domingo, 30 de diciembre de 2012

Shemot: Nombrando Nuestro Nexo con el Creador

En nuestro comentario anterior acerca de esta porción (Shemot: “Nuestra Verdadera Identidad como Redención” del 2 de enero de 2012 en este blog) también nos referimos a fondo sobre nuestra identidad judía, a partir de nuestros nombres: “Y estos son los nombres de los hijos de Israel, que vinieron a Egipto con Jacob (...)” (Éxodo 1:1) porque estos identifican quiénes somos.

Esa es la idea de tener un nombre, que a su vez integra lo que pueda significar en todos los niveles de la conciencia. Entonces como judíos la identidad hebrea es nuestro nombre. Ser judío define las referencias para relacionarme conmigo mismo, con los demás y con mi entorno; y especialmente con mi Creador.

Dios es el eje, el centro, la Fuente que forma nuestra identidad, por el hecho de que emanamos de Él. Mediante este principio fundamental definimos quiénes verdaderamente somos. Esta es la manera más excelsa de abordar nuestra identidad.

El segundo libro de la Torá delínea la identidad judía a partir de nuestra relación con Dios, como individuos y como Nación. Nos hacemos judíos en el libro del Éxodo, comenzando con los nombres que nos hicieron el pueblo que Dios nombra y cuenta para el destino que quiere que compartamos con Él.

Nuestros Sabios se refieren al exilio en Egipto como antecedente para asimilar lo que significa una libertad real con la que podamos tener una vida realmente plena. En este sentido, el exilio es la oscuridad que padecemos con el propósito de vivir plenamente la Luz. A menudo decimos que la maldad y lo negativo existen no como opciones sino como referencias para que podamos elegir lo bueno y lo positivo en la vida.

Exilio no necesariamente significa lo malo o negativo, sino una situación que conlleva a valorar y añorar el lugar al que verdaderamente pertenecemos. Hemos visto que a través de nuestra historia hebrea muy pocos han añorado de corazón retornar a ese lugar. Nuestra tradición oral da cuenta de que sólo el 20% de la población judía salió de Egipto durante el Éxodo. Inclusive aun menos regresaron a Israel del exilio en Babilonia, y la mayoría de los judíos originales terminaron asimilándose a otras naciones.

En este sentido, la identidad judía nos sugiere que todo depende de lo que queramos ser, tener y hacer, además de dónde queramos vivir. De todo esto se trata el libro de los Nombres (conocido como Éxodo) como punto de partida de nuestra identidad.

Así el exilio nos hace conscientes de quiénes verdaderamente somos. Ya sea que abracemos lo que nos ofrece una vida en el exilio (para bien o para mal) como nuestro, o que procuremos el lugar adonde realmente pertenecemos. La decisión es nuestra.

Dijimos que nuestro exilio en Egipto fue una experiencia negativa necesaria para llegar a apreciar el valor de la identidad judía como la conexión permanente con nuestro Dios. Mientras reclamemos nuestro nexo con Él, estaremos reclamando nuestra identidad. El exilio nos hace conscientes de dónde está nuestro hogar.

Lo mismo ocurre cuando visitamos un país con costumbres, lengua y creencias diferentes, que nos empujan a darnos cuenta de las nuestras. Nos relacionamos con ellos a partir de nuestras perspectivas y principios, porque somos diferentes. El exilio funciona del mismo modo, hasta alienarnos a tal punto que llegamos a perder nuestra identidad original. Nos vemos obligados, ya sea asimilarnos a condiciones alienantes o a escapar de ellas y retornar adonde pertenecemos.

Igualmente nos pasa con pensamientos, emociones y sentimientos negativos derivados de las fantasías e ilusiones de ego. Una vez quedamos atrapados en ellas, nos vemos obligados a buscar la salida. Gritamos a voz en cuello para ser redimidos de nuestro exilio en las tinieblas, y sabemos que Amor es la salida.

Estos versículos abarcan la identidad a la que nos estamos refiriendo: “Y el Eterno oyó su clamor, y el Eterno recordó Su Pacto con Abraham, con Isaac, y con Jacob. Y el Eterno vio a los hijos de Israel, y el Eterno los reconoció” (2:24-25).

Esta identidad se trata de nuestra conexión con el Creador y de reconocer nuestro nexo con Él. Así como recordamos a Dios y clamamos a Él, nos responde porque también reconoce que pertenecemos a Él. Nuestro exilio termina cuando retornamos a Él como El Lugar de donde vinimos (El Lugar, HaMakom, es uno de los Nombres hebreos de Dios en el judaísmo).

Esto acontece cuando hay un Pacto, un acuerdo para vivir en los caminos y atributos que compartimos con Aquel que nos da la vida para hacerla significativa. Lo que hace significativa la vida es precisamente la identidad que Dios nos da, comenzando con nuestros Patriarcas: “Y Él dijo, 'Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob'.” (3:6).

Este es también el punto de partida para conocer al Creador como el Eterno que es: “El Eterno dijo a Moisés, 'Yo seré lo que Yo seré', y Él dijo, 'Para que tú les digas a los hijos de Israel, “Yo seré” me ha enviado a vosotros'. (…) este es Mi Nombre para siempre, y este es mi recordatorio para todas las generaciones.” (3:14-15) porque nuestro nexo con Él ha sido, es y será siempre.

Este Pacto eterno es fundamental para asimilar nuestra identidad judía más allá de tiempo y espacio. Nuestra vida en el mundo material no circunscribe o limita nuestra relación con Dios. Después de todo, nuestro tránsito en este plano físico se limita a espacio y tiempo como un exilio fuera del infinito Amor de Dios. Este Amor nos hace trascender barreras, limitaciones y restricciones (en hebreo Egipto significa “restricciones”) de las fantasías e ilusiones derivadas de los deseos negativos de ego, representados por el faraón:

“Y Yo sé que el rey de Egipto no te dará permiso para ir, excepto mediante una mano poderosa.” (3:19).

Cuando nuestro Amor alcanza el Amor de Dios, Él nos libera del cautiverio de los aspectos negativos de la conciencia (de esto trata parte de nuestro comentario sobre la parshat Shemot: “Despertando a la Conciencia del Amor de Dios” del 19 de diciembre de 2010 en este blog).

