sábado, 26 de enero de 2013

Yitro: De la Idolatría de Ego a la Libertad de Amor

En nuestro comentario anterior sobre Yitro: “Entendiendo el Amor de Dios(5 de febrero de 2012 en este blog) dijimos que debimos haber sido idólatras expertos para poder recibir la Torá. De ahí que nuestros Sabios expliquen que sin la presencia de Yitro en Sinaí la Torá no hubiese sido dada a los hijos de Israel. De igual manera, sin la esclavitud en Egipto no hubiese libertad para nosotros por parte de Dios. 

En este sentido entendemos que las tinieblas son el preludio para la Luz, y exilio el preámbulo de la Redención. Cuando decimos que tenemos que asimilar totalmente lo que significa ser idólatra, es porque la idolatría es la razón subyacente para recibir la Torá. Vemos claramente esta razón en los Diez Mandamientos, al igual que en el resto de la Torá de principio a fin.

En este contexto reflexionemos una vez más en torno al Decálogo. El Mandamiento más importante es el primero, porque lo abarca todo, ya que todo lo que existe proviene de Dios. De ahí que Él es Dios: “Yo soy el Eterno, tu Dios”, y Él lo dice en Su relación con nosotros: “Quien te sacó de la tierra de Egipto”, indicando que Él nos liberó de la casa de esclavitud” (20:2), un cautiverio bajo aquello que está en contra de los modos y atributos del Creador.

En este sentido podemos entender tal cautiverio bajo las fantasías e ilusiones de ego, contrarias a Amor como manifestación material del Amor de Dios. De ahí que Amor es la libertad que vivimos cuando separamos nuestra conciencia de la agenda de ego. El Amor de Dios nos libera de los apegos de ego a las ilusiones materialistas que llamamos ídolos. Por lo tanto, “No tendrás los dioses de otros en Mi Presencia” (20:3) como obvia consecuencia del dominio absoluto de Dios. Entonces, como hemos indicado muchas veces, Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos.

Los modos de Amor están en directa oposición a las fantasías e ilusiones de ego como los falsos dioses que nos separan de nosotros mismos y de los demás. Se entiende la idolatría como el resultado de una actitud egoísta ante la vida. Nos apegamos a ilusiones, fantasías y deseos con nuestros sentidos en proporción a nuestra separación de Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad.

Entre más nos concentramos en nuestro beneficio individual a expensas de otros y de nuestro entorno, más nos separamos de los atributos integradores de Amor. De ahí que, No te harás para ti una imagen tallada o cualquier semejanza de lo que está en los Cielos arriba, y de lo que está en la Tierra abajo, o de lo que está en el agua debajo de la tierra.” (20:4-5).

Considerando que el Amor de Dios es infinito y lo abarca todo, no hay espacio para separación a menos que sea otra ilusión creada para nosotros. Así entendemos la exclusividad de los modos y atributos del Creador, cuando Él dice que es celoso: “No te postrarás ante ellos ni los adorarás porque Yo, el Eterno tu Dios, soy un Dios celoso (...)” (20:5).

Mientras nos inclinemos a ilusiones materiales, negamos la Fuente de donde proviene todo. Vivimos de Dios y nos debemos a Él. Su Nombre es la Esencia que no debemos tomar como algo vano, ni abusarla o despreciarla. Después de todo, Él es nuestra vida de donde existimos: “No tomarás el Nombre del Eterno tu Dios en vano, porque el Eterno no considerará inocente a quien tome Su Nombre en vano” (20:7).

Tal como lo hemos destacado, el Amor de Dios es nuestra Esencia e identidad, y el Shabat es una de sus definiciones. Sagrado como es, debemos santificarlo para hacer una clara diferencia entre lo profano y lo sagrado. El Shabat es el tiempo y espacio en el que vivimos permanentemente con el Amor de Dios.

