domingo, 30 de septiembre de 2012

V'zot HaBrajá: Dios es la Bendición

Y esta es la bendición con la que Moisés, el hombre de Dios, bendijo a los hijos de Israel antes de su muerte” (Deuteronomio 33:1)

Hemos dicho que el Creador es la bendición por el hecho de que Él es Dios, y todas las bendiciones provienen del Él porque Él es bueno, y toda bondad emana de Él. La principal manifestación de Su bendición en Su Creación es la Torá, la cual confirió a los hijos de Israel como los portadores de Su bondad. Israel es el punto focal, el eje donde el Amor de Dios es un pilar que se expande, tal como está escrito en la propia Torá.

Ciertamente Él ama pueblos, todos Sus sagrados en Su mano, en torno a Tus piés, portando Tus palabras. La Torá que Moisés nos encomendó es [la] herencia de la comunidad de Jacob [Israel].” (33:3-4)

La Torá es nuestra herencia como legado e identidad para que Israel la sostenga para el mundo.

Hemos reiterado una y otra vez que la Torá es la identidad de Israel, y como tal es nuestra “Constitución” como individuos y como Nación. Estamos bendecidos con una identidad concedida por el Creador mismo para que la vivamos, la ejerzamos y la mantengamos como nuestra más grande y sublime bendición, de la cual emanan todas las bendiciones. ¿Estamos plenamente conscientes de nuestra herencia? ¿De veras hemos comprendido y asimilado nuestra identidad? Estas preguntas debemos formularnos individualmente como judíos y colectivamente como Israel.

Las respuestas comienzan conociendo al Creador que es quien nos confiere nuestra herencia e identidad, como nuestro más elevado conocimiento de Él en nuestra conciencia. Este conocimiento es el medio para recibir y vivir las bendiciones de Dios, la Bendición que es Él. En nuestra conciencia individual y colectiva de la bondad de Dios de hecho estamos bendecidos. En esta realización reconocemos lo bueno que es todo lo que Dios creó, incluidos nosotros, y así también podemos ser buenos y hacer lo bueno (ver en este blog nuestro comentario sobre la Parshat V'zot HaBrajá: “Abrazando el Legado de Amor Divino” del 12 de septiembre, 2010 y “Reconociendo Nuestro Legado” del 9 de octubre de 2011).

Las bendiciones de Dios son multidimensionales como también lo es la conciencia humana, y para Israel nuestra polifacética identidad está integrada por doce cualidades, rasgos, talentos y destrezas, destinados a elevar su máximo potencial a diferencia de los potenciales inferiores que representan los aspectos negativos de la conciencia. Es en este contexto que entendemos y asimilamos las bendiciones que Moisés dio a las Tribus de Israel antes de su muerte.

Recordemos que en nuestros rezos diarios judíos bendecimos al Creador por sus bendiciones para Israel.

“Otórganos paz, bondad y bendición, gracia, amorosa bondad y compasión sobre nosotros y sobre todo Israel, Tu pueblo. Bendícenos Padre nuestro como a uno con la Luz de Tu rostro; porque con la Luz de Tu rostro nos has dado, Eterno nuestro Dios, la Torá de vida y amorosa bondad, y rectitud, y bendición, y compasión, y vida, y paz; y que sea bueno a Tus ojos bendecir a Tu pueblo Israel en todo tiempo y en todo momento con Tu paz. Bendito eres Tú, Eterno, que bendice a Israel con la paz.

Con razón esta es la bendición con la que termina la amidá, la plegaria de pié ante Dios, porque la misma abarca todas las bendiciones que Israel recibe de Él. Debemos destacar que paz también abarca las bendiciones de Dios para Israel. Hemos indicado varias veces que la palabra shalom significa mucho más que paz. También quiere decir eternidad, totalidad, integración  y completación tanto en tiempo como en espacio; los mismos significados de olam, generalmente traducido como mundo o universo.

Notemos que las cualidades señaladas en esta bendición --benevolencia, gracia, amorosa bondad y compasión-- son algunos de los atributos del Creador revelados a Moisés (Éxodo 34:6-7), y contenidos en la Torá como instrucción específica de Dios a Israel.

