Una
de las principales lecciones del Éxodo de Egipto en
torno a la relación entre los hijos de Israel y el Creador es la
confianza. Necesitamos confiar en lo que es la libertad para romper
con la esclavitud. En este sentido confiar es la consecuencia de
conocer. Confiamos en algo o alguien siempre y cuando sepamos que
podemos depender de aquel. La fe no es ciega cuando está precedida
por confianza, como resultado de saber: “Conócelo
a Él en todos tus caminos, y Él allanará tus senderos”
(Proverbios 3:6) Mientras
conozcamos los caminos de Dios como si fueran nuestros, sabremos
hacia dónde vamos.
Cuando estamos atados a adicciones dañinas y conducta negativa, la única salida de estas es el conocimiento como certeza de que hay algo mucho mejor que nos espera. Algunos no ven una salida simplemente porque no creen que hay algo mejor afuera. Este es el caso cuando nada de lo que oímos o consideramos como salida ofrece una verdadera alternativa a nuestra situación actual, no importa cuán negativa pueda ser esta. Podríamos identificar esta actitud como depresión. Si no hay una cura efectiva entonces necesitamos un milagro.
Este fue el caso de la mayoría de los hijos de Israel al final de su cautiverio en Egipto. No necesitaban un milagro sino muchos para recuperar la creencia en algo superior a las vidas vacías bajo el dominio del faraón. La promesa del Creador de traerlos a la tierra que Él les aseguró sus ancestros, a través de milagros tales como las Plagas, no parecían suficientes. Aún dudaban de la bondad que estos milagros les anunciaban. Entonces el asunto no era creencia, fe o confianza, sino duda e incertidumbre. En este contexto comprendemos mejor por qué hacer desaparecer el recuerdo de Amalek no es sólo uno Mandamiento de Dios. También nos encomienda a recordar diariamente lo que Amalek hizo a los hijos de Israel durante su salida de Egipto. Nos referimos a este tema en nuestro comentario sobre Beshalaj: “Amor como Sentido de la Vida” del 29 de enero de 2012.
La lección por lo tanto es encontrar el verdadero sentido de la vida como el Creador nos lo enseña en la Torá, y vivir por, para y con dicho principio todo el tiempo. Este sentido de la vida, como lo indicamos antes, es Amor como el remedio de todas las dudas, incertidumbres e indecisiones. Amor es lo que necesitamos creer, lo que debemos conocer, lo que tenemos que vivir, y en lo que estamos obligados a confiar. Lo hacemos precisamente porque Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad. No podríamos hacerlo si Amor no es parte de nosotros. Cuando comenzamos a reconocer esto, también comenzamos a conocer la conexión permanente con nuestro Creador.
Primero debemos hacernos conscientes de Amor para poder relacionarnos con el Amor de Dios. No hay otra manera. Si no creemos, sabemos o confiamos en lo que realmente somos, ¿entonces cómo lo podemos hacer con Dios? En este sentido tenemos que dedicarnos en serio a la tarea de reconocer nuestra identidad a partir de las ilusiones y fantasías de ego. Este es el dilema que enfrentaron nuestros ancestros en el Éxodo, y que enfrentamos a diario en nuestras vidas. Es por ello que recordamos todos los días la transición de esclavitud a libertad en los rezos judíos. Se trata de la lucha constante por nuestra Redención final de las ilusiones en el mundo material.