Todos deseamos vivir este máximo deleite próximos a nuestro Creador, en directa oposición a vivir en las ilusiones de ego: “Recuerda el Shabat para santificarlo” (20:8). El Shabat, igual de exclusivo como el celo de nuestro Dios, no permite pensamientos, emociones o sentimientos apegados al mundo material, porque el Shabat es para Él. Esto incluye las fantasías, deseos e ilusiones de ego: “pero el séptimo día es un Shabat para el Eterno, tu Dios; [por tanto] no realizarás ninguna labor. (…) Por lo tanto, el Eterno bendijo el Shabat y lo santificó” (20:10-11). No hay lugar para apegos a ídolos que nos separan de los modos y atributos de Amor.

El mensaje es reiterado una vez más en nuestra relación con nuestros progenitores, como portadores del legado y herencia de nuestros antepasados: “Honrarás a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra que el Eterno, tu Dios, te da.” (20:12).

Este legado es el nexo permanente con nuestro Creador y Su Amor. En este sentido comprendemos la bondad de Sus caminos y atributos, como la tierra que él nos da constantemente. Mientras los honremos, estaremos rechazando los ídolos que niegan nuestra preciada herencia.

Los cinco Mandamientos restantes del Decálogo son advertencias específicas para no caer en la idolatría de ilusiones negativas derivadas de falsos sentimientos de carencia: “No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la esposa de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, o lo que le pertenezca a tu prójimo.” (20:13-14)

La magnificencia del Amor de Dios se manifiesta en las palabras de Moisés a los hijos de Israel: “Pero Moisés dijo al pueblo, 'No temáis, porque el Eterno ha venido para exaltaros, y para que Su Reverencia esté sobre vuestros rostros, para que no pequéis'.” (20:17).

Dios nos ama para que nos acerquemos a Él. Esta es la manera como Él nos exalta (eleva) a Su Presencia, haciéndonos reverentes a Él. Al vivir Su Amor, no hay modo de separarnos de Sus caminos y atributos. En el Amor de Dios no hay separación ni lugar para las ilusiones que llamamos pecados y transgresiones, ya que no hay carencia en Amor como manifestación material del Amor de Dios. Si Dios está con nosotros, ¿quién podría estar en contra? Solamente nuestras propias ilusiones pueden separarnos de Él.

De ahí que la porción concluya, como hemos dicho arriba, con otra advertencia contra la idolatría: “No harás [imágenes de nada que sea] ante Mí. Dioses de plata o dioses de oro no os haréis para vosotros” (20:20).

El Creador nos recuerda nuevamente que mientras vivamos por, con y para Sus caminos y atributos, estamos bendecidos por Él porque Dios es la bendición de la que provienen todas las bendiciones: “Donde sea que Yo permita que Mi Nombre sea mencionado, Yo vendré a ti y te bendeciré.” (20:21).

El Profeta reitera para nosotros esto en su visión del Trono de Gloria: “Y uno a otro se llamaban y decían, 'Sagrado, sagrado, sagrado es el Eterno de las Multitudes; toda la Tierra está llena de Su gloria'.(Isaías 6:3) y como hemos dicho, Su gloria es Su Amor.

domingo, 20 de enero de 2013

Beshalaj: Haciéndonos Conscientes del Amor de Dios

Una de las principales lecciones del Éxodo de Egipto en torno a la relación entre los hijos de Israel y el Creador es la confianza. Necesitamos confiar en lo que es la libertad para romper con la esclavitud. En este sentido confiar es la consecuencia de conocer. Confiamos en algo o alguien siempre y cuando sepamos que podemos depender de aquel. La fe no es ciega cuando está precedida por confianza, como resultado de saber: “Conócelo a Él en todos tus caminos, y Él allanará tus senderos(Proverbios 3:6) Mientras conozcamos los caminos de Dios como si fueran nuestros, sabremos hacia dónde vamos.