Necesitamos a Moisés como nuestro máximo conocimiento del Creador y Su Amor para encender el fuego que elimina las ilusiones que nos hacen creer y sentir que estamos separados de Él. Moisés también sabe que el mayor conocimiento de Dios no siempre es el medio para liberarnos de nuestras propias tinieblas: “y él [Moisés] dijo: 'Oh Eterno, te suplico que Tú envíes, por la mano de él, a quien Tú enviarás'.” (4:13).

Nuestros Sabios explican que en este versículo Moisés se refiere al rey Mesías, mediante quien la Redención Final será revelada. Esto quiere decir que, además de poseer el máximo conocimiento del Amor de Dios, tendremos que manifestarlo mediante nuestro propio Amor. Lo realizamos siendo y haciendo los modos y atributos de Amor en todos los aspectos y dimensiones de la vida. El Rey Mesías es quien conduce todos los niveles de la conciencia en los modos y atributos de Amor.


De esto se trata la conciencia mesiánica: Redención total y completa de las ilusiones negativas e innecesarias del mundo material. Una conciencia en la que único interés humano sea el conocimiento del Creador y Su Amor:

“Porque la Tierra estará llena del conocimiento de la gloria del Eterno, como las aguas llenan el mar.” (Habacuc 2:14).

domingo, 23 de diciembre de 2012

Vayejí: Las Bendiciones de la Identidad de Israel

La última porción del primer libro de la Torá termina con la muerte de José, luego de narrar el entierro de Jacob ante toda su familia, seguido por las bendiciones para sus hijos incluidos los de José. Las últimas bendiciones de Jacob abarcan rasgos y cualidades que forman la identidad de Israel.

Como hemos indicado en nuestros comentarios anteriores sobre esta porción en este blog, esas bendiciones son dadas en aras de la unidad e integración de Israel como familia y como Nación: “(...) 'Reuníos juntos',” “Juntaos vosotros, y escuchad, vosotros hijos de Jacob; y obedeced a Israel vuestro padre” (Génesis 49:1-2). En este contexto podemos entender las palabras de Jacob dando forma a la identidad de Israel.

La identidad abarca una amplia variedad de facetas, niveles y dimensiones que, siendo diversos, forman parte de la misma unidad. Nuestro más formidable desafío en la vida es integrarlos todos como una unidad armónica funcional. Jacob bendice a sus hijos con preciosos talentos y potenciales que presenta como ramas del mismo árbol. Además de ser extensiones como expresiones de la conciencia, también están contenidas unas dentro de las otras. Las bendiciones se manifiestan siempre y cuando procuremos su significado y propósito.

Necesitamos la astucia de Dan para defender la bondad de José y proteger la sabiduría de Torá en Issajar. Requerimos de la regencia de Judá hacia la Redención de Amor para guiar a Zebulún en sus travesías por el mar, y fortalecer la elocuencia de Neftalí para proclamar la disposición de Benjamín para defender la justicia, la rectitud y la libertad. Necesitamos el Amor transformador de José para que tenga éxito la regencia rectificadora de Judá con el fin de erradicar las tendencias negativas de ego como son la ira y la violencia.

También son bendiciones las directrices que corrigen el curso negativo de fantasías e ilusiones. En este sentido, cuando Jacob condena la ira y violencia de Simeón y Leví, es una bendición para el bien de ellos. Es una bendición nuestra decisión de rechazar las tendencias negativas de la conciencia, ya que elegimos lo bueno y no lo malo. Del mismo modo somos bendecidos cuando se nos recuerda respetar los derechos de otros para que a su vez ellos respeten los nuestros, como ocurrió con las palabras finales de Jacob a Rubén.

Las últimas palabras de Jacob para sus hijos contienen valores éticos como directrices para realzar y fortalecer los potenciales positivos en nuestra conciencia. La vida realmente es una vasija en la que el Creador derrama sus bendiciones. Así mismo se espera que cada nivel de conciencia las viva y las manifieste en su entorno inmediato.

Vivimos verdaderamente las bendiciones de Dios cuando integramos todos los aspectos de la vida hacia lo bueno que tienen las bendiciones. La premisa para esto es discernir, pensar, sentir, hablar y actuar en los modos y atributos de Amor, con el fin hacernos conscientes de que el Amor de Dios es la bendición. No podemos esperar ser felices, satisfechos y plenos, si Amor está ausente en nuestra vida. Amor hace la diferencia entre lo real y trascendente, y la ilusión pasajera. En este sentido Amor trasciende tiempo y espacio como la Esencia que nos da vida y sustenta nuestra identidad, más allá de la vida.

Amor es lo que somos y tenemos antes de nacer y después de morir. Amor es lo que nos mantiene vivos aquí y después de la muerte. En este conocimiento nos damos cuenta que Amor es lo que poseemos más allá del mundo material.

Alguna vez dijimos, igualando el estudio de la Torá a un acto de Amor, que quien ama todos los días le está asegurado un lugar en Mundo Venidero. Esto considerando que los modos del mundo son los modos de Amor. En un significado más profundo y en términos prácticos, mientras amemos todos los días, los modos de Amor se vuelven nuestros modos que también lo serán después de morir. De ahí que Amor sea lo único que permanece en nosotros al dejar el mundo material.

Entre más amemos cada día, más seguiremos amando en los días que seguirán a nuestra muerte. Esto es con el fin de reconocer y abrazar Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad, tanto aquí en el mundo material como más allá de este. Es así como entendemos la trascendencia de Amor. Algunos la comparan con la del alma, ya que ambos existen más allá de las limitaciones de tiempo y espacio.

La lección en este punto es hacernos conscientes en cada momento que Amor es nuestra verdadera identidad ahora y después. Esta identidad es el cimiento fundamental de todas las bendiciones, incluyendo las de Jacob para sus hijos. Todo lo que somos y podemos ser con las bendiciones que somos, lo manifestamos siempre y cuando las impregnemos con los modos y atributos de Amor, que son los medios para manifestar los caminos del Creador, como nos lo enseña Él en su Torá.

