domingo, 31 de octubre de 2010

Parshat Toldot: Amor como Guía

La porción de esta semana comienza hablándonos de “las generaciones (toldot) de Isaac, el hijo de Abraham” (25:19), y en este contexto generaciones” se refiere a la vida y los tiempos de nuestro segundo Patriarca, el menos mencionado en la Torá pero tan esencial e importante como Abraham y Jacob. Isaac es distinguido como el Patriarca hebreo cuyo nombre no fue cambiado por el Creador, y cuya vida es considerada la ofrenda perfecta para Él; y continuó siéndola mientras vivió. En efecto, es una distinción especial que debemos honrar y emular como individuos y como Nación que procuramos ser la ofrenda perfecta producto de los caminos y atributos del Creador.

Y los niños luchaban dentro de ella, y ella decía: 'Y si es así, ¿por qué estoy así?' Y ella fue a preguntarle al Eterno (25:22) Al igual que su esposo, nuestra matriarca Rebeca era totalmente consciente de que somos creados por el Amor de Dios y Sustentador de todo, y todo depende de Su voluntad inclusive la lucha que tenía lugar en su vientre. Y el Eterno le dijo a ella: 'Dos naciones están en tu vientre, y dos reinos se separarán de tus entrañas, y un reino será más poderoso que el otro reino, y el mayor servirá al menor'.” (25:23)

Debemos comprender esta declaración no como una respuesta sino como un Mandamiento de Dios. Sabios místicos enseñan que estas "dos naciones" son dos fuerzas que forman el universo, y que realmente son una sola que podemos traducir como Luz revelada y ocultada, ya que todo lo que existe es una unidad emanada del Dios que Uno y Único. Su Mandamiento es claro: el destino de la oscuridad es revelar la Luz que aquella oculta (“el mayor servirá al menor”). En un sentido más profundo, los aspectos materiales inferiores y negativos deben servir a los niveles superiores y positivos de la conciencia humana, y no al revés.

Es interesante notar que los aspectos inferiores de la conciencia de hecho actúan de acuerdo a su naturaleza y a su propio nivel, tal como los piés que caminan y las manos que escriben. No hay juicios respecto a su naturaleza y función, porque todos sirven a un propósito y por lo tanto es el propósito lo que debemos establecer, dirigir y procurar. Emociones, pasiones e instintos pueden menospreciar el propósito y misión concebidos por el intelecto y la mente: “Esaú replicó, 'He aquí que he de morir, ¿entonces para qué necesito esta primogenitura?' (…) y Esaú menospreció la primogenitura” (25:32, 34)

El propósito de Esaú estaba dirigido a deseos materialistas destructivos, y no a intereses altruístas o espirituales. Vender su primogenitura era la manera de confirmar lo que él había elegido. Nuestra tradición oral revela que Esaú cometió cinco transgresiones mayores ese día: violó a una doncella comprometida en matrimonio, asesinó a Nimrod el rey de Babel, rechazó la existencia de Dios, negó la resurrección de los muertos y repudió la primogenitura (que en ese entonces representaba el sacerdocio). También cuenta que el Creador tomó el alma de Abraham ese día para evitarle la vergüenza de ver que uno de sus descendientes era un criminal.

La vida de Isaac continúa: “Y el Eterno se le apareció y dijo: 'No bajes a Egipto, quédate en la tierra que te diré, vive en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré estas tierras, y todas las naciones de la Tierra se bendecirán por tu simiente (…)” (26:2-4), “E Isaac sembró en esa tierra, y encontró [cosechó] en ese año cien veces, y el Eterno lo bendijo. Y el hombre se engrandeció, y creció cada vez más hasta engrandecerse mucho” (26:12-13)

¿Qué es lo especial de esta tierra que nuestro Creador quiere que vivamos en ella? Pues es la tierra donde Él está con nosotros, y seremos bendecidos con Su Amor que nos habilita para bendecir a todas las naciones de la Tierra. Cuando vivimos en esa tierra en los modos y atributos de Amor, cosechamos el mismo Amor que se multiplica a nuestro alrededor haciéndonos crecer más y más, mientras vivamos en la tierra que nos ofrece el Amor de Dios.