Cuando estamos atados a adicciones dañinas y conducta negativa, la única salida de estas es el conocimiento como certeza de que hay algo mucho mejor que nos espera. Algunos no ven una salida simplemente porque no creen que hay algo mejor afuera. Este es el caso cuando nada de lo que oímos o consideramos como salida ofrece una verdadera alternativa a nuestra situación actual, no importa cuán negativa pueda ser esta. Podríamos identificar esta actitud como depresión. Si no hay una cura efectiva entonces necesitamos un milagro.

Este fue el caso de la mayoría de los hijos de Israel al final de su cautiverio en Egipto. No necesitaban un milagro sino muchos para recuperar la creencia en algo superior a las vidas vacías bajo el dominio del faraón. La promesa del Creador de traerlos a la tierra que Él les aseguró sus ancestros, a través de milagros tales como las Plagas, no parecían suficientes. Aún dudaban de la bondad que estos milagros les anunciaban. Entonces el asunto no era creencia, fe o confianza, sino duda e incertidumbre. En este contexto comprendemos mejor por qué hacer desaparecer el recuerdo de Amalek no es sólo uno Mandamiento de Dios. También nos encomienda a recordar diariamente lo que Amalek hizo a los hijos de Israel durante su salida de Egipto. Nos referimos a este tema en nuestro comentario sobre Beshalaj: “Amor como Sentido de la Vida” del 29 de enero de 2012.

La lección por lo tanto es encontrar el verdadero sentido de la vida como el Creador nos lo enseña en la Torá, y vivir por, para y con dicho principio todo el tiempo. Este sentido de la vida, como lo indicamos antes, es Amor como el remedio de todas las dudas, incertidumbres e indecisiones. Amor es lo que necesitamos creer, lo que debemos conocer, lo que tenemos que vivir, y en lo que estamos obligados a confiar. Lo hacemos precisamente porque Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad. No podríamos hacerlo si Amor no es parte de nosotros. Cuando comenzamos a reconocer esto, también comenzamos a conocer la conexión permanente con nuestro Creador. 

Primero debemos hacernos conscientes de Amor para poder relacionarnos con el Amor de Dios. No hay otra manera. Si no creemos, sabemos o confiamos en lo que realmente somos, ¿entonces cómo lo podemos hacer con Dios? En este sentido tenemos que dedicarnos en serio a la tarea de reconocer nuestra identidad a partir de las ilusiones y fantasías de ego. Este es el dilema que enfrentaron nuestros ancestros en el Éxodo, y que enfrentamos a diario en nuestras vidas. Es por ello que recordamos todos los días la transición de esclavitud a libertad en los rezos judíos. Se trata de la lucha constante por nuestra Redención final de las ilusiones en el mundo material.

Nuestros ancestros una y otra vez desconfiaban de Dios a pesar de Sus milagros, porque la referencia que tenían acerca de su identidad era la esclavitud. Una y otra vez desafiaron al Creador, y no lo reconocían a Él porque no sabían que de Dios emana todo lo que existe. Las Diez Plagas y los milagros, tales como la separación del Mar Rojo y el Maná, no fueron suficientes porque no eran reconocidos como parte de su propia conciencia. Dicho de otro modo, todo lo que hace el Creador debemos asimilarlo como parte de nosotros, porque provenimos de Él. En ese momento decimos, “El Eterno es mi fortaleza y mi alabanza, y Él es mi Redención; este es mi Dios y lo glorificaré; el Dios de mi padre, y lo exaltaré a Él(Éxodo 15:2)

Nuestros Sabios explican que la destrucción total del ejército del faraón en el Mar Rojo, fue la señal definitiva para que los hijos de Israel confiaran en Dios. Una vez no hubiese peligro real de morir o de ser traídos de vuelta a Egipto, no habría nada qué temer. Nuestros Sabios mencionan esta como la razón de la memorable Canción del Mar (15:1-19) contenida en el libro de rezos judíos. El reconocimiento del Amor de Dios como la fuente de nuestra Esencia e identidad es el comienzo para hacernos conscientes de nuestra inherente conexión con Él. Esto explica las palabras de dicha canción respecto a nuestro nexo permanente con el Amor de Dios: “En Tu Amor eterno Tú conducirás al pueblo que Tú has redimido. En Tu fortaleza, Tú los guiarás a Tu morada sagrada” (15:13)

