“Eterno, en Tus palacios [eres] conocido por
fortaleza.” (Salmos 48:4)
Hemos dicho que Jerusalem, como la ciudad de Dios, es también el lugar de
Su morada. Entendemos que un “lugar” es para estar o ser como fuerza motriz conductora
de vida y cimiento de nuestra conciencia, y en este sentido ese lugar es el
bien.
Los “palacios” son cualidades, tendencias, medios y modos positivos que
son fortalezas, con las que nos protegemos y prosperamos, porque el propósito
del bien es el bien mismo.
“Tal como hemos oído, así hemos visto en la ciudad del Eterno de
multitudes, en la ciudad de nuestro Dios. El Eterno la ha establecido por
siempre, para la eternidad.” (48:9)
El bien está destinado a prevalecer en la creación de Dios, por toda la
eternidad. Llegamos a esta máxima realización sabiendo que la ciudad de Dios es
el bien. Igualmente entendemos que “multitudes” son las formas y dimensiones
donde Él reina y dirige Su entera creación, tal como lo proclama el salmista.
Esta bendición del rey David nos invita a reflexionar en torno a lo que
somos, tenemos y hacemos, que también proceden del Creador y estamos destinados
a cumplir Su voluntad.
“Hemos reflexionado en Tu amorosa bondad, oh Eterno, en Tu
templo.” (Salmos 48:10)
Amorosa bondad es un atributo primordial del bien, en el que nos inspiramos
para compenetrarnos con el Creador, y este nexo está representado por el Templo
de Jerusalem.
La Torá menciona la abundante amorosa bondad (Éxodo 34:6-7) como
uno de los trece atributos de compasión de Dios. Estos son considerados
referencias para Sus juicios.
“Regocíjese el monte Sión; regocíjense, hijas de Judá, debido a Sus
juicios.” (48:12)
Este versículo nos invita a entender los juicios de Dios como fuente de
regocijo, ya que provienen de Su bien que se erige en el monte de Su sacralidad.
Las “hijas de Judá” son expresiones de nuestro reconocimiento del bien como
nexo con el Creador.
También pueden entenderse como expresiones de gratitud y
reconocimiento del bien proveniente de Él, ya que en hebreo, Judá significa “Agradeceré/reconoceré
a Dios”.