domingo, 28 de agosto de 2011

Parshat Shoftim: Vivir en los Juicios del Creador

El mejor guía y consejero que tenemos en la conciencia es nuestro juicio, y tenemos que dotarlo con nuestro mayor conocimiento de los modos y atributos de Amor. Nuestra conciencia abarca múltiples facetas, niveles, dimensiones y expresiones que en la Torá están representados por nuestras Tribus (los mejores rasgos y cualidades humanas para cumplir la voluntad del Creador), la Tierra Prometida (nuestras vidas tanto individuales como colectivas con total potencial en los caminos y atributos del Creados), ciudades (conocimiento material, hábitos, costumbres, ideologías, creencias, convicciones, tendencias) que debemos dirigir con la sabiduría que el Amor de Dios nos enseña cuando cumplimos Su voluntad. 

Esta dirección es el juicio, el discernimiento de que sólo la rectitud y la justicia del Creador deben ser los conductores de cada aspecto de la vida en su plenitud, abundancia, felicidad y paz: "Establecerás jueces (shoftim) y oficiales [del cumplimiento de la ley] para ti en todas tus ciudades que el Eterno tu Dios te da, para tus Tribus, y ellos harán justicia para el pueblo con rectitud de juicio" (Deuteronomio 16:18). Por lo tanto, los mejores jueces en nuestra conciencia son los modos y atributos de Amor, no sólo para dirigir todas las dimensiones de la vida sino también nuestra actitud hacia la realidad material que nos rodea: "Justicia, justicia perseguirás, para que vivas y poseas la tierra que el Eterno tu Dios te da" (16:20) y esta es la justicia de Amor, la única que debemos perseguir para vivir en nuestra Tierra Prometida.

Hemos indicado que Rectitud, Justicia, Verdad, Paz y Amorosa Bondad son cualidades todas inherentes a cada una de ellas, tal como nos es recordado por nuestros reyes más sabios y nuestros profetas: "La amorosa bondad y la verdad se abrazaron, la rectitud y la paz se besaron" (Salmos 85:11), "Rectitud y justicia son los cimientos de Tu trono, la amorosa bondad y la verdad van delante de Ti" (89:15), "Que amor y verdad nunca te abandonen; átalas a tu cuello, escríbelas en la mesa de tu corazón" (Proverbios 3:3), "El fruto de la rectitud será paz, el efecto de la rectitud será tranquilidad y confianza siempre" (Isaías 32:17), "Él te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué pide el Eterno de ti? Actuar con justicia y amar la amorosa bondad, y caminar en humildad con tu Dios" (Miqueas 6:8), "Así dijo el Eterno de las multitudes que ha dicho: 'Impartid verdadera justicia, tened amorosa bondad y compasión unos a otros" (Zacarías 7:9) y tenemos que entenderlas todas como atributos primordiales de Amor, y como claras reflexiones del Amor de Dios en nosotros.

La porción continúa enfatizando en la función inspiradora, conductora e instructora de nuestro mayor conocimiento del Amor de Dios, representado por el Sumo Sacerdote y la Tribu de Leví, como nuestro mejor juicio para afrontar la vida y el mundo: "De acuerdo a la ley, ellos [los sacerdotes y levitas] te instruirán [y] según el juicio que te digan tú harás; no te desviarás de la palabra que ellos te digan, ni a la derecha ni a la izquierda. (…) Porque el Eterno tu Dios lo ha elegido [a Leví] entre todas tus Tribus, para levantarse y servir en el Nombre del Eterno, él y sus hijos, todos los días" (Deuteronomio 17:11, 18:5) porque necesitamos el mejor juicio cuando tenemos que confrontar los deseos materialistas de ego en el campo de batalla de las ilusiones: "Y será, cuando te acerques a la batalla, que el kohen [sumo sacerdote] se acercará, y hablará al pueblo." (20:2).