Como dijimos antes, Amor es nuestro nexo común con el Creador que se manifiesta en un tiempo y espacio conocidos como el Templo de Jerusalén: “Tú los traerás y los plantarás en el monte de Tu heredad, el lugar fijo de Tu morada que Tú has hecho, oh Eterno; el Santuario, oh Eterno, que Tus manos han establecido(15:17) Así es como nos damos cuenta de que nuestra conexión con el Creador es permanente: “El Eterno reinará por siempre jamás” (15:18) y el comienzo de este conocimiento radica en nuestra Esencia e identidad. Este también es el comienzo de nuestra creencia, fe y confianza fundamentales. El Rey David nos lo recuerda: “Oh Eterno de multitudes, dichoso el hombre que confía en Ti” (Salmos 84:12) al igual que el Profeta: Pero bendito es el hombre que confía en el Eterno, cuya confianza está en Él(Jeremías 17:7) y el contexto de esta confianza es el apego al Amor de Dios, a diferencia de depender de las fantasías e ilusiones de ego. Estos son los ídolos y los falsos dioses creados por la arrogancia: “Bendito es el hombre que hace del Eterno su confianza, [y] que no se fija en los soberbios, en aquellos que se inclinan a falsos dioses” (Salmos 40:4)

El Amor de Dios nos hace conscientes de lo buenos que son los modos y atributos de Amor, mediante los cuales vemos Luz en medio de las tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego. El Creador Se reveló a nuestros ancestros con Sus milagros en aquel tiempo. También nos revela Sus milagros a nosotros cada día. La lección es vivirlos cuando se nos presentan también como nuestro nexo común Él.

domingo, 13 de enero de 2013

Bo: Liberándonos de los Dominios de Ego

El mensaje esencial del libro del Éxodo es la transición de la esclavitud a la libertad, y debemos asimilarlo como un proceso continuo en todos los niveles de la conciencia. La libertad es relacionada generalmente a un estado sin limitaciones, en el que estamos separados de cualquier cosa que nos somete contrario a nuestra voluntad, y a pesar de nuestro libre albedrío. Tenemos que integrar esta definición general a lo que somos capaces de discernir y que queremos discernir. A lo que pensamos y queremos aprender. A lo que deseamos y queremos experimentar con nuestra mayor intensidad. Entonces se trata de cómo exactamente queremos vivirlo. En este punto decisivo tenemos que poner atención a quién o qué responde la pregunta, ya sea ego con sus fantasías e ilusiones o Amor con sus modos y atributos.

En esta tercera porción del libro del Éxodo, el faraón como actitud egocéntrica extrema ante la vida se presenta a sí mismo como el máximo antagonista que el Creador jamás tuvo entre humanos. No vemos en ninguna parte de la Torá una relación similar entre Dios y alguna de Sus criaturas.

El faraón es elocuentemente definido como el único ser humano que se atrevió a desafiar la voluntad del Creador, además de negarse a reconocerlo como el único Dios que posee y controla Su Creación (¡incluido el faraón, por supuesto!). Nuestros Sabios tienen toda la razón al igualar al infame rey de Egipto con la poderosa fuerza motriz que conocemos como ego. Seamos verdaderamente honestos con nosotros mismos y admitamos lo cierto que hay detrás de esto.

La mayoría de lo que pensamos o creemos en nuestra conciencia, y lo que pensamos o creemos fuera de esta, es el resultado de nuestra posición “personal” e “individual” egocéntrica ante la vida (ver nuestros comentarios anteriores sobre la Parshat Bo: “Luz como Nuestro Destino” del 1 de febrero de 2011, y “De la Oscuridad a la Luz” del 22 de enero de 2012).