El Rey David nos lo recuerda en sus últimas palabras al bendecir a su hijo y heredero, Salomón: “(...) que el Eterno cumpla Su palabra que Él habló concerniente a mí, diciendo: 'Si tus hijos cuidan su camino, caminando ante Mí en [con la] verdad, con todo su corazón y toda su alma, ellos no te fallarán', dijo Él, [como si fuera] un hombre en el trono de Israel” (I Reyes 2:4).

Este es el camino donde encontramos nuestra Esencia y verdadera identidad. Debemos entender que Amor es el camino donde nos encontramos a nosotros mismos, y también el medio para encontrar a nuestro Creador. Porque su Amor es la Verdad en la que andamos con nuestro propio Amor.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Vayigash: Amor como la Conciencia Mesiánica

Amor domina y transforma las expresiones negativas de la conciencia humana. Esto suena como un axioma, considerando que Amor es su propia causa y efecto, lo cual quiere decir que los modos y atributos de Amor son los medios para revelar Amor donde y cuando esté ocultado. Esto reafirma el principio de que Amor está presente en toda la Creación, como manifestación material del Amor de Dios. De ahí que Amor sea el principio fundamental que dirige todos los aspectos de la vida, mediante el cual expresamos nuestra verdadera identidad. Se supone que somos, tenemos y hacemos lo que define nuestra Esencia e identidad, aquello que da significado y trascendencia a nuestra existencia. Cualquier cosa diferente a los modos y atributos de Amor niega lo que realmente somos. En este contexto asimilamos la prevalencia de José entre sus hermanos, tal como lo predijeron sus sueños.

Debemos enfatizar una vez más que ética, rectitud, justicia y equidad son inherentes a los modos y atributos de Amor. Estos principios son los medios a través de los cuales Amor corrige, transforma y endereza los efectos de creencias, ideas, pensamientos, emociones y sentimientos negativos. En este sentido, Amor no es algo pasivo, permisivo, consentidor, indulgente y olvidado de una actitud negativa y degradante en la vida; sino algo activo, corregidor, rectificador, despertador, y directriz permanente hacia lo positivo, mejorado, y dignificante en la vida. Amor verdadero implica y exige pureza, integridad y verdad como medios para realizar lo que es correcto, justo, equitativo y consecuentemente bueno. Esto con el fin de hacer prevalecer los modos y atributos de Amor en todas las dimensiones de la conciencia. Como ya hemos dicho, encontramos Amor a través de aquello que es inherente a este. Ver en este blog Vayigash: “Vivir en la Voluntad del Creador” del 25 de diciembre de 2011.

Esta es también la actitud de José antes de finalmente “revelarse” a sus hermanos. Debe asegurarse de que todos los rasgos y tendencias negativas en la conciencia estén completamente corregidos, antes de manifestar toda la bondad que Amor es como principio regidor en la Creación de Dios. Realizamos este principio cuando nuestro libre albedrío está en consonancia con nuestro discernimiento. Lo que quiere decir que, una vez liberamos nuestro discernimiento de referencias negativas, nuestro juicio actúa de acuerdo a rectitud, equidad y justicia, como los modos de Amor para rectificar y transformar aquello que los rechaza. Este juicio que nos dirige y guía también es representado por Judá, y esta cualidad fundamental lo conduce a convertirse en el principio redentor inherente a la conciencia mesiánica. Esta es la principal razón por la cual Judá es el heredero de la realeza de Israel, y no José.

Ya hemos indicado que José representa Amor como la manifestación del Amor del Dios en Su Creación, y también representa el principio conductor que caracteriza la identidad y misión de Israel, de ser Luz para las naciones. Es por ello que Israel es el elegido para revelar la Presencia Divina, el Amor de Dios, en el mundo material. En este contexto José es Israel, tal como nos lo recuerda el Rey David: “Óyenos, oh Pastor de Israel, Tú que guías a José como un rebaño; Tú que estás entronizado sobre los querubines, ilumina[nos]. (…) Con Tu poderoso brazo Tú redimiste a Tu pueblo, los descendientes de Jacob y José. Por siempre.” (Salmos 80:2, 77:16) De ahí que José, como heredero de la primogenitura de Jacob, también simboliza a Israel como el elegido para revelar el Amor de Dios. José no necesita probar nada, excepto ser quien es y lo que él representa como identidad de Israel. Nosotros judíos somos Israel, la extensión de Abraham, Isaac, Jacob y José como principios conductores, y Judá es el ejecutor de esos principios como modos y atributos de Amor.

Judá es nuestro discernimiento y juicio libres de aquello que niega o contradice los principios de Amor como regentes y soberanos en todos los aspectos de la vida. A través de nuestro buen juicio corregimos y transformamos lo que nos separa de la bondad de Amor. Esta misma que redime y sustenta la vida en nuestro tránsito sobre la tierra. Esta capacidad de discernir y corregir es la que nos conduce hacia nuestra Redención individual y colectiva. 

Judá rectificó cuando Tamar compareció para explicar su embarazo, y lo hizo también cuando confrontó a José ante sus intenciones respecto a Benjamín. Esta convicción y determinación convirtieron a Judá en el elegido para reinar entre las Tribus de Israel, y como portador de la conciencia mesiánica. Así es que como judíos estamos destinados a manifestar nuestra Redención individual y colectiva, corrigiendo y transformando los aspectos negativos de la conciencia, mediante el poder redentor de los modos y atributos de Amor.

En este contexto José representa Amor, y Judá nuestra capacidad para disipar las ilusiones, fantasías y deseos negativos de ego, con el fin de abrazar Amor como nuestro nexo común con el Amor de Dios. A través de Judá entronizamos Amor como regente y soberano de todos los aspectos de la vida. Esto quiere decir que integramos la conciencia mesiánica en nuestra vida mediante nuestro discernimiento y juicio, libres de falsas creencias y sentimientos de carencia. Los hermanos de José se separaron de él como resultado de su envidia, celos y odio, bajo la creencia y sentimiento de que carecían de las cualidades de José, las cuales lo hicieron más amado por su padre. 

