“Esto también he visto como sabiduría bajo el sol, y pareció grande en mí.
Había una pequeña ciudad y pocos hombres en ella, y ahí vino un gran rey contra
ella y la sitió, y construyó barricadas contra ella. En ella fue encontrado un
hombre pobre y sabio, y él por su sabiduría salvo la ciudad; pero ninguno
recordó ese mismo hombre pobre. Entonces dije que la sabiduría es mejor que la fuerza; sin embargo, la
sabiduría del hombre pobre es despreciada, y sus palabras no escuchadas.”
(Eclesiastés 9:13-16)
Esta historia ilustra el mensaje central de Kohelet en sus algorías. Podemos
entender la ciudad como nuestra conciencia, frecuentemente sitiada por el poder
que las tendencias y rasgos negativos pueden tener sobre nosotros, todos
procedentes de la fuerza impulsadora del ego, representada por el rey invasor.
El salvador de la ciudad es el bien como su guía natural, porque son el uno
para el otro.
Es interesante notar que Kohelet presenta “pobre” y “sabio” como rasgos
complementarios, entendiendo el primero como la humildad inherente al bien.
Nuestros sabios consideran la humildad como un rasgo intelectual, necesario
para adquirir sabiduría como la manera de captar la Torá del Creador, para la
humanidad en general y para Israel en particular como el elegido heredero para
diseminar dicha instrucción.
La pregunta primordial en la historia es cómo el hombre sabio pobre salvó
la ciudad del rey y su ejército. La respuesta es persuasión. El caso hace
evidente que el sabio pobre no tenía un ejército ni armas para derrotar al
invasor, de ahí que la sabiduría sea la salvación.
La sabiduría generalmente surge diferenciándose de la ignorancia, para
traerla de regreso al entendimiento. Es similar a la luz que disipa las
tinieblas para convertirlas en parte de su resplandor.
Así vemos que la oscuridad es la condición previa que da sentido a la luz.
Lo mismo pasa con el bien y el mal, porque el segundo es la razón para que exista
el primero. El propósito del bien es transformar el mal, extrayendo el bien
oculto en este, ya que el mal no puede existir sin el bien.
Una vez estemos expuestos a los efectos y consecuencias de las tendencias y
rasgos negativos de las fantasías e ilusiones de ego, nos hacemos conscientes
de que el mal no es una opción sino una referencia para elegir el bien.
En esta
realización nos damos cuenta que la “persuasión” del sabio pobre es un proceso
educativo para modificar o transformar las tendencias y rasgos negativos que
someten nuestra conciencia a sus efectos y consecuencias destructivas.
La historia nos cuenta que al final el sabio pobre fue olvidado,
desconocido e inclusive despreciado. Tal es el destino del bien en el campo de
juego de las fantasías e ilusiones de ego.
Tan pronto sabemos que regresar al bien nos trae la liberación largamente
añorada, y volvemos momentáneamente a sus modos y atributos, caemos otra vez en
la naturaleza adictiva de las tendencias y rasgos negativos. De ahí que Kohelet
concluya que vivir en ese círculo vicioso es vanidad y vejación del espíritu
que sostiene la vida.