“Supe que todo lo que el Eterno ha hecho durará para
siempre, no podemos agregarle ni sustraerle, y el Eterno lo hizo así para que
lo reverencien a Él. Lo que era ya ha sido y lo que
es ya fue, y el Eterno busca al perseguido.” (Eclesiastés 3:14-15)
Se nos recuerda constantemente que la creación de
Dios es completa, entera y total, lo cual la hace perfecta y eterna como lo es
el bien que la concibió. Al bien no tiene nada que agregársele o disminuírsele. De ahí nos damos cuenta que el bien no tiene carencias ni
deficiencias como muestra de la sorprendente magnificencia del Creador, por la
cual le reverenciamos.
“No añadiréis a la palabra con la que os he
encomendado, ni substraéis de ella, para cumplir los mandamientos del Eterno
vuestro Dios con los que os encomiendo.” (Deuteronomio
4:2, 12:32)
Esta perfección también pertenece a la Torá como
voluntad de Dios para Su creación material, ya que el bien es la razón y
propósito de Sus mandamientos como plenitud y largura de nuestros días.
El segundo versículo nos invita a reflexionar en lo
que creemos, imaginamos, inventamos o creamos, porque todo ello proviene de
nuestro Creador. Así nos hacemos conscientes de que todo lo que somos y hacemos
refleja lo que Dios ha hecho para nosotros, con el fin de que midamos el bien
que Él quiere que disfrutemos como nuestra esencia y verdadera identidad, o la
vanidad y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego.
En estas últimas el
Creador busca a quienes son perseguidos por sus obsesiones, apegos y
adicciones, para traerlos de vuelta a la verdad de lo que es realmente
significativo y trascendente en la vida.
“Y además yo he visto bajo el sol que en lugar de
justicia hay maldad y en lugar de la rectitud hay maldad. Y me dije a
mí mismo, ‘El Eterno juzga al justo y al malvado, porque hay un tiempo para
cada asunto y para cada hecho ahí’.” (Eclesiastés 3:16-17)
En el mundo material “bajo el sol” la actitud
egocéntrica ante la vida convierte la verdad de la justicia en la mentira de la
maldad, porque el mal corrompe la rectitud al desviar su propósito. Hemos dicho
que “causa y efecto” es uno de los fundamentos de la creación de Dios, como un
principio ético del cual nada se escapa.
“Oh, Tú haces que la maldad de
los malvados tenga un fin, pero estableciste al justo; porque a los rectos el
Eterno juzga los corazones y las entrañas [lit. riñones].” (Salmos 7:9)
Así comprendemos Su juicio de los rectos y de los
malvados. El bien es la recompensa de quienes hacen el bien, y el salmista nos recuerda el predicamento de
los malvados que perecen debido a su maldad.
“Yo me dije a mí mismo [que este es]
debido a los hijos de los hombres, para que los clarifique y vean que ellos son
[como] bestias para ellos mismos. Porque algo acontece para los hijos de los
hombres y algo acontece para las bestias. Y ellos tienen un acontecimiento,
como la muerte de uno es la muerte del otro. Y todos tienen un espíritu, pero la
superioridad del hombre sobre la bestia es nula, porque todo es vanidad.”
(Eclesiastés 3:18-19)
El rey Salomón compara los sentimientos e instintos destructivos y las emociones negativas
humanas con las de los animales salvajes, ya que ambos comparten el mismo predicamento
y destino. En este sentido el hombre no es mejor que las bestias porque el propósito de estas es futil, insignificante e inútil, haciendo de su existencia
algo vano.
“Todo va a un lugar, todo proviene del polvo y
regresa alpolvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres es el
que asciende a lo alto, y el espíritu de la bestia es el que desciende bajo la
tierra?” (3:20-21)
Nuestros sabios
relacionan el polvo a la nada, lo inexistente y la muerte, y también como un
lugar de donde nacemos y donde morimos. Respecto a la conciencia, el polvo
representa estancamiento e impotencia para trascender el mundo material, lo
cual nos iguala a la vida animal y vegetal.
Los versículos
nos invitan a sopesar los rasgos y cualidades que nos ayudan a trascender las
limitaciones materiales representadas por las fantasías e ilusiones de ego y
sus expresiones negativas. También a reflexionar acerca de las fuerzas y
tendencias vitales que restringen la vida animal a una existencia limitada.
El
mensaje para nosotros es encontrar los caminos y medios para elevar cada aspecto
y nivel de conciencia hacia la libertad total que abarca el bien emanado de los
modos y atributos de amor.