Las preguntas que habría de hacerse en aquel entonces eran, ¿qué nos hace menos amados por nuestro padre? ¿Qué se supone es aquello que hace a José mejor que nosotros? ¿Qué nos hace creer que vamos a perder algo a manos de otro? La respuesta entonces y ahora es que, mientras los modos y atributos de Amor permanezcan en todos los niveles de mi conciencia, así como estoy consciente de que el Amor de Dios siempre está conmigo, nada ni nadie podrían oponerse a ello. En este conocimiento permanente soy Amor como la manifestación material del Amor de Dios, de donde provengo. Y nada más. Mientras me ciña a la voluntad de Dios, prevalezco como lo que verdaderamente soy.

El Profeta también nos recuerda que en la unidad de Israel está nuestra Redención: “Decid a ellos, 'Así dice Dios el Eterno: “He aquí que Yo tomaré la vara de José, que está en la mano de Efraín y sus acompañantes, las Tribus de Israel; y Yo los pondré con él con la vara de Judá, y los haré una [sola] vara, y ellos se convertirán en uno en Mi mano”.'(Ezequiel 37:19), “Y nunca más se profanarán con sus ídolos [bajos pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos], con sus cosas detestables, ni con todas sus transgresiones, y Yo los redimiré de todas sus moradas [falsas creencias e ideas negativas] en las que transgredieron, y Yo los purificaré; y ellos serán para Mí como un pueblo, y Yo seré para ellos como un Dios” (37:23)

domingo, 9 de diciembre de 2012

Mikeitz: Rectificando hacia el Amor de Dios

Hemos dicho que la conciencia tiene los potenciales para transformar lo que percibimos, creemos, sentimos y hacemos. De ahí que estos potenciales estén ligados al libre albedrío. Somos capaces de transformar siempre y cuando podamos tener esa opción. Entonces primero debemos saber lo que nos impide hacer lo correcto, y elaborar un inventario de los que nos da libertad y lo que nos mantiene cautivos. Así nos damos cuenta que las fantasías e ilusiones de ego son nuestras prisiones, y que los modos y atributos de Amor son nuestra verdadera libertad.

Este es un preámbulo para comprender lo que representa José por un lado, y sus hermanos por otro. Mientras vivamos en la ilusión de envidia, celos, odio, ira y demás pensamientos, emociones, pasiones y sentimientos negativos, no podremos vivir en paz ni expresarnos con paz.

Tal ilusión nos conduce a crueldad y destrucción que nos separan de los modos y atributos de Amor. De ahí que las ilusiones de ego nos impidan reconocer Amor, aunque Amor siempre reconoce las ilusiones con el fin de transformarlas en situaciones y atributos positivos: “Entonces José reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él.” (Génesis 42:8).

No podemos reconocer Amor cuando elegimos las ilusiones negativas de ego. Tenemos la tendencia a cometer errores todo el tiempo cuando no discernimos, pensamos, sentimos o actuamos con Amor. Las transgresiones como errores son el resultado de vivir en algo que no es real. Por lo tanto tenemos que hacer el inventario que mencionamos antes para identificar nuestras ilusiones negativas. Lo hacemos a través de Amor, porque nos muestra la salida.

Amor sabe lo que es mejor. Es así como también comprendemos nuestras confusiones, dudas, incertidumbre, y también sueños: “(...) Y despertó el faraón, y he aquí que era [un] sueño. Y aconteció que en la mañana estaba agitado su espíritu; y envió e hizo llamar a todos los necrománticos de Egipto, y a todos sus sabios. Y el faraón les contó sus sueños, pero no había quien los aclarase al faraón.” (41:7-8).

Podríamos llegar a comprender o interpretar ilusiones en las que vivimos, incluidos nuestros sueños, si en particular nuestra vida está atada a ellos. Y esto no podemos hacerlo apelando a más ilusiones producto de falsas concepciones o creencias (los mecrománticos y sabios de Egipto).

Como ya dijimos, Amor conoce la salida y los medios para hacer nuestra vida significativa, útil, productiva, constructiva, fructífera y plena. José demostró ser merecedor de la primogenitura para conducir a sus hermanos en los caminos y atributos del Creador. Del mismo modo reconozcamos Amor como el primogénito entre todos los niveles y dimensiones de la conciencia, el regente destinado a guiar y dirigir todos los aspectos de la vida en el mundo material.

Amor es el catalizador para transformar, redimir y elevar todo lo que somos hacia el Amor de Dios. Hemos indicado que cada personaje y situación presentados en la Torá representan rasgos y cualidades potenciales en nuestra conciencia. Todos tenemos lo que son José y sus hermanos, y es nuestra tarea despertarlos y manifestar sus potenciales positivos.

Hay un potencial de bondad y rectitud dentro de nosotros que nos conduce a andar en los modos y atributos de Amor. Del mismo modo, hay maldad potencial que nos hace caer en las tinieblas de creencias, pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos negativos. Todos están aquí y ahora para recordarnos que el Creador nos dotó con libre albedrío para elegir lo bueno y lo correcto para nosotros, como individuos y como colectividad.

José eligió bondad y rectitud para transformar la negatividad y su potencial destructivo en lo opuesto a ella. Nos referimos a este tema en nuestros comentarios anteriores sobre la Parshat Mikeitz: “Amor, el Gobernante en los Dominios de Ego” del 28 de noviembre de 2010 y Mikeitz: “Cuando el Creador está con Nosotros” del 18 de diciembre de 2011.

Este es el legado de José como la extensión primordial de su padre Israel. Esto explica por qué la Torá se refiere a la descendencia de Jacob como José, porque todos los descendientes de Jacob poseen las cualidades de José. Esto es lo que Jacob y la Torá quieren de todo judío tenga, por lo tanto José es también Israel como nuestra identidad judía.

De ninguna manera quiere decir que despreciemos o rechacemos al resto de los hijos de Jacob. Como ya lo mencionamos, las doce Tribus de Israel representan potenciales específicos en nuestra conciencia para revelar la Presencia Divina en el mundo material. Esto ocurre manifestando Amor en cada aspecto de la vida como expresión material del Amor de Dios:

“Me alegré cuando me dijeron, 'Vamos a la Casa de Eterno'. [En] Nuestros piés parados ante tus portales, Jerusalén Jerusalén, la edificada, ciudad unida y junta, adonde ascendían las Tribus, las Tribus del Eterno, como estatuto para Israel, para dar gracias al Nombre del Eterno.” (Salmos 122:1-4).

