El propósito de las tres principales festividades judías (Pésaj, Shavuot y Sucot) es ver al Creador, a quien elevamos nuestras ofrendas en el Templo de Jerusalén. Hemos dicho en nuestros comentarios sobre Vayikrá (el libro de Levítico) que las ofrendas son los medios para elevar nuestros rasgos y cualidades humanas primordiales con el fin de dedicarlas a Su servicio. Sólo a través de este servicio Divino logramos nuestra Unidad con Él.
El nombre de esta porción, al igual que su primera palabra, nos recuerda que al elegir Su bendición, de hecho lo vemos a Él: "Ve (re'eh) que yo pongo hoy ante ti bendición y maldición" (Deuteronomio 11:26). Los versículos siguientes dejan claro que Su bendición es apegarnos a Sus caminos y atributos, y la maldición es la consecuencia de apegarnos a los ídolos que creamos a partir de las fantasías e ilusiones de ego. El Mandamiento de destruir tales ídolos es inequívoco: "Destruiréis completamente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, en las cimas de los montes altos, y sobre las colinas, y debajo de todo árbol frondoso." (12:2).
Tenemos que hacer nuestro inventario individual de ilusiones materiales en las que vivimos y a las que dedicamos cada aspecto de nuestra conciencia. Estos aspectos son los "lugares" que abarcan nuestra conciencia superior (las cimas de montañas y colinas) y nuestros rasgos inferiores (debajo de la tierra) donde tenemos que examinar lo que nos obliga a pensar, hablar y actuar de la manera como lo hacemos. La meta de este inventario es transformar y reencaminar nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos hacia los modos y atributos de Amor: "Y derribaréis sus altares, quebraréis sus imágenes, quemaréis sus bosques con fuego, romperéis las estatuas de sus dioses, y destruiréis sus nombres de ese lugar." (12:3).
Esta transformación ocurre cuando refinamos nuestra actitud ante la vida en el mundo material mediante las bendiciones del Amor de Dios: "Y ahí comeréis ante el Eterno vuestro Dios, y os regocijaréis en toda obra de vuestras manos, vosotros y vuestros hogares, en que el Eterno tu Dios te ha bendecido. (…) y Él os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis seguros." (12:7, 10).
Como dijimos arriba, las maneras de ver al Creador y vivir en Su Amor son nuestra voluntad de asumir Amor como nuestra verdadera identidad, y vivir en Sus caminos y atributos: "Y las [ofrendas] comerás ante el Eterno tu Dios, en el lugar que el Eterno tu Dios escoja, tú, tu hijo, tu hija, tu sirviente, tu sirvienta, y el levita que esté en tus ciudades; y te regocijarás ante el Eterno tu Dios en toda la obra de tus manos." (12:18).
Tenemos que implementar e incorporar ("comer") lo mejor que somos ante la presencia de Dios ("el lugar" de la bondad del Creador) todos los aspectos de la conciencia (nosotros y nuestras creaciones [uno mismo, hijos, hijas], nuestras motivaciones [sirvientes] para actuar y proceder, y nuestro mayor conocimiento de Dios [el sacerdocio levítico]) para poder regocijarnos con Amor en todo lo que somos, tenemos y hacemos. Esta es la bendición, nuestra bendición: "Porque tú eres un pueblo sagrado para el Eterno tu Dios, y el Eterno te ha escogido para ser un pueblo preciado para Él, entre todas las naciones que están sobre la tierra." (14:2).
La porción concluye recordándonos otra vez ver al Creador en nuestras festividades: "Tres veces en el año cada varón tuyo se presentará (lit. verá) ante el Eterno, en el lugar que el Eterno escogerá: en el Festival de Matzot (Pésaj), el Festival of Shavuot (semanas), y en el Festival de Sucot (cabañas), y no verá al Eterno con las manos vacías" (16:16). Venimos a verlo y estar unidos a Él con nuestro Amor para unirnos a Su Amor de donde fuimos creados.
Lo vemos cuando elevamos todas las dimensiones de la conciencia con, en, y para Su Amor, porque el Amor de Dios es lo que está revelado en Su Creación; y Su Amor es lo que tenemos que revelar en lo ocultado bajo las expresiones y aspectos negativos de nuestra conciencia.
Tengamos en mente que la porción, el lote que Él nos ha dado está medido y limitado por nuestro propio conocimiento de Su Amor; y esa porción es también nuestra relación con Él. No nos equivoquemos creyendo que Él da más a unos que a otros, porque el Amor que tenemos es directamente proporcional al Amor que queremos tener en nuestra vida. En este sentido entendemos que "[Cada] varón [traerá] tanto como él pueda, de acuerdo a la bendición que el Eterno tu Dios te ha dado." (16:17).
Vale la pena destacar algo que nuestros Sabios señalan en esta parshá respecto al intercambio de segunda persona singular a segunda plural a lo largo de los versículos, concluyendo que el Eterno, mediante nuestro maestro Moisés, quiere decirnos que Él se dirige a los hijos de Israel como Nación y como individuos.
En la haftará para esta porción el Profeta nos invita nuevamente a cumplir el Mandamiento de apegarnos al Creador: "Oídme y comed lo que es bueno, y vuestra alma se deleitará con grosura. Inclinad vuestros oídos y venid a Mí, oíd y vivirá vuestra alma, y Yo haré para vosotros un Pacto eterno, la confiable amorosa bondad de David." (Isaías 55:2-4).
