“Cuando salgas a
combatir tus enemigos, y el Eterno tu Dios te los entregue en tus manos (...)” (Deuteronomio 21:10)
Este versículo
contiene dos declaraciones. La primera es cuando salimos a confrontar a nuestros
enemigos, y la segunda que el Eterno es quien los derrota. De hecho “salimos”
de la paz y armonía de nuestra conciencia para enfrentar los problemas,
situaciones y personas que de una u otra manera perturban nuestra paz y
tranquilidad. Este parecería ser el predicamento diario de nuestras vidas en medio de las
ilusiones y fantasías de ego en el mundo material.
Experimentamos separación y aislamiento de una realidad que parece
fundamentarse en cultura, ideología, moda, y convencionalismos sociales que nos
exigen todo lo que podamos ser, tener y hacer, pero no lo que realmente somos. A eso le llaman sociedad de consumo en lo que
pensamos, sentimos, decimos y actuamos, basados en sus tendencias y no en nuestra
verdadera esencia e identidad.
Entre más tengas más te respetarán, entre más te comportes según la moda
del momento más serás imitado, y entre más falso seas serás más admirado. Estas
fantasías e ilusiones, derivadas de los deseos materialistas de ego, son los
enemigos internos y externos que debemos combatir al enfrentar el mundo. En
este proceso la única realidad es el Amor de Dios como nuestra verdadera
Esencia, el que derrota las ilusiones con las que tratamos cada momento, día a
día. El Creador nos
libra de nuestros enemigos, siempre y cuando Él viva con nosotros en nuestra
conciencia, y la única manera de tenerlo es creando un lugar para Él.
Este lugar se
llama Jerusalén y su Templo como el mayor conocimiento de nuestra conexión con
Dios. Es por ello que le rezamos diariamente a Él pidiéndole que reconstruya
Jerusalén, porque en este conocimiento radica nuestra Redención de la
negatividad en la que hemos estado atrapado por tanto, tanto tiempo. Nuestros
Sabios dicen que “El Eterno no mora con el soberbio porque ese está lleno de sí
mismo”, y no está dispuesto a hacer un espacio para Dios en su conciencia ni en
su corazón.
Esto significa
que cuando uno no quiere abrazar Sus caminos y atributos, es porque prefiere
vivir en ilusiones de ego. El Creador es sagrado y quiere que seamos sagrados
para Él con el fin de que pueda vivir en nosotros y así combatir nuestros
enemigos.
“Porque el Eterno tu Dios va en tu campamento, para
rescatarte y entregarte a tus enemigos delante de ti. [Por lo tanto] tu campamento será sagrado, para que Él no vea nada indigno en ti y [debido
a ello] se separe de ti.” (23:15)
Tengamos presente
que Dios no se separa de nosotros sino que somos nosotros lo que nos separamos
de Él, y de nosotros depende ser el pueblo sagrado que Él quiere que seamos. También tengamos en cuenta que nuestra elección es a nosotros que nos beneficia, y no a Él. Dios es
la bendición en el “campamento” de nuestra vida, y Él derrota la maldición que
encontramos en los aspectos negativos tanto de la conciencia como de la
realidad material.
Nuestros Sabios
místicos enseñan que estamos en el campo de la vida para revelar la Presencia
Divina ocultada en el mundo. Esto significa que primero tenemos que revelarla
en nuestra conciencia. No hay otro modo. Encontramos a nuestro Creador en lo
que es sagrado para Él en
nosotros, y eso sagrado son Sus caminos y atributos que podemos abrazar en
la realización de Su Amor como nuestra Esencia e identidad.
Aprendemos a
conocerlo a Él mediante Su Torá, “cuyos caminos son caminos de placidez, y
todos sus senderos son paz” (Proverbios 3:17) y los caminos de la Torá son los caminos de Dios. Esta
nos muestra cómo Él se relaciona con nosotros y Su Creación, y lo aprendemos
estudiándola diariamente para llegar a ser capaces de confrontar las tinieblas
del mundo material (ver en este blog nuestros comentarios sobre la Parshat
Ki Teitzei: “La Ética de Amor” del 15 de agosto, 2010 y “Amor como Ética” del 4
de septiembre, 2011).
Ya sabemos que
Amor no coexiste con nada diferente a sus modos y atributos, y de esa misma
manera entendemos que Dios no more junto con el soberbio. Primero debemos
retirar lo inútil en materia de creencias, pensamientos, deseos, emociones,
sentimientos, pasiones e instintos, incluyendo aquello que nos hace dudar y
sentirnos débiles respecto a nuestro propósito en la vida.
Hay momentos en
que damos más crédito a lo que nos separa y aísla, que a lo contrario.
Preferimos confiar e inclinarnos a las fantasías e ilusiones de ego que abrazar
la abundancia de los atributos de Amor como nuestra verdadera plenitud y
felicidad.
“[Por lo tanto] será que,
cuando el Eterno tu Dios te dé un respiro de todos tus enemigos alrededor [tuyo] en la tierra que el Eterno tu Dios te da como herencia de
posesión, que tú eliminarás el recuerdo de Amalek de debajo de los cielos. ¡No
lo olvidarás!” (Deuteronomio 25:19)
Amalek representa no sólo duda, incertidumbre e indecisión respecto a elegir lo bueno
y correcto para nosotros, sino también todo lo contrario a lo bueno y correcto.
Es por ello que estamos urgidos a cumplir el Mandamiento de erradicarlo
completamente del mundo, recordando diariamente lo que le hizo a nuestros
antepasados en su salida de Egipto. En otras palabras, debemos mantenernos firmes y resueltos
contra todo lo opuesto a los modos y atributos de Amor.
Amalek representa crueldad, abuso, humillación, burla y opresión hacia los
débiles.
“Cómo él cayó sobre ti en el camino y masacró a tus
rezagados, todos aquellos que estaban detrás de ti cuando estabas cansado y
desfalleciendo, y él no temió a Dios.” (25:18)
Debemos llevar
este Mandamiento aún más lejos aplicándolo a nuestra propia conciencia, porque
esos rasgos negativos y destructivos están latentes en el discernimiento, pensamiento, emociones, sentimientos, pasiones e
instintos.
La avaricia de
ego puede ser despiadada con nuestra compasión, destructiva con nuestra bondad,
indiferente con nuestros buenos valores y principios, y la indolencia puede
derrumbar esfuerzos positivos. En este Mandamiento el Creador nos ordena ser
fuertes en lo que verdaderamente somos, y protegernos con la bendición de Amor y bondad que son
nuestro nexo común con Su Amor y bondad.
Así Dios estará
con nosotros combatiendo nuestros enemigos para asentarnos permanentemente en
Su Tierra Prometida, en los caminos de placidez y senderos de paz.
“Porque tu Amo es tu Hacedor, el Eterno de las Multitudes
es Su Nombre, y tu Redentor, el Sagrado de Israel será llamado el Dios de toda
la Tierra. (…) 'Porque las montañas se moverán y las colinas temblarán,
pero mi amorosa bondad no se moverá de ti, ni tampoco el Pacto de Mi paz
temblará', dice el Eterno que tiene compasión de ti.” (Isaías 54:5,
10)