domingo, 26 de febrero de 2012

Tetzavé: Viviendo Nuestra Unidad con el Amor de Dios


El Santuario y el Sumo Sacerdote están relacionados no de manera complementaria, sino como partes de la misma unidad, igual como cuerpo y conciencia integran la vida humana. Nuestros Sabios comparan el Santuario con el aspecto material de la vida y al Sumo Sacerdote con lo espiritual, y ambos como unidad porque nada está separado cuando concebimos la vida como una emanación de Dios. Suena paradójico que dos cualidades aparentemente diferentes puedan ser parte de la misma unidad, porque en nuestra conciencia fragmentada percibimos todo separado para poder asimilar cada parte como elementos de lo mismo. Entre más separamos y dividimos algo, más parecería que lo entendemos. Esto ocurre cuando queremos “conocer” algo o a alguien: queremos todos los detalles como piezas de una imagen que también queremos que sea de acuerdo a nuestro entendimiento o idea preconcebida.

Esto nos pasa cuando vemos una película en la que se supone debemos conocer cada personaje para poder anticiparnos o predecir el desenlace de la trama. No hay nada raro con ello porque es parte de la manera en la que nos hemos formado culturalmente. Es algo tan natural en nosotros que así mismo concebimos al Creador, pero no nos resulta ya que no es la manera en la que debemos relacionarnos con Él. Se trata entonces de una concepción materialista difícil de cambiar pero debemos hacerlo si queremos conocer Sus caminos y atributos. Únicamente en este conocimiento podemos darnos cuenta de quiénes realmente somos. Debemos conocer nuestra verdadera Esencia e identidad cuando aprendemos a conocer el Amor de Dios como nuestro Creador, y la Torá nos indica cómo. Después de todo es la Torá la que define nuestra identidad como judíos basada en nuestra relación con el Creador.

Hemos dicho que Aarón o el Sumo Sacerdote representa el máximo conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios. Sabemos que el Creador es indefinible, y que la única manera de relacionarnos con Él es mediante Sus caminos y atributos como los estipula Su Torá. Estos atributos reflejan Su Amor por Su Creación en general y por Israel en especial, porque tenemos una relación particular con Él como también lo señala la Torá. Debemos relacionarnos con Él con todas las dimensiones de nuestra vida, “con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas [todo lo que eres y posees]”, y estos son partes de la unidad llamada vida. El corazón abarca nuestras fuerzas vitales (ego, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos), el alma abarca intelecto y discernimiento de nuestra Esencia e identidad emanadas del Amor de Dios, y nuestras fuerzas son todo lo que adquirimos, logramos y poseemos en la vida, lo cual incluye conocimiento y destrezas que nos llevan a “ser”, “hacer” y “tener”. En la unidad armonizada de estas dimensiones concebimos lo que somos en nuestra relación con Dios. No importa qué tan mundano o materialista pueda esto sonar, la idea es “elevarlos” en Sus caminos mediante Sus atributos.

El Sumo Sacerdote, como nuestra verdadera fuerza vital es la más alta conciencia judía con la que logramos esto, y el Santuario como tiempo y espacio donde todas las dimensiones de la conciencia están unidas. Esto es parte de nuestra identidad, ya que nos viene directamente como Mandamiento positivo: “Y tú mandarás (tetzavé) a los hijos de Israel (...)” (Éxodo 27:20) y quien manda a los hijos de Israel (todos los aspectos, cualidades y dimensiones de la concienciaes Moisés (el máximo conocimiento del Creador y Su Amorporque sólo a través del conocimiento del Amor de Dios nos conectamos con ÉlRecordemos que la raíz semántica hebrea de “mandamiento” y “mandar” también quiere decir “conexión” y “conectar”. Así se entiende que al cumplir Sus Mandamientos estemos conectados con Él.

El Sumo Sacerdote, como el mayor conocimiento de nuestra conexión con el Creador, es el que ama cada aspecto y dimensión de la conciencia lo suficiente para elevarlos con su Amor unido al Amor de Dios permanentemente: “(…) para que ellos [los nombres de las Tribus de Israelestén sobre el corazón de Aarón cuando venga ante el Eterno, y Aarón cargará con el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón ante el Eterno todo el tiempo” (28:30) Nos hemos referido antes al Sumo Sacerdote (ver nuestro comentario “Parshat TetzavéEl Conocimiento Permanente de Nuestra Conexión con el Amor de Dios” del 6 de Febrero de 2011) como la más sublime actitud amorosa ante la vida y nuestras circunstancias, y como lo exactamente opuesto a las ilusiones y fantasías materialistas de ego. En este sentido nos damos cuenta que Amor es el conductor natural de todos aspectos de la conciencia, ego incluido.

En este conocimiento nuestro Amor es el medio para abrazar el Amor de Dios: “Estará ceñido a la frente de Aarón, y Aarón cargará con la iniquidad de las cosas sagradas que los hijos de Israel santifican, por todas sus ofrendas sagradas. Estará sobre su frente constantemente para hacerlas favorables ante el Eterno” (28:36-38) porque en el conocimiento de nuestro propio Amor (la frente de Aarón) santificamos la vida y todo lo que está relacionada con ella como ofrendas sagradas que Dios creó para nosotros. Cuando constantemente consagramos nuestra realidad material a Sus caminos y atributos, Él también nos abraza con Su Amor. Es así como hacemos que el mundo sea favorable ante Él. De esta manera comprendemos cuál es nuestra relación y conexión con Él: “Ellos sabrán que Yo, el Eterno, soy su Dios que los saqué de la tierra de Egipto para que Yo habite entre ellos; Yo soy el Eterno su Dios” (29:46) y de esta manera sabemos que Su Amor es nuestro nexo común con Él.

