“Venimos a Sus santuarios, nos postramos
a su escabel. Levántate, oh Eterno, a Tus santuarios, Tú y el arca de Tu poderío. Tus sacerdotes vestidos de rectitud, y Tus amorosos
(piadosos) cantando de alegría.”
(Salmos 132:7-9
Nuestros Sabios llaman al Templo de Jerusalem el escabel de Dios,
donde la majestad de Su bondad descansa tocando el mundo. En este contexto, el
Templo es donde están Sus “santuarios” , que son ciertamente Sus modos y
atributos. Su sacralidad es tal, que son veraderos santuarios en los que
meditar, contemplar y morar.
Cuando permitimos que los modos del
Creador nos inspiren en todos los sentidos, le rezamos a Él para que se haga
cargo y nos convierta en vasijas lo suficientemente aptas para recibir Su
bondad y hacerla nuestra, tenerla y manifestarla. Es así como Dios se
“levanta” en nosotros.
Tenemos que llamar a nuestro Creador
para que vuelva a morar en los santuarios del Templo que una vez construyó
en nosotros para compenetrarnos permanentemente con Él. Este nexo es el “arca
de Su poderío”, entendido como el pacto que Él sello con Su pueblo eternamente.
Los sacerdotes representan nuestros
rasgos positivos que establecen el nexo, y son buenos siempre y cuando se
mantengan fieles a sus cualidades éticas, mencionadas aquí como rectitud, ya
que deben ser correctos como parte de lo que el bien es por definición.
Los “amorosos” (término usualmente
traducido del hebreo como “piadosos”) son las cualidades complementarias por
ser rectos, ya que van de la mano cuando el verdadero amor es dado. Una acción
amorosa se expresa de igual manera como se canta una canción alegre, como lo
veremos en los próximos versículos.
“Porque el Eterno, Él ha elegido a Sión
por asiento para Él: ‘Este es Mi eterno descanso, porque lo deseo. Su provisión
Yo he bendecido y habré de bendecir. Sus necesitados, Yo saciaré con pan. Y sus
sacerdotes están vestidos de redención, y sus amorosos cantando alabanzas. Ahí brotará
la viña para David. Yo he preparado una lámpara para Mi ungido’.” (132:13-17)
Estos versículos reafirman que Jerusalem
y su Templo están para el Creador, en relación con Su nexo eterno con Israel. El
salmista destaca la ciudad de Dios como la vasija en la que vierte Su sustento para
el mundo. Esta es la razón de Sus continuas bendiciones para ella, y para
quienes la mantienen sagrada para Él.
Estos son los sacerdotes que representan
nuestros mejores rasgos y cualidades en el más elevado nivel de nuestra
conciencia, porque son los medios a través de los que encontramos nuestra
redención.
Aquí la redención es llamada la viña de David,
la cual representa la conciencia mesiánica destinada a prevalecer por la
eternidad. Es también la lámpara que iluminará todos los aspectos y expresiones
de la vida, todas dedicadas a perseguir el infinito conocimiento de nuestro
Creador.