Nuestros ancestros una y otra vez desconfiaban de Dios a pesar de Sus milagros, porque la referencia que tenían acerca de su identidad era la esclavitud. Una y otra vez desafiaron al Creador, y no lo reconocían a Él porque no sabían que de Dios emana todo lo que existe. Las Diez Plagas y los milagros, tales como la separación del Mar Rojo y el Maná, no fueron suficientes porque no eran reconocidos como parte de su propia conciencia. Dicho de otro modo, todo lo que hace el Creador debemos asimilarlo como parte de nosotros, porque provenimos de Él. En ese momento decimos, “El Eterno es mi fortaleza y mi alabanza, y Él es mi Redención; este es mi Dios y lo glorificaré; el Dios de mi padre, y lo exaltaré a Él” (Éxodo 15:2)
Nuestros Sabios explican que la destrucción total del ejército del faraón en el Mar Rojo, fue la señal definitiva para que los hijos de Israel confiaran en Dios. Una vez no hubiese peligro real de morir o de ser traídos de vuelta a Egipto, no habría nada qué temer. Nuestros Sabios mencionan esta como la razón de la memorable Canción del Mar (15:1-19) contenida en el libro de rezos judíos. El reconocimiento del Amor de Dios como la fuente de nuestra Esencia e identidad es el comienzo para hacernos conscientes de nuestra inherente conexión con Él. Esto explica las palabras de dicha canción respecto a nuestro nexo permanente con el Amor de Dios: “En Tu Amor eterno Tú conducirás al pueblo que Tú has redimido. En Tu fortaleza, Tú los guiarás a Tu morada sagrada” (15:13)
Como dijimos antes, Amor es nuestro nexo común con el Creador que se manifiesta en un tiempo y espacio conocidos como el Templo de Jerusalén: “Tú los traerás y los plantarás en el monte de Tu heredad, el lugar fijo de Tu morada que Tú has hecho, oh Eterno; el Santuario, oh Eterno, que Tus manos han establecido” (15:17) Así es como nos damos cuenta de que nuestra conexión con el Creador es permanente: “El Eterno reinará por siempre jamás” (15:18) y el comienzo de este conocimiento radica en nuestra Esencia e identidad. Este también es el comienzo de nuestra creencia, fe y confianza fundamentales. El Rey David nos lo recuerda: “Oh Eterno de multitudes, dichoso el hombre que confía en Ti” (Salmos 84:12) al igual que el Profeta: “Pero bendito es el hombre que confía en el Eterno, cuya confianza está en Él” (Jeremías 17:7) y el contexto de esta confianza es el apego al Amor de Dios, a diferencia de depender de las fantasías e ilusiones de ego. Estos son los ídolos y los falsos dioses creados por la arrogancia: “Bendito es el hombre que hace del Eterno su confianza, [y] que no se fija en los soberbios, en aquellos que se inclinan a falsos dioses” (Salmos 40:4)
El Amor de Dios nos hace conscientes de lo buenos que son los modos y atributos de Amor, mediante los cuales vemos Luz en medio de las tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego. El Creador Se reveló a nuestros ancestros con Sus milagros en aquel tiempo. También nos revela Sus milagros a nosotros cada día. La lección es vivirlos cuando se nos presentan también como nuestro nexo común Él.
Cuando estamos atados a adicciones dañinas y conducta negativa, la única salida de estas es el conocimiento como certeza de que hay algo mucho mejor que nos espera. Algunos no ven una salida simplemente porque no creen que hay algo mejor afuera. Este es el caso cuando nada de lo que oímos o consideramos como salida ofrece una verdadera alternativa a nuestra situación actual, no importa cuán negativa pueda ser esta. Podríamos identificar esta actitud como depresión. Si no hay una cura efectiva entonces necesitamos un milagro.
Este fue el caso de la mayoría de los hijos de Israel al final de su cautiverio en Egipto. No necesitaban un milagro sino muchos para recuperar la creencia en algo superior a las vidas vacías bajo el dominio del faraón. La promesa del Creador de traerlos a la tierra que Él les aseguró sus ancestros, a través de milagros tales como las Plagas, no parecían suficientes. Aún dudaban de la bondad que estos milagros les anunciaban. Entonces el asunto no era creencia, fe o confianza, sino duda e incertidumbre. En este contexto comprendemos mejor por qué hacer desaparecer el recuerdo de Amalek no es sólo uno Mandamiento de Dios. También nos encomienda a recordar diariamente lo que Amalek hizo a los hijos de Israel durante su salida de Egipto. Nos referimos a este tema en nuestro comentario sobre Beshalaj: “Amor como Sentido de la Vida” del 29 de enero de 2012.
La lección por lo tanto es encontrar el verdadero sentido de la vida como el Creador nos lo enseña en la Torá, y vivir por, para y con dicho principio todo el tiempo. Este sentido de la vida, como lo indicamos antes, es Amor como el remedio de todas las dudas, incertidumbres e indecisiones. Amor es lo que necesitamos creer, lo que debemos conocer, lo que tenemos que vivir, y en lo que estamos obligados a confiar. Lo hacemos precisamente porque Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad. No podríamos hacerlo si Amor no es parte de nosotros. Cuando comenzamos a reconocer esto, también comenzamos a conocer la conexión permanente con nuestro Creador.
