domingo, 26 de agosto de 2012

Ki Teitzei: El Creador en Nuestra Conciencia

Cuando salgas a combatir tus enemigos, y el Eterno tu Dios te los entregue en tus manos (...)” (Deuteronomio 21:10)

Este versículo contiene dos declaraciones. La primera es cuando salimos a confrontar a nuestros enemigos, y la segunda que el Eterno es quien los derrota. De hecho “salimos” de la paz y armonía de nuestra conciencia para enfrentar los problemas, situaciones y personas que de una u otra manera perturban nuestra paz y tranquilidad. Este parecería ser el predicamento diario de nuestras vidas en medio de las ilusiones y fantasías de ego en el mundo material.

Experimentamos separación y aislamiento de una realidad que parece fundamentarse en cultura, ideología, moda, y convencionalismos sociales que nos exigen todo lo que podamos ser, tener y hacer, pero no lo que realmente somos. A eso le llaman sociedad de consumo en lo que pensamos, sentimos, decimos y actuamos, basados en sus tendencias y no en nuestra verdadera esencia e identidad.

Entre más tengas más te respetarán, entre más te comportes según la moda del momento más serás imitado, y entre más falso seas serás más admirado. Estas fantasías e ilusiones, derivadas de los deseos materialistas de ego, son los enemigos internos y externos que debemos combatir al enfrentar el mundo. En este proceso la única realidad es el Amor de Dios como nuestra verdadera Esencia, el que derrota las ilusiones con las que tratamos cada momento, día a día. El Creador nos libra de nuestros enemigos, siempre y cuando Él viva con nosotros en nuestra conciencia, y la única manera de tenerlo es creando un lugar para Él.

Este lugar se llama Jerusalén y su Templo como el mayor conocimiento de nuestra conexión con Dios. Es por ello que le rezamos diariamente a Él pidiéndole que reconstruya Jerusalén, porque en este conocimiento radica nuestra Redención de la negatividad en la que hemos estado atrapado por tanto, tanto tiempo. Nuestros Sabios dicen que “El Eterno no mora con el soberbio porque ese está lleno de sí mismo”, y no está dispuesto a hacer un espacio para Dios en su conciencia ni en su corazón.

Esto significa que cuando uno no quiere abrazar Sus caminos y atributos, es porque prefiere vivir en ilusiones de ego. El Creador es sagrado y quiere que seamos sagrados para Él con el fin de que pueda vivir en nosotros y así combatir nuestros enemigos.

Porque el Eterno tu Dios va en tu campamento, para rescatarte y entregarte a tus enemigos delante de ti. [Por lo tanto] tu campamento será sagrado, para que Él no vea nada indigno en ti y [debido a ello] se separe de ti.” (23:15)

Tengamos presente que Dios no se separa de nosotros sino que somos nosotros lo que nos separamos de Él, y de nosotros depende ser el pueblo sagrado que Él quiere que seamos. También tengamos en cuenta que nuestra elección es a nosotros que nos beneficia, y no a Él. Dios es la bendición en el “campamento” de nuestra vida, y Él derrota la maldición que encontramos en los aspectos negativos tanto de la conciencia como de la realidad material.

Nuestros Sabios místicos enseñan que estamos en el campo de la vida para revelar la Presencia Divina ocultada en el mundo. Esto significa que primero tenemos que revelarla en nuestra conciencia. No hay otro modo. Encontramos a nuestro Creador en lo que es sagrado para Él en nosotros, y eso sagrado son Sus caminos y atributos que podemos abrazar en la realización de Su Amor como nuestra Esencia e identidad.

Aprendemos a conocerlo a Él mediante Su Torá, “cuyos caminos son caminos de placidez, y todos sus senderos son paz (Proverbios 3:17) y los caminos de la Torá son los caminos de Dios. Esta nos muestra cómo Él se relaciona con nosotros y Su Creación, y lo aprendemos estudiándola diariamente para llegar a ser capaces de confrontar las tinieblas del mundo material (ver en este blog nuestros comentarios sobre la Parshat Ki Teitzei: “La Ética de Amor” del 15 de agosto, 2010 y “Amor como Ética” del 4 de septiembre, 2011).