Tenemos que familiarizarnos con Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, y lo hacemos despertando el Sumo Sacerdote en nuestra conciencia, como el medio y albedrío para infundir Amor en nuestra vida y realidad inmediata. Amor es el maestro, el guía y el conductor en lo que creemos, pensamos, sentimos, expresamos y hacemos. Esto es nuestra verdadera Redención del cautiverio en la tierra de las fantasías e ilusiones de ego. Si no sabemos cómo recuperar el conocimiento de Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, la Torá nos instruye acerca de ello porque define para nosotros lo que somos en verdad. No seamos superficiales y nos conformemos con menos de lo que realmente somos, y no con lo vacío que son las ilusiones y fantasías materialistas. Amor es el legado y herencia de nuestro Creador para nosotros y para toda Su Creación. Provenimos de Su Amor, y también somos Su Amor para descubrirlo, celebrarlo, disfrutarlo y compartirlo entre todos. Conozcamos al Creador a través de nuestro Amor como nuestro nexo común con Él.

Amor como Libertad

¿Se requieren seis millones de vidas para sensibilizar la conciencia humana? ¿Qué más se requiere para vivir en plena libertad? De hecho estamos igualando sensibilidad con libertad y habría que replantearlo mejor, diciendo qué se necesita para ser lo suficientemente sensible para vivir en verdadera libertad. El Dios de los judíos es El de la libertad, tal como lo define el Primer Mandamiento en el Decálogo: Yo soy el Eterno tu Dios que te sacó de la casa de esclavitud en Egipto” y reafirmado en otros pasajes de la Torá como “El que te subió de la tierra de Egipto, lo cual quiere decir que Su libertad para nosotros implica una elevación de un estado o lugar hacia otro. En este sentido, Egipto y la Tierra Prometida representan un nivel inferior y otro superior, respectivamente. Hemos mencionado antes en este blog que Egipto representa el apego abyecto a los aspectos negativos de la conciencia, igual que las naciones cananeas como rasgos específicos que debemos superar para poseer principios éticos y morales que preceden al tipo de libertad que el Creador quiere para Israel (ver en este blog nuestro comentario “Conquistando las 'naciones' con Amor”, 26 de junio de 2010).

La respuesta a nuestras preguntas de arriba es la misma para nuestra lucha por la verdadera libertad, y es Amor. Se requiere Amor para sensibilizar la conciencia humana, y todo lo opuesto a este son la esclavitud abyecta en cuyo nombre son cometidos los peores crímenes. En este contexto, la maldad y sus derivados son las expresiones negativas opuestas a Amor. En lo referente a la ética, la Torá define lo “negativo” como el tipo de actos que niegan u obstruyen la conexión con nuestro Dios. La maldad como la actitud que maldice la vida y rechaza sus bendiciones. Al mismo tiempo la Torá define lo “positivo” como actos que nos elevan a nuestro Dios al hacerlosEstos actos son la causa y el efecto de nuestra sensibilidad con el propósito de vivir en auténtica libertad. Se trata de la bondad como expresión de lo positivo para lograr esa libertad. De ahí que no podamos ser libres si pensamos, sentimos y actuamos bajo aquello que niega o rechaza los caminos y atributos de Amor. Se requiere el más grande Amor de todos, el Amor de Dios, para vivir en plena libertad y este es el tipo de Amor que debemos vivir y abrazar como nuestra verdadera Esencia e identidad, porque esta Esencia es nuestra libertad real.

Ya hemos aprendido por experiencia que no podemos vivir sin Amor por el hecho de ser la reflexión material del Amor de Dios, como la Esencia que nos creó y nos sustenta. No necesitamos creer en Dios para saber lo que es Amor. Agnósticos y ateos lo saben al igual que la gente de las comunidades más aisladas que consideramos “primitivas”Ellos y nosotros coincidimos en que los caminos y atributos de Amor son la bondad que debemos acoger y procurar, como individuos y como sociedad, para poder vivir en libertad. Por otro lado, aquellos que creemos en el Creador reconocemos Su Amor como la fuente de todo, incluyendo los caminos y atributos de Amor.

La libertad se fundamenta en la amorosa bondad, ya que esta sostiene al mundo: “El mundo está construido en amorosa bondad” (Salmos 89:3) porque es una emanación de la amorosa bondad del Creador, como uno de Sus atributos: “[Yo soyEl Eterno, El Eterno, Dios de compasión, y el Dios de gracia, abundante en amorosa bondad (...)” (Éxodo 34:6) y estos atributos de los que fuimos creados definen nuestra Esencia e identidad. En ellos encontramos nuestra verdadera libertad, y no en lo opuesto. Nuestros Sabios dicen que “quienes estudian Torá todos los días aseguran su vida en el Mundo por Venirporque los caminos (modos) del mundo son suyos [de la Torá]” y en términos prácticos esto significa que aquellos que aman todos los días construyen el Mundo por Venir, ya que los modos del mundo son los modos de AmorTambién hablan de la paz como el resultado del estudio de la Torá, “Todos tus hijos serán estudiosos [de la Torádel Eterno, y grande será la paz de tus hijos [como constructores de paz]” porque paz es tanto el resultado como el cimiento para construir el mundo de acuerdo a Sus caminosLa paz, como uno de los modos y atributos de Amor, es también la causa y el efecto de vivir en libertad.

A este punto ya sabemos qué hacer respecto a lo que ponemos en las vasijas de nuestro pensamiento, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Hemos dicho que estos son dimensiones de la conciencia que esperan ser llenados con lo que elegimos entre maldiciones y bendiciones, positivo y negativo, verdadero y falso. Algunos dicen que la maldad en el mundo ya es suficiente, y entonces nos debemos preguntar cuánto Amor es suficiente para borrar tanta maldad. ¿Cuánto se requiere para amar lo suficiente¿Cuántos más dictadores despiadados y despóticos en el mundo? ¿Cuánta más opresión religiosa fundamentalista? ¿Cuánta más humillación a la dignidad humana? ¿Acaso no fueron suficientes seis millones de vidas judías para aprender cuánto se requiereTenemos que retornar a nuestro Dios que nos subió de la tierra de Egipto, caminando en Sus caminos e imitando Sus atributos como nuestra libertad del cautiverio en los aspectos negativos de la conciencia bajo el dominio de las fantasías e ilusiones de egoEl Amor de Dios está siempre presente y cubre toda Su Creación, y es nuestra elección retornar a Él como nuestra verdadera Esencia, y a Su Amor como nuestra verdadera identidadAmor es nuestra salida de las ilusiones negativas porque Amor es nuestra libertad real.

