La
porción de esta semana comienza hablándonos de “las generaciones
(toldot)
de Isaac, el hijo de Abraham” (25:19), y en este contexto
“generaciones”
se refiere a la vida y los tiempos de nuestro segundo Patriarca, el
menos mencionado en la Torá pero tan esencial e importante como
Abraham y Jacob. Isaac es distinguido como el Patriarca hebreo cuyo
nombre no fue cambiado por el Creador, y cuya vida es considerada la
ofrenda perfecta
para Él; y continuó siéndola mientras vivió. En efecto, es una
distinción especial que debemos honrar y emular como individuos y
como Nación que procuramos
ser la ofrenda perfecta producto de los caminos y atributos del Creador.
“Y los niños luchaban dentro de ella, y ella decía: 'Y si es así, ¿por qué estoy así?' Y ella fue a preguntarle al Eterno” (25:22) Al igual que su esposo, nuestra matriarca Rebeca era totalmente consciente de que somos creados por el Amor de Dios y Sustentador de todo, y todo depende de Su voluntad inclusive la lucha que tenía lugar en su vientre. “Y el Eterno le dijo a ella: 'Dos naciones están en tu vientre, y dos reinos se separarán de tus entrañas, y un reino será más poderoso que el otro reino, y el mayor servirá al menor'.” (25:23)
Debemos comprender esta declaración no como una respuesta sino como un Mandamiento de Dios. Sabios místicos enseñan que estas "dos naciones" son dos fuerzas que forman el universo, y que realmente son una sola que podemos traducir como Luz revelada y ocultada, ya que todo lo que existe es una unidad emanada del Dios que Uno y Único. Su Mandamiento es claro: el destino de la oscuridad es revelar la Luz que aquella oculta (“el mayor servirá al menor”). En un sentido más profundo, los aspectos materiales inferiores y negativos deben servir a los niveles superiores y positivos de la conciencia humana, y no al revés.
Es interesante notar que los aspectos inferiores de la conciencia de hecho actúan de acuerdo a su naturaleza y a su propio nivel, tal como los piés que caminan y las manos que escriben. No hay juicios respecto a su naturaleza y función, porque todos sirven a un propósito y por lo tanto es el propósito lo que debemos establecer, dirigir y procurar. Emociones, pasiones e instintos pueden menospreciar el propósito y misión concebidos por el intelecto y la mente: “Esaú replicó, 'He aquí que he de morir, ¿entonces para qué necesito esta primogenitura?' (…) y Esaú menospreció la primogenitura” (25:32, 34)
El propósito de Esaú estaba dirigido a deseos materialistas destructivos, y no a intereses altruístas o espirituales. Vender su primogenitura era la manera de confirmar lo que él había elegido. Nuestra tradición oral revela que Esaú cometió cinco transgresiones mayores ese día: violó a una doncella comprometida en matrimonio, asesinó a Nimrod el rey de Babel, rechazó la existencia de Dios, negó la resurrección de los muertos y repudió la primogenitura (que en ese entonces representaba el sacerdocio). También cuenta que el Creador tomó el alma de Abraham ese día para evitarle la vergüenza de ver que uno de sus descendientes era un criminal.
La vida de Isaac continúa: “Y el Eterno se le apareció y dijo: 'No bajes a Egipto, quédate en la tierra que te diré, vive en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré estas tierras, y todas las naciones de la Tierra se bendecirán por tu simiente (…)” (26:2-4), “E Isaac sembró en esa tierra, y encontró [cosechó] en ese año cien veces, y el Eterno lo bendijo. Y el hombre se engrandeció, y creció cada vez más hasta engrandecerse mucho” (26:12-13)
¿Qué es lo especial de esta tierra que nuestro Creador quiere que vivamos en ella? Pues es la tierra donde Él está con nosotros, y seremos bendecidos con Su Amor que nos habilita para bendecir a todas las naciones de la Tierra. Cuando vivimos en esa tierra en los modos y atributos de Amor, cosechamos el mismo Amor que se multiplica a nuestro alrededor haciéndonos crecer más y más, mientras vivamos en la tierra que nos ofrece el Amor de Dios.
La fuerza que el Amor de Dios nos da permite construir un lugar para que Él more en este mundo: “E Isaac otra vez excavó los pozos de agua que habían excavado en los días de su padre, Abraham (…)” (26:18), “él lo llamó Rejóvot, y él dijo: 'Porque ahora el Eterno nos ha dado espacio, y seremos fructíferos en la tierra'.” (26:22) Es esta la expansión eterna que el Amor nos da en Su Creación, cuando somos conscientes de Sus obras y vivimos en Sus caminos.