Ya sabemos que Amor no coexiste con nada diferente a sus modos y atributos, y de esa misma manera entendemos que Dios no more junto con el soberbio. Primero debemos retirar lo inútil en materia de creencias, pensamientos, deseos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, incluyendo aquello que nos hace dudar y sentirnos débiles respecto a nuestro propósito en la vida.

Hay momentos en que damos más crédito a lo que nos separa y aísla, que a lo contrario. Preferimos confiar e inclinarnos a las fantasías e ilusiones de ego que abrazar la abundancia de los atributos de Amor como nuestra verdadera plenitud y felicidad.

“[Por lo tanto] será que, cuando el Eterno tu Dios te dé un respiro de todos tus enemigos alrededor [tuyo] en la tierra que el Eterno tu Dios te da como herencia de posesión, que tú eliminarás el recuerdo de Amalek de debajo de los cielos. ¡No lo olvidarás! (Deuteronomio 25:19)

Amalek representa no sólo duda, incertidumbre e indecisión respecto a elegir lo bueno y correcto para nosotros, sino también todo lo contrario a lo bueno y correcto. Es por ello que estamos urgidos a cumplir el Mandamiento de erradicarlo completamente del mundo, recordando diariamente lo que le hizo a nuestros antepasados en su salida de Egipto. En otras palabras, debemos mantenernos firmes y resueltos contra todo lo opuesto a los modos y atributos de Amor.

Amalek representa crueldad, abuso, humillación, burla y opresión hacia los débiles.

Cómo él cayó sobre ti en el camino y masacró a tus rezagados, todos aquellos que estaban detrás de ti cuando estabas cansado y desfalleciendo, y él no temió a Dios.” (25:18)

Debemos llevar este Mandamiento aún más lejos aplicándolo a nuestra propia conciencia, porque esos rasgos negativos y destructivos están latentes en el discernimiento, pensamiento, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.

La avaricia de ego puede ser despiadada con nuestra compasión, destructiva con nuestra bondad, indiferente con nuestros buenos valores y principios, y la indolencia puede derrumbar esfuerzos positivos. En este Mandamiento el Creador nos ordena ser fuertes en lo que verdaderamente somos, y protegernos con la bendición de Amor y bondad que son nuestro nexo común con Su Amor y bondad.

Así Dios estará con nosotros combatiendo nuestros enemigos para asentarnos permanentemente en Su Tierra Prometida, en los caminos de placidez y senderos de paz.


Porque tu Amo es tu Hacedor, el Eterno de las Multitudes es Su Nombre, y tu Redentor, el Sagrado de Israel será llamado el Dios de toda la Tierra. (…) 'Porque las montañas se moverán y las colinas temblarán, pero mi amorosa bondad no se moverá de ti, ni tampoco el Pacto de Mi paz temblará', dice el Eterno que tiene compasión de ti.(Isaías 54:5, 10)

domingo, 19 de agosto de 2012

Shoftim: La Justicia del Amor de Dios

La Torá nos encomienda: “Jueces y oficiales pondrás en todas las puertas de tus ciudades(Deuteronomio 16:18), el Profeta nos dice que y Yo [el Eterno dirigiéndose a Jerusalén] restauraré a tus jueces como otrora y a tus consejeros como antaño: entonces te llamarán ciudad de rectitud, ciudad de fidelidad” (Isaías 1:26) y en nuestros rezos diarios bendecimos al Creador diciendo, “Reestablece a nuestros jueces como otrora y a nuestros consejeros como antaño. Aparta de nosotros tristeza y aflicción, y reina Tú solo Eterno, con bondad y compasión, con rectitud y con justicia. Bendito eres Tú Eterno, Rey que ama rectitud y justicia”.

Reflexionemos en torno a la conexión de estos tres pasajes. Hay una relación evidente entre tener jueces en todas las puertas de nuestra ciudad para luego llamarla ciudad de rectitud y fidelidad. Si consideramos a Jerusalén como el más elevado nivel de nuestra conciencia – como en realidad es – necesitamos que el Eterno nos imparta el mejor juicio que jamás podamos tener, y ese juicio es Amor porque el Eterno reina con bondad y compasión, y ama rectitud y justicia como atributos de Su Amor que Él quiere que emulemos porque somos Sus hijos.