La fuerza que el Amor de Dios nos da permite construir un lugar para que Él more en este mundo: “E Isaac otra vez excavó los pozos de agua que habían excavado en los días de su padre, Abraham (…)” (26:18), “él lo llamó Rejóvot, y él dijo: 'Porque ahora el Eterno nos ha dado espacio, y seremos fructíferos en la tierra'.” (26:22) Es esta la expansión eterna que el Amor nos da en Su Creación, cuando somos conscientes de Sus obras y vivimos en Sus caminos.

Mientras tengamos ese conocimiento viviremos en la abundancia que Amor es, como manifestación material del Amor de Dios. Una vez más la Torá reafirma que los modos y atributos del Creador no cohabitan con nada diferente a ellos, al referirse a las mujeres cananeas con quienes se casó Esaú: “Y ellas eran una molestia espiritual para Isaac y para Rebeca” (26:35)

Y él se acerco, y lo besó, y olió la fragancia de sus vestiduras, y lo bendijo, y dijo: 'He aquí que la fragancia de mi hijo es como la fragancia de un campo que el Eterno ha bendecido'.” (27:27) Este es el versículo en el que Isaac reconoció a Jacob, el hijo que verdaderamente poseía la primogenitura (previamente comprada de Esaú por un plato de lentejas). Nuestros Sabios explican que Isaac olió la fragancia del Jardín del Edén cuando se acercó a Jacob, de hecho la fragancia del Amor de Dios manifestada en el mundo material a través de él.

Las naciones te servirán y reinos se inclinarán a ti, serás un amo para tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán a ti; aquellos que te maldigan serán maldecidos, y aquellos que te bendigan serán bendecidos” (27:29) Estas son bendiciones de Amor, porque Amor conquista y somete las potenciales tendencias negativas y rasgos inferiores de la conciencia. Estos son los que viven en el sufrimiento del dolor, en espera de que Amor los redima: “Y tú vivirás por tu espada, y servirás a tu hermano; y acontecerá que, cuando te quejes [de las transgresiones de tu hermano], quitarás su yunta de tu cuello” (27:40) Debemos prestar mucha atención a este versículo porque cuando no amamos y no seguimos los caminos y atributos de Dios, la negatividad “se queja” y lucha contra nosotros.

Las palabras de Isaac para Esaú son una advertencia para Jacob y sus descendientes: cuando no dirigimos cada aspecto de nuestra conciencia con Amor como yunta de nuestra naturaleza inferior (Esaú), ella se quitará esa yunta y la situación se revierte: cuando no permitimos Amor como el guía de nuestra conciencia, dejamos que la negatividad se imponga al dejar que las fantasías e ilusiones de ego controlen nuestra vida.

La parshá termina con una bendición final que nos ordena estar juntos como una Nación unida porque Dios siempre nos mantendrá unidos en Sus caminos y atributos: “Y que el Dios todopoderoso te bendiga y te haga fructífero, y te multiplique, y te conviertas en una congregación de pueblos” (28:3)

Podemos lograr unidad si mantenemos la conciencia de nuestra conexión permanente con el Creador, como los levitas y sacerdotes lo hacen; tal como nos los recuerda el Profeta en la haftará para esta semana: “Enseñanza de verdad estaba en su boca [de Leví], y no se encontraba injusticia en sus labios. En paz y justicia fue por Mí, y rescató a muchos de la iniquidad. Porque los labios de un sacerdote protegerán el conocimiento y de su boca saldrá la enseñanza, porque él es un mensajero del Eterno de las multitudes” (Malaquías 2:6-7)

domingo, 24 de octubre de 2010

Parshat Jayei Sara: La Vida como Servicio Divino

"Y la vida de (chayei) Sara fue cien años y veinte años y siete años; los años de la vida de Sara" (Génesis 23:1). Podemos entender con la redacción de este versículo algo que parece obvio, que nuestros años son nuestra vida. De hecho lo son, y de esto podemos aprender que todo lo que hacemos en nuestro tiempo, nuestra vida, es significativo ya sea para nosotros o para los demás. Tiene que ver con lo que somos y lo que hacemos, incluyendo lo que hablamos.

Sara y Abraham nos enseñan una lección esencial cuando aprendemos que todo lo que hicieron en sus vidas fue verdaderamente significante. Tengamos en mente que amarnos a nosotros mismos, al prójimo y a toda la Creación tiene frutos en este mundo, porque nuestro Amor despierta Amor donde y cuando esté ocultado en las tinieblas de las ilusiones de ego. Cuando despertamos Amor en otros es como cosechar los frutos porque, como hemos dicho, Amor es la causa y el efecto.

