastés 7:11-12)
Realmente nos
hacemos sabios cuando abrazamos el bien como razón y propósito de la vida,
teniendo en cuenta que el principio ético inherente en el bien es su herencia y
ganancia. En los modos y atributos del bien está nuestra riqueza en este mundo,
porque el bien es la luz como la vemos en el sol que sustenta la vida.
Entonces así
entendemos que la “sombra del dinero” es lo que protege nuestro sustento
material, como reflejo del bien que satisface todas nuestras necesidades. También,
que nuestra sabiduría es formada y definida por el bien, porque no puede
existir sin el bien.
“Mira la obra del Eterno porque, ¿quién puede enderezar lo que Él ha
torcido? En un día de bien, sé entre los buenos, y en un día de adversidad,
reflexiona. El Eterno ha hecho uno correspondiente al otro, con el fin de que
el hombre no encuentre nada después de Él.” (7:13-14)
El sabio rey se refiere al bien como la
obra del Creador con la que dirige Su creación y señala al mal para que
elijamos el bien. En este sentido el mal no puede ser enderezado por fue creado
para que lo diferenciemos del bien.
“¿Acaso no es de la boca del Altísimo que salen los males
y los bienes?”
(Lamentaciones 3:38)
En lo bueno podemos elegir ser buenos y en el mal elegimos a lo que
pertenecemos. Así es como entendemos que son opuestos (“correspondientes”) para
que nos hagamos conscientes de que nuestra conciencia está limitada a esto para
poder ejercer el libre albedrío.
“Yo he visto todo en los días de mi vanidad. Está el justo que muere en su
rectitude, y el malvado que vive largo [una larga vida] en su maldad. No seas excesivamente recto
ni excesivamente sabio. ¿Por qué habrías de traer desolación sobre ti? No seas
excesivamente malvado, pero no seas tonto. ¿Por qué morir antes de tu tiempo?” (Eclesiastés 7:15-16)
La vanidad sigue siendo el campo de juego de la vida según lo que convenga,
sin que importen los deberes que exigen la rectitud y la justicia. Este es el
predicamento de las fantasías e ilusiones de ego.
El primer versículo podría
invitar al nihilismo y la desvergüenza al sugerir que somos proclives a morir
viviendo en y por el bien, o proclives a abrazar la maldad para asegurar una
larga vida.
Esto no significa elegir la maldad como la manera más fácil de vivir, sino
encontrar equilibrio para no caer en las áreas “grises” entre el bien y el mal.
Aunque esto podría ser lo insinuado, hay claras distinciones al comparar negro
y blanco. El mensaje encubierto en estos versículos es hacernos conscientes de
las diferencias, las cualidades y rasgos del bien y el mal con sus modos y medios.
En este
conocimiento adquirimos la necesaria sabiduría para abordar apropiadamente y
con éxito la vida, concibiéndola como un proceso de aprendizaje destinado a
hacer prevalecer el bien.