domingo, 19 de agosto de 2018

JERUSALEM EN EL LIBRO DE SALMOS (XXVII)


“Venimos a Sus santuarios, nos postramos a su escabel. Levántate, oh Eterno, a Tus santuarios, Tú y el arca de Tu poderío. Tus sacerdotes vestidos de rectitud, y Tus amorosos (piadosos) cantando de alegría.”
(Salmos 132:7-9

Nuestros Sabios llaman al Templo de Jerusalem el escabel de Dios, donde la majestad de Su bondad descansa tocando el mundo. En este contexto, el Templo es donde están Sus “santuarios” , que son ciertamente Sus modos y atributos. Su sacralidad es tal, que son veraderos santuarios en los que meditar, contemplar y morar.

Cuando permitimos que los modos del Creador nos inspiren en todos los sentidos, le rezamos a Él para que se haga cargo y nos convierta en vasijas lo suficientemente aptas para recibir Su bondad y hacerla nuestra, tenerla y manifestarla. Es así como Dios se “levanta” en nosotros.

Tenemos que llamar a nuestro Creador para que vuelva a morar en los santuarios del Templo que una vez construyó en nosotros para compenetrarnos permanentemente con Él. Este nexo es el “arca de Su poderío”, entendido como el pacto que Él sello con Su pueblo eternamente.

Los sacerdotes representan nuestros rasgos positivos que establecen el nexo, y son buenos siempre y cuando se mantengan fieles a sus cualidades éticas, mencionadas aquí como rectitud, ya que deben ser correctos como parte de lo que el bien es por definición.

Los “amorosos” (término usualmente traducido del hebreo como “piadosos”) son las cualidades complementarias por ser rectos, ya que van de la mano cuando el verdadero amor es dado. Una acción amorosa se expresa de igual manera como se canta una canción alegre, como lo veremos en los próximos versículos.

“Porque el Eterno, Él ha elegido a Sión por asiento para Él: ‘Este es Mi eterno descanso, porque lo deseo. Su provisión Yo he bendecido y habré de bendecir. Sus necesitados, Yo saciaré con pan. Y sus sacerdotes están vestidos de redención, y sus amorosos cantando alabanzas. Ahí brotará la viña para David. Yo he preparado una lámpara para Mi ungido’.” (132:13-17)

Estos versículos reafirman que Jerusalem y su Templo están para el Creador, en relación con Su nexo eterno con Israel. El salmista destaca la ciudad de Dios como la vasija en la que vierte Su sustento para el mundo. Esta es la razón de Sus continuas bendiciones para ella, y para quienes la mantienen sagrada para Él.

Estos son los sacerdotes que representan nuestros mejores rasgos y cualidades en el más elevado nivel de nuestra conciencia, porque son los medios a través de los que encontramos nuestra redención.

Aquí la redención es llamada la viña de David, la cual representa la conciencia mesiánica destinada a prevalecer por la eternidad. Es también la lámpara que iluminará todos los aspectos y expresiones de la vida, todas dedicadas a perseguir el infinito conocimiento de nuestro Creador.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.