Seamos conscientes de que recibimos estas bendiciones para ser estas bendiciones. Como dijimos arriba, la mayor bendición es la Torá del Creador como nuestra herencia, legado e identidad. Tenemos que llegar a ser lo que somos y manifestar lo que somos, nuestra Esencia y verdadera identidad, los atributos que el Creador quiere que integremos en cada aspecto de nuestra vida. Y estos son los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios por nosotros y por Su Creación.

Las cualidades más refinadas que poseen el mayor potencial de bondad son las bendiciones más sublimes.

“Y de Leví, él [Moisés] dijo: 'Tu Tumim y Urim pertenecen a Tu hombre bondadoso [el sumo sacerdote] (…) Ellos enseñarán Tus ordenanzas a Jacob, y Tu Torá a Israel; ellos pondrán incienso ante Ti, y elevarán ofrendas sobre Tu altar. Que el Eterno bendiga su ejército y acepte favorablemente la obra de sus manos; quebrante los miembros de sus enemigos y de quienes se levanten contra él, para que no se puedan reponer.” (Deuteronomio 33:8,10-11)

El sacerdocio es el guardián y protector de nuestra herencia, legado e identidad, como las cualidades que sostienen el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios.

Y de José, él dijo: 'Su territorio será bendecido por el Eterno con rocío, con la dulzura de los cielos, y con el abismo que habita debajo, y con la dulzura de los frutos del sol, y con la dulzura de lo que concede la luna, y con las cosechas de las montañas, y con la dulzura de las colinas eternas, y con la dulzura de la tierra y su plenitud, y mediante la dicha de Aquel que mora en la zarza ardiente. Que venga sobre la cabeza de José y sobre la corona del que fue separado de sus hermanos'.” (33:13-16)

Para asimilar plenamente esta bendición debemos recordar la historia de José, y en lo que se convirtió él para sus hermanos y para el resto de su familia. 

José representa el Amor redentor que transforma, unifica y armoniza los aspectos negativos de la conciencia tales como odio, celos, envidia, resentimiento, remordimiento, juicios, desconfianza, temor, crueldad, indiferencia, indolencia, negligencia, violencia y lo potencialmente destructivo en pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. José representa Amor como sabiduría, comprensión, conocimiento, verdad, prevalencia, honor, rectitud y regencia.

Estos rasgos son la bendición de la vida, como la tierra en la que habitamos cada momento, y representan la dulzura de los niveles más elevados de la conciencia como el rocío y las lluvias del Cielo que son la dicha del Dador de todas las bendiciones, quien mora en Su propio fuego, Su propio Amor.

Al recibir la bendición y convertirnos en ella, nos hacemos conscientes de nuestra gratitud hacia el Creador, y le agradecemos a Él por la herencia que nos ha otorgado. Esta realización es el significado del nombre de Judá, que quiere decir Yo agradeceré [a Dios] porque en nuestra gratitud a Dios realizamos el destino que Él quiere para nosotros.

'Que esto [también así] sea para Judá' y él [Moisés] dijo, 'Oh Eterno, atiende la voz de Judá y tráelo a su pueblo; que sus manos hagan la batalla por él, y que Tú seas una ayuda [para él] contra sus adversarios'.” (33:7)

El liderazgo de Judá como regencia recoge y une todo Israel para librar las batallas dirigidas a entronizar la Presencia Divina en el mundo material, y hacer saber a todos los pueblos que el Creador es el Rey de toda Su Creación.

Debemos honrar la bendición de Dios honrando la Torá como nuestra herencia, legado e identidad eternos.


Este libro de la Torá jamás abandonará tu boca; meditarás sobre él día y noche, para que observes todo lo que está escrito en él; para que entonces tengas éxito en todos tus caminos, y prosperes. Por ello te encomiendo que seas fuerte y valiente, que no temas ni desfallezcas, porque el Eterno tu Dios está contigo por donde quiera que vayas.(Josué 1:8-9)

domingo, 23 de septiembre de 2012

Haazinu: Somos la Porción de Dios

Esta porción contiene el poema o canción que resume la relación entre el Creador e Israel. La Torá define esta relación tal como ha ocurrido en el pasado, como ocurre en el presente y como ocurrirá en el futuro. Nuevamente reaparece la idolatría como el mayor obstáculo para realizar nuestra unión con Dios, ya que es el asunto recurrente que empaña el conocimiento individual y colectivo de nuestra Esencia y verdadera identidad.