El rey David representa la conciencia mesiánica de amorosa bondad que el Amor de Dios nos ofrece para redimirnos, tanto individual como colectivamente, de las situaciones negativas que hemos creado al vivir en las ilusiones materialistas de ego. Una vez nos demos cuenta de que todos dependemos de las bendiciones de Amor desde que nacemos hasta que morimos, estaremos saliendo del exilio de las tinieblas y en camino hacia la Redención.
El nombre de esta porción, al igual que su primera palabra, nos recuerda que al elegir Su bendición, de hecho lo vemos a Él: "Ve (re'eh) que yo pongo hoy ante ti bendición y maldición" (Deuteronomio 11:26). Los versículos siguientes dejan claro que Su bendición es apegarnos a Sus caminos y atributos, y la maldición es la consecuencia de apegarnos a los ídolos que creamos a partir de las fantasías e ilusiones de ego. El Mandamiento de destruir tales ídolos es inequívoco: "Destruiréis completamente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, en las cimas de los montes altos, y sobre las colinas, y debajo de todo árbol frondoso." (12:2).
Tenemos que hacer nuestro inventario individual de ilusiones materiales en las que vivimos y a las que dedicamos cada aspecto de nuestra conciencia. Estos aspectos son los "lugares" que abarcan nuestra conciencia superior (las cimas de montañas y colinas) y nuestros rasgos inferiores (debajo de la tierra) donde tenemos que examinar lo que nos obliga a pensar, hablar y actuar de la manera como lo hacemos. La meta de este inventario es transformar y reencaminar nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos hacia los modos y atributos de Amor: "Y derribaréis sus altares, quebraréis sus imágenes, quemaréis sus bosques con fuego, romperéis las estatuas de sus dioses, y destruiréis sus nombres de ese lugar." (12:3).
Esta transformación ocurre cuando refinamos nuestra actitud ante la vida en el mundo material mediante las bendiciones del Amor de Dios: "Y ahí comeréis ante el Eterno vuestro Dios, y os regocijaréis en toda obra de vuestras manos, vosotros y vuestros hogares, en que el Eterno tu Dios te ha bendecido. (…) y Él os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis seguros." (12:7, 10).
Como dijimos arriba, las maneras de ver al Creador y vivir en Su Amor son nuestra voluntad de asumir Amor como nuestra verdadera identidad, y vivir en Sus caminos y atributos: "Y las [ofrendas] comerás ante el Eterno tu Dios, en el lugar que el Eterno tu Dios escoja, tú, tu hijo, tu hija, tu sirviente, tu sirvienta, y el levita que esté en tus ciudades; y te regocijarás ante el Eterno tu Dios en toda la obra de tus manos." (12:18).
Tenemos que implementar e incorporar ("comer") lo mejor que somos ante la presencia de Dios ("el lugar" de la bondad del Creador) todos los aspectos de la conciencia (nosotros y nuestras creaciones [uno mismo, hijos, hijas], nuestras motivaciones [sirvientes] para actuar y proceder, y nuestro mayor conocimiento de Dios [el sacerdocio levítico]) para poder regocijarnos con Amor en todo lo que somos, tenemos y hacemos. Esta es la bendición, nuestra bendición: "Porque tú eres un pueblo sagrado para el Eterno tu Dios, y el Eterno te ha escogido para ser un pueblo preciado para Él, entre todas las naciones que están sobre la tierra." (14:2).
La porción concluye recordándonos otra vez ver al Creador en nuestras festividades: "Tres veces en el año cada varón tuyo se presentará (lit. verá) ante el Eterno, en el lugar que el Eterno escogerá: en el Festival de Matzot (Pésaj), el Festival of Shavuot (semanas), y en el Festival de Sucot (cabañas), y no verá al Eterno con las manos vacías" (16:16). Venimos a verlo y estar unidos a Él con nuestro Amor para unirnos a Su Amor de donde fuimos creados.
Lo vemos cuando elevamos todas las dimensiones de la conciencia con, en, y para Su Amor, porque el Amor de Dios es lo que está revelado en Su Creación; y Su Amor es lo que tenemos que revelar en lo ocultado bajo las expresiones y aspectos negativos de nuestra conciencia.
Tengamos en mente que la porción, el lote que Él nos ha dado está medido y limitado por nuestro propio conocimiento de Su Amor; y esa porción es también nuestra relación con Él. No nos equivoquemos creyendo que Él da más a unos que a otros, porque el Amor que tenemos es directamente proporcional al Amor que queremos tener en nuestra vida. En este sentido entendemos que "[Cada] varón [traerá] tanto como él pueda, de acuerdo a la bendición que el Eterno tu Dios te ha dado." (16:17).
Vale la pena destacar algo que nuestros Sabios señalan en esta parshá respecto al intercambio de segunda persona singular a segunda plural a lo largo de los versículos, concluyendo que el Eterno, mediante nuestro maestro Moisés, quiere decirnos que Él se dirige a los hijos de Israel como Nación y como individuos.
En la haftará para esta porción el Profeta nos invita nuevamente a cumplir el Mandamiento de apegarnos al Creador: "Oídme y comed lo que es bueno, y vuestra alma se deleitará con grosura. Inclinad vuestros oídos y venid a Mí, oíd y vivirá vuestra alma, y Yo haré para vosotros un Pacto eterno, la confiable amorosa bondad de David." (Isaías 55:2-4).
El rey David representa la conciencia mesiánica de amorosa bondad que el Amor de Dios nos ofrece para redimirnos, tanto individual como colectivamente, de las situaciones negativas que hemos creado al vivir en las ilusiones materialistas de ego. Una vez nos demos cuenta de que todos dependemos de las bendiciones de Amor desde que nacemos hasta que morimos, estaremos saliendo del exilio de las tinieblas y en camino hacia la Redención.