La libertad de elegir es en lo que se basa nuestra relación con el Creador
y Su Creación.
“Ved que pongo hoy ante vosotros bendición y maldición.” (Deuteronomio 11:26)
Muchísimas veces hemos dicho que diversidad es la premisa para poder
elegir, y que lo negativo no debería ser una opción sino sólo una referencia
para siempre elegir los modos y atributos de Amor. El Creador nos dio libre
albedrío para entender la esencia y cualidades de aquello con lo que nos
relacionamos cada momento. En este sentido debemos
afrontar todo con todos los aspectos de la conciencia.
Esto quiere decir que en ese proceso lo siguiente debe estar presente: discernimiento como sabiduría para entender con el
fin de saber lo que vamos a abordar, atención para sentir lo que las emociones y sentimientos experimentan con ello, su
intensidad como pasión que se despierta en los
sentidos, y lo que llegamos a hacer obligados por el instinto.
Esta es la actitud integral o integrada
que debemos tener para poder vivir la vida a plenitud y también el modo de
relacionarnos con ella; y sólo lo activamos con el libre albedrío. En otras palabras, si los niveles de la conciencia no
están todos involucrados en nuestra actitud ante la vida es porque no tenemos
verdadero libre albedrío. Significa que si dejamos de lado o reprimimos nuestras
emociones o sentimientos en lo que discernimos o pensamos, ese discernimiento
no es completo. De igual manera, si sólo dedicamos nuestras emociones, pasiones
e instintos para experimentar algo dejando de lado el discernimiento, nos
perdemos un momento mayor y más pleno.
La lección en
esto es que, sin importar las diferencias entre las dimensiones de la
conciencia, que de hecho existen, debemos integrarlas armónicamente para
realmente conocer lo que tenemos frente a nosotros. A lo largo de la vida pareciera que dividiéramos nuestra
conciencia bajo la creencia de que las emociones no son compatibles con el
intelecto, y que el instinto está divorciado del pensamiento. En ese
predicamento nuestra idea o concepción de libertad se vuelve algo relativo, y dejamos de
ser completamente libres ya que limitamos nuestro poder para elegir a sólo una
parte de la conciencia. En resumen, somos realmente libres cuando elegimos con la
plena participación de todos los aspectos de la
conciencia.
La “división” en la conciencia ocurre cuando tenemos una actitud separada (fraccionada)
ante lo que vamos a experimentar, y esta separación es el resultado de las
ilusiones y fantasías de ego. En el momento en que ego dicta que sólo el
intelecto debe dirigir, o que sólo lo hagan las emociones o los instintos,
quedamos inmediatamente atrapados en el espejismo de deseos materialistas. Entonces nos
damos cuenta que nuestra salida es reconocer que Amor es el único capaz de
integrar la conciencia, con el fin de traernos a la libertad real con la que
podemos vivir y experimentar la vida y el mundo en todas sus dimensiones. Al
afrontar este mundo con la totalidad de nuestra conciencia, todas sus
dimensiones se manifiestan ante nosotros.
Esto explica
nuestra limitada percepción de lo que vemos en nuestro entorno, porque las
limitaciones que nos imponemos en la conciencia reducen lo que percibimos
delante de nosotros. Si nos acercamos a alguien basados en nuestras creencias
(pre-concepciones) o en emociones, lo percibiremos sólo bajo esos parámetros.
Esto también explica los prejuicios, el racismo, la aprehensión, el odio y
otras actitudes que nos limitan a todo. De ahí que
tener una conciencia positiva, incluyente e integradora nos lleve a percibir y
experimentar con una actitud expansiva y apreciadora de todo.
Nuestros Sabios
místicos enseñan una concepción elevada del libre albedrío cuando dicen que en
las bendiciones radica el poder de transmutar y cambiar las maldiciones. Esto ocurre del mismo modo en que la Luz disipa las
tinieblas, como también ocurre con las cualidades expansivas, integradoras y
redentoras de los atributos de Amor para transformar cualidades opuestas, y
convertirlas en parte de los dominios de Amor. Así, aquello que percibimos como negativo, destructivo y
restrictivo puede ser transformado con nuestro deseo de convertirlo en algo
positivo, constructivo y expansivo.
Esto es lo que de
hecho aprendemos desde que nuestro discernimiento se desarrolla en nuestra
infancia. Aprendemos a discernir con el único propósito de ejercer el libre
albedrío. Los ignorantes dependen de su poco conocimiento para tomar decisiones, de
ahí que la gente con limitaciones elija con limitaciones.
Debemos aclarar
que no todos los conocedores necesariamente hacen mejores decisiones, porque el
conocimiento es verdadero si lo aplicamos sólo para bien. En este sentido los
modos y atributos de amor son nuestro mejor conocimiento, discernimiento,
entendimiento y motivación para ser buenos y hacer lo bueno para nosotros y
nuestro entorno. Entendámoslo bien, Amor es la mejor medida de todas cosas porque Amor no
tiene limitaciones cuando lo percibimos todo con Amor (ver nuestros comentarios en este blog
sobre la Parshat Re'eh: “La Bendición como Elección” del 1 de agosto de 2010 y
“Ver el Amor de Dios” del 21 de agosto, 2011).
Elegimos la
bendición porque Dios es la bendición en Sus caminos, atributos y Mandamientos,
y porque Él es nuestro Dios y nuestro Padre.
“Vosotros sois hijos del Eterno vuestro Dios. (…) Porque sois un pueblo sagrado ante el Eterno vuestro
Dios, y el Eterno os ha elegido como su Tesoro preciado de entre todos los
pueblos que están sobre la faz de la Tierra” (14:1-2)
Nuestro Padre nos
eligió para hacernos conscientes de que somos una emanación de Su Amor,
y Su Amor es nuestra Esencia e identidad. De ahí que Amor sea nuestra referencia preferente y
elección para hacerlo prevalecer en el mundo. Dios nos llama a ejercer nuestra verdadera identidad en
la conciencia de Amor como nuestra libertad.
En la libertad total que Amor es liberamos la conciencia de lo diferente a los atributos de
Amor, y en esta realización entronizamos Amor en todas las maneras de afrontar
la vida y el mundo. Sólo entonces viviremos en la plenitud y totalidad de la bendición de
Creador, la bondad de Su Amor.
“Conócelo a Él en
todos tus caminos [modos] y el allanará [hará directos] tus senderos.” (Proverbios 3:6)
“(...) honrar al Eterno que sostiene en Su mano tu vida y todos tus caminos.” (Daniel 5:23)