Estos atributos de hecho remueven nuestras tristezas y aflicciones, como consejeros que queremos que el Eterno reestablezca en nuestra conciencia para que conduzcan cada aspecto y dimensión de nuestra vida. Entonces Su Amor reinará con su inherente rectitud y justicia, y en Jerusalén como la conciencia unida en torno a nuestra conexión permanente con Dios.

Esto lo logramos cuando procuramos la equidad y rectitud de la justicia en Amor.

Justicia, justicia perseguirás para que vivas y heredes la tierra que el Eterno te da.” (16:20)

Es así porque en esta tierra estamos destinados a vivir con Él. Nuestra tierra es el lugar y el tiempo donde vivimos unidos con el Eterno que nos la da, y donde no hay espacio para otros dioses o ídolos (16:21-22, 17:1-3) porque en los modos y atributos de Amor no hay nada ajeno a ellos.

Cuando vengas a la tierra que el Eterno te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de esas naciones.” (18:9)

Abordamos este conocimiento al integrar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia como una unidad armonizada libre de rasgos negativos.

“Serás íntegro con el Eterno tu Dios. Porque estas naciones que has de desposeer se inclinan a agoreros y hechiceros; pero a ti el Eterno tu Dios no te lo ha dado para que lo hagas” (18:13)

Primero tenemos que ser íntegros en nuestra conciencia para poder ser íntegros con el Creador. Una vez unamos nuestro intelecto y discernimiento, pensamientos y emociones, sentimientos y pasión, instinto y acciones, bajo el juicio, rectitud, justicia, compasión y bondad de Amor, para afrontar la vida y el mundo, entonces seremos íntegros con el Eterno porque en esta unidad permitimos que sea Él quien reine en nosotros con Su bondad y compasión.

De esto se trata nuestra Esencia e identidad que definen lo que somos, tenemos y hacemos en consonancia con los caminos y atributos del Creador, apartados de la agenda materialista de ego (ver en este blog nuestros comentarios anteriores sobre la Parshat Shoftim: “Justicia como Amor” del 8 de agosto, 2010 y “Vivir en los Juicios de Amor” del 28 de agosto, 2011).

El Profeta nos advierte sobre la esclavitud de vivir bajo el yugo de las naciones, de los ídolos disfrazados de fantasías e ilusiones de ego, que mantienen cautivo el más elevado conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios que nos llama a ser libres.

Sacúdete del polvo, levántate y siéntate, oh Jerusalén; libérate de las ataduras de tu cuello, oh hija cautiva de Sión.” (Isaías 52:2)

Depende de nosotros salir de los espejismos del mundo material tomados de la mano de los atributos de Amor, los cuales son los jueces y consejeros que debemos tener en las puertas de cada aspecto de la conciencia para mantenerla unidad y cerca de nuestro Padre y Rey.

Después de todo es Creador quien libra las batallas contra nuestros enemigos, ya sean ilusiones de ego o gente.

“Cuando salgas a la batalla contra tus enemigos, y veas sus caballos, y carrozas, y un pueblo más [numeroso] que tú, no tendrás miedo de ellos; porque el Eterno tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto está contigo. (…) porque el Eterno tu Dios es Él quien va contigo para pelear contra tus enemigos, para salvarte.” (Deuteronomio 20:1, 4)

Reestablezcamos nuestro mejor juicio y más altos valores y principios ante las puertas de lo que pensemos, creamos, imaginemos, sintamos, oigamos, veamos, digamos y hagamos.

Dejemos que ellos conduzcan y guíen todos los aspectos de la vida honrando la justicia y rectitud del Amor de Dios junto con Su compasión y bondad para que reinen en nuestra tierra, en Jerusalén nuestra capital indivisible y pilar de nuestra conexión eterna con el Creador. Amén.

domingo, 12 de agosto de 2012

Re'eh: Libre Albedrío en la Libertad de Amor

La libertad de elegir es en lo que se basa nuestra relación con el Creador y Su Creación.

“Ved que pongo hoy ante vosotros bendición y maldición.” (Deuteronomio 11:26)

Muchísimas veces hemos dicho que diversidad es la premisa para poder elegir, y que lo negativo no debería ser una opción sino sólo una referencia para siempre elegir los modos y atributos de Amor. El Creador nos dio libre albedrío para entender la esencia y cualidades de aquello con lo que nos relacionamos cada momento. En este sentido debemos afrontar todo con todos los aspectos de la conciencia.