Estos versículos definen la unidad e indivisibilidad de Jerusalén como nuestra conciencia de Amor que nos une al Amor de Dios. En este sentido, las Tribus de Israel también están unidas para ascender al conocimiento dirigido a reconocer a Dios como nuestro Creador y razón de ser. De ahí que expresemos nuestra gratitud a Su Amor.

Esto lo realizamos cuando todo el potencial de bondad en cada aspecto de la conciencia está encaminado y armonizado por Amor como el poder que conduce la vida. A su tiempo los hermanos de José rectificaron su envidia, celos, odio y crueldad mediante los modos de Amor manifestados por la manera en la que José unificó las Tribus de Israel hacia el propósito común de santificar el Nombre de Dios.

Este es el contexto de Jerusalén, “la edificada, ciudad unida y junta”, como culminación del ascenso de las Tribus hacia Dios. Dicho de otro modo, no hay Jerusalén sin Israel. Es así como asimilamos el carácter eterno e indivisible de la capital de Israel.

Meiketz termina con el emotivo encuentro de José con su hermano menor. Benjamín representa cualidades especiales, considerando que aún no había nacido cuando sus hermanos se inclinaron ante Esaú, y tampoco participó en la venta de José. Nuestros Sabios señalan que, debido a estas razones y sumadas al hecho de que acompañó a su padre Israel en su vejez, Benjamín fue recompensado con la porción territorial donde sería construido el Templo de Jerusalén:

“Y él [José] levantó sus ojos y vio a Benjamín, su hermano el hijo de su madre, y él dijo, '¿es este vuestro hermano menor, de quien vosotros me hablasteis?' Y él dijo, 'Que el Eterno te agracie, hijo mío'.” (Génesis 43:29) porque somos agraciados por el Amor de Dios cuando no nos inclinamos a lo negativo, evitamos vender la bondad de Amor por ilusiones materiales de ego, y vivimos acompañados del poder regidor de Amor.

Entonces nuestra recompensa es Jerusalén como nuestra conexión permanente con el Amor de Dios. En este conocimiento nos alegramos cuando todos los aspectos y dimensiones de la conciencia están unidos mediante Amor. Este mismo Amor nos convoca para ascender a Jerusalén... ¡Jerusalem!

domingo, 2 de diciembre de 2012

Vayeishev: La Primogenitura de Amor

Los mensajes esenciales que hemos destacado en nuestros comentarios anteriores sobre Vayeishev señalan a José encabezando las generaciones de Jacob, como lo sugiere la Torá: “Estas son las generaciones de Jacob: José tenía diecisiete años siendo un pastor, él estaba con sus hermanos, con los rebaños (...)” (Génesis 37:2).

Leemos que José era un pastor, y que estaba con sus hermanos. Notamos una señal de liderazgo al ser un pastor con sus hermanos, para cuidarlos, como ciertamente ocurriría en su vida futura: “Entonces él [Israel] le dijo, 'Ve ahora y procura el bienestar de tus hermanos, y el bienestar de los rebaños, y me informas cuando regreses'.” (37:14).

Este liderazgo también es subrayado por su padre: “E Israel amó a José más que a todos sus hijos, porque él era un hijo [producto] de su vejez; y él le confeccionó una túnica de lana fina.” (37:3). En este contexto debemos preguntarnos las razones de la preferencia de Israel por José. La respuesta está en la vida que tuvo José como lo narra la Torá. La vida de José es la respuesta, y en particular la manera como se relacionó con sus hermanos de principio a fin.

Hemos dicho que los hijos de Israel son arquetipos en nuestra conciencia que representan los mayores potenciales para revelar la Presencia Divina en el mundo material. Por esta Presencia nos referimos a los modos y atributos que Dios nos revela a Su Creación. Estos son cualidades específicas derivadas de Su Amor, ya que todo emana de Su Amor que sustenta todo lo creado. En este sentido, todos estamos destinados a revelar el Amor de Dios en todos los aspectos de la vida a través de todos los niveles de conciencia.

Esto también quiere decir que lo hacemos mediante nuestros mayores potenciales representados por los hijos de Israel. Los potenciales de bondad existen en la conciencia de cada uno, lo que significa que las doce tribus hebreas integran lo bueno que hay en nosotros, y que podemos manifestar en el mundo material. Entre ellos hay uno que lidera, guía y dirige los demás, y es Amor.

Amor es el auténtico primogénito porque no sólo es el conductor primordial natural de todos los aspectos de la vida, sino que también nos redime de las ilusiones que nos desvían del destino al que nos referimos antes. José se convirtió en el primogénito porque es quien manifiesta los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios: “Porque Judá prevaleció sobre [de] sus hermanos, y el príncipe [la conciencia mesiánica] proviene de él, pero la primogenitura es de José.” (I Crónicas 5:2).

Esto explica los sueños de José en los que sus hermanos se inclinaban ante él. De hecho lo hicieron cuando bajaron a Egipto para comprar alimentos; y, en un significado más profundo, se inclinaron en reverencia y devoción a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Amor es el verdadero sustento que procuramos, tanto en los buenos tiempos como en los momentos más oscuros que podamos encontrar (ver en este blog nuestro comentario sobre Vayeishev: “Israel como Primogénito” del 11 de diciembre de 2011).

Amor es nuestro derecho a nacer, el portador de la primogenitura como lo primero que nace y que debe dar dirección a todas las dimensiones de la conciencia. Amor es la causa y el efecto que da sentido y significado a la vida, y debemos concebirlo tanto como la motivación y como el resultado de esa motivación. Todo lo que discernimos, pensamos, sentimos, percibimos, hablamos y hacemos debe estar inspirado, motivado e inducido por los modos y atributos de Amor, simplemente porque Amor es lo que somos y tenemos para vivir en el mundo. Muchísimas veces hemos enfatizado que no podemos sobrevivir sin Amor, y tenemos que estar conscientes de esta Verdad permanentemente.

