La
conciencia padece división cuando nos involucramos en pensamientos,
emociones y sentimientos negativos que nos conducen a situaciones
negativas:
“Jacob tuvo gran temor, y se
angustió;
y dividió
el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos
en dos campamentos.”
(Génesis
32:8).
Hemos destacado esta situación en nuestros comentarios anteriores acerca de esta porción de la Torá (ver en este blog Parshat Vayishlaj: “Amor y Luz como Redención de las Tinieblas” del 14 de noviembre de 2010 y “El Predominio de Amor” del 4 de diciembre de 2011).
En esta ocasión enfatizamos sobre las consecuencias de dividir la consciencia al descartar nuestra conexión permanente con el Creador. La lección de la angustia de nuestro padre Jacob tiene dos caras. Una es que debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer que no somos perfectos, y que las ilusiones negativas del mundo material pueden abrumarnos. La otra es que hay situaciones que simplemente no podemos manejar cuando el temor y la duda debilitan nuestra sabiduría, entendimiento y conocimiento de lo que somos, incluyendo nuestra conexión y/o relación con Dios. El reino de las ilusiones negativas de hecho es abrumador porque ciertamente vivimos en ellas.
Hemos destacado esta situación en nuestros comentarios anteriores acerca de esta porción de la Torá (ver en este blog Parshat Vayishlaj: “Amor y Luz como Redención de las Tinieblas” del 14 de noviembre de 2010 y “El Predominio de Amor” del 4 de diciembre de 2011).
En esta ocasión enfatizamos sobre las consecuencias de dividir la consciencia al descartar nuestra conexión permanente con el Creador. La lección de la angustia de nuestro padre Jacob tiene dos caras. Una es que debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer que no somos perfectos, y que las ilusiones negativas del mundo material pueden abrumarnos. La otra es que hay situaciones que simplemente no podemos manejar cuando el temor y la duda debilitan nuestra sabiduría, entendimiento y conocimiento de lo que somos, incluyendo nuestra conexión y/o relación con Dios. El reino de las ilusiones negativas de hecho es abrumador porque ciertamente vivimos en ellas.
¿Qué es lo que podemos considerar “real” en la vida, cuando la mayor parte de lo que vivimos y experimentamos diariamente son ilusiones? Las cosas cambian cuando cambiamos nuestra perspectiva de ellas y la manera como las abordamos. Esto por sí mismo ya es una ilusión al enfrentar la realidad material desde distintos niveles de conciencia. En este sentido debemos hacer un inventario detallado de aquello que consideremos falso y verdadero.
En este punto nos toca discernir entre correcto e incorrecto, negativo y positivo, útil e inútil, etc. y comenzar a tomar decisiones que determinen lo que verdaderamente es real para nosotros. Real como algo verdadero, correcto, positivo, constructivo y edificante, tal como lo es la alegría, bondad, verdad y plenitud, todas en abundancia. Un tiempo y espacio en la conciencia donde no existe ningún tipo de carencia, y donde Amor rige como manifestación material del Amor de Dios.
Reflexionemos otra vez sobre la situación de Jacob antes de encontrarse con su hermano Esaú. Él había recibido la promesa de Dios de protegerlo, se encontró con ángeles en su camino, y prevaleció en su lucha de toda una noche con el ángel de Esaú. ¿Por qué entonces temía a su hermano? Reiteramos que la respuesta está relacionada con entrar en los aspectos inferiores de la conciencia, representados por Esaú. Encontrarse con Esaú implica descender a situaciones y circunstancias que preferimos temer.
En este contexto “temer” quiere decir evitar. Jacob quería evitar encontrarse con Esau, pero no pudo. Esto nos pasa a todos cuando queremos plantarnos en los más altos niveles de conciencia, pero en algún punto tenemos que enfrentar las tendencias negativas de emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Y no se trata precisamente de descender a ellos y quedar atrapados, sino de elevarlos y transformarlos en expresiones positivas de la vida.
