domingo, 6 de enero de 2013

Vaeirá: Amando Incondicionalmente al Creador

Probablemente la mayor lección que nos enseñan los Patriarcas respecto a nuestra relación con el Creador es amarlo y dedicar nuestras vidas incondicionalmente a Él.

Este es un principio fundamental para asimilar enteramente el hecho indiscutible que Dios es el Creador de todo, incluidos nosotros. Una vez comprendamos plenamente que provenimos de Él, que además nos enseña el significado de la vida en Su Torá, nos damos cuenta que no tiene sentido poner condiciones para relacionarnos con Él. El momento en que caemos en la ilusión de ego, de que somos nuestros propios dioses viviendo como entidades separadas del Creador, perdemos el verdadero significado de nuestra existencia individual y colectiva.

Nuestros Patriarcas fueron más allá de las limitaciones de intelecto, entendimiento y sensación, para contemplar al Creador como lo concibe el judaísmo, precisamente como el Dios que no tiene definición. De ahí que ello implique y requiera una actitud incondicional hacia Él en todos los aspectos, comenzando con nuestro Amor por Él.

Amamos a Dios porque provenimos de Su Amor. Esto nos conduce a que Amor sea nuestro nexo común con Él. Por lo tanto Amor es también el medio para trascender las limitaciones de la conciencia con el fin de compenetrarnos con Dios como lo Indefinible que es Él.

Trascendencia es el resultado de Amor cuando es incondicional. Dicho de otro modo, cuando amamos incondicionalmente trascendemos las limitaciones (como “condiciones”) de la conciencia humana. En este contexto, Amor incondicional es la expresión opuesta a una actitud egocéntrica ante la vida. Ego limita y restringe nuestra conciencia a sus fantasías e ilusiones.

Entre más egoístas somos, más aislados y comprimidos vivimos, al extremo de que todo lo demás pierde importancia. La actitud egoísta es directamente proporcional a qué tan materialistas podamos ser. Nos apegamos a malos hábitos, comportamiento negativo, adicciones y obsesiones dañinas en directa proporción a fantasías e ilusiones de ego.

Así es como entendemos cuando nuestros Sabios indican que el faraón representa la actitud egoísta ante la vida, y Egipto (como el espacio de los dominios de ego) las restricciones y limitaciones derivadas de esa actitud. Ego de hecho impone nuestras limitaciones y barreras que nos separan de nuestro entorno.

Nuestras pretensiones personales son cumplidas cuando permitimos que ego controle todos los aspectos de la conciencia, para luego tratar de controlar a las vidas de los demás. Este fue el caso del faraón de Egipto sobre su pueblo y los hijos de Israel.

Dios responde a la frustración de Moisés tras la decisión del faraón de recrudecer la esclavitud de los israelitas en Egipto. Moisés sabía que la decisión del faraón fue causada por el Creador, y por ello se quejó a Él. La respuesta de Dios en el comienzo de esta porción es, “Yo aparecí [lit. Yo fui visto] a Abraham, a Isaac, and a Jacob (...)” (Éxodo 6:3) advirtiendo a Moisés que los Patriarcas jamás cuestionaron Sus decisiones como el Dios Todopoderoso, e indicándole que por esa razón el Amor de ellos por Él era incondicional.

Como ya dijimos arriba, la lección aquí es aceptar los modos y atributos del Creador (revelados y no revelados a nosotros) por el simple hecho de que Él es nuestro Creador. Mientras mantengamos este conocimiento permanentemente podremos relacionarnos con Dios, no sólo como nuestro Creador sino también sabiendo que somos una emanación de Su Amor. Nuestro Amor por Él debe ser tan incondicional y eterno como lo concebimos a Él.

No debemos caer en la ilusión de condicionar e imaginar a Dios según la actitud de ego ante la vida. ¿Deberíamos engañarnos al crear una ilusión de Dios como se la imagina ego, con sus deseos y su avidez para controlar? ¿Crearme un dios acorde con lo que quiero, deseo o necesito, dependiendo de las circunstancias? ¿Y someter esta ilusión a los caprichos y pretensiones de ego? ¿Al “dame esto, ese y aquello”... y entonces te amaré, querido dios?

Esta concepción ilusoria de la vida, personificada por el faraón de Egipto, obtiene su respuesta del verdadero Dios que está en absoluto control de toda Su Creación. Una respuesta con el fin de revelar Sus modos y atributos que instruyen a la humanidad acerca del propósito real de la vida en el mundo material.

Las Diez Plagas como expresión abrumadora del dominio y control de Dios sobre Su Creación, como no debe tenerlos el ego sobre la conciencia humana. Nos referimos en este blog al significado de las Plagas en el comentario del año pasado sobre Vaeirá: “Amor como Liberación del Dominio de Ego”.

Las Plagas contienen lecciones profundas para redirigir la tendencia negativa de ego hacia medios y arbitrios que nos hagan asimilar la vida como una extensión del Amor de Dios, para así relacionarnos con Él.

Las Plagas no tenían como fin destruir al rey de Egipto sino enseñarle a él en particular y a la conciencia humana en general, que los modos y atributos de Amor son los medios con los que ego, como fuerza motriz de la vida, debe ser conducido.

El espacio al que ego nos limita y restringe (representado por la tierra de Egipto) debe ser devastado con el fin de salir de él. Una vez dejamos atrás todas las restricciones del dominio de ego, nos convertimos en la vasija que debe ser llenada con los modos y atributos de Creador, revelados en Su Torá. Como ya lo hemos dicho antes, esta vasija es la humildad.

En este sentido entendemos que humildad nos hacer ser incondicionales en nuestro Amor ante cada aspecto de la vida. Nuestra tradición oral da cuenta de Moisés como el “fiel servidor de Dios”, y el más cercano al Creador debido a su humildad, “el varón más humilde que jamás haya existido”.

En conclusión, el mensaje esencial de esta porción es humildad como premisa para amar a Dios incondicionalmente. Humildad como lo exactamente opuesto a la agenda separatista de ego. Con frecuencia decimos que Amor no cohabita con nada opuesto a sus modos y atributos. Nuestros Sabios también dicen que el Creador no se sienta con el soberbio, porque este no tiene espacio excepto para él.


El Profeta resume este mensaje esencial en la haftará para esta porción: “Así ha dicho Dios el Eterno: 'he aquí que Yo estoy contra ti, faraón rey de Egipto, el gran dragón que yace en medio de sus ríos, quien ha dicho: “Mi río es de mí, y yo lo he hecho por mí mismo”'.” (Ezequiel 29:3).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.