El mensaje esencial del libro del
Éxodo es la transición de la esclavitud a la libertad, y debemos asimilarlo
como un proceso continuo en todos los niveles de la conciencia. La libertad es
relacionada generalmente a un estado sin limitaciones, en el que estamos
separados de cualquier cosa que nos somete contrario a nuestra voluntad, y a pesar de nuestro
libre albedrío. Tenemos que integrar esta definición general a lo que somos
capaces de discernir y que queremos discernir. A lo que pensamos y queremos
aprender. A lo que deseamos y queremos experimentar con nuestra mayor
intensidad. Entonces se trata de cómo exactamente queremos vivirlo. En este
punto decisivo tenemos que poner atención a quién o qué responde la pregunta,
ya sea ego con sus fantasías e ilusiones o Amor con sus modos y atributos.
En esta tercera porción del libro
del Éxodo, el faraón como actitud egocéntrica extrema ante la vida se presenta
a sí mismo como el máximo antagonista que el Creador jamás tuvo entre humanos.
No vemos en ninguna parte de la Torá una relación similar entre Dios y alguna
de Sus criaturas.
El faraón es elocuentemente
definido como el único ser humano que se atrevió a desafiar la voluntad del
Creador, además de negarse a reconocerlo como el único Dios que posee y
controla Su Creación (¡incluido el faraón, por supuesto!). Nuestros Sabios
tienen toda la razón al igualar al infame rey de Egipto con la poderosa fuerza
motriz que conocemos como ego. Seamos verdaderamente honestos con nosotros
mismos y admitamos lo cierto que hay detrás de esto.
La mayoría de lo que pensamos o
creemos en nuestra conciencia, y lo que pensamos o creemos fuera de esta, es el
resultado de nuestra posición “personal” e “individual” egocéntrica ante la
vida (ver nuestros comentarios anteriores sobre la Parshat Bo: “Luz como
Nuestro Destino” del 1 de febrero de 2011, y “De la Oscuridad a la Luz” del 22
de enero de 2012).
Dejemos de evadir el hecho de que
somos los dioses de nuestra existencia individual, ¡y además convencidos de que
la controlamos! Y como si fuera poco, de que también controlamos a otros (o
tratamos de hacerlo). En este sentido probablemente una buena cantidad de
agnósticos y ateos deben sus creencias a sus respectivos egos. La Torá resume
este tipo de mentalidad así: “Entonces Moisés y Aarón vinieron al faraón y le
dijeron, 'Así ha dicho el Eterno, el Dios de los hebreos: “¿por cuánto tiempo
más te negarás a ser humilde ante Mí”?'” (Éxodo 10:3).
En el caso del faraón, su
egocentrismo era tan extremo que lo condujo a destruir su propia conciencia, y
sus dominios: “Los sirvientes del faraón le dijeron, '¿Hasta cuándo esto será
un obstáculo para nosotros? Deja que el pueblo [de Israel] se vaya y sirvan a
su Dios. ¿Acaso aun no has visto que Egipto está perdido'?” (10:7).
Arriba mencionamos que tenemos que
escuchar, ya sea la voz de ego como portavoz de fantasías, deseos e ilusiones
materialistas o la voz de Amor como portavoz de lo bueno para la vida. Hemos
repetido muchas veces en este blog que el
judaísmo define Amor no como pensamiento, emoción, sentimiento o pasión, sino
como el principio ético detrás de estos.
Amor por sí mismo es un fundamento
ético, como manifestación del Amor de Dios que igualmente contiene valores,
principios, modos, medios y atributos. El Creador nos enseña a amar de la
manera en la que Él nos ama. Nuestra referencia de Amor es el Amor de Dios, y
nada más.
Este fundamento ético nos muestra
sus modos y atributos para que con ellos conduzcamos todos los niveles y
dimensiones de la conciencia: “Moisés dijo, 'con nuestros jóvenes y con
nuestros ancianos iremos, con nuestros hijos y con nuestras hijas, con nuestros
rebaños y con nuestro ganado iremos, porque es una festividad del Eterno para
nosotros'. (10:9).
Este último versículo es
primordial para entender que nuestro nexo con el Creador existe prescindiendo
de edad o género.
También nos recuerda que cuando
nos reunimos en las plegarias (las cuales reemplazaron las ofrendas de
sacrificios en el Templo de Jerusalén), estamos unidos y juntos en círculo ante Dios.
Ya hemos dicho en otros comentarios que
la palabra hebrea para “festival” significa “reunirse en
círculo” o hacer un círculo.
También indicamos que esta actitud circular es
exactamente opuesta al modelo piramidal de la sociedad representada por Egipto
bajo el mando del faraón. Este modelo es resultado de la mentalidad egocéntrica
que impone separación según la conveniencia y los caprichos de ego. A pesar de
su destrucción por voluntad de Dios para presentar a Israel ante la humanidad
como el modelo circular apropiado para la sociedad, el modelo piramidal
continuó imponiéndose en Babilonia, Persia, Grecia, Roma, y otras naciones
hasta nuestros tiempos.
Esta mentalidad piramidal divide
la sociedad en niveles, castas, clases y categorías en las que supuestamente
hay seres humanos inferiores y superiores. La misma engendra y justifica
ideologías totalitarias que promueven racismo, segregación, discriminación,
intolerancia, fanatismo, y perpetra persecuciones y genocidios. Estos “valores”
llegan al extremo de divinizar humanos precisamente para justificar que
superioridad e inferioridad. Con esto reafirman su mentalidad oscurantista. De
ahí entendemos la idolatría y su manifestación contemporánea en el capitalismo
salvaje y la sociedad de consumo. Este oscurantismo ilustra las tinieblas que
el faraón y los egipcios trataron de imponer en los hijos de Israel, y “con
mano fuerte y brazo extendido” el Creador lo volvió obsoleto. Los israelitas
fueron las víctimas escogidas por Dios para enseñarle una lección a la
humanidad acerca de las bondades del círculo como lo opuesto a la pirámide.
Lamentablemente la humanidad no ha aprendido lo suficiente de los hebreos y del
Dios de Israel.
Después de las plagas, los
egipcios parecieron aprender que vivir bajo el sistema piramidal del faraón es
como estar muertos: “Entonces los egipcios apuraban al pueblo y se apresuraron
a sacarlos de la tierra, porque dijeron 'nosotros todos estamos muertos'.”
(12:33) El Éxodo de Egipto, como Redención que fue para los hijos de Israel, no
significa un fin de la esclavitud sino un comienzo de la libertad. Dijimos
arriba que la libertad se define y se abarca según la agenda de ego, o según
los modos y atributos de Amor. Si hemos aprendido algo de todo esto, nos
daremos cuenta que vivimos en verdadera libertad cuando salimos de las
restricciones y limitaciones impuestas por las ilusiones de ego. Una vez lo
hayamos asimilado, el próximo paso es entronizar los modos de Amor en todas las
dimensiones de la conciencia, y en todos los aspectos de la vida.