Esto quiere decir que en ese proceso lo siguiente debe estar presente: discernimiento como sabiduría para entender con el fin de saber lo que vamos a abordar, atención para sentir lo que las emociones y sentimientos experimentan con ello, su intensidad como pasión que se despierta en los sentidos, y lo que llegamos a hacer obligados por el instinto.

Esta es la actitud integral o integrada que debemos tener para poder vivir la vida a plenitud y también el modo de relacionarnos con ella; y sólo lo activamos con el libre albedrío. En otras palabras, si los niveles de la conciencia no están todos involucrados en nuestra actitud ante la vida es porque no tenemos verdadero libre albedrío. Significa que si dejamos de lado o reprimimos nuestras emociones o sentimientos en lo que discernimos o pensamos, ese discernimiento no es completo. De igual manera, si sólo dedicamos nuestras emociones, pasiones e instintos para experimentar algo dejando de lado el discernimiento, nos perdemos un momento mayor y más pleno.

La lección en esto es que, sin importar las diferencias entre las dimensiones de la conciencia, que de hecho existen, debemos integrarlas armónicamente para realmente conocer lo que tenemos frente a nosotros. A lo largo de la vida pareciera que dividiéramos nuestra conciencia bajo la creencia de que las emociones no son compatibles con el intelecto, y que el instinto está divorciado del pensamiento. En ese predicamento nuestra idea o concepción de libertad se vuelve algo relativo, y dejamos de ser completamente libres ya que limitamos nuestro poder para elegir a sólo una parte de la conciencia. En resumen, somos realmente libres cuando elegimos con la plena participación de todos los aspectos de la conciencia.

La división en la conciencia ocurre cuando tenemos una actitud separada (fraccionada) ante lo que vamos a experimentar, y esta separación es el resultado de las ilusiones y fantasías de ego. En el momento en que ego dicta que sólo el intelecto debe dirigir, o que sólo lo hagan las emociones o los instintos, quedamos inmediatamente atrapados en el espejismo de deseos materialistas. Entonces nos damos cuenta que nuestra salida es reconocer que Amor es el único capaz de integrar la conciencia, con el fin de traernos a la libertad real con la que podemos vivir y experimentar la vida y el mundo en todas sus dimensiones. Al afrontar este mundo con la totalidad de nuestra conciencia, todas sus dimensiones se manifiestan ante nosotros. 

Esto explica nuestra limitada percepción de lo que vemos en nuestro entorno, porque las limitaciones que nos imponemos en la conciencia reducen lo que percibimos delante de nosotros. Si nos acercamos a alguien basados en nuestras creencias (pre-concepciones) o en emociones, lo percibiremos sólo bajo esos parámetros. Esto también explica los prejuicios, el racismo, la aprehensión, el odio y otras actitudes que nos limitan a todo. De ahí que tener una conciencia positiva, incluyente e integradora nos lleve a percibir y experimentar con una actitud expansiva y apreciadora de todo.

Nuestros Sabios místicos enseñan una concepción elevada del libre albedrío cuando dicen que en las bendiciones radica el poder de transmutar y cambiar las maldiciones. Esto ocurre del mismo modo en que la Luz disipa las tinieblas, como también ocurre con las cualidades expansivas, integradoras y redentoras de los atributos de Amor para transformar cualidades opuestas, y convertirlas en parte de los dominios de Amor. Así, aquello que percibimos como negativo, destructivo y restrictivo puede ser transformado con nuestro deseo de convertirlo en algo positivo, constructivo y expansivo.

Esto es lo que de hecho aprendemos desde que nuestro discernimiento se desarrolla en nuestra infancia. Aprendemos a discernir con el único propósito de ejercer el libre albedrío. Los ignorantes dependen de su poco conocimiento para tomar decisiones, de ahí que la gente con limitaciones elija con limitaciones.

Debemos aclarar que no todos los conocedores necesariamente hacen mejores decisiones, porque el conocimiento es verdadero si lo aplicamos sólo para bien. En este sentido los modos y atributos de amor son nuestro mejor conocimiento, discernimiento, entendimiento y motivación para ser buenos y hacer lo bueno para nosotros y nuestro entorno. Entendámoslo bien, Amor es la mejor medida de todas cosas porque Amor no tiene limitaciones cuando lo percibimos todo con Amor (ver nuestros comentarios en este blog sobre la Parshat Re'eh: “La Bendición como Elección” del 1 de agosto de 2010 y “Ver el Amor de Dios” del 21 de agosto, 2011).

