“Alabanza te espera, oh Eterno, en Sión; y a Ti es elevada la promesa.”
(Salmos 65:2)
Evocamos y llamamos a nuestro Creador en el lugar donde lo podemos
encontrar. En este versículo una vez más el rey David nos invita a reflexionar
acerca de Sión. Es reitertado nuevamente que encontramos, reconocemos y
agradecemos a Dios aquello que tenemos en común con Él, que es el bien.
Cuando lo llamamos, hagámoslo en el bien y en aras del bien, porque Su
morada también es el bien. Este es el lugar en la conciencia donde lo alabamos
y hacemos promesas a Él, que son el compromiso y determinación para ser, tener
y hacer el bien.
“Dichoso es el hombre que Tú eliges y acercas a Ti, para que habite en Tus
atrios y se satisfaga con el bien de Tu casa ¡Sagrado Tu templo!” (65:5)
Muchos son los momentos en que somos elegidos, pero pocos en los que
elegimos ser elegidos. Este versículo no se refiere a ello sino elegir estar cerca
del Creador.
Esto lo entendemos siendo dichosos por ser escogidos por el bien
que otros nos hacen. La verdadera dicha y felicidad ciertamente provienen de vivir
en el bien, ya que este es nuestra completa satisfacción y plenitud.
Este versículo nos recuerda lo sagrado que es el bien como la casa donde
encontramos a nuestro Creador, de donde emana todo bien. Recordemos que una casa con sus atrios representa la conciencia con la que
vivimos. Todo lo que tenemos en ese lugar define lo que somos, poseemos y
hacemos.
“Vendré a Tu casa con ofrendas de elevación. A Ti haré todas mis promesas.” (66:13)
Una vez más, la “casa” de Dios es donde nuestro más elevado nivel de
conciencia y máximo conocimiento del bien se encuentran con Su bien. Es ahí
donde ofrecemos lo mejor en nosotros para renovarlo y reaprovisionarlo con la
promesa de hacerlo prevalecer en lo que somos y hacemos.
“Un Padre para los huérfanos y un Juez para las viudas es el Eterno en la
morada de Su sacralidad.” (68:6)
Somos huérfanos cuando no tenemos principios rectores ni conductores por
los que vivir. En este sentido, padre y madre son las fuentes de sustento,
alimento y dirección que dan significado a nuestra vida.
Lo mismo ocurre cuando se tiene o se carece de juicio para hacer lo
correcto, apropiado y justo, en situaciones donde no tenemos el respaldo moral
ni el apoyo material para abordar la vida. Volvemos a saber que la morada del
Creador abarca los principios éticos y conductores de Sus modos y atributos que
apreciamos en el bien que Él quiere que vivamos.