La Torá contiene aspectos revelados y no revelados del Creador, y es el libro que nos enseña Su Amor para que lo imitemos amándonos unos a otros y Su Creación. En este contexto la Torá nos enseña la fuente de vida que el Amor de Dios es porque Él sustenta todo, vida incluida. Este conocimiento hizo de las vidas de Sara y Abraham un legado significativo para nosotros. La parshá continúa con la compra del sitio donde Sara sería enterrada, lugar de futura herencia para el pueblo judío. Abraham dijo: "Soy un forastero y un residente con vosotros (…)" (23:4) porque sabía claramente que él y sus descendientes serán eso: forasteros y también residentes con este mundo, un pueblo en tránsito que vive para santificar el Nombre del Creador, como parte de su misión para ser la Luz de las naciones. Nuestro verdadero hogar es con el Creador, y mientras estemos en el mundo nuestro hogar es la Tierra que Él prometió a nuestros antepasados.

"(…) y el Eterno bendijo a Abraham con todo" (24:1), porque el Amor de Dios nos bendice con todo cuando andamos en Sus caminos. Es interesante señalar que este versículo está seguido por el futuro compromiso matrimonial del único hijo de Abraham y Sara: "(…) tú no tomarás una esposa para mi hijo de las hijas de los cananeos, en cuya tierra yo vivo; sino que irás a mi tierra y adonde nací, y tomarás una esposa para mi hijo, para Isaac" (24:3-4)

Sabios místicos enseñan que la entera travesía del mensajero de traer una novia para Isaac está llena de significados simbólicos. El mensajero no es mencionado por su nombre, y para su misión "todo lo mejor de su amo estaba en su mano" (24:10) Ellos comparan este mensajero con el Mesías que viene solamente con lo mejor de su Amo para redimir a su Pueblo (Rebecca) de las tinieblas de las ilusiones del mundo (representadas por la maldad de sus padres y hermano).

Según Rashi, en el versículo "(…) el hombre [mensajero] tomó un anillo de oro de medio peso [medio shékel] para su nariz, y dos brazaletes de oro para sus manos que pesan diez [shékels]" (24:22), el anillo representa cada judío que es "medio shékel" (la otra mitad es el Creador con él); y los brazaletes representan las dos Tablas con los Diez Mandamientos. "E Isaac la trajo a la tienda de Sara su madre, y él tomó a Rebecca, y ella se convirtió en su esposa, y él la amó." (24:67) ç

Algunos de nuestros Sabios explican que después de la akeidá (la atadura de Isaac para ser sacrificado), el Creador no permitió a Abraham e Isaac salir de la Tierra que Él prometió a ellos y a sus descendientes. Isaac era la ofrenda perfecta de sacrificio, y como tal debía permanecer en la santidad de la Tierra Prometida. Entonces comprendemos que Isaac y Rebeca son las cualidades ideales que, combinadas, conforman la identidad de Israel.

Una es la ofrenda de todos los aspectos, niveles y dimensiones de la vida al servicio del Creador; y la otra representa Amor como la manifestación material de ese servicio. Rebeca es Amor incondicional dispuesto a dejar atrás las fantasías e ilusiones de ego para poder abrazar el servicio Divino.

Esta disposición y devoción incondicionales no se encuentran entre la gente de las naciones cananeas, que no son otra cosa que las emociones y rasgos negativos como son orgullo, envidia, ira, lujuria, indolencia, codicia y crueldad. Rebeca e Isaac eran exactamente lo opuesto, como también lo eran Sara y Abraham. En este sentido los años de nuestros Patriarcas fueron tan significativos como sus propias vidas, por el simple hecho de haber elegido seguir los caminos y atributos del Amor Divino que crea todo y sustenta todo.