Elegimos la bendición porque Dios es la bendición en Sus caminos, atributos y Mandamientos, y porque Él es nuestro Dios y nuestro Padre.

Vosotros sois hijos del Eterno vuestro Dios. (…) Porque sois un pueblo sagrado ante el Eterno vuestro Dios, y el Eterno os ha elegido como su Tesoro preciado de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la Tierra” (14:1-2)

Nuestro Padre nos eligió para hacernos conscientes de que somos una emanación de Su Amor, y Su Amor es nuestra Esencia e identidad. De ahí que Amor sea nuestra referencia preferente y elección para hacerlo prevalecer en el mundo. Dios nos llama a ejercer nuestra verdadera identidad en la conciencia de Amor como nuestra libertad.

En la libertad total que Amor es liberamos la conciencia de lo diferente a los atributos de Amor, y en esta realización entronizamos Amor en todas las maneras de afrontar la vida y el mundo. Sólo entonces viviremos en la plenitud y totalidad de la bendición de Creador, la bondad de Su Amor.

“Conócelo a Él en todos tus caminos [modos] y el allanará [hará directos] tus senderos. (Proverbios 3:6)


“(...) honrar al Eterno que sostiene en Su mano tu vida y todos tus caminos.(Daniel 5:23)

domingo, 5 de agosto de 2012

Eikev: Vivir en el Amor de Dios

En esta porción la Torá continúa recordándonos nuestro nexo con el Creador como nuestra mayor bendición y fortaleza (Deuteronomio 7:12-24), advirtiéndonos de las consecuencias de la idolatría como nuestra maldición y debilidad (7:25-26), y nuestro deber y obligación de erradicarlos de cada aspecto de nuestra conciencia y vida en el mundo material.

Este nexo con Dios, a través de Sus Mandamientos, es la razón y fuente de nuestra vida, entendiendo vida como la bendición y la bondad que el Amor de Dios nos da para disfrutarla en este mundo (8:1) después de habernos redimido de la esclavitud en Egipto (8:2-3).

El conocimiento permanente de Dios, como nuestro único y exclusivo Redentor y Fuente de vida, es lo que nos recuerda quiénes somos y de dónde vinimos. Esta es nuestra verdad. El Amor de Dios es nuestra Esencia e identidad y mientras vivamos en Sus caminos y atributos de hecho estamos vivos.

Es así como entendemos que Amor es vida y vida es Amor mientras vivamos por, en, para y con los modos y atributos de Dios. Esta es la mayor lección de todas, que el Amor de Dios es nuestro único y verdadero sustento, como está escrito.

“(...) que Él te haga saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca del Eterno hace que él viva” (8:3)

Las palabras de Dios preceden lo que se manifiesta en Su Creación. En un sentido más profundo, nuestra vida y sustento dependen directamente de Su voluntad, y no de nuestra percepción del sustento que encontramos en el mundo material. Dicho de otro modo, nuestra vida depende exclusivamente de Él.

Este principio lo asimilamos en los cuarenta años que nuestros antepasados pasaron en el desierto (8:4) y es la premisa para vivir nuestro nexo con Él en el mundo, en el tiempo y el espacio que Él les prometió y que conocemos como la Tierra Prometida (8:6-9).

Esta tierra es la manifestación material del Amor de Dios por Israel, en donde estamos llamados y encomendados a vivir en Sus caminos para estar siempre junto a ÉlSeamos conscientes de que la Tierra Prometida es la realización material de nuestro nexo con Dios, como nuestra bendición, identidad y propósito en la vida.

Como la bendición que es esta tierra lo bendecimos a Él, y al hacerlo no sólo reconocemos lo que somos sino lo que es Él para nosotros y para toda Su Creación. La manera más clara, sucinta, directa y efectiva de realizar nuestra identidad y conexión con Dios está resumida en las cuatro bendiciones que decimos cuando damos las gracias por los alimentos (Bircat HaMazón) tal como es encomendado a nosotros.