Dejemos de evadir el hecho de que somos los dioses de nuestra existencia individual, ¡y además convencidos de que la controlamos! Y como si fuera poco, de que también controlamos a otros (o tratamos de hacerlo). En este sentido probablemente una buena cantidad de agnósticos y ateos deben sus creencias a sus respectivos egos. La Torá resume este tipo de mentalidad así: “Entonces Moisés y Aarón vinieron al faraón y le dijeron, 'Así ha dicho el Eterno, el Dios de los hebreos: “¿por cuánto tiempo más te negarás a ser humilde ante Mí”?'” (Éxodo 10:3).

En el caso del faraón, su egocentrismo era tan extremo que lo condujo a destruir su propia conciencia, y sus dominios: “Los sirvientes del faraón le dijeron, '¿Hasta cuándo esto será un obstáculo para nosotros? Deja que el pueblo [de Israel] se vaya y sirvan a su Dios. ¿Acaso aun no has visto que Egipto está perdido'?” (10:7).

Arriba mencionamos que tenemos que escuchar, ya sea la voz de ego como portavoz de fantasías, deseos e ilusiones materialistas o la voz de Amor como portavoz de lo bueno para la vida. Hemos repetido muchas veces en este blog que el judaísmo define Amor no como pensamiento, emoción, sentimiento o pasión, sino como el principio ético detrás de estos.

Amor por sí mismo es un fundamento ético, como manifestación del Amor de Dios que igualmente contiene valores, principios, modos, medios y atributos. El Creador nos enseña a amar de la manera en la que Él nos ama. Nuestra referencia de Amor es el Amor de Dios, y nada más.

Este fundamento ético nos muestra sus modos y atributos para que con ellos conduzcamos todos los niveles y dimensiones de la conciencia: “Moisés dijo, 'con nuestros jóvenes y con nuestros ancianos iremos, con nuestros hijos y con nuestras hijas, con nuestros rebaños y con nuestro ganado iremos, porque es una festividad del Eterno para nosotros'. (10:9).

Este último versículo es primordial para entender que nuestro nexo con el Creador existe prescindiendo de edad o género.

También nos recuerda que cuando nos reunimos en las plegarias (las cuales reemplazaron las ofrendas de sacrificios en el Templo de Jerusalén), estamos unidos y juntos en círculo ante Dios.

Ya hemos dicho en otros comentarios que la palabra hebrea para “festival” significa “reunirse en círculo” o hacer un círculo.

También indicamos que esta actitud circular es exactamente opuesta al modelo piramidal de la sociedad representada por Egipto bajo el mando del faraón. Este modelo es resultado de la mentalidad egocéntrica que impone separación según la conveniencia y los caprichos de ego. A pesar de su destrucción por voluntad de Dios para presentar a Israel ante la humanidad como el modelo circular apropiado para la sociedad, el modelo piramidal continuó imponiéndose en Babilonia, Persia, Grecia, Roma, y otras naciones hasta nuestros tiempos.

Esta mentalidad piramidal divide la sociedad en niveles, castas, clases y categorías en las que supuestamente hay seres humanos inferiores y superiores. La misma engendra y justifica ideologías totalitarias que promueven racismo, segregación, discriminación, intolerancia, fanatismo, y perpetra persecuciones y genocidios. Estos “valores” llegan al extremo de divinizar humanos precisamente para justificar que superioridad e inferioridad. Con esto reafirman su mentalidad oscurantista. De ahí entendemos la idolatría y su manifestación contemporánea en el capitalismo salvaje y la sociedad de consumo. Este oscurantismo ilustra las tinieblas que el faraón y los egipcios trataron de imponer en los hijos de Israel, y “con mano fuerte y brazo extendido” el Creador lo volvió obsoleto. Los israelitas fueron las víctimas escogidas por Dios para enseñarle una lección a la humanidad acerca de las bondades del círculo como lo opuesto a la pirámide. Lamentablemente la humanidad no ha aprendido lo suficiente de los hebreos y del Dios de Israel.


