“Disfruta con la mujer que has amado todos los días de la vida de tu
vanidad, que Él te ha dado bajo el sol todos los días de tu vanidad; porque esa es la porción
en tu vida y en tu trabajo donde has laborado bajo el sol.” (Eclesiastés 9:9)
Esta es una declaración profunda que nos hace conscientes de la unidad
complementaria del hombre y la mujer, aun en medio de las vanidades y futilidad
de la vida humana. Hay un gozo implícito en este conocimiento, basado en el
hecho de que ambos géneros se pertenecen el uno al otro como partes separadas
que están destinadas a vivir unidas en las labores que exige la vida en el
mundo material bajo el sol.
“Quien haya encontrado una esposa ha encontrado bien, y trae el favor del
Eterno.”
(Proverbios 18:22)
El versículo está escrito más como un mandamiento que como un consejo del
rey Salomón. Esto nos hace reflexionar en torno al bien que disfrutamos en la totalidad
que encontramos en la unión de ambos géneros, porque el bien es la culminación
de esa totalidad que el Creador quiere para nosotros.
“Lo que logre hacer tu mano por tu fuerza, hazlo; porque no hay trabajo, o
consejo, o conocimiento, o sabiduría en la tumba hacia la que vas.” (Eclesiastés
9:10)
Kohelet nos recuerda que realizar y lograr, como resultado del conocimiento
y el entendimiento, pertenecen al mundo material porque en las dimensiones
espirituales todo ya es conocido, entendido, realizado y logrado.
“¿Qué provecho hay en mi muerte (lit. sangre), si desciendo la tumba? ¿Acaso Te puede
alabar el polvo? ¿Puede proclamar Tu verdad?” (Salmos 30:9)
“Porque la tumba no puede dar gracias a Ti, la muerte no puede alabarte. Aquellos
que descienden a la tumba no pueden esperar Tu fidelidad.” (Isaías 38:18)
En este contexto entendemos que vivimos en este mundo debido al bien y en
aras del bien, por el cual alabamos al Creador, ya que el bien es Su verdad. Así
también sabemos que el bien es Su fidelidad que sostiene Su creación.
“Yo regresé, y vi bajo el sol que la carrera no es para el ágil, ni la
batalla para el fuerte, ni aun el pan para el sabio, ni las riquezas para
aquellos con entendimiento, ni aun la ventaja del diestro; porque el tiempo y
el azar se ciñe sobre todos ellos. Porque el hombre tampoco sabe su tiempo, como [ocurre con] los peces
cogidos en una red maligna, y como los pájaros cogidos en una trampa; también
así son los hijos de los hombres en un tiempo de desgracia, cuando cae
repentinamente sobre ellos.” (Eclesiastés
9:11-12)
Estos versículos nos hacen reflexionar acerca de la combinación de
circunstancias que rodea a la vida bajo el sol, llamada aquí “el tiempo y el
azar”. Esta reflexión viene a considerar que la vanidad y futilidad de las
fantasías e ilusiones de ego viven en un campo lleno de redes, trampas y
ardides de su predicamento destructivo donde todo está sujeto al azar.
Así concluimos que vivir en la verdad del bien es nuestra libertad para
elegir los senderos positivos y las buenas obras que nos llevan con certeza
hacia sus frutos y beneficios, no sujetos a nada diferente de sus modos y
atributos. En el bien no hay azar, accidentes, trampas, ardides ni prisiones.