Todos perseguimos Amor porque la vida no está completa ni plena sin Amor. Es por ello que también buscamos a Dios como la causa de todo lo que existe, porque en el más alto nivel de conciencia sabemos que pertenecemos a quien nos creó y nos sustenta. Procuramos alcanzar el Amor de Dios porque sabemos que Su Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad.

Así entendemos a José como la extensión de su padre Israel, como el más amado por este. El pleno conocimiento de Amor que posee José lo condujo a beneficiarse en medio de las situaciones más tenebrosas que le tocó vivir. Ciertamente hay tinieblas bajo el dominio de lo negativo en pensamientos, emociones, sentimientos y pasiones, proyectado por ilusiones y fantasías de ego que pretenden negar la regencia y prevalencia de Amor: “entonces ellos lo odiaron, y no podían hablarle a él [Joséen paz.” (Génesis 37:4).

Esto es resultado del rechazo de Amor como nuestra verdadera identidad, y cuando no hay Amor no hay paz. La situación empeora en nuestra conciencia cuando permitimos que odio, envidia y crueldad dominen nuestro discernimiento, pensamientos, emociones, pasiones e instintos. Una vez estén en control caemos en el peor predicamento donde destrucción y muerte prevalecen: “y ellos siguieron odiándolo” (37:5), “Entonces sus hermanos lo envidiaron” (37:11), “ellos conspiraron contra él para matarlo” (37:18) “Entonces ahora matémoslo” (37:20).

Las tendencias negativas no sólo rechazan las cualidades de Amor sino que pretenden negar su regencia y dominio sobre todos los niveles y dimensiones de la conciencia, haciendo aparecer como real “despojar” Amor de sus atributos: “Y aconteció que cuando José vivo a sus hermanos, ellos lo despojaron de su vestidura, de la túnica de lana fina que estaba sobre él.” (37:23).

Esto solamente ocurre bajo la negatividad de ilusiones y fantasías de ego. No podemos despojar Amor de sus cualidades y atributos, porque es la fuente de vida, a diferencia de ego y sus ilusiones. Ciertamente podríamos vender nuestra Esencia e identidad, y hasta cambiarla por los espejismos creados por ilusiones materialistas, pero no podemos matar Amor porque es parte de nosotros y somos parte de este: “'Venid, vendámoslo a los ismaelitas, pero no podremos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne'. Y sus hermanos obedecieron” (37:27).

Aprendemos de lo negativo en nuestros pensamientos, palabras y acciones, al igual que de la separación de Amor como nuestra Esencia e identidad. Elegir odio, envidia, celos, crueldad, avaricia, indolencia, indiferencia y demás estados negativos de conciencia tiene resultados y consecuencias igualmente negativas. Estas son las hambrunas que hacen la vida yerma y estéril, haciéndonos clamar a viva voz nuestra Redención. Son las hambrunas que sólo Amor puede aliviar.

Seamos conscientes una y otra vez de que nuestras decisiones negativas traen sus propios castigos. Dios no nos castiga por transgresiones contra nuestro propio bien. Las transgresiones son las que nos castigan con sus consecuencias negativas.

El Profeta nos recuerda en la haftará para Vayeishev que cuando nos separamos de lo bueno que somos al rechazar y abandonar Amor, también nos separamos del Amor de Dios: “dice el Eterno(…) y ordenaste a los Profetas diciendo, 'No profeticéis'. He aquí que Yo os presionaré en vuestra morada, como se aprieta la carreta con gavillas. Y el que es rápido no podrá escapar, ni el fuerte sacará fuerzas, ni el poderoso podrá liberarse.” (Amos 2:11-14).

Cuando Amor es rechazado, también negamos el Amor de Dios. En nuestra separación, las ilusiones con las que reemplazamos a Amor no nos liberan de las tinieblas que impusimos sobre nosotros: “Y el que sostiene el arco no se sostendrá, y el rápido de pies no podrá escapar, ni el jinete a caballo podrá liberarse. Hasta el más valiente entre los fuertes huirá desnudo en ese día, dice el Eterno.” (2:15).

domingo, 25 de noviembre de 2012

Vayishlaj: Confrontando y Destruyendo a Nuestros Enemigos

La conciencia padece división cuando nos involucramos en pensamientos, emociones y sentimientos negativos que nos conducen a situaciones negativas: “Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y dividió el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos en dos campamentos.” (Génesis 32:8).

Hemos destacado esta situación en nuestros comentarios anteriores acerca de esta porción de la Torá (ver en este blog Parshat Vayishlaj: “Amor y Luz como Redención de las Tinieblas” del 14 de noviembre de 2010 y “El Predominio de Amor” del 4 de diciembre de 2011).

En esta ocasión enfatizamos sobre las consecuencias de dividir la consciencia al descartar nuestra conexión permanente con el Creador. La lección de la angustia de nuestro padre Jacob tiene dos caras. Una es que debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer que no somos perfectos, y que las ilusiones negativas del mundo material pueden abrumarnos. La otra es que hay situaciones que simplemente no podemos manejar cuando el temor y la duda debilitan nuestra sabiduría, entendimiento y conocimiento de lo que somos, incluyendo nuestra conexión y/o relación con Dios. El reino de las ilusiones negativas de hecho es abrumador porque ciertamente vivimos en ellas.

¿Qué es lo que podemos considerar “real” en la vida, cuando la mayor parte de lo que vivimos y experimentamos diariamente son ilusiones? Las cosas cambian cuando cambiamos nuestra perspectiva de ellas y la manera como las abordamos. Esto por sí mismo ya es una ilusión al enfrentar la realidad material desde distintos niveles de conciencia. En este sentido debemos hacer un inventario detallado de aquello que consideremos falso y verdadero.

En este punto nos toca discernir entre correcto e incorrecto, negativo y positivo, útil e inútil, etc. y comenzar a tomar decisiones que determinen lo que verdaderamente es real para nosotros. Real como algo verdadero, correcto, positivo, constructivo y edificante, tal como lo es la alegría, bondad, verdad y plenitud, todas en abundancia. Un tiempo y espacio en la conciencia donde no existe ningún tipo de carencia, y donde Amor rige como manifestación material del Amor de Dios.