Debemos indicar que uno de los contrarios de Amor es el miedo, y algunos dicen que el miedo es lo opuesto a la libertad. Están en lo cierto al afirmar que mientras vivamos con miedo viviremos en cautiverio. Tenemos que entender este predicamento en nuestros tiempos actuales, y preguntarnos individualmente qué es aquello que nos esclaviza, comenzando con las fantasías e ilusiones de ego. ¿Qué es lo que creemos que somos y tenemos, o lo que no somos y carecemos, que niega nuestra libertad¿Qué está más allá de nuestras necesidades básicas que determina lo que somos, lo que queremos ser, o lo que limita lo que queremos serTambién preguntémonos lo que nos da miedo, aquello que restringe nuestra libertad. Y algo aún más importante, ¿qué pensamos o creemos que es la libertadOtra vez, la respuesta a todas estas preguntas, tarde o temprano, nos llevan a Amor como nuestra auténtica libertad. ¿Tenemos miedo de Amor aun sabiendo que es nuestra verdadera Esencia e identidadRepitamos una vez más que Amor es la causa y el efecto. Cuando estemos plenamente conscientes de este principio, seremos verdaderamente libres.

Nosotros y nuestra historia somos la prueba de que Dios existe, y que hemos existido, existimos y seguiremos existiendo a pesar de que nos nieguen, nos rechacen y traten de destruirnos, porque aun en nuestro Holocausto somos la prueba viviente de lo que el Creador ha sido, es y será para Su Creación: Amor. Amamos a pesar del mundo y sus ilusiones, y seguiremos amando porque en Amor está nuestra conexión permanente con el Creador y esa es nuestra mayor libertad. Él nos saco de la esclavitud para ser realmente libres en Su Amor, que es vivir en Sus caminos y atributos. Al recordar diariamente nuestro Éxodo de Egipto reconocemos que todo existe gracias a Su Amor y al honrar el Shabat damos testimonio de ello. La tradición judía, definida como nuestra identidad, ha sido y será la prueba de que Dios existe. Cuando no somos fieles a ella como legado del Creador nos negamos a reconocerlo y proclamarlo, ya que cuando no ejercemos nuestra identidad negamos la existencia de Dios. Esto quiere decir que si no amamos, negamos al Creador. Somos libres cuando en total albedrío amamos como Él quiere que lo hagamos, y en Sus caminos y atributos radica nuestra identidad.

domingo, 19 de febrero de 2012

Terumá: El Santuario como Conexión con el Amor de Dios


La Torá, Israel, la Tierra Prometida, y el Templo de Jerusalén son los elementos esenciales para revelar la Presencia del Creador en el mundo material. Son partes de la misma entidad que llamamos conciencia, y también son los medios para lograr el propósito de esta. La Torá es el Plan Maestro del Creador, la Tierra Prometida es el espacio material y espiritual para implementar el Plan, y el Templo de Jerusalén  es nuestro más elevado conocimiento del Amor de Dios como nivel para unirnos a Él. En esta Unidad cumplimos nuestra misión de revelar y proclamar Su Soberanía sobre toda Su Creación.

Con el estudio de la Torá aprendemos a conocer al Creador a través de Sus caminos y atributos, que nosotros como Israel estamos encomendados a emular. Como nuestra herencia y legado Divino, la Torá define nuestra identidad como judíos. Somos judíos porque la Torá nos dice lo que somos. Hemos pasado centenares de generaciones inmersas en el estudio de la Torá sólo con el fin de definir para nosotros y las futuras generaciones quiénes somos. El producto de esa larga jornada son los volúmenes compilados por la Torá Oral [el Talmud]. Irónicamente, después de tantos siglos y vidas dedicadas a esa tarea monumental, seguimos debatiendo lo que define la identidad hebrea. Esto nos indica que uno de los mayores retos y esfuerzos que debemos abordar en la naciente era Mesiánica es descubrir y abrazar lo que verdaderamente somos, basados en la definición que el Creador nos dio en Su Torá.

Mientras no nos demos cuenta cuál es nuestra identidad judía, nunca sabremos nuestro propósito en el mundo material. Conocer o ignorar esta identidad ha determinado nuestra fortuna como individuos y como Nación. Si estamos dispuesto a aprender de nuestra historia, la conclusión obvia y más “lógica” sería abrazar nuestra auténtica identidad. Aunque esto pareciera que nuestro predicamento común es rebelarnos contra quiénes somos, prefiriendo asimilarnos a otras “culturas”, creencias o estilos de vida. La mayor crítica a los judíos no observantes es su falta de interés por conocer la identidad hebrea. Si por puro interés personal indagaran por ella, probablemente dejarían atrás aquello que no define lo que realmente son. Es interesante notar que en estos tiempos millares de personas de todo el mundo están abrazando el judaísmo como su identidad personal y espiritual. Esto cumple las profecías sobre “la congregación de los exiliados” como descendientes de las perdidas Tribus de Israel, por quienes rezamos tres veces al día cuando nos paramos ante nuestro Padre y Rey.

La Tierra de Israel es el lugar geográfico en el mundo material escogido por el Creador para Su pueblo, con el fin de cumplir su destino de acuerdo a Su voluntad. La Torá describe esta Tierra como espacio físico y espiritual para ejercer nuestra identidad, porque esta integra cualidades materiales y espirituales. El judaísmo concibe la vida y el mundo como parte de una unidad de la cual nada está separado, ya que nuestro destino es hacer de lo material y lo espiritual medios para revelar la Presencia de Dios como el Creador de todo. Esto abarca todos los niveles y dimensiones de la conciencia, que deben ser dirigidos y guiados por Su voluntad. Es lo que aquí llamamos el Amor de Dios como causa y efecto de lo que concebimos y vivimos como Amor en nuestra comprensión humana. Entre más descubrimos, vivimos, aprendemos y compartimos Amor, más conoceremos el Amor del Creador.

