domingo, 26 de agosto de 2012

Ki Teitzei: El Creador en Nuestra Conciencia

Cuando salgas a combatir tus enemigos, y el Eterno tu Dios te los entregue en tus manos (...)” (Deuteronomio 21:10)

Este versículo contiene dos declaraciones. La primera es cuando salimos a confrontar a nuestros enemigos, y la segunda que el Eterno es quien los derrota. De hecho “salimos” de la paz y armonía de nuestra conciencia para enfrentar los problemas, situaciones y personas que de una u otra manera perturban nuestra paz y tranquilidad. Este parecería ser el predicamento diario de nuestras vidas en medio de las ilusiones y fantasías de ego en el mundo material.

Experimentamos separación y aislamiento de una realidad que parece fundamentarse en cultura, ideología, moda, y convencionalismos sociales que nos exigen todo lo que podamos ser, tener y hacer, pero no lo que realmente somos. A eso le llaman sociedad de consumo en lo que pensamos, sentimos, decimos y actuamos, basados en sus tendencias y no en nuestra verdadera esencia e identidad.

Entre más tengas más te respetarán, entre más te comportes según la moda del momento más serás imitado, y entre más falso seas serás más admirado. Estas fantasías e ilusiones, derivadas de los deseos materialistas de ego, son los enemigos internos y externos que debemos combatir al enfrentar el mundo. En este proceso la única realidad es el Amor de Dios como nuestra verdadera Esencia, el que derrota las ilusiones con las que tratamos cada momento, día a día. El Creador nos libra de nuestros enemigos, siempre y cuando Él viva con nosotros en nuestra conciencia, y la única manera de tenerlo es creando un lugar para Él.

Este lugar se llama Jerusalén y su Templo como el mayor conocimiento de nuestra conexión con Dios. Es por ello que le rezamos diariamente a Él pidiéndole que reconstruya Jerusalén, porque en este conocimiento radica nuestra Redención de la negatividad en la que hemos estado atrapado por tanto, tanto tiempo. Nuestros Sabios dicen que “El Eterno no mora con el soberbio porque ese está lleno de sí mismo”, y no está dispuesto a hacer un espacio para Dios en su conciencia ni en su corazón.

Esto significa que cuando uno no quiere abrazar Sus caminos y atributos, es porque prefiere vivir en ilusiones de ego. El Creador es sagrado y quiere que seamos sagrados para Él con el fin de que pueda vivir en nosotros y así combatir nuestros enemigos.

Porque el Eterno tu Dios va en tu campamento, para rescatarte y entregarte a tus enemigos delante de ti. [Por lo tanto] tu campamento será sagrado, para que Él no vea nada indigno en ti y [debido a ello] se separe de ti.” (23:15)

Tengamos presente que Dios no se separa de nosotros sino que somos nosotros lo que nos separamos de Él, y de nosotros depende ser el pueblo sagrado que Él quiere que seamos. También tengamos en cuenta que nuestra elección es a nosotros que nos beneficia, y no a Él. Dios es la bendición en el “campamento” de nuestra vida, y Él derrota la maldición que encontramos en los aspectos negativos tanto de la conciencia como de la realidad material.

Nuestros Sabios místicos enseñan que estamos en el campo de la vida para revelar la Presencia Divina ocultada en el mundo. Esto significa que primero tenemos que revelarla en nuestra conciencia. No hay otro modo. Encontramos a nuestro Creador en lo que es sagrado para Él en nosotros, y eso sagrado son Sus caminos y atributos que podemos abrazar en la realización de Su Amor como nuestra Esencia e identidad.

Aprendemos a conocerlo a Él mediante Su Torá, “cuyos caminos son caminos de placidez, y todos sus senderos son paz (Proverbios 3:17) y los caminos de la Torá son los caminos de Dios. Esta nos muestra cómo Él se relaciona con nosotros y Su Creación, y lo aprendemos estudiándola diariamente para llegar a ser capaces de confrontar las tinieblas del mundo material (ver en este blog nuestros comentarios sobre la Parshat Ki Teitzei: “La Ética de Amor” del 15 de agosto, 2010 y “Amor como Ética” del 4 de septiembre, 2011).

Ya sabemos que Amor no coexiste con nada diferente a sus modos y atributos, y de esa misma manera entendemos que Dios no more junto con el soberbio. Primero debemos retirar lo inútil en materia de creencias, pensamientos, deseos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, incluyendo aquello que nos hace dudar y sentirnos débiles respecto a nuestro propósito en la vida.

Hay momentos en que damos más crédito a lo que nos separa y aísla, que a lo contrario. Preferimos confiar e inclinarnos a las fantasías e ilusiones de ego que abrazar la abundancia de los atributos de Amor como nuestra verdadera plenitud y felicidad.

“[Por lo tanto] será que, cuando el Eterno tu Dios te dé un respiro de todos tus enemigos alrededor [tuyo] en la tierra que el Eterno tu Dios te da como herencia de posesión, que tú eliminarás el recuerdo de Amalek de debajo de los cielos. ¡No lo olvidarás! (Deuteronomio 25:19)

Amalek representa no sólo duda, incertidumbre e indecisión respecto a elegir lo bueno y correcto para nosotros, sino también todo lo contrario a lo bueno y correcto. Es por ello que estamos urgidos a cumplir el Mandamiento de erradicarlo completamente del mundo, recordando diariamente lo que le hizo a nuestros antepasados en su salida de Egipto. En otras palabras, debemos mantenernos firmes y resueltos contra todo lo opuesto a los modos y atributos de Amor.

Amalek representa crueldad, abuso, humillación, burla y opresión hacia los débiles.

Cómo él cayó sobre ti en el camino y masacró a tus rezagados, todos aquellos que estaban detrás de ti cuando estabas cansado y desfalleciendo, y él no temió a Dios.” (25:18)

Debemos llevar este Mandamiento aún más lejos aplicándolo a nuestra propia conciencia, porque esos rasgos negativos y destructivos están latentes en el discernimiento, pensamiento, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.

La avaricia de ego puede ser despiadada con nuestra compasión, destructiva con nuestra bondad, indiferente con nuestros buenos valores y principios, y la indolencia puede derrumbar esfuerzos positivos. En este Mandamiento el Creador nos ordena ser fuertes en lo que verdaderamente somos, y protegernos con la bendición de Amor y bondad que son nuestro nexo común con Su Amor y bondad.

Así Dios estará con nosotros combatiendo nuestros enemigos para asentarnos permanentemente en Su Tierra Prometida, en los caminos de placidez y senderos de paz.


Porque tu Amo es tu Hacedor, el Eterno de las Multitudes es Su Nombre, y tu Redentor, el Sagrado de Israel será llamado el Dios de toda la Tierra. (…) 'Porque las montañas se moverán y las colinas temblarán, pero mi amorosa bondad no se moverá de ti, ni tampoco el Pacto de Mi paz temblará', dice el Eterno que tiene compasión de ti.(Isaías 54:5, 10)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.