Reflexionemos otra vez sobre la situación de Jacob antes de encontrarse con su hermano Esaú. Él había recibido la promesa de Dios de protegerlo, se encontró con ángeles en su camino, y prevaleció en su lucha de toda una noche con el ángel de Esaú. ¿Por qué entonces temía a su hermano? Reiteramos que la respuesta está relacionada con entrar en los aspectos inferiores de la conciencia, representados por Esaú. Encontrarse con Esaú implica descender a situaciones y circunstancias que preferimos temer.

En este contexto “temer” quiere decir evitar. Jacob quería evitar encontrarse con Esau, pero no pudo. Esto nos pasa a todos cuando queremos plantarnos en los más altos niveles de conciencia, pero en algún punto tenemos que enfrentar las tendencias negativas de emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Y no se trata precisamente de descender a ellos y quedar atrapados, sino de elevarlos y transformarlos en expresiones positivas de la vida.

No podemos meternos en los pensamientos de Jacob en aquel entonces, pero sí podemos ponernos en su lugar cuando vivimos situaciones similares cada día. Algunos de nosotros preferimos evitar circunstancias o gente negativa que sabemos no podemos cambiar hacia lo positivo. Más bien retrocedemos y si es posible nos alejamos de ellas, pero ese no es el camino ya que nuestra misión como judíos es ser Luz para las naciones. Esto significa ser redentores entre las tinieblas que amenazan acabar con lo bueno que es la vida

Tenemos que encontrarnos con Esaú, enfrentar a nuestros enemigos y vencerlos de una vez por todas. No podemos darnos el lujo de vivir y cohabitar con aquello que menoscaba nuestros principios como modos y atributos de Amor. Como dijimos antes, estamos conscientes de que estos enemigos pueden ser abrumadores, pero si el Amor de Dios sustenta nuestro Amor, ¿qué podría estar contra nosotros? Al estar conscientes de esto no tenemos qué temer o evitar aquello que niega o daña lo bueno que hay en nosotros.

Debemos preguntarnos con verdad y honestidad si estamos listos para enfrentar y someter los rasgos negativos que tienen el potencial de destruir los modos y atributos de Amor. ¿Preferiríamos más bien apaciguarlos dándoles toros, ovejas, cabras, burros y camellos, como Jacob hizo con Esaú? ¿O deberíamos enfrentarlos con ángeles como medios de buenas acciones que todos los aspectos de la conciencia deben manifestar en la vida? Nuestra actitud hacia lo que representa Esaú es, ya sea reencauzarlo hacia fines positivos, o acabarlo como el enemigo mortal que pretende destruirnos. Esto, teniendo presente que nuestros enemigos viven tanto dentro de nosotros como afuera en el mundo.

En nuestros tiempos otra vez estamos enfrentados por la amenaza de Esaú de exterminarnos. Israel está rodeado por terroristas fundamentalistas islámicos que nos quieren destruir porque los valores que representa Israel son opuestos a los principios de ellos. La historia se repite una y otra vez contra nosotros, y no necesitamos sacrificar más vidas judías para apaciguar a nuestros enemigos.

Millones ya han sido sacrificados a lo largo de la historia, y las lecciones han sido plenamente aprendidas: ¡Nunca más! Si nuestros enemigos quieren destruirnos, estamos preparados para destruirlos a ellos antes que nos ataquen. Dios está de nuestro lado, tenemos Sus bendiciones desde que Él bendijo a nuestros Patriarcas. Ahora nos toca hacer efectivas esas bendiciones siendo y haciendo lo que somos como el pueblo de Su Pacto, y de manera inequívoca. Nosotros somos los buenos, lo sabemos, y el mundo también lo sabe.

El momento es ahora y el lugar es donde estemos para enfrentar los aspectos negativos de la conciencia que buscan nuestra destrucción. Se trata de ellos o de nuestro conocimiento permanente del Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad. Se trata de lo que verdaderamente somos, o de las ilusiones negativas en las que viven nuestros enemigos. Seamos muy conscientes de que ahora estamos preparados para enfrentar y derrotar nuestros enemigos dentro de nosotros y afuera en el mundo:

“¿No haré que perezcan en ese día dice el Eterno, los sabios de Edom y el discernimiento del monte de Esaú? Y tus poderosos serán quebrantados, oh moradores del sur, que todo hombre sea talado del monte de Esaú por el estrago. Por la violencia de tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza y serás talado para siempre.(Abdías 1:8-10).

 “Y la casa de Jacob será fuego y la casa de José será una llama, y la casa de Esaú será paja, y ellos la prenderán y consumirán, y la casa de Esaú no tendrá sobrevivientes, porque el Eterno ha hablado” (1:18)

domingo, 18 de noviembre de 2012

Vayeitzei: Viviendo en la Casa de Dios

La Torá prosigue indicándonos con nuevas situaciones y circunstancias que, para conectarnos con nuestro Creador, debemos integrar nuestra conciencia: “Y él [Jacob] llegó al lugar y pernoctó ahí porque el sol se había puesto, y él tomó las piedras del lugar y las puso en [lit. de] su cabeza, y se acostó en ese lugar” (Génesis 28:11).

Nuestra tradición oral judía al igual que nuestros Sabios se refieren a las piedras con diferentes significados que van desde que protegían a Jacob de los animales salvajes alrededor hasta que simbolizaban sus hijos, y para demarcar el sitio donde sería construido el Templo de Jerusalén. En un sentido más profundo, las piedras corresponden a los aspectos materiales de la vida que tomamos y juntamos para servir a Dios.

El significado literal de poner las piedras de su cabeza nos lleva a entender que estas también corresponden a rasgos, cualidades y características inherentes al discernimiento, pensamiento, emociones, sentimientos, pasión e instinto. En este contexto tenemos que ponerlas juntas para presentarnos como una conciencia funcional unificada ante Dios.