En este sentido, la Tierra de Israel integra todas las facetas de la conciencia humana, manifiestas y potenciales, bajo el conocimiento del Amor de Dios. Tenemos montañas, valles, desiertos, playas, mar, lagos, colinas y llanuras que representan pensamientos e ideales, imaginación, introspección, expresión, sensibilidad, austeridad y rasgos del carácter que expanden o limitan la manera cómo concebimos y afrontamos la vida, el mundo y nuestras relaciones con los demás. En este sentido hemos sido bendecidos con una Tierra (material y espiritual) que extiende el potencial humano en cada dimensión del intelecto, el pensamiento, las emociones, los sentimientos, las pasiones e instintos. Esta Tierra, como cualidad especial en la conciencia, nos dota para realizar la voluntad del Creador. Dicho de otro modo, mientras no vivamos en ella (no vivir en la conciencia con todo su potencial) no podremos manifestar plenamente los caminos y atributos de Dios.

El Santuario, como el Tabernáculo y el Templo de Jerusalén, es también el punto focal físico y espiritual en el que nuestra conciencia logra su total conocimiento de la identidad judía. Al asimilar el Amor de Dios como la Esencia de lo que somos mediante el conocimiento de los modos y atributos de Amor, ascendemos a Jerusalén (la más elevada realización del Amor Divino). Entonces podremos entrar al lugar más sagrado de la conciencia, el cual es nuestra conexión con el Creador. De ahí que recemos tres veces al día por la reconstrucción de Jerusalén, y este proceso sólo lo podemos hacer con la ayuda del Amor de Dios. Así entendemos terumá como el proceso de elevación a través del cual ofrendamos nuestra vida a la voluntad del Creador. Las ofrendas que elevamos en el Templo son todas las facetas, aspectos, rasgos, cualidades y dimensiones bajo la conducción de Amor como la manifestación material del Amor de Dios. Ver en este blog nuestro comentario sobre la Parshat Terumá: “Elevando la Vida al Amor de Dios” del 30 de enero 2011 para más detalles.

Sólo Amor encuentra Amor y nada más. Así comprendemos que nuestras ofrendas deben ser impecables y completas, lo que significa que en ellas no hay nada más que Amor: “(…) y haz que ellos tomen para Mí una ofrenda [lit. elevación] de cada persona cuyo corazón le inspire a generosidad (…)” (Éxodo 25:2) porque cuando Amor nos inspira y llena, la generosidad le sigue y nuestro Amor encuentra el Amor de Dios: “Y ellos Me harán un Santuario, y Yo moraré entre [en] ellos” (25:8) y la Torá es el medio para establecer este Santuario: “Y pondrás en el Arca el Testimonio que Yo te daré” (25:16)

Nuestros Sabios debaten en torno a los significados alegóricos de cada parte y utensilio del Tabernáculo, comparándolos con el cuerpo humano y con todo lo que Dios creó en los siete días de Su Creación. Con estas comparaciones nos enseñan que el Santuario integra todos los elementos de la Creación material y espiritual. Como alegoría del cuerpo humano, significa que todo lo que el cuerpo contiene debe ser consagrado al Creador, de ahí que: “Dichosos son aquellos que moran en Tu Casa, [porque] ellos te alabarán por siempre (Salmos 84:4) ya que después de todo somos Sus criaturas y nuestro destino es conocerlo a Él y unirnos a Él. Este es el legado de la Torá, de Israel, la Tierra Prometida, y el Templo de Jerusalén: “Alaba al Eterno, oh Jerusalén; alaba a tu Dios, oh Sión. Porque Él ha reforzado los cerrojos de tus portales, Él ha bendecido a tus hijos en medio de ti. Él ha hecho la paz dentro de tus fronteras, Él te sacia con el mejor de los trigos” (147:12-14)

domingo, 12 de febrero de 2012

Mishpatim: Las Leyes de la Torá como Amor de Dios


La Entrega de la Torá es el acontecimiento más importante de la historia judía y también del mundo. La Torá es la identidad y la constitución de los judíos porque sin ella no existimos. Al mismo tiempo contiene el plan maestro del Creador para Su Creación, que incluye al mundo material. Este plan nos está parcialmente revelado como el código de ética mediante el cual manifestamos y hacemos tangible el Amor de Dios. En este sentido la Torá contiene reglas y directrices para la humanidad, dirigidas a cumplir el mensaje primordial de la Torá para todos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, [porque] Yo soy el Eterno”.

Las reglas y directrices de la Torá abarcan lo que define como Mandamientos, leyes, estatutos y decretos, porque necesitamos aprender cómo andar en los caminos del Creador emulando Sus atributos. Todos estos como emanaciones de Su amor, de donde procede todo lo que existe. Nuestros Sabios se refieren a los estatutos como reglas para dirigirnos y guiarnos como individuos, y a las leyes (mishpatim) como reglas para relacionarnos unos con otros. Tenemos que entender estos estatutos y leyes como parte de los mismos cimientos éticos que el Amor de Dios quiere darnos para manifestar Amor como nuestra Esencia común con Él.

Hay que tener en cuenta que cada regla en la Torá debe ser aprendida, ya que el propósito de la vida humana es una experiencia educativa basada en una actitud empírica ante el mundo material. Esto quiere decir que aprendemos mediante prueba y error, diferenciando entre cierto y falso, útil e inútil, productivo y destructivo, positivo y negativo. Esto lo hacemos viendo a la Naturaleza como el diseño inteligente” que algunos llaman en estos tiempos. Nuestros antepasados aprendieron a través de este proceso, e igualmente lo hacemos nosotros. Los animales también siguen este mismo patrón, y parte de nuestro aprendizaje es ver cómo estos se comportan y actúan en su ambiente. La principal lección que aprendemos de los animales es que parecen entender Amor como la Esencia que da vida y protege la vida.

