sábado, 26 de enero de 2013

Yitro: De la Idolatría de Ego a la Libertad de Amor

En nuestro comentario anterior sobre Yitro: “Entendiendo el Amor de Dios(5 de febrero de 2012 en este blog) dijimos que debimos haber sido idólatras expertos para poder recibir la Torá. De ahí que nuestros Sabios expliquen que sin la presencia de Yitro en Sinaí la Torá no hubiese sido dada a los hijos de Israel. De igual manera, sin la esclavitud en Egipto no hubiese libertad para nosotros por parte de Dios. 

En este sentido entendemos que las tinieblas son el preludio para la Luz, y exilio el preámbulo de la Redención. Cuando decimos que tenemos que asimilar totalmente lo que significa ser idólatra, es porque la idolatría es la razón subyacente para recibir la Torá. Vemos claramente esta razón en los Diez Mandamientos, al igual que en el resto de la Torá de principio a fin.

En este contexto reflexionemos una vez más en torno al Decálogo. El Mandamiento más importante es el primero, porque lo abarca todo, ya que todo lo que existe proviene de Dios. De ahí que Él es Dios: “Yo soy el Eterno, tu Dios”, y Él lo dice en Su relación con nosotros: “Quien te sacó de la tierra de Egipto”, indicando que Él nos liberó de la casa de esclavitud” (20:2), un cautiverio bajo aquello que está en contra de los modos y atributos del Creador.

En este sentido podemos entender tal cautiverio bajo las fantasías e ilusiones de ego, contrarias a Amor como manifestación material del Amor de Dios. De ahí que Amor es la libertad que vivimos cuando separamos nuestra conciencia de la agenda de ego. El Amor de Dios nos libera de los apegos de ego a las ilusiones materialistas que llamamos ídolos. Por lo tanto, “No tendrás los dioses de otros en Mi Presencia” (20:3) como obvia consecuencia del dominio absoluto de Dios. Entonces, como hemos indicado muchas veces, Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos.

Los modos de Amor están en directa oposición a las fantasías e ilusiones de ego como los falsos dioses que nos separan de nosotros mismos y de los demás. Se entiende la idolatría como el resultado de una actitud egoísta ante la vida. Nos apegamos a ilusiones, fantasías y deseos con nuestros sentidos en proporción a nuestra separación de Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad.

Entre más nos concentramos en nuestro beneficio individual a expensas de otros y de nuestro entorno, más nos separamos de los atributos integradores de Amor. De ahí que, No te harás para ti una imagen tallada o cualquier semejanza de lo que está en los Cielos arriba, y de lo que está en la Tierra abajo, o de lo que está en el agua debajo de la tierra.” (20:4-5).

Considerando que el Amor de Dios es infinito y lo abarca todo, no hay espacio para separación a menos que sea otra ilusión creada para nosotros. Así entendemos la exclusividad de los modos y atributos del Creador, cuando Él dice que es celoso: “No te postrarás ante ellos ni los adorarás porque Yo, el Eterno tu Dios, soy un Dios celoso (...)” (20:5).

Mientras nos inclinemos a ilusiones materiales, negamos la Fuente de donde proviene todo. Vivimos de Dios y nos debemos a Él. Su Nombre es la Esencia que no debemos tomar como algo vano, ni abusarla o despreciarla. Después de todo, Él es nuestra vida de donde existimos: “No tomarás el Nombre del Eterno tu Dios en vano, porque el Eterno no considerará inocente a quien tome Su Nombre en vano” (20:7).

Tal como lo hemos destacado, el Amor de Dios es nuestra Esencia e identidad, y el Shabat es una de sus definiciones. Sagrado como es, debemos santificarlo para hacer una clara diferencia entre lo profano y lo sagrado. El Shabat es el tiempo y espacio en el que vivimos permanentemente con el Amor de Dios.

Todos deseamos vivir este máximo deleite próximos a nuestro Creador, en directa oposición a vivir en las ilusiones de ego: “Recuerda el Shabat para santificarlo” (20:8). El Shabat, igual de exclusivo como el celo de nuestro Dios, no permite pensamientos, emociones o sentimientos apegados al mundo material, porque el Shabat es para Él. Esto incluye las fantasías, deseos e ilusiones de ego: “pero el séptimo día es un Shabat para el Eterno, tu Dios; [por tanto] no realizarás ninguna labor. (…) Por lo tanto, el Eterno bendijo el Shabat y lo santificó” (20:10-11). No hay lugar para apegos a ídolos que nos separan de los modos y atributos de Amor.

El mensaje es reiterado una vez más en nuestra relación con nuestros progenitores, como portadores del legado y herencia de nuestros antepasados: “Honrarás a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra que el Eterno, tu Dios, te da.” (20:12).

Este legado es el nexo permanente con nuestro Creador y Su Amor. En este sentido comprendemos la bondad de Sus caminos y atributos, como la tierra que él nos da constantemente. Mientras los honremos, estaremos rechazando los ídolos que niegan nuestra preciada herencia.

Los cinco Mandamientos restantes del Decálogo son advertencias específicas para no caer en la idolatría de ilusiones negativas derivadas de falsos sentimientos de carencia: “No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la esposa de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, o lo que le pertenezca a tu prójimo.” (20:13-14)

La magnificencia del Amor de Dios se manifiesta en las palabras de Moisés a los hijos de Israel: “Pero Moisés dijo al pueblo, 'No temáis, porque el Eterno ha venido para exaltaros, y para que Su Reverencia esté sobre vuestros rostros, para que no pequéis'.” (20:17).

Dios nos ama para que nos acerquemos a Él. Esta es la manera como Él nos exalta (eleva) a Su Presencia, haciéndonos reverentes a Él. Al vivir Su Amor, no hay modo de separarnos de Sus caminos y atributos. En el Amor de Dios no hay separación ni lugar para las ilusiones que llamamos pecados y transgresiones, ya que no hay carencia en Amor como manifestación material del Amor de Dios. Si Dios está con nosotros, ¿quién podría estar en contra? Solamente nuestras propias ilusiones pueden separarnos de Él.

De ahí que la porción concluya, como hemos dicho arriba, con otra advertencia contra la idolatría: “No harás [imágenes de nada que sea] ante Mí. Dioses de plata o dioses de oro no os haréis para vosotros” (20:20).

El Creador nos recuerda nuevamente que mientras vivamos por, con y para Sus caminos y atributos, estamos bendecidos por Él porque Dios es la bendición de la que provienen todas las bendiciones: “Donde sea que Yo permita que Mi Nombre sea mencionado, Yo vendré a ti y te bendeciré.” (20:21).

El Profeta reitera para nosotros esto en su visión del Trono de Gloria: “Y uno a otro se llamaban y decían, 'Sagrado, sagrado, sagrado es el Eterno de las Multitudes; toda la Tierra está llena de Su gloria'.(Isaías 6:3) y como hemos dicho, Su gloria es Su Amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.