Nuestros Reyes, Profetas y Sabios lo refirman diciendo que "El mundo se sostiene en tres cosas: en la Torá, en el servicio de Dios, y en actos de amorosa bondad" (Pirké Avot 2:1), porque "El mundo está construido con amorosa bondad" (Salmos 89:2), por lo tanto "Él te ha dicho, hombre, ¡lo que es bueno! Lo que tu Dios te pide es que hagas justicia, que ames la amorosa bondad, y que camines con humildad con tu Dios" (Miqueas 6:8)

domingo, 17 de octubre de 2010

Parshat Vayeirá: Vida como Ofrenda al Creador

Nuestros Sabios dicen que el verbo "ver" tiene varias connotaciones importantes en hebreo. Además de significar lo que hacen los ojos, también quiere decir conocer, porque es común presumir que conocemos algo cuando lo vemos tal como es: "Y (el Eterno) se apareció (lit. lo vio) a él [Abraham]" (Génesis 18:1) En este sentido es mejor ver algo que oír acerca de ello, porque ver es saber. En el contexto bíblico "vemos" al Amo del Universo cuando venimos a Jerusalén (al Templo) a traer nuestras ofrendas, y este es probablemente el más profundo significado de este verbo: tenemos ojos con el fin de ver, de conocer a nuestro Creador.

Entonces aprendemos que el Eterno vino a verlo (a Abraham) en su tienda, y más adelante leemos: "Porque Yo lo conozco [sé] que él enseñará a sus hijos, y a su casa y sus descendientes, para que ellos sigan el camino del Eterno, para hacer rectitud y justicia (…)" (18:19), las cuales son dos de los caminos y atributos del Creador y también de Amor. Igualmente son dos razones que Él nos da para vivir en este mundo. De esto trata hacer Su voluntad. Este versículo está abruptamente conectado con el siguiente para llamar nuestra atención a lo que es contrario a los caminos y atributos de Amor: "Y el Eterno dijo, 'Ya que el clamor de Sodoma y Gomorra se ha vuelto mayor, y ya que su pecado es muy grave, descenderé ahora y veré si de acuerdo al clamor de ella que ha llegado a Mí, ellos lo han cometido, destrucción; y si no, Yo sabré'." (18:20-21)

Al igual que en la generación del Diluvio, los habitantes del valle de Sodoma ya estaban "muertos" debido a su corrupción, y su destrucción estaba sobre ellos. Fuego Divino destruyó su maldad pero no completamente para Lot, el sobrino de Abraham, y sus hijas de quienes dos "naciones" asentadas en la tierra de Canaán nacerían después de tener relaciones incestuosas.

"Y Abraham tenía cien años cuando su hijo Isaac le nació. Y Sara dijo: 'Dios me ha hecho reír para que todo aquel que oiga [esto] reirá [Isaac en hebreo] conmigo [debido a mí]'." (21:5-6) Sabios místicos enseñan que este versículo profetiza la era Mesiánica, cuando "la tierra estará llena del conocimiento de la Gloria del Eterno, como las aguas llenan el mar" (Habacuc 2:14) y "la tierra estará llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar" (Isaías 11:9) ya que todos nos regocijaremos con el Amor de Dios completamente revelado en el mundo.

Esto podemos hacerlo siendo y manifestando los modos y atributos de Amor, porque es así como el Creador es con nosotros, como lo fue con Abraham: "Abimélej y Pijol, su general, dijeron a Abraham: 'Dios está contigo en todo lo que tú haces" (Génesis 21:22)

La porción prosigue con uno de los sucesos más significativos que determinan la relación entre Israel y el Creador: "Y él [Isaac] dijo: 'He aquí el fuego y la leña pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?' Y Abraham dijo: 'Dios proveerá Él mismo un cordero para la ofrenda, hijo mío'. Y ellos ambos fueron juntos" (22:7-8) Isaac sabía que su padre ofrecería el sacrificio de un cordero después de que Isaac fuera la ofrenda misma para Dios, por ello preguntó por el cordero.

Estaba muy claro para ellos que sus vidas, al igual que todo lo que existe en la Creación, pertenecen a Dios; y esta es una condición fundamental para aceptar Su voluntad. Conociendo verdaderamente que Su Amor sostiene a toda Su Creación, estamos instados a confiar en Su Amor y en Su voluntad. Este conocimiento era inquebrantable en Abraham e Isaac, y es por ello que el versículo señala que "ellos ambos fueron juntos".