Mientras tengamos ese conocimiento viviremos en la abundancia que Amor es, como manifestación material del Amor de Dios. Una vez más la Torá reafirma que los modos y atributos del Creador no cohabitan con nada diferente a ellos, al referirse a las mujeres cananeas con quienes se casó Esaú: “Y ellas eran una molestia espiritual para Isaac y para Rebeca” (26:35)
“Y él se acerco, y lo besó, y olió la fragancia de sus vestiduras, y lo bendijo, y dijo: 'He aquí que la fragancia de mi hijo es como la fragancia de un campo que el Eterno ha bendecido'.” (27:27) Este es el versículo en el que Isaac reconoció a Jacob, el hijo que verdaderamente poseía la primogenitura (previamente comprada de Esaú por un plato de lentejas). Nuestros Sabios explican que Isaac olió la fragancia del Jardín del Edén cuando se acercó a Jacob, de hecho la fragancia del Amor de Dios manifestada en el mundo material a través de él.
“Las naciones te servirán y reinos se inclinarán a ti, serás un amo para tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán a ti; aquellos que te maldigan serán maldecidos, y aquellos que te bendigan serán bendecidos” (27:29) Estas son bendiciones de Amor, porque Amor conquista y somete las potenciales tendencias negativas y rasgos inferiores de la conciencia. Estos son los que viven en el sufrimiento del dolor, en espera de que Amor los redima: “Y tú vivirás por tu espada, y servirás a tu hermano; y acontecerá que, cuando te quejes [de las transgresiones de tu hermano], quitarás su yunta de tu cuello” (27:40) Debemos prestar mucha atención a este versículo porque cuando no amamos y no seguimos los caminos y atributos de Dios, la negatividad “se queja” y lucha contra nosotros.
Las palabras de Isaac para Esaú son una advertencia para Jacob y sus descendientes: cuando no dirigimos cada aspecto de nuestra conciencia con Amor como yunta de nuestra naturaleza inferior (Esaú), ella se quitará esa yunta y la situación se revierte: cuando no permitimos Amor como el guía de nuestra conciencia, dejamos que la negatividad se imponga al dejar que las fantasías e ilusiones de ego controlen nuestra vida.
La parshá termina con una bendición final que nos ordena estar juntos como una Nación unida porque Dios siempre nos mantendrá unidos en Sus caminos y atributos: “Y que el Dios todopoderoso te bendiga y te haga fructífero, y te multiplique, y te conviertas en una congregación de pueblos” (28:3)
Podemos lograr unidad si mantenemos la conciencia de nuestra conexión permanente con el Creador, como los levitas y sacerdotes lo hacen; tal como nos los recuerda el Profeta en la haftará para esta semana: “Enseñanza de verdad estaba en su boca [de Leví], y no se encontraba injusticia en sus labios. En paz y justicia fue por Mí, y rescató a muchos de la iniquidad. Porque los labios de un sacerdote protegerán el conocimiento y de su boca saldrá la enseñanza, porque él es un mensajero del Eterno de las multitudes” (Malaquías 2:6-7)
“Y los niños luchaban dentro de ella, y ella decía: 'Y si es así, ¿por qué estoy así?' Y ella fue a preguntarle al Eterno” (25:22) Al igual que su esposo, nuestra matriarca Rebeca era totalmente consciente de que somos creados por el Amor de Dios y Sustentador de todo, y todo depende de Su voluntad inclusive la lucha que tenía lugar en su vientre. “Y el Eterno le dijo a ella: 'Dos naciones están en tu vientre, y dos reinos se separarán de tus entrañas, y un reino será más poderoso que el otro reino, y el mayor servirá al menor'.” (25:23)
Debemos comprender esta declaración no como una respuesta sino como un Mandamiento de Dios. Sabios místicos enseñan que estas "dos naciones" son dos fuerzas que forman el universo, y que realmente son una sola que podemos traducir como Luz revelada y ocultada, ya que todo lo que existe es una unidad emanada del Dios que Uno y Único. Su Mandamiento es claro: el destino de la oscuridad es revelar la Luz que aquella oculta (“el mayor servirá al menor”). En un sentido más profundo, los aspectos materiales inferiores y negativos deben servir a los niveles superiores y positivos de la conciencia humana, y no al revés.
Es interesante notar que los aspectos inferiores de la conciencia de hecho actúan de acuerdo a su naturaleza y a su propio nivel, tal como los piés que caminan y las manos que escriben. No hay juicios respecto a su naturaleza y función, porque todos sirven a un propósito y por lo tanto es el propósito lo que debemos establecer, dirigir y procurar. Emociones, pasiones e instintos pueden menospreciar el propósito y misión concebidos por el intelecto y la mente: “Esaú replicó, 'He aquí que he de morir, ¿entonces para qué necesito esta primogenitura?' (…) y Esaú menospreció la primogenitura” (25:32, 34)
El propósito de Esaú estaba dirigido a deseos materialistas destructivos, y no a intereses altruístas o espirituales. Vender su primogenitura era la manera de confirmar lo que él había elegido. Nuestra tradición oral revela que Esaú cometió cinco transgresiones mayores ese día: violó a una doncella comprometida en matrimonio, asesinó a Nimrod el rey de Babel, rechazó la existencia de Dios, negó la resurrección de los muertos y repudió la primogenitura (que en ese entonces representaba el sacerdocio). También cuenta que el Creador tomó el alma de Abraham ese día para evitarle la vergüenza de ver que uno de sus descendientes era un criminal.