Primero debemos hacernos conscientes de Amor para poder relacionarnos con el Amor de Dios. No hay otra manera. Si no creemos, sabemos o confiamos en lo que realmente somos, ¿entonces cómo lo podemos hacer con Dios? En este sentido tenemos que dedicarnos en serio a la tarea de reconocer nuestra identidad a partir de las ilusiones y fantasías de ego. Este es el dilema que enfrentaron nuestros ancestros en el Éxodo, y que enfrentamos a diario en nuestras vidas. Es por ello que recordamos todos los días la transición de esclavitud a libertad en los rezos judíos. Se trata de la lucha constante por nuestra Redención final de las ilusiones en el mundo material.
Nuestros ancestros una y otra vez desconfiaban de Dios a pesar de Sus milagros, porque la referencia que tenían acerca de su identidad era la esclavitud. Una y otra vez desafiaron al Creador, y no lo reconocían a Él porque no sabían que de Dios emana todo lo que existe. Las Diez Plagas y los milagros, tales como la separación del Mar Rojo y el Maná, no fueron suficientes porque no eran reconocidos como parte de su propia conciencia. Dicho de otro modo, todo lo que hace el Creador debemos asimilarlo como parte de nosotros, porque provenimos de Él. En ese momento decimos, “El Eterno es mi fortaleza y mi alabanza, y Él es mi Redención; este es mi Dios y lo glorificaré; el Dios de mi padre, y lo exaltaré a Él” (Éxodo 15:2)
Nuestros Sabios explican que la destrucción total del ejército del faraón en el Mar Rojo, fue la señal definitiva para que los hijos de Israel confiaran en Dios. Una vez no hubiese peligro real de morir o de ser traídos de vuelta a Egipto, no habría nada qué temer. Nuestros Sabios mencionan esta como la razón de la memorable Canción del Mar (15:1-19) contenida en el libro de rezos judíos. El reconocimiento del Amor de Dios como la fuente de nuestra Esencia e identidad es el comienzo para hacernos conscientes de nuestra inherente conexión con Él. Esto explica las palabras de dicha canción respecto a nuestro nexo permanente con el Amor de Dios: “En Tu Amor eterno Tú conducirás al pueblo que Tú has redimido. En Tu fortaleza, Tú los guiarás a Tu morada sagrada” (15:13)
Como dijimos antes, Amor es nuestro nexo común con el Creador que se manifiesta en un tiempo y espacio conocidos como el Templo de Jerusalén: “Tú los traerás y los plantarás en el monte de Tu heredad, el lugar fijo de Tu morada que Tú has hecho, oh Eterno; el Santuario, oh Eterno, que Tus manos han establecido” (15:17) Así es como nos damos cuenta de que nuestra conexión con el Creador es permanente: “El Eterno reinará por siempre jamás” (15:18) y el comienzo de este conocimiento radica en nuestra Esencia e identidad. Este también es el comienzo de nuestra creencia, fe y confianza fundamentales. El Rey David nos lo recuerda: “Oh Eterno de multitudes, dichoso el hombre que confía en Ti” (Salmos 84:12) al igual que el Profeta: “Pero bendito es el hombre que confía en el Eterno, cuya confianza está en Él” (Jeremías 17:7) y el contexto de esta confianza es el apego al Amor de Dios, a diferencia de depender de las fantasías e ilusiones de ego. Estos son los ídolos y los falsos dioses creados por la arrogancia: “Bendito es el hombre que hace del Eterno su confianza, [y] que no se fija en los soberbios, en aquellos que se inclinan a falsos dioses” (Salmos 40:4)
El Amor de Dios nos hace conscientes de lo buenos que son los modos y atributos de Amor, mediante los cuales vemos Luz en medio de las tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego. El Creador Se reveló a nuestros ancestros con Sus milagros en aquel tiempo. También nos revela Sus milagros a nosotros cada día. La lección es vivirlos cuando se nos presentan también como nuestro nexo común Él.