domingo, 25 de marzo de 2018

JERUSALEM EN EL LIBRO DE SALMOS (VI)


“Oye la voz de mis súplicas cuando clamo a Ti, cuando elevo mis manos hacia el templo de Tu sacralidad.
(Salmos 28:2)

Debemos hacer nuestra parte en el proceso de auto-redención, habilitado y reforzado con la Divina providencia que pedimos al Creador en ferviente e intensa plegaria.

“Envía Tu luz y Tu verdad, permite que me guíen. Permite que me traigan al monte de Tu sacralidad y a Tus santuarios. (43:3)

En el judaísmo, luz es una forma abstracta referente al bien que emana del Creador, y también a la verdad, amorosa bondad, gracia, perdón y redención, junto a otros atributos, cualidades y rasgos positivos y liberadores. Estos de hecho son principios éticos y morales mediante los cuales Dios quiere que nos rijamos, ya que son inherentes al bien que es nuestro nexo eterno con Él.

El salmista está plenamente consciente de esto, y de ahí que suplique en plegaria a Dios con la añoranza de vivir en la libertad que ofrecen estos atributos cuando permitimos que conduzcan todos los aspectos y dimensiones de la conciencia. Estos también son los modos y medios para ascender al lugar donde mora la sacralidad del Creador, en el Templo de Jerusalem que está en Sión.

En este conocimiento sagrado solamente alabanza y júbilo son las expresiones de nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.

“Y vendré al altar del Eterno, al Eterno, mi máxima alegría; y te alabaré con arpa, oh Eterno, mi Dios. (43:4)

No hay otra manera de concebir, vivir y deleitarse en la presencia Divina, sino con el mayor júbilo en alabanza; ya que estas expresan lo que se es ante el Creador de toda existencia.

“Hay un río, las corrientes que alegran la ciudad de Dios, los santuarios sagrados del Altísimo. (46:5)

La Torá menciona los ríos en el jardín del Edén, y algunos de nuestros Sabios comentan que uno de aquellos fluye debajo del Templo de Jerusalem. Nos enseñan con esto que el desaparecido Paraíso terrenal se encontraba en la tierra de Israel. También se refieren a los mares y ríos como símbolos de rasgos o cualidades ilimitadas, debido a su tamaño, o al permanente fluir de las aguas.

En este versículo el salmista destaca la enorme alegría en la que se regocija Jerusalem, la ciudad de Dios. ¿Acaso hay algo más regocijante que el lugar de los santuarios del Altísimo? Un río de alegría y corrientes de regocijo son ciertamente de lo que se trata la casa de Dios.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.