Este discernimiento también nos recuerda que cuando vivimos en los modos y atributos de Amor, el Amor de Dios también lucha en nuestras guerras para liberarnos de los apegos a las fantasías e ilusiones de ego: "Porque el Eterno tu Dios es quien va contigo, a luchar por ti contra tus enemigos, para salvarte." (20:4) ya que Él es nuestro único Redentor de las trampas de las ilusiones que creamos con nuestro sentimiento de carencia.


Estas guerras y batallas se tratan de recuperar Amor en cada aspecto de nuestra vida, Amor como nuestra Esencia e identidad. Para entronizar Amor en todas las dimensiones de la conciencia primero debemos trabajar con los rasgos que nos tienen cautivos en las tinieblas de pensamientos negativos, emociones destructivas, sentimientos dañinos, bajas pasiones e instintos sin control.

Estos rasgos son las ciudades que representan nuestras creencias e ideologías erróneas, malos hábitos, y tendencias negativas fuera de control. Tenemos que enfrentarlos no necesariamente como enemigos mortales que debemos destruir, sino como rasgos que podemos transformar o reencaminar como cualidades positivas y constructivas que sean atributos de Amor: "Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, deberás proponer paz a ella. Y será, si ella te responde con paz, y se abre a ti, entonces será [que] toda la gente que se encuentre en ella te dará tributo, y ellos te servirán" (20:10-11), y debemos ser persistentes hasta que refinemos esos rasgos lo suficiente para convertirse en parte de nuestra fortaleza intelectual, mental, emocional y física: "(…) y construirás barricadas contra la ciudad que te haga guerra, hasta que quede sometida" (20:20).


Una vez más el Profeta evoca en la haftará que el Amor de Dios está con nosotros en nuestras guerras para recuperar la libertad que Amor es, con el fin de dejar por siempre atrás los efectos negativos de las ilusiones materialistas de ego, que son el vacío por el que vendemos nuestra verdadera identidad: "Sacudid de vosotros el polvo, levantaos, siéntate oh Jerusalén; libérate de las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sión. Porque así dijo el Eterno: 'fuiste vendida por nada, y tampoco serás redimida por dinero'." (Isaías 52:2-3).

El Amor de Dios nos enseña que aunque vendamos nuestra conciencia por la nada de la ilusión, tampoco con otra ilusión ("dinero") la recuperaremos para Amor. Así sabemos que depende de nosotros retornar a Su Amor que conocemos, porque Él siempre nos habla aún en nuestras ilusiones más oscuras: "Entonces Mi pueblo conocerá Mi Nombre; y entonces en ese día, porque Yo soy quien habla, aquí estoy." (52:6)

domingo, 21 de agosto de 2011

Parshat Re'eh: Ver el Amor de Dios

El propósito de las tres principales festividades judías (Pésaj, Shavuot y Sucot) es ver al Creador, a quien elevamos nuestras ofrendas en el Templo de Jerusalén. Hemos dicho en nuestros comentarios sobre Vayikrá (el libro de Levítico) que las ofrendas son los medios para elevar nuestros rasgos y cualidades humanas primordiales con el fin de dedicarlas a Su servicio. Sólo a través de este servicio Divino logramos nuestra Unidad con Él.

El nombre de esta porción, al igual que su primera palabra, nos recuerda que al elegir Su bendición, de hecho lo vemos a Él: "Ve (re'eh) que yo pongo hoy ante ti bendición y maldición" (Deuteronomio 11:26). Los versículos siguientes dejan claro que Su bendición es apegarnos a Sus caminos y atributos, y la maldición es la consecuencia de apegarnos a los ídolos que creamos a partir de las fantasías e ilusiones de ego. El Mandamiento de destruir tales ídolos es inequívoco: "Destruiréis completamente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, en las cimas de los montes altos, y sobre las colinas, y debajo de todo árbol frondoso." (12:2).