Después de las plagas, los egipcios parecieron aprender que vivir bajo el sistema piramidal del faraón es como estar muertos: “Entonces los egipcios apuraban al pueblo y se apresuraron a sacarlos de la tierra, porque dijeron 'nosotros todos estamos muertos'.” (12:33) El Éxodo de Egipto, como Redención que fue para los hijos de Israel, no significa un fin de la esclavitud sino un comienzo de la libertad. Dijimos arriba que la libertad se define y se abarca según la agenda de ego, o según los modos y atributos de Amor. Si hemos aprendido algo de todo esto, nos daremos cuenta que vivimos en verdadera libertad cuando salimos de las restricciones y limitaciones impuestas por las ilusiones de ego. Una vez lo hayamos asimilado, el próximo paso es entronizar los modos de Amor en todas las dimensiones de la conciencia, y en todos los aspectos de la vida.

domingo, 6 de enero de 2013

Vaeirá: Amando Incondicionalmente al Creador

Probablemente la mayor lección que nos enseñan los Patriarcas respecto a nuestra relación con el Creador es amarlo y dedicar nuestras vidas incondicionalmente a Él.

Este es un principio fundamental para asimilar enteramente el hecho indiscutible que Dios es el Creador de todo, incluidos nosotros. Una vez comprendamos plenamente que provenimos de Él, que además nos enseña el significado de la vida en Su Torá, nos damos cuenta que no tiene sentido poner condiciones para relacionarnos con Él. El momento en que caemos en la ilusión de ego, de que somos nuestros propios dioses viviendo como entidades separadas del Creador, perdemos el verdadero significado de nuestra existencia individual y colectiva.

Nuestros Patriarcas fueron más allá de las limitaciones de intelecto, entendimiento y sensación, para contemplar al Creador como lo concibe el judaísmo, precisamente como el Dios que no tiene definición. De ahí que ello implique y requiera una actitud incondicional hacia Él en todos los aspectos, comenzando con nuestro Amor por Él.

Amamos a Dios porque provenimos de Su Amor. Esto nos conduce a que Amor sea nuestro nexo común con Él. Por lo tanto Amor es también el medio para trascender las limitaciones de la conciencia con el fin de compenetrarnos con Dios como lo Indefinible que es Él.

Trascendencia es el resultado de Amor cuando es incondicional. Dicho de otro modo, cuando amamos incondicionalmente trascendemos las limitaciones (como “condiciones”) de la conciencia humana. En este contexto, Amor incondicional es la expresión opuesta a una actitud egocéntrica ante la vida. Ego limita y restringe nuestra conciencia a sus fantasías e ilusiones.

Entre más egoístas somos, más aislados y comprimidos vivimos, al extremo de que todo lo demás pierde importancia. La actitud egoísta es directamente proporcional a qué tan materialistas podamos ser. Nos apegamos a malos hábitos, comportamiento negativo, adicciones y obsesiones dañinas en directa proporción a fantasías e ilusiones de ego.

Así es como entendemos cuando nuestros Sabios indican que el faraón representa la actitud egoísta ante la vida, y Egipto (como el espacio de los dominios de ego) las restricciones y limitaciones derivadas de esa actitud. Ego de hecho impone nuestras limitaciones y barreras que nos separan de nuestro entorno.

Nuestras pretensiones personales son cumplidas cuando permitimos que ego controle todos los aspectos de la conciencia, para luego tratar de controlar a las vidas de los demás. Este fue el caso del faraón de Egipto sobre su pueblo y los hijos de Israel.

