Los
mensajes esenciales que hemos destacado en nuestros comentarios
anteriores sobre Vayeishev señalan a José encabezando las
generaciones de Jacob, como lo sugiere la Torá: “Estas son las
generaciones de Jacob: José tenía diecisiete años siendo un
pastor, él estaba con sus hermanos, con los rebaños (...)”
(Génesis 37:2).
Leemos que José era un pastor, y que estaba con sus hermanos. Notamos una señal de liderazgo al ser un pastor con sus hermanos, para cuidarlos, como ciertamente ocurriría en su vida futura: “Entonces él [Israel] le dijo, 'Ve ahora y procura el bienestar de tus hermanos, y el bienestar de los rebaños, y me informas cuando regreses'.” (37:14).
Este liderazgo también es subrayado por su padre: “E Israel amó a José más que a todos sus hijos, porque él era un hijo [producto] de su vejez; y él le confeccionó una túnica de lana fina.” (37:3). En este contexto debemos preguntarnos las razones de la preferencia de Israel por José. La respuesta está en la vida que tuvo José como lo narra la Torá. La vida de José es la respuesta, y en particular la manera como se relacionó con sus hermanos de principio a fin.
Hemos dicho que los hijos de Israel son arquetipos en nuestra conciencia que representan los mayores potenciales para revelar la Presencia Divina en el mundo material. Por esta Presencia nos referimos a los modos y atributos que Dios nos revela a Su Creación. Estos son cualidades específicas derivadas de Su Amor, ya que todo emana de Su Amor que sustenta todo lo creado. En este sentido, todos estamos destinados a revelar el Amor de Dios en todos los aspectos de la vida a través de todos los niveles de conciencia.
Esto también quiere decir que lo hacemos mediante nuestros mayores potenciales representados por los hijos de Israel. Los potenciales de bondad existen en la conciencia de cada uno, lo que significa que las doce tribus hebreas integran lo bueno que hay en nosotros, y que podemos manifestar en el mundo material. Entre ellos hay uno que lidera, guía y dirige los demás, y es Amor.
Leemos que José era un pastor, y que estaba con sus hermanos. Notamos una señal de liderazgo al ser un pastor con sus hermanos, para cuidarlos, como ciertamente ocurriría en su vida futura: “Entonces él [Israel] le dijo, 'Ve ahora y procura el bienestar de tus hermanos, y el bienestar de los rebaños, y me informas cuando regreses'.” (37:14).
Este liderazgo también es subrayado por su padre: “E Israel amó a José más que a todos sus hijos, porque él era un hijo [producto] de su vejez; y él le confeccionó una túnica de lana fina.” (37:3). En este contexto debemos preguntarnos las razones de la preferencia de Israel por José. La respuesta está en la vida que tuvo José como lo narra la Torá. La vida de José es la respuesta, y en particular la manera como se relacionó con sus hermanos de principio a fin.
Hemos dicho que los hijos de Israel son arquetipos en nuestra conciencia que representan los mayores potenciales para revelar la Presencia Divina en el mundo material. Por esta Presencia nos referimos a los modos y atributos que Dios nos revela a Su Creación. Estos son cualidades específicas derivadas de Su Amor, ya que todo emana de Su Amor que sustenta todo lo creado. En este sentido, todos estamos destinados a revelar el Amor de Dios en todos los aspectos de la vida a través de todos los niveles de conciencia.
Esto también quiere decir que lo hacemos mediante nuestros mayores potenciales representados por los hijos de Israel. Los potenciales de bondad existen en la conciencia de cada uno, lo que significa que las doce tribus hebreas integran lo bueno que hay en nosotros, y que podemos manifestar en el mundo material. Entre ellos hay uno que lidera, guía y dirige los demás, y es Amor.
Amor
es el auténtico primogénito porque no sólo es el conductor
primordial natural de todos los aspectos de la vida, sino que también
nos redime de las ilusiones que nos desvían del destino al que nos
referimos antes. José se convirtió en el primogénito porque es
quien manifiesta los modos y atributos de Amor como la manifestación
material del Amor de Dios: “Porque Judá prevaleció sobre [de] sus
hermanos, y el príncipe [la conciencia mesiánica] proviene de él,
pero la primogenitura es de José.” (I Crónicas 5:2).
Esto explica los sueños de José en los que sus hermanos se inclinaban ante él. De hecho lo hicieron cuando bajaron a Egipto para comprar alimentos; y, en un significado más profundo, se inclinaron en reverencia y devoción a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Amor es el verdadero sustento que procuramos, tanto en los buenos tiempos como en los momentos más oscuros que podamos encontrar (ver en este blog nuestro comentario sobre Vayeishev: “Israel como Primogénito” del 11 de diciembre de 2011).