Tenemos que hacer nuestro inventario individual de ilusiones materiales en las que vivimos y a las que dedicamos cada aspecto de nuestra conciencia. Estos aspectos son los "lugares" que abarcan nuestra conciencia superior (las cimas de montañas y colinas) y nuestros rasgos inferiores (debajo de la tierra) donde tenemos que examinar lo que nos obliga a pensar, hablar y actuar de la manera como lo hacemos. La meta de este inventario es transformar y reencaminar nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos hacia los modos y atributos de Amor: "Y derribaréis sus altares, quebraréis sus imágenes, quemaréis sus bosques con fuego, romperéis las estatuas de sus dioses, y destruiréis sus nombres de ese lugar." (12:3).


Esta transformación ocurre cuando refinamos nuestra actitud ante la vida en el mundo material mediante las bendiciones del Amor de Dios: "Y ahí comeréis ante el Eterno vuestro Dios, y os regocijaréis en toda obra de vuestras manos, vosotros y vuestros hogares, en que el Eterno tu Dios te ha bendecido. (…) y Él os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis seguros." (12:7, 10).

Como dijimos arriba, las maneras de ver al Creador y vivir en Su Amor son nuestra voluntad de asumir Amor como nuestra verdadera identidad, y vivir en Sus caminos y atributos: "Y las [ofrendas] comerás ante el Eterno tu Dios, en el lugar que el Eterno tu Dios escoja, tú, tu hijo, tu hija, tu sirviente, tu sirvienta, y el levita que esté en tus ciudades; y te regocijarás ante el Eterno tu Dios en toda la obra de tus manos." (12:18).

Tenemos que implementar e incorporar ("comer") lo mejor que somos ante la presencia de Dios ("el lugar" de la bondad del Creador) todos los aspectos de la conciencia (nosotros y nuestras creaciones [uno mismo, hijos, hijas], nuestras motivaciones [sirvientes] para actuar y proceder, y nuestro mayor conocimiento de Dios [el sacerdocio levítico]) para poder regocijarnos con Amor en todo lo que somos, tenemos y hacemos. Esta es la bendición, nuestra bendición: "Porque tú eres un pueblo sagrado para el Eterno tu Dios, y el Eterno te ha escogido para ser un pueblo preciado para Él, entre todas las naciones que están sobre la tierra." (14:2).

La porción concluye recordándonos otra vez ver al Creador en nuestras festividades: "Tres veces en el año cada varón tuyo se presentará (lit. verá) ante el Eterno, en el lugar que el Eterno escogerá: en el Festival de Matzot (Pésaj), el Festival of Shavuot (semanas), y en el Festival de Sucot (cabañas), y no verá al Eterno con las manos vacías" (16:16). Venimos a verlo y estar unidos a Él con nuestro Amor para unirnos a Su Amor de donde fuimos creados.


Lo vemos cuando elevamos todas las dimensiones de la conciencia con, en, y para Su Amor, porque el Amor de Dios es lo que está revelado en Su Creación; y Su Amor es lo que tenemos que revelar en lo ocultado bajo las expresiones y aspectos negativos de nuestra conciencia. 

Tengamos en mente que la porción, el lote que Él nos ha dado está medido y limitado por nuestro propio conocimiento de Su Amor; y esa porción es también nuestra relación con Él. No nos equivoquemos creyendo que Él da más a unos que a otros, porque el Amor que tenemos es directamente proporcional al Amor que queremos tener en nuestra vida. En este sentido entendemos que "[Cada] varón [traerá] tanto como él pueda, de acuerdo a la bendición que el Eterno tu Dios te ha dado." (16:17).

Vale la pena destacar algo que nuestros Sabios señalan en esta parshá respecto al intercambio de segunda persona singular a segunda plural a lo largo de los versículos, concluyendo que el Eterno, mediante nuestro maestro Moisés, quiere decirnos que Él se dirige a los hijos de Israel como Nación y como individuos.

En la haftará para esta porción el Profeta nos invita nuevamente a cumplir el Mandamiento de apegarnos al Creador: "Oídme y comed lo que es bueno, y vuestra alma se deleitará con grosura. Inclinad vuestros oídos y venid a Mí, oíd y vivirá vuestra alma, y Yo haré para vosotros un Pacto eterno, la confiable amorosa bondad de David." (Isaías 55:2-4).