¿Debiera llamarse una prueba cuando se dice "que Dios probó a Abraham"? (22:1), ¿o un tanteo? Como hemos mencionado muchas veces en este blog, Amor no cohabita con nada diferente a este porque la vasija de Amor es Amor. Abraham e Isaac de hecho lograron convertirse en esa Verdad. ¿Somos también nosotros capaces de convertirnos en Verdad? Nuestros Patriarcas lo hicieron para que nosotros los emuláramos como el Pueblo Elegido que somos, por lo tanto debemos realizar este destino como la misión que nuestro Padre quiere de nosotros. Amor es la Luz del mundo, la Redención que debemos revelar entre la oscuridad de las ilusiones y fantasías de ego.

Una vez seamos conscientes de que Amor es la manifestación material del Amor de Dios que nos redime de nuestras peores penas, tristezas y dolores, seremos verdaderamente libres. Se ha dicho muchas veces en la Torá y las escrituras hebreas que la elección es sólo nuestra, y que debemos escoger la vida en vez de la muerte, Amor como Luz en vez de oscuridad. Así como somos capaces de crear tanto dolor y sufrimiento entre unos y otros, también somos capaces de crear felicidad y regocijo entre todos. Uno es el resultado de elegir las ilusiones de carencia que crea el ego y que nos hacen causar daño a nosotros mismos y a los demás, y el otro es lo que causamos en los demás cuando Amor es la causa.

El sacrificio de Isaac no se trataba de su vida o de su cuerpo sino de su total compromiso y entrega al Creador, para ser todo lo que Él quiere que seamos en el mundo que creó para nosotros. "Y Abraham puso de nombre a ese lugar Ado-nai Yiré [Dios verá, Dios se aparecerá], como se dice hasta hoy: 'En el monte Dios aparecerá [verá]'." (22:14) Es ahí donde está el Templo de Jerusalén (Yiré Shalem), el cual representa nuestro más elevado nivel de conciencia de nuestro Creador. Es el mismo lugar donde traemos nuestros propios modos y atributos de Amor como ofrendas, para que Dios "vea" nuestra imagen y semejanza de Él. Es ahí donde nos hacemos Uno con Él.

El Creador ya manifiesta Su Amor por toda Su Creación sustentándola en todo momento. Ahora somos nosotros quienes tenemos que elevar nuestro Amor a Él para que ambos Amores se encuentren y se conviertan en Uno. De hecho es este el lugar donde elevamos todos los aspectos y dimensiones de la conciencia a Su voluntad. Estos están representados por los diezmos traídos a los Sacerdotes (Kohanim) y Levitas, y los animales para ser sacrificados en el Templo.

Cada nivel de la conciencia debe estar conducido a hacer aquello que es sagrado (ese es el significado original de "sacrificio": hacer lo sagrado). Dios sabía que Abraham e Isaac estaban entregados a amarlo y servirlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.

En Vayeirá aprendemos otra vez que el Amor de Dios nos ve y nos reconoce por el Amor que somos y manifestamos cuando andamos en Sus caminos, cuando Amor está con nosotros en todo lo que hacemos tal como ocurrió con Abraham. Cuando vivimos esta Verdad individualmente y colectivamente la Redención ya está manifestada. Es entonces cuando todos nos regocijamos y reímos como lo hizo nuestra matriarca Sara cuando oyó que iba a tener un hijo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Parshat Lej Lejá: Caminando ante el Creador

La porción de esta semana comienza relatando: "Y Dios dijo a Abram: 'Ve a ti (lej lejá) y deja tu tierra, y tus parientes, y la casa de tu padre, y ve a la tierra que Yo te mostraré (…)'." (Génesis 12:1) ¿Quién es este hombre elegido para escuchar al Amo del Universo? La tradición oral judía nos cuenta que Abraham era uno de los pocos individuos que en su tiempo creían en la Unicidad de Dios, y que rechazaban la idolatría. Nóaj y sus hijos aún vivían cuando Abraham escuchó este llamado divino. Este es el llamado que todos los que reconocemos al Creador como el único Dios, y que también negamos la idolatría, debemos escuchar en cada momento. Este es el más preciado conocimiento porque es la porción que hace feliz a cualquiera en este mundo. Este llamado es la invitación para hacer permanente ese conocimiento en nuestra conciencia: Ve a ti mismo, a tu Esencia y verdadera identidad, a la porción tuya que te hace feliz, realmente y a plenitud. Y logramos esa permanencia en una tierra especial que el Creador quiere darnos a los hijos del Pacto, los que reconocemos Su Unicidad.

