“Por tanto mi mandato fue felicidad, que un hombre no
tiene cosa mejor bajo el sol que comer, y beber, y ser feliz, y que esto lo
acompañe en su labor todos los días de su vida que el Eterno le dio bajo el sol.”
(Eclesiastés
8:15)
Uno de
los mensajes esenciales de Kohelet es repetido para enfatizar que debemos
abordar la vida con y para el bien que Dios nos manda disfrutar en este mundo,
ya que se trata de ser, tener y procurar el bien como nuestra labor
diaria en este mundo material bajo el sol.
“Cuando apliqué mi corazón a conocer la sabiduría y
ver los quehaceres realizados sobre la tierra, para que los hombres no se
duerman con sus ojos ni de día ni de noche, entonces vi toda la obra del
Eterno; que el hombre no pueda escudriñar la obra que ha sido hecha bajo el
sol, porque aunque un hombre labore para entenderla, aun así no la habrá de
encontrar. Sí, todavía más, aunque un hombre sabio crea conocerla, aun así no
podrá encontrarla.” (8:16-17)
El
mandamiento general de perseguir el bien, sus modos, medios, atributos y
expresiones es lo que importa para nosotros, porque en estos nos fortalecemos
para desempeñar nuestra labor de cumplir con lo que Dios quiere para nosotros,
que es nuestro bienestar. No hay mejor labor que esa, porque las obras del
Creador son inescrutables para el discernimiento humano que no las puede
encontrar.
Entonces
asimilamos que el bien es suficiente por sí mismo y que no hay necesidad ni
ganancia en buscarlo más allá del mundo que Dios creó para nosotros.
“Porque todo esto está puesto en mi corazón, para
esclarecer todo esto: que el justo y el sabio,
y sus obras, están en la mano del Eterno; ya sea amor u odio, el hombre no lo
sabe; todo está ante ellos.” (9:1)
Estes
es uno de los mensajes más profundos de Kohelet, porque se trata de la conexión
que tiene el bien procedente de lo humano con el bien proveniente del Creador.
En
este conocimiento todas nuestras buenas acciones hablan por sí solas, porque
son el propósito del bien del que proceden. De hecho el bien ama las acciones
positivas y constructivas, al mismo tiempo que rechaza u odia lo opuesto a
estas.
Así
entendemos que rechazar expresiones, tendencias o rasgos negativos es inherente
al amor y el bien. En este contexto “todo” es lo que está disponible ante
nosotros para abordarlo con la actitud apropiada en aras del bien.
“Todas las cosas nos vienen a todos por igual. No hay
un acontecer para los justos y otro para los malvados, para el bueno y para el
limpio y para el impuro; para el que trae
ofrendas de sacrificio y para el que no las trae; como es el bueno y como es el
pecador, y al que ha dado juramento como al que teme un juramento.” (9:2)
Todas
las situaciones se presentan para todos, sin importar su condición. La
diferencia radica en cómo las afrontamos. Inclusive para una situación u obra
positiva hay uno que elige pecar o transgredir contra ellas, y también hay uno
que elige actuar con la misma bondad que tiene ante él; uno que debe hacer lo
correcto bajo promesa o juramento, y otro que prefiere no hacerlo ni por honor
ni compromiso.