El Creador nos dio discernimiento humano para ir más allá de lo obvio y básico” de Amor (no tan obvio para muchos). Mediante las reglas y directrices educativas de la Torá (nunca olvidemos que Torá en hebreo significa Instrucción) preparamos la conciencia para asimilar el Amor de Dios a través de ser y manifestar Amor como nuestra Esencia e identidad. Nuestros Sabios explican que la primera de las leyes presentadas en la Torá después de ser entregada a Israel está relacionada con la manera de tratar a un esclavo hebreo. Se refiere a su cautiverio no sólo como servidumbre sino como un proceso educativo. Ellos explican que tales esclavos fueron hombres que cometieron transgresiones como homicidio involuntario y robo, por los que tuvieron que venderse para pagar los daños que no pudieron compensar con dinero o posesiones materiales. En este contexto cautiverio en la Tierra de Israel era parte de las leyes de la Torá, no sólo como reglas de castigo sino como directrices correctivas y educativas para aquellos que sabían poco y actuaron por ignorancia. En este mismo contexto debemos entender las Ciudades de Refugio y a los levitas como lugares de rehabilitación y personas que enseñaban a los hijos de Israel los medios y arbitrios de la Torá.

Usemos una analogía para asimilar mejor las reglas de la Torá. Es como aprender a manejar un auto o vehículo. La mayoría de los países consideran manejar no un derecho sino un “privilegio”, ya que estiman que un privilegio implica no sólo responsabilidades sino obligaciones. Una vez estamos al volante el resto de la gente no espera menos de uno, y estamos obligados a manejar con cuidado y cumplir con las leyes universales de tránsito. Hay un proverbio español que dice que “no hay hombre cuerdo a caballo”, porque se presume que un individuo se comporta diferente sobre un caballo por el hecho de que no anda por sí mismo sino sobre algo que exige su atención. De ahí que aprendamos a manejar también aprendiendo las reglas del tránsito. Las palabras claves aquí son “privilegio”, “cómo”, “responsabilidad” y “obligación”.

Como judíos tenemos el privilegio de ser el pueblo de la Torá, la cual nos encomienda aprender los caminos y atributos del Creador. Estos como parte de Su Amor por nosotros y Su Creación, los cuales son la manera cómo cumplimos Su voluntad. Esta es nuestra principal responsabilidad con el fin de conocer quiénes somos y nuestro propósito en la vida, y llegamos a conocer esto aprendiéndolo. Nuestro aprendizaje y conocimiento nos conducen a responder al mundo material, y la manera cómo lo hacemos nos hace responsables. Como proceso integrador, en este conocimiento los Mandamientos, estatutos y decretos de la Torá como reglas y directrices, son nuestros medios y arbitrios para cumplir nuestras obligaciones como judíos. En este sentido nos vemos naturalmente obligados y no forzados a ejercer nuestra verdadera Esencia e identidad.

El viejo adagio que dice “a quien mucho se le da, de él mucho se espera” nos hace conscientes de que la Torá define nuestra Esencia e identidad judía. Sabemos que la Torá es el Amor de Dios por Israel en particular y por el mundo en general. Esto significa que somos la personificación de la Instrucción de Dios como mensajeros y el mensaje para la conciencia humana. No hay Amor sin sus modos y atributos, así como no hay Amor de Dios sin Su Torá. También sabemos esto por experiencia porque se nos enseña e instruye Amor desde el momento en que nacemos.

Aprendemos que Amor es la Esencia de todos los Mandamientos, reglas, estatutos y decretos, porque todos ellos son los caminos y medios de Amor. Seamos siempre conscientes de que todo lo que somos, tenemos y hacemos se supone que es causa y efecto de Amor. Igualmente el Amor de Dios es causa y efecto de Su Creación: “Y servirás al Eterno tu Dios, y Él bendecirá tu comida y tu bebida, y Yo [el Eterno] removeré [toda] enfermedad de tu entorno” (Éxodo 23:25)

La Redención Final en el Judaísmo (II)

En nuestro comentario anterior (22 de enero 2012) nos referimos a las definiciones alegóricas y concretas de la Redención Final según nuestros Profetas y Sabios. Esta vez nos enfocamos en la dinámica de la Redención en nuestra conciencia. La primera pregunta que nos hacemos es, "¿Estoy listo para la Redención?" y quizá antes de hacerla debamos considerar otras cosas previas al "estar listo", tales como el verdadero significado de ella y si realmente queremos ser redimidos. Muchos de nosotros estamos cómodos con las ilusiones materiales en las que elegimos vivir, y no hay interés en cambiar nada porque se es feliz con lo que se tiene. Nos referimos aquí a aquellos que están hartos de las ilusiones y en sus almas, corazones y mentes claman vivir en, con, para y por la Verdad que llamamos el Amor de Dios, Sus caminos y Sus atributos como Él quiere de nosotros en Su Torá. Estas son las premisas para poner fin de una vez por todas a nuestro exilio en las tinieblas de las ilusiones y fantasías materialistas de ego.

Nosotros simplemente no deseamos o clamamos una auténtica libertad si tenemos un pié en nuestras ilusiones y otro tratando de pisar en lo que imaginamos como la era Mesiánica o el Paraíso, que perdimos cuando elegimos vivir en las fantasías forjadas por los sueños de ego de convertirnos en otro dios. Esto es lo que damos a entender cuando decimos que Amor no convive con nada diferente a sus caminos y atributos. Hagamos un viaje imaginario a la era Mesiánica como nuestros Profetas la anunciaron para "el final de los tiempos", y en particular como la sugiere Maimónides (Mishné Torá, Leyes de los Reyes 12:5):

"En esa Era no habrá hambrunas ni guerras, ni envidia ni rivalidad, porque cosas buenas fluirán en abundancia y todas las delicias estarán al alcance de todos sin costo y (en abundancia) como el polvo. La ocupación de todo el mundo será exclusivamente el conocimiento del Eterno. Por tanto los judíos serán grandes Sabios y conocedores de los asuntos ocultados, y tendrán un entendimiento de su Creador con la entera capacidad del potencial humano; tal como está escrito: 'Porque el mundo estará lleno del conocimiento del Eterno como las aguas cubren el lecho de los océanos' (Isaías 11:9)."