El rey David representa la conciencia mesiánica de amorosa bondad que el Amor de Dios nos ofrece para redimirnos, tanto individual como colectivamente, de las situaciones negativas que hemos creado al vivir en las ilusiones materialistas de ego. Una vez nos demos cuenta de que todos dependemos de las bendiciones de Amor desde que nacemos hasta que morimos, estaremos saliendo del exilio de las tinieblas y en camino hacia la Redención.

domingo, 14 de agosto de 2011

Parshat Eikev: Porque Tenemos que Amar

En comentarios anteriores hemos insistido en que no hay tal cosa como la aparente condicionalidad del Amor de Dios, porque todas las condiciones existen de nuestra parte. También hemos repetido que Amor es su causa y su efecto, su recompensa inmediata, y en este sentido entendemos el primer versículo de esta porción: "(…) porque (eikev) por haber escuchado [hecho caso] a estos juicios [Mandamientos] y guardarlos y ejecutarlos, que el Eterno tu Dios, mantendrá para ti el Pacto y la amorosa bondad que Él juró a tus padres [Patriarcas]." (Deuteronomio 7:12) y también el significado de Su Pacto y Su amorosa bondad, con la cual "(…) Él te amará, y te bendecirá, y te multiplicará (…)" (7:13) así, mientras andamos en Sus caminos y atributos, Amor también está con nosotros. El Pacto está siempre presente al igual que el Amor de Dios es omnipresente y omnisciente, y depende de nosotros estar conscientes de esta verdad. Esta elección es sólo nuestra.

Somos Israel y como tal estamos ligados a cumplir nuestra parte del Pacto porque este es nuestra alianza con Aquel que nos da la identidad de judíos, y esa es precisamente nuestra mayor bendición: "Serás bendecido entre todos los pueblos." (7:14) porque mientras vivamos por, en y con los caminos y atributos de Dios: "No habrá hombre estéril ni mujer infértil entre ti ni entre tu ganado." (7:14), lo que quiere decir sin carencias, sin insuficiencias: "Y el Eterno quitará de ti toda enfermedad, y todas plagas de Egipto que tú sabes, no las pondrá sobre ti, antes las pondrá sobre todos enemigos" (7:15), ya que la carencia y vacuidad de los deseos e ilusiones materialistas de ego (Egipto) son las enfermedades que vivimos, y el Creador nos hace ver que esas ilusiones viven de su propia carencia.

Para la mayoría de nosotros vivir en las ilusiones de ego es más fácil que aceptar la veracidad de los modos y atributos de Amor. Miles de años acondicionando nuestro intelecto, mente, emociones, pasiones e instintos bajo los espejismos de una actitud egoísta ante la vida no se pueden superar de la noche a la mañana. Igualmente podría tomar también muchos siglos vencer las tendencias negativas ("las naciones") impresas en la memoria genética de la humanidad. La buena noticia es que Amor como la manifestación material del Amor de Dios es la cura de todas las dolencias: "Y el Eterno, tu Dios, sacará esas naciones de ti, poco a poco. Tú no podrás destruirlas rápido, no sea que las bestias del campo sean más que tú." (7:22).


El fuego del Amor de Dios en nosotros puede transformar las tinieblas y negatividad en Luz y Amor, en todos los niveles y dimensiones de nuestra conciencia, y por lo tanto en nuestro entorno: "Las imágenes talladas de sus dioses tú quemarás en fuego (…)." (7:25).

Esta es la manera de retornar otra vez al tipo de vida que el Creador quiere para nosotros, una vida que afirma que fuimos creados en Su imagen y semejanza: "Una Tierra en la que comerás pan sin escasez, no carecerás de nada en ella (…) Y comerás y te saciarás, y bendecirás al Eterno tu Dios por la buena Tierra que Él te ha dado" (8:9-10). Una y otra vez somos advertidos en toda la Torá acerca de las consecuencias de separar nuestra conciencia de los caminos y atributos de Dios.