Y comerás y te saciarás, y bendecirás al Eterno tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado.” (8:10)

En estas bendiciones nos hacemos conscientes de que todo sustento proviene del Amor de Dios, que nuestro sustento y nuestra tierra es nuestro nexo con Él, que en nuestra tierra tenemos a Jerusalén como nuestra capital indivisible y el mayor conocimiento de nuestra unión con Él, y que esta unión está plenamente manifestada en la Redención que trae entronizar la conciencia mesiánica en el mundo

El Amor de Dios, a través de nuestro mayor conocimiento de Él, representado por Moisés, nos advierte una y otra vez no olvidar quiénes somos y de dónde vinimos (8:11-16). Este conocimiento nos recuerda que nuestro olvido es producto de las ilusiones y fantasías de ego.

“(...) y tú digas en tu corazón: 'Por mi propio poder y de la fuerza de mi mano he logrado esta riqueza'.” (8:17-18)

Este es el momento en la conciencia en que tenemos que decidir de qué lado estamos en la confrontación entre los deseos individualistas de ego, y los modos y atributos de Amor. Ya conocemos cuáles son sus diferencias, y la elección es sólo nuestra.

Vivimos y morimos en las fantasías e ilusiones de ego (“otros dioses para servir y adorar”) como está escrito (8:19), o vivimos siempre en los modos y atributos de Amor que trascienden el tiempo y el espacio, la vida y la muerte.  (Ver nuestros comentarios sobre la Parshat Eikev: “Las Bendiciones de Amor” del 28 de julio, 2010 y “Porque Tenemos que Amar” del 14 de agosto, 2011).

Los caminos y atributos del Creador son nuestra vida, y también nuestro poder y fortaleza para vencer los aspectos negativos de la conciencia que nos mantienen esclavizados en las ilusiones de ego.

“Sabe este día que el Eterno tu Dios es Él quien va delante de ti como un fuego devorador; Él los destruirá, y Él los someterá ante ti; para que tú los expulses y los hagas perecer pronto, como el Eterno te ha hablado.” (9:3)

El fuego es el Amor de Dios con nosotros para quemar nuestros deseos negativos, y la decisión es nuestra si queremos expulsarlos pronto y eliminarlos totalmente.

La Tierra Prometida es el lugar y el tiempo que Dios ha escogido para morar en el mundo material. Es por esto que Él removió a las naciones corruptas de su territorio. La Torá deja claro este punto cuando Dios lo dice a través de Moisés.

“(...) debido a la maldad de estas naciones el Eterno las expulsó delante de ti. No por tu rectitud o por la fidelidad de tu corazón vas a poseer esta tierra (...)” (9:4)

Esto es para demostrarnos otra vez que Él controla Su Creación, inclusive aquello negativo y corrupto ante Sus ojos. Aquí nos queda claro que los aspectos negativos de la conciencia pueden ser más poderosos que nuestra voluntad para vencerlos.

Es por ello que necesitamos el Amor de Dios para librar nuestras guerras con el fin de vivir en la tierra donde Dios quiere que construyamos un lugar para que Él more entre (en) nosotros. Moisés prosigue recordándonos nuestra tendencia a inclinarnos a los deseos y fantasías materialistas de ego, representados por ídolos (9:12-24).

Nos divorciamos de las ilusiones materialistas al hacernos permanentemente conscientes de nuestra conexión con el Creador.

Y ahora Israel, lo que el Eterno pide de ti es reverenciar al Eterno tu Dios, andar en Sus caminos, y amarlo a Él, y servir al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.” (10:10)

Nuestro Amor es nuestro nexo con el Amor de Dios. Cuando petrificamos nuestro corazón con el apego a los espejismos del mundo material, la Torá y nuestros Profetas nos recuerdan retornar a un corazón de carne y purificarlo de las tendencias negativas de la conciencia.

“Circuncidad entonces el prepucio de vuestro corazón, y dejad de ser de dura cerviz para siempre.” (10:16)

Y cuando retornamos a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad, también retornamos al Amor de Dios y a Sus atributos.


“Él hace justicia para el huérfano y la viuda, ama al forastero dándole alimento y vestido. Por lo tanto amad al forastero, porque vosotros fuisteis forasteros en la tierra de Egipto.(10:18-19), porque “Él es vuestra Gloria, Él es vuestro Dios” (10:21).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.