La Tierra Prometida es el lugar tanto físico como espiritual donde podemos lograr la conciencia permanente de nuestra conexión con el Creador, una tierra que tenemos que conquistar para vivir en paz y armonía en ella: "Y Yo haré de ti una gran Nación; Yo te bendeciré, y haré grande tu nombre; y tú serás [una] bendición" (12:2) Cuando andamos en los caminos y atributos de Amor, de hecho nos convertimos en bendición porque Amor es bendición. Abraham es considerado la personificación de la amorosa bondad (jésed en hebreo), que es uno de los atributos de Dios (Éxodo 34:6-7); y como dijimos en el comentario sobre la parshat Nóaj, en este contexto el Amor de Abraham se encontró con el Amor de Dios. La amorosa bondad de Abraham era una bendición para aquellos que lo rodeaban, y nosotros debemos ser y manifestar ese atributo ya que es lo que nos hace imagen y semejanza de Dios.

Decimos reiteradamente que el Amor de Dios nos creó, y es mediante nuestra conciencia de Amor que podemos conocer al Creador. Para Abraham este principio fundamental estaba tan claro que pudo superar todas las pruebas que le tocó enfrentar a lo largo de su vida: "No temas, Abram, Yo soy un escudo protector para ti; tu recompensa es muy grande" (Génesis 15:1). Por lo tanto, si el Amor de Dios es nuestro escudo… ¿quién podría estar en contra de nosotros? Amor es la Luz con la que disipamos las tinieblas en el mundo material, y mientras seamos y manifestemos Sus modos y atributos no habrá mejor recompensa: "Yo soy el Todopoderoso, camina ante Mí y sé íntegro. Yo estableceré Mi Pacto entre Yo y tú, y te multiplicaré grandemente" (17:1-2)

La Torá y las escrituras hebreas son en su totalidad un manifiesto Divino que proclama la Unicidad del Creador, y constantemente nos advierte de las consecuencias de la idolatría. Desde la transgresión en el Jardín del Edén hasta nuestro actual exilio, la idolatría ha sido la causa de todos los males de la humanidad. La saga de nuestros Patriarcas y Profetas ha sido una permanente batalla contra lo que nos separa del Creador, los "enemigos" de Dios que también son los enemigos de Israel.

Nuestros Sabios señalan a Abraham como el verdadero padre de la humanidad, y no a Adán o Nóaj, porque él y Sara fueron los primeros que verdaderamente caminaron ante Dios, y eran verdaderamente íntegros ante Sus ojos. De estos dos seres humanos excepcionales tenemos que aprender cómo concebir a nuestro Creador, y cómo relacionarnos con Él.

La persona más mencionada en nuestra tradición oral judía es Abraham, aún más que cualquier otro personaje bíblico, porque una de sus cualidades fue su implacable rechazo a la idolatría. Su lealtad al Creador era intachable, y su compromiso con Sus caminos era incondicional. Es interesante notar que este mismo Amor incondicional que Dios tiene a Su Creación es como el aire que respiramos, el sol que ilumina cada día y la lluvia, que no preguntan cuándo ni dónde ni para quién.

Dios ama a toda Su Creación, y también espera un Amor similar por parte de nosotros, Sus criaturas. Esto no significa que Él necesite nuestro Amor. Dios nos dio libre albedrío para que podamos elegir Su Amor en vez de las fantasías e ilusiones del mundo material. Su Amor, que también es nuestro Amor, es lo que nos engrandece y multiplica como las estrellas del cielo y el polvo de la tierra. Esa es la expansión que el Amor de Dios nos ofrece con Sus caminos y atributos. Abraham sabía que las bendiciones del Creador para él y sus descendientes no eran acerca de números sino de rasgos y cualidades que nos hacen crecer como portadores de Luz para el mundo.

Podemos comprender que la Tierra de Canaán es la vida misma, pero para ser vida de verdad tenemos que conquistar y dominar las "naciones" que la ocupan, los rasgos inferiores que debemos elevar para que sirvan al alto propósito que Amor es. Tenemos que ser como Abraham y nunca ceder a nada que no sea la amorosa bondad de Dios, siendo también amorosa bondad constantemente en cada aspecto de nuestra conciencia. Para lograrlo tenemos que confiar en el Amor de Dios y también en nuestra propia conciencia de Amor, como lo hizo Abraham.