Esta separación solamente ocurre cuando dejamos que la agenda materialista de ego controle nuestras vidas: "y tú te dirás a ti, 'Mi fuerza y el poder de mi mano que ha acumulado esta riqueza para mí'." (8:17). También una y otra vez el camino de vuelta a Amor está siempre allanado y despejado para que decidamos regresar: "Pero debes recordar al Eterno, porque es Él quien te da fuerza para hacer riqueza con el fin de establecer Su Pacto que Él juró a tus padres, como en este día" (8:18). Una simple y plena verdad ensombrecida por nuestro falso sentido de autosuficiencia.

Tenemos que estar conscientes de que, mientras ego sacia su sed con las aguas de ilusiones materialistas, Amor nos sustenta directamente del Amor de Dios. Como nuestra verdadera Esencia e identidad, el Amor de Dios nos asienta en el deleite de Sus caminos y atributos: "Porque la Tierra hacia la que vas (…) bebe agua de la lluvia de los Cielos." (11:10-11).


Una vez entronizamos los caminos y atributos de Dios en todos los niveles de conciencia, estaremos plenamente saciados con prosperidad, alegría, felicidad, y abundancia: "Yo daré hierba a tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás." (11:15), y nunca olvidemos que amar al Creador y allegarnos a Él son dos de Sus Mandamientos para mantener Su Pacto: "(…) amar al Eterno vuestro Dios, (…) y a Él os apegaréis." (11:22, 10:20).

En la haftará de esta porción el Profeta también nos recuerda que el Amor de Dios, también en nuestro propio Amor, es nuestro único Redentor en todos los tiempos: "Porque el Eterno consolará a Sión, Él consolará todas sus ruinas, y Él hará su desierto como un Paraíso y su desolación como el Jardín del Eterno. Alegría y felicidad serán encontradas en ella, acción de gracias y una voz de canto." (Isaías 51:3). Amén.

domingo, 7 de agosto de 2011

Parshat Va'etjanán: Nuestro Nexo con el Amor de Dios

Amar a nuestro Creador es el mandamiento esencial para comprender totalmente nuestra relación con Él y Unicidad con Él, al asimilar la más importante declaración para Israel en la Torá: "Oye [entiende] Israel: El Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno [Único]" (Deuteronomio 6:4). En esta realización se basa nuestra herencia, nuestra identidad, y la fuente de todas nuestras bendiciones. Tenemos que reafirmar otra vez esta verdad, que es el mensaje primordial de este blog "Amor de Dios", en cada momento de nuestras vidas. Lo hacemos al amar al Creador constantemente, porque Amor es nuestro nexo común con Él. Es por ello que debemos tener Amor siempre presente: "Y amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas." (6:6).

Este no es un nexo enteramente místico o espiritual con el Creador sino una experiencia real y concreta en el mundo material. Ser y manifestar nuestra verdadera Esencia e identidad son las maneras de revelar Su Presencia en nosotros y nuestro entorno. Los primeros versículos de esta parshá son una invitación a vivir tal experiencia: "Y yo imploré (va'etjanán) al Eterno en esa ocasión, diciendo, 'Oh Dios el Eterno, Tú apenas has comenzado a mostrar a Tu sirviente Tu grandeza, y Tu mano poderosa; porque, ¿quién es [como] el Eterno en el Cielo o en la Tierra que pueda hacer como Tus obras y Tu poder?'" (3:23-24).


Nuestra verdadera razón de existir en este mundo es vivir con nuestro Creador y Su Amor por toda Su Creación. Esto ocurre cuando nosotros, como parte de Su Unicidad, nos acercamos a Él. Así, en ese conocimiento, nos damos cuenta que estamos verdaderamente vivos: "Y vosotros que se apegan al Eterno vuestro Dios estáis vivos, todos vosotros, este día" (4:4) y este día es el tiempo y espacio permanentes del conocimiento de que Su Amor es el creador y sustento de nuestra vida y de todo lo existente.