Se trata esencialmente de un mundo donde no habrá "inclinación al mal" o maldad (como la referencia que es) para diferenciar entre positivo y negativo, ya que bondad será la única referencia. Esto suena a que el libre albedrío sería erradicado de la conciencia, y no precisamente una "buena noticia" para quienes creen que la libertad está fundamentada en el libre albedrío como privilegio para elegir entre el bien y el mal. Dicho de otra forma, si venimos a esta realidad redimidos de la maldad y la negatividad podríamos "echarlas de menos" y afrontarla como una realidad pasiva, sin consecuencias y, en últimas, aburrida. Esta concepción es la que tenemos que evaluar para comprender plenamente lo que realmente significa la era Mesiánica. Como dijimos en el comentario anterior (22 de enero, 2012), nos estamos refiriendo a un cambio total de conciencia en el cual no habrá ningún rastro de la manera actual en que afrontamos la vida y el mundo material. En conclusión, si seguimos creyendo que necesitamos dualismos, ambigüedades, contradicciones y confrontaciones para sentirnos "libres", con el libre albedrío satisfecho, no estamos listos para la Redención.

Actualmente afrontamos la vida y el mundo material basados en los deseos e ilusiones de ego que confrontan, se oponen e inclusive combaten lo contrario a ellos, y en particular los caminos y atributos de Amor que nos invitan a todos, individual y colectivamente, a unir y armonizar nuestra conciencia con el fin de vivir individual y colectivamente en paz. Imaginémoslo de una forma diferente. ¿Qué tal eliminando la "buena inclinación" y la bondad como referencia para elegir entre positivo y negativo? Imagina al mundo sólo con gente totalmente metida en la maldad entre ellos, en competencia para ver quién es peor que el otro en una realidad donde todo es dolor, sufrimiento, destrucción, enfermedad, violencia y sus derivados. Nada bueno al punto de que no podría haber desesperación ni ninguna otra referencia para poner fin a tal predicamento, algo que algunos llamarían "infierno". 

¿Cuál "realidad" preferiríamos? Esto podría sonar a algo puramente en "blanco" y "negro", pero ciertamente eso es lo que tenemos en nuestra conciencia actual para poder hacer la elección del "blanco", y al mismo tiempo descartando el "gris" como lo que algunos del movimiento "nueva era" proponen para acabar con todas las contradicciones y ambigüedades. Como hemos dicho en otro comentario, el "gris" es la forma forzada de hacer que Amor cohabite con sus contradictores. En nombre del "gris", naciones justifican el actual status quo que está destruyendo al mundo. Apaciguan al fundamentalismo radical islámico con la obsoleta consigna del "vive y deja vivir", permitiendo masacres, opresión y explotación como parte de las "diferencias" culturales y la "diversidad" humana. Esta es la  manera en la que permitimos el genocidio, la corrupción, el despotismo y el totalitarismo.

Las preguntan siguen en el tapete… ¿estás realmente harto de las fantasías e ilusiones de la actitud materialista de ego ante la vida, y verdaderamente preparado para abrazar los caminos y atributos de Amor como nuestro verdadero Redentor del extremadamente largo status quo bajo el que hemos vivido? ¿Estamos listos para entrar en la era Mesiánica dejando atrás lo que ya no necesitamos más, que en realidad nunca hemos necesitado y que estaba ahí para nosotros sólo como una referencia para elegir Amor en vez de los espejismos de ego? ¿Estás preparado para entrar en la dimensión de nuevas elevaciones llamadas el conocimiento del Creador y vivir  plenamente lo que ello realmente significa, lo que ahora tu entendimiento no puede asimilar? 

El punto de partida para entrar al Paraíso en este mundo material comienza cuando individualmente adoptemos los caminos y atributos de Amor como nuestras verdaderas referencias para procurar un lugar donde el Creador more en y con nosotros, como tendría que haber sido desde el principio de los tiempos. Aquellos tiempos en que hicimos la elección de convertirnos en un pequeño dios que quiere controlarlo todo a expensas de su propia Esencia, de su propio Amor. El Amor de Dios es nuestro Creador y como tal Su Amor es nuestra Esencia, causa y efecto. Una vez lo reconozcamos estaremos en nuestro camino de regreso a Él, dejando atrás las ilusiones que hemos creado en detrimento de nuestra verdadera identidad. Esto es lo que hemos añorado durante tantos siglos en medio de las tinieblas del exilio en las fantasías e ilusiones que ya no deseamos ni queremos más.

domingo, 5 de febrero de 2012

Yitro: Entendiendo el Amor de Dios


Hemos dicho muchas veces que nuestros Sabios igualan oír con entender y ver con saber, para enseñarnos dos niveles de percepción. De ahí que asimilemos el mundo material a través de los sentidos, y el conocimiento a través del entendimiento. En este contexto, “Yitro oyó…” y “Yitro vino” (Éxodo 18:1, 5) son dos etapas que dan sentido al hecho de que el pensamiento precede a la acción. Nuestros Sabios místicos dicen que Yitro es una precondición para la revelación de la Presencia Divina en el mundo (acontecida en Sinaí), y mencionan varias razones que consideraremos más adelante. Yitro personifica el proceso que los hijos de Israel tenemos que realizar en nuestra relación con el Creador, porque hay que oír acerca de Él y entender Su Amor antes de venir a Él. Esto quiere decir que no necesitamos ni tenemos que verlo y conocerlo a Él antes de abrazarlo a Él. Entender es el primer paso para asimilar conocimiento, y en este sentido nuestros Sabios místicos definen el proceso comenzando con el intelecto como la capacidad de adquirir sabiduría, seguido por el discernimiento (entendimiento) que nos lleva al conocimiento como experiencia y producto de la compenetración con lo previamente entendido.