Abraham temía al destino que enfrentarían sus descendientes durante su esclavitud en Egipto y en sus otros exilios, porque no somos tan fuertes como él contra las fantasías materialistas de ego. Él rezó por nosotros para que no pereciéramos en las tinieblas del mundo material, pero es nuestra responsabilidad y nuestra elección apegarnos al Creador como lo hicieron Abraham, Isaac y Jacob. Ese es el verdadero legado de nuestros Patriarcas, el legado debemos honrar y realizar.

Vayamos a nuestro propio ser, a la verdadera identidad que nos espera en la Tierra que el Amor de Dios nos muestra. La Tierra que es el mismo Amor que clama por Él para que una vez más nos haga recostar en la bondad de sus praderas.

domingo, 3 de octubre de 2010

Parshat Nóaj: Idolatría como Corrupción, Amor como Vida

Leemos en la Torá que en los tiempos de Nóaj "la tierra estaba corrompida ante Dios, y la tierra estaba llena de violencia. Y Dios vio la tierra, y estaba corrompida, porque toda carne se había corrompido en su camino sobre la tierra" (Génesis 6:11-12) ¿Qué pudo haber estado tan dañado ante Dios, cuya corrupción es denunciada tres veces en estos dos versículos? La vida y su propósito ante los ojos del Creador. Como hemos dicho muchas veces, vida es la manifestación del Amor de Dios, y su misión es también ser Amor manifestado en todas sus dimensiones. Es lo que el Creador quiere de nosotros: ser y manifestar Su Luz, Su voluntad, Su Amor. Está sellado en Sus primeros dos Mandamientos del Decálogo: "Yo soy el Eterno tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. No tendrás otros dioses ante Mí" (''Éxodo 20:2-5, Deuteronomio 5:6-9) Cuando alguien niega esta Verdad, también niega su propia existencia y libertad, porque con ello reconoce como reales a otros dioses que son las ilusiones y fantasías de ego en el mundo material. Ellas son los ídolos que corrompen la vida.

Corrupción es putrefacción y descomposición asociadas con la muerte, y podemos decir que ante Dios, corrupción es en realidad la muerte. Las primeras dos bendiciones del rezo central judío diario reflejan de alguna manera los primeros dos Mandamientos mencionados antes, porque se refieren al Creador como "nuestro Dios y Dios de nuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob" (…) que es nuestro "Rey, Ayudante, Redentor y Escudo. Bendito eres Tú, el Eterno, Escudo de Abraham".

Estos son algunos de los atributos de Amor: ayudar, redimir y proteger; y nuestro patriarca Abraham es exaltado en esta bendición como la personificación de la amorosa bondad en que se sustenta toda la Creación. La segunda bendición glorifica Su poder para "revivir a los muertos, Tú tienes el poder para redimir (…) Tú sustentas a los vivos con amorosa bondad, Tú revives a los muertos con gran compasión (…) Bendito eres Tú, el Eterno, que revive a los muertos". Está claro que lo contrario a la vida es la muerte, y es el Amor de Dios el que elimina la muerte causada por la corrupción derivada de la idolatría.

En los tiempos de Nóaj su generación estaba muerta ante Dios, porque vivir en las ilusiones de idolatría no tiene sentido ante Su Amor. Hemos mencionado que Sabios místicos enseñan que el agua y el fuego representan limpieza, purificación y transformación, y no necesariamente muerte o destrucción como muchos creen. Dijimos en nuestro comentario sobre Bereshit que el propósito de la Creación es descubrir y conocer al Creador a través de Su Luz, el Amor Divino que creó todo lo que existe. Entonces, ¿por qué la destrucción tiene que venir de Él? Debemos entender que tenemos que transformarnos en el proceso de conocer al Creador, porque revelar su Presencia ocultada en las tinieblas también requiere revelarlo en nuestra propia conciencia. Si no lo encontramos dentro de nosotros, ¿cómo lo vamos a encontrar en Su Creación? En este contexto debemos entender el Diluvio, las aguas que limpian nuestra conciencia de lo que es la Verdad.