No podemos meternos en los pensamientos de Jacob en aquel entonces, pero sí podemos ponernos en su lugar cuando vivimos situaciones similares cada día. Algunos de nosotros preferimos evitar circunstancias o gente negativa que sabemos no podemos cambiar hacia lo positivo. Más bien retrocedemos y si es posible nos alejamos de ellas, pero ese no es el camino ya que nuestra misión como judíos es ser Luz para las naciones. Esto significa ser redentores entre las tinieblas que amenazan acabar con lo bueno que es la vida.
Tenemos
que encontrarnos con Esaú, enfrentar a nuestros enemigos y vencerlos
de una vez por todas.
No
podemos darnos el lujo de vivir y cohabitar con aquello que menoscaba nuestros principios como modos y atributos de Amor.
Como
dijimos antes, estamos conscientes de que estos enemigos pueden ser
abrumadores, pero si el Amor de Dios sustenta nuestro Amor, ¿qué
podría estar contra nosotros?
Al
estar conscientes de esto no tenemos qué temer o evitar aquello que
niega o daña lo bueno que hay en nosotros.
Debemos preguntarnos con verdad y honestidad si estamos listos para enfrentar y someter los rasgos negativos que tienen el potencial de destruir los modos y atributos de Amor. ¿Preferiríamos más bien apaciguarlos dándoles toros, ovejas, cabras, burros y camellos, como Jacob hizo con Esaú? ¿O deberíamos enfrentarlos con ángeles como medios de buenas acciones que todos los aspectos de la conciencia deben manifestar en la vida? Nuestra actitud hacia lo que representa Esaú es, ya sea reencauzarlo hacia fines positivos, o acabarlo como el enemigo mortal que pretende destruirnos. Esto, teniendo presente que nuestros enemigos viven tanto dentro de nosotros como afuera en el mundo.
En nuestros tiempos otra vez estamos enfrentados por la amenaza de Esaú de exterminarnos. Israel está rodeado por terroristas fundamentalistas islámicos que nos quieren destruir porque los valores que representa Israel son opuestos a los principios de ellos. La historia se repite una y otra vez contra nosotros, y no necesitamos sacrificar más vidas judías para apaciguar a nuestros enemigos.
Millones ya han sido sacrificados a lo largo de la historia, y las lecciones han sido plenamente aprendidas: ¡Nunca más! Si nuestros enemigos quieren destruirnos, estamos preparados para destruirlos a ellos antes que nos ataquen. Dios está de nuestro lado, tenemos Sus bendiciones desde que Él bendijo a nuestros Patriarcas. Ahora nos toca hacer efectivas esas bendiciones siendo y haciendo lo que somos como el pueblo de Su Pacto, y de manera inequívoca. Nosotros somos los buenos, lo sabemos, y el mundo también lo sabe.
El momento es ahora y el lugar es donde estemos para enfrentar los aspectos negativos de la conciencia que buscan nuestra destrucción. Se trata de ellos o de nuestro conocimiento permanente del Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad. Se trata de lo que verdaderamente somos, o de las ilusiones negativas en las que viven nuestros enemigos. Seamos muy conscientes de que ahora estamos preparados para enfrentar y derrotar nuestros enemigos dentro de nosotros y afuera en el mundo:
“¿No haré que perezcan en ese día dice el Eterno, los sabios de Edom y el discernimiento del monte de Esaú? Y tus poderosos serán quebrantados, oh moradores del sur, que todo hombre sea talado del monte de Esaú por el estrago. Por la violencia de tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza y serás talado para siempre.” (Abdías 1:8-10).
“Y la casa de Jacob será fuego y la casa de José será una llama, y la casa de Esaú será paja, y ellos la prenderán y consumirán, y la casa de Esaú no tendrá sobrevivientes, porque el Eterno ha hablado” (1:18)