Este es  un proceso universal concerniente a la conciencia humana que también aplicamos en nuestro propósito de conocer al Creador. Israel fue elegido para vivirlo a través de cada sentido y nivel de conciencia durante las plagas en Egipto y la separación de las aguas del Mar Rojo, con el fin de contarles a sus descendientes acerca de los acontecimientos que cambiaron para siempre nuestra relación con el Creador. De ahí que primero oigamos acerca de su experiencia con Él para que nosotros vengamos a Él, tal como lo hizo Yitro. Es por ello que nuestros Sabios consideran que Yitro también personifica al converso que viene al judaísmo como el verdadero camino de vuelta al Creador, y por verdadero nos referimos al proceso de discernimiento que precede nuestro conocimiento de Él. En este proceso los judíos somos todos conversos a la Torá como lo fuimos en Sinaí, porque tenemos que buscar individualmente este conocimiento primero entendiendo sus mensajes tanto revelados como ocultados por el Creador.

Nuestra tradición oral cuenta que Yitro renunció a la idolatría en el tiempo en que Moisés llegó a Midián huyendo de Egipto, y como ex-sumo sacerdote de culto a ídolos él conocía los medios y arbitrios de las fuerzas de la naturaleza, considerados dioses menores por los pueblos paganos. Este conocimiento lo hizo un ejemplo inequívoco para los idólatras que quieren abandonar sus cultos y servir directamente a la voluntad del Creador. Debemos entender idolatría como algo más concreto que abstracto. Tanto la Torá Oral como la Torá Escrita se refieren a la idolatría no como un culto irreal sino como algo concreto, ya que se basa en que las fuerzas de la naturaleza tienen poder sobre la vida, como realmente es. La distinción que la Torá hace muy claramente es que esas fuerzas están dirigidas por el Creador porque todas ellas sirven a Su voluntad. Así quedó rotundamente comprobado con el Éxodo de Egipto y los milagros que le siguieron. Este Éxodo tuvo el doble propósito de liberar a Israel del cautiverio y la opresión, y demostrar al mundo entero que Dios es el único dueño y gobernante de Su Creación.

Muchos creemos que la hechicería, la necromancia, la adivinación, el vodú y otras prácticas mágicas pertenecen al reino de la fantasía y que existen solamente en las mentes supersticiosas, y eso es un error. La Torá nos encomienda a los judíos rechazar tales creencias y prácticas no porque no fuesen reales”, sino porque nos debemos al Creador que nos eligió para estar por encima de las leyes de la naturaleza (de los dioses menores) para servir a Su voluntad. Esto es lo que nos ha hecho diferentes, y nos sigue haciendo distintos a otras naciones: nuestra creencia en un sólo y único Dios, y nuestra relación igualmente exclusiva con Él. Nuestros Sabios cuentan que Yitro practicó y experimentó todo tipo de cultos a las fuerzas de la naturaleza, y venir a Sinaí para reconocer la soberanía del Creador fue una de las condiciones para que Israel recibiera la Torá.

En nuestros tiempos la idolatría primitiva se une a la idolatría moderna en forma de fantasías e ilusiones materialistas de ego bajo el nombre de adicción a modas, vanidad, drogas, culturas “pop” o “light”, y estilos de vida que esclavizan bajo la sociedad de consumo. Tales ídolos parecerían más difíciles de abandonar que la esclavitud en Egipto, y ego como el faraón moderno y regidor absoluto e imbatible en todos los niveles de conciencia. Llegar a ser el Yitro contemporáneo parece algo cercano a lo imposible mientras no entendamos el Amor de Dios, y vengamos a Sus caminos y atributos como las fuerzas redentoras que son las verdaderas regidoras de nuestra conciencia.

Nuestra libertad completa comienza cuando oímos y entendemos la voz del Amor de Dios como nuestra verdadera Esencia e identidad. Cuando lo hagamos, nuestro propio Amor pone en acción nuestra conexión con su fuente, que es el Amor Divino: “Y el Eterno descendió al monte Sinaí… y el Eterno llamó a Moisés hacia la cima del monte, y Moisés ascendió” (19:20) porque Él desciende para llamar a nuestro entendimiento para que venga a Él, y este nivel se convierte en nuestro conocimiento de Su Amor.

Yitro representa nuestro conocimiento de que no importa qué tan “reales” puedan ser las fantasías e ilusiones de ego respecto a lo que creamos, pensamos o sintamos acerca de lo que poseamos o estemos apegados, ya que todas ellas son vanidad pasajera y futilidad que tarde o temprano cambiarán o dejarán de ser, si es que no nos destruyen antes. Tenemos que ser practicantes experimentados de fantasías e ilusiones materialistas al extremo de hacernos tan expertos como sumo sacerdotes idólatras. En el conocimiento de su futilidad podremos entender que sólo Amor realiza maravillas y milagros capaces de traernos de vuelta al conocimiento del Amor de Dios, como nuestro Único y exclusivo Creador y Fuente de Vida. Despertemos a nuestro discernimiento como entendimiento del Amor de Dios para abrazarlo como nuestro Creador, Redentor y verdadera libertad.

Amor y Vida como Causa y Efecto

Resumamos algunos de los principios que presentamos en "Dios como Amor" como esenciales del alma del judaísmo.

1- El Amor de Dios es la causa y el efecto de Su Creación, y en nuestro limitado entendimiento podemos concebir al Creador a través de lo que percibimos como Su Creación. Lo que hacemos a partir de ella es nuestra creación y no de Él. Esto hay que destacarlo ya que muchos "culpan" a Dios por las decisiones y acciones que toman y realizan, en vez de asumir completa responsabilidad de las consecuencias de nuestros actos. Aprendimos desde hace mucho tiempo que nosotros, como la mayoría de las especies animales, estamos diseñados para vivir cuidándonos unos a otros como premisa para sobrevivir en el mundo material, y también sabemos que ese "cuidar" no es nada más que Amor.