La generación del Diluvio estaba corrompida y ya muerta ante Dios, y esta muerte tenía que ser removida de la tierra. Aun sabiendo que Él es el "Rey que trae la muerte y restaura la vida, y hace florecer la Redención", quiere que elijamos la vida cuando ejercemos el libre albedrío. Aún cuando nos limpia restaurándonos la vida, sigue dotándonos del libre albedrío que hace posible escoger la idolatría de los niveles inferiores de la conciencia, luego del Diluvio. Amor, la Luz revelada del Creador, es la conexión permanente con Él simbolizada por el arcoiris: "Y el arco estará en la nube, y Yo lo miraré, para recordar el eterno Pacto entre Dios y cada criatura viviente de toda carne que esté sobre la tierra" (Génesis 9:16).

La nueva humanidad que floreció sobre la tierra son los descendientes de Nóaj: "Y los hijos de Nóaj que salieron del arca fueron Shem, y Ham, y Jafet; y Ham es el padre de Canaán" (9:18), un nuevo ser humano que surge con tres niveles principales de conciencia. Shem representa el conocimiento más elevado de nuestra conexión permanente con el Creador, la conciencia más alta del Amor de Dios, Jerusalén y su Templo, y el sacerdocio de los levitas. Jafet representa la mente y los pensamientos relacionados con el mundo material; y Ham, "el padre de Canaán", representa los aspectos inferiores que debemos conquistar para convertirlos en los medios para ser y manifestar los caminos y atributos de Amor: "(…) un sirviente de sirvientes será él para sus hermanos. Y él (Nóaj) dijo: Bendito sea el Eterno, el Dios de Shem, y que Canaán sea su sirviente. Y Dios engrandeció a Jafet, y él morará en las tiendas de Shem; y que Canaán sea su sirviente" (9:25-27)

Notemos que Jafet también aprenderá de Shem, porque todos los niveles y dimensiones de la conciencia deben seguir a nuestro máximo conocimiento del Creador. Como lo hemos mencionado en este blog, cada aspecto y expresión de nuestra conciencia fue creado para descubrir, conocer y proclamar la Gloria de Dios que cubre toda la tierra. Y es nuestra misión ser conscientes de esta Verdad.

Una vez más el libre albedrío fue ejercido por esta nueva humanidad, y de nuevo la agenda de ego fue su elección: "Y ellos dijeron: 'Venid y construyámonos una ciudad, y una torre con su cumbre en el cielo, y hagámonos de un nombre' (…)" (11:4) Una ciudad y una torre que representan una conciencia de ellos y una mentalidad de ellos separadas del Creador.

Algunos de nuestros Sabios contemporáneos definen este período de nuestra historia como el nacimiento de la mente totalitaria que concibe ideologías como el fascismo, el nazismo, el fundamentalismo y el fanatismo relacionado con creencias políticas, religiosas o culturales que persiguen destruir la diversidad en el espíritu humano. "Y el Eterno dijo: 'He aquí que hay un pueblo, y todos tienen una lengua; y esto es lo que comienzan a hacer; y ahora nada les detendrá en lo que se propongan hacer" (11:6). Esto es lo que la ideología nazi y otros regímenes totalitarios quieren: imponer un estilo de vida sin Dios excepto con los dioses de carne y hueso que ellos llamarían "la raza superior perfecta".

La porción termina anunciando el nacimiento de dos seres humanos extraordinarios que cambiaron el curso de la humanidad: Abraham y Sara. Nuestra tradición oral cuenta que Abraham reconoció la Unicidad del Creador a los tres años de edad, y desde entonces rechazó la idolatría en medio de una familia idólatra y bajo un régimen de idólatras. Su aguda inteligencia lo llevó a concluir que todo proviene de un solo Creador y que todo es sustentado por Él, por lo cual le debemos nuestra existencia a Él y a nada más; y Abraham estaba dispuesto a morir por esta Verdad.

El Midrash relata que su propio padre lo acusó ante una corte judicial por negar y rechazar la idolatría, y fue sentenciado a muerte en un horno crematorio. Entonces el Amor humano y el Amor de Dios se encontraron, y Dios salvó a Abraham de las llamas ante la presencia de sus ejecutores. Abraham fue el elegido para Su Pacto, el Pacto con Israel y sus descendientes. Con Abraham y Sara comienza nuestra historia, la historia de Israel.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.