Amor es nuestro derecho a nacer, el portador de la primogenitura como lo primero que nace y que debe dar dirección a todas las dimensiones de la conciencia. Amor es la causa y el efecto que da sentido y significado a la vida, y debemos concebirlo tanto como la motivación y como el resultado de esa motivación. Todo lo que discernimos, pensamos, sentimos, percibimos, hablamos y hacemos debe estar inspirado, motivado e inducido por los modos y atributos de Amor, simplemente porque Amor es lo que somos y tenemos para vivir en el mundo. Muchísimas veces hemos enfatizado que no podemos sobrevivir sin Amor, y tenemos que estar conscientes de esta Verdad permanentemente.
Todos perseguimos Amor porque la vida no está completa ni plena sin Amor. Es por ello que también buscamos a Dios como la causa de todo lo que existe, porque en el más alto nivel de conciencia sabemos que pertenecemos a quien nos creó y nos sustenta. Procuramos alcanzar el Amor de Dios porque sabemos que Su Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad.
Así entendemos a José como la extensión de su padre Israel, como el más amado por este. El pleno conocimiento de Amor que posee José lo condujo a beneficiarse en medio de las situaciones más tenebrosas que le tocó vivir. Ciertamente hay tinieblas bajo el dominio de lo negativo en pensamientos, emociones, sentimientos y pasiones, proyectado por ilusiones y fantasías de ego que pretenden negar la regencia y prevalencia de Amor: “entonces ellos lo odiaron, y no podían hablarle a él [José] en paz.” (Génesis 37:4).
Esto es resultado del rechazo de Amor como nuestra verdadera identidad, y cuando no hay Amor no hay paz. La situación empeora en nuestra conciencia cuando permitimos que odio, envidia y crueldad dominen nuestro discernimiento, pensamientos, emociones, pasiones e instintos. Una vez estén en control caemos en el peor predicamento donde destrucción y muerte prevalecen: “y ellos siguieron odiándolo” (37:5), “Entonces sus hermanos lo envidiaron” (37:11), “ellos conspiraron contra él para matarlo” (37:18) “Entonces ahora matémoslo” (37:20).
Las tendencias negativas no sólo rechazan las cualidades de Amor sino que pretenden negar su regencia y dominio sobre todos los niveles y dimensiones de la conciencia, haciendo aparecer como real “despojar” Amor de sus atributos: “Y aconteció que cuando José vivo a sus hermanos, ellos lo despojaron de su vestidura, de la túnica de lana fina que estaba sobre él.” (37:23).
Esto solamente ocurre bajo la negatividad de ilusiones y fantasías de ego. No podemos despojar Amor de sus cualidades y atributos, porque es la fuente de vida, a diferencia de ego y sus ilusiones. Ciertamente podríamos vender nuestra Esencia e identidad, y hasta cambiarla por los espejismos creados por ilusiones materialistas, pero no podemos matar Amor porque es parte de nosotros y somos parte de este: “'Venid, vendámoslo a los ismaelitas, pero no podremos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne'. Y sus hermanos obedecieron” (37:27).
Aprendemos de lo negativo en nuestros pensamientos, palabras y acciones, al igual que de la separación de Amor como nuestra Esencia e identidad. Elegir odio, envidia, celos, crueldad, avaricia, indolencia, indiferencia y demás estados negativos de conciencia tiene resultados y consecuencias igualmente negativas. Estas son las hambrunas que hacen la vida yerma y estéril, haciéndonos clamar a viva voz nuestra Redención. Son las hambrunas que sólo Amor puede aliviar.
Seamos conscientes una y otra vez de que nuestras decisiones negativas traen sus propios castigos. Dios no nos castiga por transgresiones contra nuestro propio bien. Las transgresiones son las que nos castigan con sus consecuencias negativas.
Esto explica los sueños de José en los que sus hermanos se inclinaban ante él. De hecho lo hicieron cuando bajaron a Egipto para comprar alimentos; y, en un significado más profundo, se inclinaron en reverencia y devoción a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Amor es el verdadero sustento que procuramos, tanto en los buenos tiempos como en los momentos más oscuros que podamos encontrar (ver en este blog nuestro comentario sobre Vayeishev: “Israel como Primogénito” del 11 de diciembre de 2011).
Amor es nuestro derecho a nacer, el portador de la primogenitura como lo primero que nace y que debe dar dirección a todas las dimensiones de la conciencia. Amor es la causa y el efecto que da sentido y significado a la vida, y debemos concebirlo tanto como la motivación y como el resultado de esa motivación. Todo lo que discernimos, pensamos, sentimos, percibimos, hablamos y hacemos debe estar inspirado, motivado e inducido por los modos y atributos de Amor, simplemente porque Amor es lo que somos y tenemos para vivir en el mundo. Muchísimas veces hemos enfatizado que no podemos sobrevivir sin Amor, y tenemos que estar conscientes de esta Verdad permanentemente.