Esta es la Verdad real y tangible, aunque no para aquellos que la conocen pero la rechazan y hasta luchan contra ella. ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué algunos de nosotros podemos negar algo tan evidente y tan obvio como Amor, que es nuestra verdadera Esencia e identidad? Probablemente debemos preguntarlo de otra manera. ¿Por qué algunos selectivamente reconocen Amor y lo viven en ciertos aspectos de sus vidas --como con la familia, con amigos allegados, con creencias o ideologías-- y no en otras circunstancias? Como aquellos que son amables con unos y crueles con otros que no precisamente representan una amenaza o peligro para ellos, como ocurrió con alemanes y judíos en la primera mitad del siglo XX. ¿Cuál es la raíz de este odio irracional selectivo? ¿Ideología? ¿enfermedad mental? ¿Es acaso posible someter Amor a una ideología? ¿Deberíamos llamar dementes a aquellos que "aman" a sus familias al mismo tiempo que sin odian sin fundamento válido a otros? Estos odian a expensas de Amor, de la misma manera que asesinan a expensas de la vida. Necesitamos estar vivos para poder matar, al igual que necesitamos tener Amor para poder odiar, ya que Amor es la Esencia que nutre la vida como manifestación material del Amor de Dios en Su Creación.

2- Amor no cohabita con nada diferente a sus caminos y atributos. En este sentido definimos judaísmo como "la ética de Amor", porque la Torá Escrita y la Torá Oral, ambas como una sola, contienen las indicaciones para realizar plenamente el mensaje fundamental del judaísmo: "Ama a tu prójimo como [te amas] a ti mismo, [porque] Yo soy el Eterno" (Levítico 19:18) y hay maneras y atributos para amar a nuestros congéneres, que aprendemos del Creador mediante nuestro conocimiento de Su Amor a Su Creación. Es fundamental conocer y vivir el Amor de Dios para poder concebir y enfocar nuestro Amor en el mundo material. Amamos debido al Amor de Dios, y lo hacemos emulando la manera en que Él nos ama al igual que a toda Su Creación. Esto explica que la bondad que procuramos para nosotros individualmente debe ser la misma bondad que procuramos para los demás. Esto incluye la advertencia talmúdica de que no debemos hacer a los demás lo que consideramos desagradable para nosotros, lo cual implica una contradicción directa hacer algo para nuestro bien mientras hacemos algo desagradable para los demás, como lo hicieron alemanes con judíos y con otros durante el régimen nazi.

3- Amor es el conocimiento de nuestro nexo y relación con Dios. Entre más conscientes y atentos estamos del Amor de Dios en Su Creación, más lo conocemos y lo amamos a Él. Ente más pensamos, sentimos y actuamos en los caminos y atributos de Amor, más estamos conectados con el Creador. En término "Mandamiento" en hebreo significa literalmente "conexión", y nuestros Sabios explican que cumplimos la voluntad de Dios (Sus Mandamientos) como medios para estar ligados a Él. Esto tiene perfecto sentido porque mediante nuestras buenas acciones manifestamos nuestra cercanía a Él. En este contexto, hacer lo opuesto es separarnos de Él y es a esto a lo que nos referimos cuando decimos que Amor no cohabita con nada diferente a sus caminos y atributos. El Creador siempre está con nosotros por encima de lo que creamos, pensemos, sintamos o hagamos, por el hecho de que somos criaturas emanadas de Él; y somos nosotros quienes decidimos "separarnos" de Él.

3- Amor, como la manifestación material del Amor de Dios, es nuestra verdadera Esencia e identidad. En este conocimiento y realización, Amor es también el medio y el fin para redimir nuestra conciencia de la actitud negativa ante la vida y sus resultados adversos que vemos en el mundo. El Creador nos legó libre albedrío para vivir con libertad total y real. De ahí que en este conocimiento seamos capaces de tomar decisiones positivas para cosechar efectos positivos. El Creador no es responsable de nuestros actos, sino nosotros. Si sabemos lo que Amor es entonces también conocemos la clave de nuestra verdadera libertad y Redención. Seamos conscientes que depende de nosotros, individualmente y colectivamente, redimirnos a nosotros mismos y corregir los daños que hemos causado debido a actitud negativa ante la vida y el mundo. Esta es nuestra responsabilidad y no de Dios. En este sentido, es nuestro deber manifestar la era Mesiánica y la Redención anunciadas por nuestros Profetas.

Maimónides y otros exégetas hebreos comparten la misma visión del "fin de los tiempos". Como hemos dicho frecuentemente, fuimos responsables de la destrucción del Primer y Segundo Templos de Jerusalén, y también depende de nosotros construir el Tercer Templo como santuario final y permanente tanto en nuestra Tierra de Israel como en nuestra conciencia. De la misma manera que hemos permitido pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos negativos en nuestra conciencia, somos perfectamente capaces de encaminarlos en una dirección positiva con fines positivos, los cuales son los caminos y atributos de Amor, como causa y efecto de bondad. Ego, junto a todos los aspectos de la conciencia, es una fuerza conductora que también debe ser conducida en esa misma dirección.

4- Amor es inherente a la vida, y la vida es inherente a Amor. Este principio se deriva del primero mencionado arriba, y de una manera más profunda. Del mismo modo que el Amor de Dios nos concibió, somos materialmente concebidos por, a través de, y por Amor como nuestra Esencia e identidad. Sabemos que la vida es el propósito de la Creación. En la liturgia judía recitamos cada mañana "Tú [Dios] eres la vida de todos los mundos" y en nuestra conciencia se estar vivos debemos decir "el mundo fue creado para mí", tal como lo enseñan nuestros Sabios. Debemos afrontar la vida como afrontamos Amor, tan simple como Esencial, porque no hay nada complejo ni complicado sobre Amor. Cuidamos unos de otros simplemente porque es parte de cómo amamos.

Amor se define por sus caminos y atributos, que son todos acerca de bondad. Nuestros Sabios relacionan simplicidad con humildad, y complejidad con presunción, y podemos concluir que entre más simples somos más fácil es afrontar la vida. Entre menos nos ocupemos acerca de lo que creemos, sintamos o poseamos, más fácil viviremos. La gente muy apegada a sus complejidades en cada aspecto de la conciencia encuentra más difícil adaptarse a ambientes o condiciones más simples. Humildad y simplicidad son las vasijas de las bendiciones de Dios, las cuales son Su Amor. Amor fluye mejor en la simplicidad, y generalmente es rechazado o condicionado por lo complejo, que mayormente es producto de ilusiones y fantasías materialistas de ego.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.