En esta integración y totalidad nos conducimos hacia cumplir el destino que Dios nos ofrece en el mundo materialEste es el lugar donde estamos ya sea parados o acostados en nuestra conciencia. Así vemos que estas piedras también son las cualidades potencialmente positivas representadas por las Tribus hebreas con las que Israel construye el Templo de Jerusalén como el lugar y el tiempo que nos conecta con Dios.

(...) la tierra en la que estás acostado a ti la daré y a tu descendencia.” (29:13). La tierra como la realización de nuestro nexo permanente con Dios, así como dice: “Y he aquí que Yo estoy contigo, y Yo te protegeré donde vayas (...)” (29:15) y ciertamente debemos hacer de esta realización algo permanente, tan real como lo esLa mayor parte del tiempo nos la pasamos inconscientes de que Dios es la razón y el significado de todo lo que existe, al estar cautivos dentro de las ilusiones y sueños que nos separan de nuestra Esencia y verdadera identidad: “Y Jacob despertó de su sueño, y dijo, 'De hecho el Eterno está en este lugar, y yo no [lo] sabía'.” (29:16).

Las palabras de Jacob quieren recordarnos que debemos saber quiénes somos y nuestro propósito en este mundoPara lograr este conocimiento permanente tenemos que unificar todos los aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia. Estas son las “piedras” “en” y “de” nuestra cabeza, que juntamos (“tomamos”) en el lugar” donde nos unimos con DiosEn este proceso convertimos las piedras en una sola: “(...) y él tomó la piedra que él había puesto en su cabeza, y la erigió como un monumento, y él derramó aceite sobre ella.” (29:18). La Torá claramente nos dice que las piedras se volvieron una sola después que Jacob despertó.

La lección se repite otra vez para enseñarnos que, para venir a la Casa de Dios como el nexo permanente con Él, tenemos que unificar y armonizar nuestra concienciaLo hacemos a través de Amor como la manifestación material del Amor de Dios, en aras de Sus modos y atributos como los medios de cumplir Su voluntad: “Y él llamó al lugar Bet-El, pero Luz era el nombre original de la ciudad.” (29:19).

Interesante señalar que Luz quiere también quiere decir Luz en español, ¡y sí que hay Luz en la Casa de Dios! Nuestro padre Jacob lo llamó por el significado real de Luzel lugar donde mora el CreadorLa Torá indica que ese era “el nombre de la ciudad”.

Como hemos mencionado en este blognuestros Sabios místicos enseñan que ciudades simbolizan principios, valores y fundamentos mediante los cuales se expresa la concienciaDe ahí que Luz/Amor como realización del Amor de Dios dentro de nosotros sea la piedra angular/piedra fundamental que unifica todos los aspectos y dimensiones de la concienciaen donde “derramar aceite” como conocimiento para iluminar nuestra conexión consciente con Dios.

Basamos nuestra entera existencia sobre este conocimiento permanente en el que establecemos y reconocemos nuestro nexo eterno con Dios: “Jacob emitió una promesa diciendo, 'Si Dios estará conmigo, y Él me guarde en este camino por donde voy, y Él me dé pan para comer y ropa para vestir; Y si retorno en paz a la casa de mi padre, y el Eterno será mi Dios” (29:20-21).

En este nexo nos damos cuenta que Dios es nuestro escudo contra la ilusión del insaciable sentimiento y creencia de carenciaAmor siempre sacia nuestra hambre y sed de sus modos y atributos, porque Amor es el verdadero sustento de todos los aspectos de la concienciaAmor genera el pan para comer y la ropa para vestirRetornamos a nuestra verdadera identidad, la Esencia de donde nacimos, “la casa de mi padre”En esta conciencia armonizada y unificada el Eterno es mi Dios, la razón, el significado y el propósito de la vida.

Esta es la conciencia unificada que se convierte en una sola en la que estamos plenamente conscientes de que todo proviene de Dios y es sustentado por Su AmorAquí es donde verdaderamente sabemos que todo lo que somos, tenemos y hacemos le pertenece a Dios, por lo tanto se lo “damos” de vuelta a ÉlEste es un espacio sin tiempo y sin fin, donde y cuando vivimos en Su lugarEsta es la piedra fundamental sobre la que es construido el cimiento de nuestra vidaEste es el Templo donde vivimos enteramente Amor como nuestro nexo común con el Amor de Dios: “Entonces esta piedra, que he puesto como un monumento, será una casa de Dios, y [detodo lo que Tú me des ciertamente el diezmo te daré [de vuelta] a Ti'.” (29:22).

Este conocimiento es “la escalinata” que une nuestro Amor con el Amor de DiosDijimos anteriormente acerca de esta porción de la Torá (ver en este blog nuestro comentario sobre Vayeitzei: “En la Casa del Amor de Dios” del 27 de noviembre de 2011) que los ángeles que descienden y ascienden por esta escalinata representan las bendiciones del Amor de Dios como ángeles que desciendeny nuestras buenas acciones motivadas por los modos y atributos de Amor (el Amor de Dios manifestado en el mundo material) son los ángeles que ascienden de vuelta al Creador.

Esta de hecho es la dinámica de nuestra relación amorosa con Él. Dios nos ama para hacernos conscientes de que Su Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad, para que manifestemos lo que realmente somos como seres amorososAl realizar esta Verdad comenzamos a cumplir nuestro propósito en la vida como Su voluntad.

Nuestro padre Jacob nos enseña que salimos (vayeitzei), a partir del conocimiento de que somos criaturas del Amor de Dios, hacia el mundo donde encontramos ilusiones y fantasías materiales que oscurecen el significado y objetivo real de la vida. Mientras tengamos un conocimiento claro e inequívoco de los modos de Amor como la luz que disipa las tinieblas de la agenda separatista de ego, no tendremos nada que dudar, cuestionar o temer, porque sabemos que el Amor de Dios sustenta nuestro Amor.

Una vez más tengamos siempre presente que mientras discernamos, pensemos, sintamos, percibamos, hablemos y actuemos con, por y en aras de Amor, no solamente seremos lo que realmente somos sino que también estaremos cumpliendo los caminos y atributos de Dios como Su voluntad en Su Creación. Seamos Amor para transformar aquello que es diferente de sus atributos, aquello que nos separa de lo que verdaderamente somos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.