Todos perseguimos Amor porque la vida no está completa ni plena sin Amor. Es por ello que también buscamos a Dios como la causa de todo lo que existe, porque en el más alto nivel de conciencia sabemos que pertenecemos a quien nos creó y nos sustenta. Procuramos alcanzar el Amor de Dios porque sabemos que Su Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad.
Así entendemos a José como la extensión de su padre Israel, como el más amado por este. El pleno conocimiento de Amor que posee José lo condujo a beneficiarse en medio de las situaciones más tenebrosas que le tocó vivir. Ciertamente hay tinieblas bajo el dominio de lo negativo en pensamientos, emociones, sentimientos y pasiones, proyectado por ilusiones y fantasías de ego que pretenden negar la regencia y prevalencia de Amor: “entonces ellos lo odiaron, y no podían hablarle a él [José] en paz.” (Génesis 37:4).
Esto es resultado del rechazo de Amor como nuestra verdadera identidad, y cuando no hay Amor no hay paz. La situación empeora en nuestra conciencia cuando permitimos que odio, envidia y crueldad dominen nuestro discernimiento, pensamientos, emociones, pasiones e instintos. Una vez estén en control caemos en el peor predicamento donde destrucción y muerte prevalecen: “y ellos siguieron odiándolo” (37:5), “Entonces sus hermanos lo envidiaron” (37:11), “ellos conspiraron contra él para matarlo” (37:18) “Entonces ahora matémoslo” (37:20).
Las tendencias negativas no sólo rechazan las cualidades de Amor sino que pretenden negar su regencia y dominio sobre todos los niveles y dimensiones de la conciencia, haciendo aparecer como real “despojar” Amor de sus atributos: “Y aconteció que cuando José vivo a sus hermanos, ellos lo despojaron de su vestidura, de la túnica de lana fina que estaba sobre él.” (37:23).
Esto solamente ocurre bajo la negatividad de ilusiones y fantasías de ego. No podemos despojar Amor de sus cualidades y atributos, porque es la fuente de vida, a diferencia de ego y sus ilusiones. Ciertamente podríamos vender nuestra Esencia e identidad, y hasta cambiarla por los espejismos creados por ilusiones materialistas, pero no podemos matar Amor porque es parte de nosotros y somos parte de este: “'Venid, vendámoslo a los ismaelitas, pero no podremos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne'. Y sus hermanos obedecieron” (37:27).
Aprendemos de lo negativo en nuestros pensamientos, palabras y acciones, al igual que de la separación de Amor como nuestra Esencia e identidad. Elegir odio, envidia, celos, crueldad, avaricia, indolencia, indiferencia y demás estados negativos de conciencia tiene resultados y consecuencias igualmente negativas. Estas son las hambrunas que hacen la vida yerma y estéril, haciéndonos clamar a viva voz nuestra Redención. Son las hambrunas que sólo Amor puede aliviar.
Seamos conscientes una y otra vez de que nuestras decisiones negativas traen sus propios castigos. Dios no nos castiga por transgresiones contra nuestro propio bien. Las transgresiones son las que nos castigan con sus consecuencias negativas.
El
Profeta nos recuerda en la haftará para
Vayeishev que cuando nos separamos de lo bueno que somos al rechazar
y abandonar Amor, también nos separamos del Amor de Dios: “dice el
Eterno(…) y ordenaste a los Profetas diciendo, 'No profeticéis'. He
aquí que Yo os presionaré en vuestra morada, como se aprieta la
carreta con gavillas. Y el que es rápido no podrá escapar, ni el
fuerte sacará fuerzas, ni el poderoso podrá liberarse.” (Amos
2:11-14).
Cuando Amor es rechazado, también negamos el Amor de Dios. En nuestra separación, las ilusiones con las que reemplazamos a Amor no nos liberan de las tinieblas que impusimos sobre nosotros: “Y el que sostiene el arco no se sostendrá, y el rápido de pies no podrá escapar, ni el jinete a caballo podrá liberarse. Hasta el más valiente entre los fuertes huirá desnudo en ese día, dice el Eterno.” (2:15).
Cuando Amor es rechazado, también negamos el Amor de Dios. En nuestra separación, las ilusiones con las que reemplazamos a Amor no nos liberan de las tinieblas que impusimos sobre nosotros: “Y el que sostiene el arco no se sostendrá, y el rápido de pies no podrá escapar, ni el jinete a caballo podrá liberarse. Hasta el más valiente entre los fuertes huirá desnudo en ese día, dice el Eterno.” (2:15).