En este conocimiento vemos y vivimos las bendiciones del Amor de Dios en quiénes somos y en cómo abordamos la vida y el mundo material. Por ello debemos ser vigilantes contra las fantasías e ilusiones de ego que son los ídolos que niegan la preeminencia de Amor: "Y estaréis muy vigilantes, ya que vosotros no visteis ninguna imagen en el día en que el Eterno os habló en Joreb [Sinaí] entremedio del fuego" (4:15).


Amor no cohabita con fantasías ni ilusiones, y es el fuego del Amor de Dios que las transmuta para que veamos y vivamos en Sus caminos y atributos completamente libres de una actitud materialista hacia la vida. Esta vigilancia debe ser permanente: "Cuidaos, no sea que os olvidéis del Pacto del Eterno vuestro Dios, que Él hizo con vosotros, y os hagáis una imagen tallada para vosotros, la imagen de alguna cosa que el Eterno vuestro Dios os ha prohibido." (4:23).

En este contexto tenemos que reiterar la exclusividad inherente al Amor de Dios: "Porque el Eterno vuestro Dios es un fuego que consume, un Dios celoso [exclusivo]" (4:24), tal como el fuego de Amor que consume no sólo las ilusiones materialistas sino también sus expresiones negativas. Nuestros Sabios místicos dicen que en vez de luchar contra las tinieblas más bien debemos difundir Luz, porque con esta convertimos la oscuridad en Luz. Esta declaración es mucho más profunda de lo que pensamos.


La oscuridad es de hecho la condición necesaria para poder hacer prevalecer la Luz. Si no hubiese oscuridad, ¿qué habría para iluminar? Llamamos tinieblas las condiciones y situaciones negativas que debemos transformar con el fuego de Amor, y esto significa que tenemos que añadir Amor para poder restar egoísmo. En este sentido no tenemos que combatir ni destruir nuestros egos sino redimirlos de los efectos negativos de sus apegos a los bajos pensamientos, emociones, pasiones e instintos.

Recordemos otra vez que con nuestras decisiones nos acercamos o nos separamos del Amor de Dios, porque no es Él quien nos abandona. Cuando descartamos Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, somos nosotros los que dirigimos nuestra conciencia hacia el reino de las emociones potencialmente negativas: "Y el Eterno os dispersará entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones adonde el Eterno os llevará." (4:27).


En la ausencia de Amor en nuestras vidas, nuestras cualidades y rasgos positivos son minoría entre el poder abrumador de las bajas emociones dirigidas y controladas por ego. Pero como ya sabemos, el Amor de Dios está siempre presente y disponible porque Él es la Fuente y sustento de todo: "Y desde ahí buscarás al Eterno tu Dios, y tú lo encontrarás si lo buscas a Él con todo tu corazón y con toda tu alma. Cuando estés agobiado, y todas estas cosas te ocurran en el final de los días, entonces tú regresarás al Eterno tu Dios y oirás Su voz." (4:29-30). Nunca olvidemos esto, "Porque el Eterno tu Dios es un Dios compasivo, Él no te abandonará ni te destruirá, ni Él olvidará el Pacto de tus padres que Él juró a ellos" (4:31). Este es el Pacto de Amor que Él nos dio como nuestro legado, herencia e identidad, por los que vivimos para revelar al Creador en cada dimensión de la conciencia y en toda Su Creación.

La haftará para esta porción lo reafirma en estos dos versículos: "Y la Gloria del Eterno será revelada, y toda carne junta verá que la boca del Eterno ha hablado" (Isaías 40:5) y "Eleva tus ojos a las alturas y ve Quién las creó, saca sus multitudes por número, a todas ellas llama por su nombre; y por Su gran poder y por Su gran fortaleza, ninguna de ellas se pierde." (40:26).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.