domingo, 12 de febrero de 2012

Mishpatim: Las Leyes de la Torá como Amor de Dios


La Entrega de la Torá es el acontecimiento más importante de la historia judía y también del mundo. La Torá es la identidad y la constitución de los judíos porque sin ella no existimos. Al mismo tiempo contiene el plan maestro del Creador para Su Creación, que incluye al mundo material. Este plan nos está parcialmente revelado como el código de ética mediante el cual manifestamos y hacemos tangible el Amor de Dios. En este sentido la Torá contiene reglas y directrices para la humanidad, dirigidas a cumplir el mensaje primordial de la Torá para todos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, [porque] Yo soy el Eterno”.

Las reglas y directrices de la Torá abarcan lo que define como Mandamientos, leyes, estatutos y decretos, porque necesitamos aprender cómo andar en los caminos del Creador emulando Sus atributos. Todos estos como emanaciones de Su amor, de donde procede todo lo que existe. Nuestros Sabios se refieren a los estatutos como reglas para dirigirnos y guiarnos como individuos, y a las leyes (mishpatim) como reglas para relacionarnos unos con otros. Tenemos que entender estos estatutos y leyes como parte de los mismos cimientos éticos que el Amor de Dios quiere darnos para manifestar Amor como nuestra Esencia común con Él.

Hay que tener en cuenta que cada regla en la Torá debe ser aprendida, ya que el propósito de la vida humana es una experiencia educativa basada en una actitud empírica ante el mundo material. Esto quiere decir que aprendemos mediante prueba y error, diferenciando entre cierto y falso, útil e inútil, productivo y destructivo, positivo y negativo. Esto lo hacemos viendo a la Naturaleza como el diseño inteligente” que algunos llaman en estos tiempos. Nuestros antepasados aprendieron a través de este proceso, e igualmente lo hacemos nosotros. Los animales también siguen este mismo patrón, y parte de nuestro aprendizaje es ver cómo estos se comportan y actúan en su ambiente. La principal lección que aprendemos de los animales es que parecen entender Amor como la Esencia que da vida y protege la vida.

El Creador nos dio discernimiento humano para ir más allá de lo obvio y básico” de Amor (no tan obvio para muchos). Mediante las reglas y directrices educativas de la Torá (nunca olvidemos que Torá en hebreo significa Instrucción) preparamos la conciencia para asimilar el Amor de Dios a través de ser y manifestar Amor como nuestra Esencia e identidad. Nuestros Sabios explican que la primera de las leyes presentadas en la Torá después de ser entregada a Israel está relacionada con la manera de tratar a un esclavo hebreo. Se refiere a su cautiverio no sólo como servidumbre sino como un proceso educativo. Ellos explican que tales esclavos fueron hombres que cometieron transgresiones como homicidio involuntario y robo, por los que tuvieron que venderse para pagar los daños que no pudieron compensar con dinero o posesiones materiales. En este contexto cautiverio en la Tierra de Israel era parte de las leyes de la Torá, no sólo como reglas de castigo sino como directrices correctivas y educativas para aquellos que sabían poco y actuaron por ignorancia. En este mismo contexto debemos entender las Ciudades de Refugio y a los levitas como lugares de rehabilitación y personas que enseñaban a los hijos de Israel los medios y arbitrios de la Torá.

Usemos una analogía para asimilar mejor las reglas de la Torá. Es como aprender a manejar un auto o vehículo. La mayoría de los países consideran manejar no un derecho sino un “privilegio”, ya que estiman que un privilegio implica no sólo responsabilidades sino obligaciones. Una vez estamos al volante el resto de la gente no espera menos de uno, y estamos obligados a manejar con cuidado y cumplir con las leyes universales de tránsito. Hay un proverbio español que dice que “no hay hombre cuerdo a caballo”, porque se presume que un individuo se comporta diferente sobre un caballo por el hecho de que no anda por sí mismo sino sobre algo que exige su atención. De ahí que aprendamos a manejar también aprendiendo las reglas del tránsito. Las palabras claves aquí son “privilegio”, “cómo”, “responsabilidad” y “obligación”.

Como judíos tenemos el privilegio de ser el pueblo de la Torá, la cual nos encomienda aprender los caminos y atributos del Creador. Estos como parte de Su Amor por nosotros y Su Creación, los cuales son la manera cómo cumplimos Su voluntad. Esta es nuestra principal responsabilidad con el fin de conocer quiénes somos y nuestro propósito en la vida, y llegamos a conocer esto aprendiéndolo. Nuestro aprendizaje y conocimiento nos conducen a responder al mundo material, y la manera cómo lo hacemos nos hace responsables. Como proceso integrador, en este conocimiento los Mandamientos, estatutos y decretos de la Torá como reglas y directrices, son nuestros medios y arbitrios para cumplir nuestras obligaciones como judíos. En este sentido nos vemos naturalmente obligados y no forzados a ejercer nuestra verdadera Esencia e identidad.

El viejo adagio que dice “a quien mucho se le da, de él mucho se espera” nos hace conscientes de que la Torá define nuestra Esencia e identidad judía. Sabemos que la Torá es el Amor de Dios por Israel en particular y por el mundo en general. Esto significa que somos la personificación de la Instrucción de Dios como mensajeros y el mensaje para la conciencia humana. No hay Amor sin sus modos y atributos, así como no hay Amor de Dios sin Su Torá. También sabemos esto por experiencia porque se nos enseña e instruye Amor desde el momento en que nacemos.

Aprendemos que Amor es la Esencia de todos los Mandamientos, reglas, estatutos y decretos, porque todos ellos son los caminos y medios de Amor. Seamos siempre conscientes de que todo lo que somos, tenemos y hacemos se supone que es causa y efecto de Amor. Igualmente el Amor de Dios es causa y efecto de Su Creación: “Y servirás al Eterno tu Dios, y Él bendecirá tu comida y tu bebida, y Yo [el Eterno] removeré [toda] enfermedad de tu entorno” (Éxodo 23:25)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.