Dios responde a la frustración de Moisés tras la decisión del faraón de recrudecer la esclavitud de los israelitas en Egipto. Moisés sabía que la decisión del faraón fue causada por el Creador, y por ello se quejó a Él. La respuesta de Dios en el comienzo de esta porción es, “Yo aparecí [lit. Yo fui visto] a Abraham, a Isaac, and a Jacob (...)” (Éxodo 6:3) advirtiendo a Moisés que los Patriarcas jamás cuestionaron Sus decisiones como el Dios Todopoderoso, e indicándole que por esa razón el Amor de ellos por Él era incondicional.

Como ya dijimos arriba, la lección aquí es aceptar los modos y atributos del Creador (revelados y no revelados a nosotros) por el simple hecho de que Él es nuestro Creador. Mientras mantengamos este conocimiento permanentemente podremos relacionarnos con Dios, no sólo como nuestro Creador sino también sabiendo que somos una emanación de Su Amor. Nuestro Amor por Él debe ser tan incondicional y eterno como lo concebimos a Él.

No debemos caer en la ilusión de condicionar e imaginar a Dios según la actitud de ego ante la vida. ¿Deberíamos engañarnos al crear una ilusión de Dios como se la imagina ego, con sus deseos y su avidez para controlar? ¿Crearme un dios acorde con lo que quiero, deseo o necesito, dependiendo de las circunstancias? ¿Y someter esta ilusión a los caprichos y pretensiones de ego? ¿Al “dame esto, ese y aquello”... y entonces te amaré, querido dios?

Esta concepción ilusoria de la vida, personificada por el faraón de Egipto, obtiene su respuesta del verdadero Dios que está en absoluto control de toda Su Creación. Una respuesta con el fin de revelar Sus modos y atributos que instruyen a la humanidad acerca del propósito real de la vida en el mundo material.

Las Diez Plagas como expresión abrumadora del dominio y control de Dios sobre Su Creación, como no debe tenerlos el ego sobre la conciencia humana. Nos referimos en este blog al significado de las Plagas en el comentario del año pasado sobre Vaeirá: “Amor como Liberación del Dominio de Ego”.

Las Plagas contienen lecciones profundas para redirigir la tendencia negativa de ego hacia medios y arbitrios que nos hagan asimilar la vida como una extensión del Amor de Dios, para así relacionarnos con Él.

Las Plagas no tenían como fin destruir al rey de Egipto sino enseñarle a él en particular y a la conciencia humana en general, que los modos y atributos de Amor son los medios con los que ego, como fuerza motriz de la vida, debe ser conducido.

El espacio al que ego nos limita y restringe (representado por la tierra de Egipto) debe ser devastado con el fin de salir de él. Una vez dejamos atrás todas las restricciones del dominio de ego, nos convertimos en la vasija que debe ser llenada con los modos y atributos de Creador, revelados en Su Torá. Como ya lo hemos dicho antes, esta vasija es la humildad.

En este sentido entendemos que humildad nos hacer ser incondicionales en nuestro Amor ante cada aspecto de la vida. Nuestra tradición oral da cuenta de Moisés como el “fiel servidor de Dios”, y el más cercano al Creador debido a su humildad, “el varón más humilde que jamás haya existido”.

En conclusión, el mensaje esencial de esta porción es humildad como premisa para amar a Dios incondicionalmente. Humildad como lo exactamente opuesto a la agenda separatista de ego. Con frecuencia decimos que Amor no cohabita con nada opuesto a sus modos y atributos. Nuestros Sabios también dicen que el Creador no se sienta con el soberbio, porque este no tiene espacio excepto para él.


El Profeta resume este mensaje esencial en la haftará para esta porción: “Así ha dicho Dios el Eterno: 'he aquí que Yo estoy contra ti, faraón rey de Egipto, el gran dragón que yace en medio de sus ríos, quien ha dicho: “Mi río es de mí, y yo lo he hecho por mí mismo”'.” (Ezequiel 29:3).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.