La vida de Isaac continúa: “Y el Eterno se le apareció y dijo: 'No bajes a Egipto, quédate en la tierra que te diré, vive en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré estas tierras, y todas las naciones de la Tierra se bendecirán por tu simiente (…)” (26:2-4), “E Isaac sembró en esa tierra, y encontró [cosechó] en ese año cien veces, y el Eterno lo bendijo. Y el hombre se engrandeció, y creció cada vez más hasta engrandecerse mucho” (26:12-13)
¿Qué es lo especial de esta tierra que nuestro Creador quiere que vivamos en ella? Pues es la tierra donde Él está con nosotros, y seremos bendecidos con Su Amor que nos habilita para bendecir a todas las naciones de la Tierra. Cuando vivimos en esa tierra en los modos y atributos de Amor, cosechamos el mismo Amor que se multiplica a nuestro alrededor haciéndonos crecer más y más, mientras vivamos en la tierra que nos ofrece el Amor de Dios.
La fuerza que el Amor de Dios nos da permite construir un lugar para que Él more en este mundo: “E Isaac otra vez excavó los pozos de agua que habían excavado en los días de su padre, Abraham (…)” (26:18), “él lo llamó Rejóvot, y él dijo: 'Porque ahora el Eterno nos ha dado espacio, y seremos fructíferos en la tierra'.” (26:22) Es esta la expansión eterna que el Amor nos da en Su Creación, cuando somos conscientes de Sus obras y vivimos en Sus caminos.
Mientras tengamos ese conocimiento viviremos en la abundancia que Amor es, como manifestación material del Amor de Dios. Una vez más la Torá reafirma que los modos y atributos del Creador no cohabitan con nada diferente a ellos, al referirse a las mujeres cananeas con quienes se casó Esaú: “Y ellas eran una molestia espiritual para Isaac y para Rebeca” (26:35)
“Y él se acerco, y lo besó, y olió la fragancia de sus vestiduras, y lo bendijo, y dijo: 'He aquí que la fragancia de mi hijo es como la fragancia de un campo que el Eterno ha bendecido'.” (27:27) Este es el versículo en el que Isaac reconoció a Jacob, el hijo que verdaderamente poseía la primogenitura (previamente comprada de Esaú por un plato de lentejas). Nuestros Sabios explican que Isaac olió la fragancia del Jardín del Edén cuando se acercó a Jacob, de hecho la fragancia del Amor de Dios manifestada en el mundo material a través de él.
“Las naciones te servirán y reinos se inclinarán a ti, serás un amo para tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán a ti; aquellos que te maldigan serán maldecidos, y aquellos que te bendigan serán bendecidos” (27:29) Estas son bendiciones de Amor, porque Amor conquista y somete las potenciales tendencias negativas y rasgos inferiores de la conciencia. Estos son los que viven en el sufrimiento del dolor, en espera de que Amor los redima: “Y tú vivirás por tu espada, y servirás a tu hermano; y acontecerá que, cuando te quejes [de las transgresiones de tu hermano], quitarás su yunta de tu cuello” (27:40) Debemos prestar mucha atención a este versículo porque cuando no amamos y no seguimos los caminos y atributos de Dios, la negatividad “se queja” y lucha contra nosotros.
Las palabras de Isaac para Esaú son una advertencia para Jacob y sus descendientes: cuando no dirigimos cada aspecto de nuestra conciencia con Amor como yunta de nuestra naturaleza inferior (Esaú), ella se quitará esa yunta y la situación se revierte: cuando no permitimos Amor como el guía de nuestra conciencia, dejamos que la negatividad se imponga al dejar que las fantasías e ilusiones de ego controlen nuestra vida.
La parshá termina con una bendición final que nos ordena estar juntos como una Nación unida porque Dios siempre nos mantendrá unidos en Sus caminos y atributos: “Y que el Dios todopoderoso te bendiga y te haga fructífero, y te multiplique, y te conviertas en una congregación de pueblos” (28:3)
Podemos lograr unidad si mantenemos la conciencia de nuestra conexión permanente con el Creador, como los levitas y sacerdotes lo hacen; tal como nos los recuerda el Profeta en la haftará para esta semana: “Enseñanza de verdad estaba en su boca [de Leví], y no se encontraba injusticia en sus labios. En paz y justicia fue por Mí, y rescató a muchos de la iniquidad. Porque los labios de un sacerdote protegerán el conocimiento y de su boca saldrá la enseñanza, porque él es un mensajero del Eterno de las multitudes” (Malaquías 2:6-7)