Las fantasías e ilusiones de ego como ídolos; junto a las creencias, ideologías, costumbres, hábitos y patrones de conducta erróneos como falsos dioses en los que creemos, son los principales obstáculos que impiden a nuestra conciencia acercanos a Dios y Su Amor, como la fuente de nuestra existencia. Nuestro conocimiento del Creador es la conciencia de lo que verdaderamente somos, porque todo y todos provenimos de Él.

Mi doctrina descenderá como la lluvia, Mi palabra destilará como el rocío; y la llovizna sobre el pasto tierno, y como las lluvias sobre la hierba.(Deuteronomio 32:2)

Este conocimiento es el comienzo para asimilar los caminos y atributos de Dios, manifestados en nosotros como parte de Su Amor.

La Roca, Su obra es perfecta; porque Sus caminos son rectitud, un Dios de fidelidad y sin iniquidad, justo y recto es Él.” (32:4)

Estas cualidades son también parte de nuestra conciencia mientras lo reconozcamos a Él en nosotros, en vez de pensar que somos resultado de las tonterías de ego.

¿Es así como retribuid al Eterno, oh pueblo tonto y necio? ¿No es acaso Él vuestro Padre que os ha engendrado? ¿Acaso Él no os ha hecho y establecido?” (32:6)

Y si vivimos por nuestras fantasías e ilusiones, moriremos por ellas. Esta es la ecuación “causa y efecto”, y “lo que siembras cosecharás”. La buena noticia es que la fidelidad de Dios es inmutable e inquebrantable, no como nuestra infidelidad a Sus caminos y atributos.

¿Es acaso corrupción de Él? No; Sus hijos son la mancha, una generación corrupta y perversa.(32:5)

Sabemos de sobra que no somos perfectos, y nunca lo seremos porque vivimos en una realidad imperfecta, la cual hemos distorsionado con concepciones erróneas y percepciones falsas. El mundo podría parecer perfecto en sí mismo, pero no así la manera en la que nos relacionamos con él. La naturaleza, tan perfecta como aparenta ser, no siempre es benigna, generosa o complaciente como quisiéramos.

Veranos e inviernos inclementes, animales salvajes y parajes inhóspitos, sólo por mencionar algunos. Así nos explicamos que los primeros dioses e ídolos de los pueblos primitivos fuesen las indomables fuerzas de la naturaleza, animales y árboles, mucho tiempo antes de que comenzaran a contemplar el cielo con sus poderosas luminarias. Entonces nuestra “mancha”, “corrupción” y “perversión” aparecen como actitudes transformadas en falsos ídolos en los que nos hemos convertido.

Nuestras manchas o defectos son las falsas creencias y sentimientos de carencia, de ser y estar incompletos. Este es el tipo de mentalidad que no podemos elevar al Dios que sí es completo, pleno y suficiente, que nos creó a Su imagen y semejanza. Dios no se conforma con menos, y nos ordena a no conformarnos con menos. Nuestras ofrendas (aquello que somos en todas las dimensiones de la conciencia) para Él deben ser sin mancha, completas, enteras, plenas y suficientes, porque Dios nos creó con esas cualidades y atributos.

Con esto nos estamos refiriendo a la conciencia humana y no a nuestra apariencia o rasgos físicos. Nuestros modos corruptos son la actitud negativa hacia nosotros mismos y hacia la vida, cuando no satisfacemos los deseos materialistas de ego bajo creencias o sentimientos de carencia. Esta nos lleva a tomar lo que no nos pertenece legítimamente, y a decir y hacer lo que traspasa los límites individuales y colectivos de respeto a los derechos y propiedades de los demás.

Perversión es la negación de cualquier manera de corregir y redirigir nuestro discernimiento, creencias, ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, bajo los modos y atributos de Amor; en vez de las fantasías e ilusiones negativas de ego (ver en este blog nuestro comentario sobre la Parshat Haazinu: “Escuchemos al Amor de Dios” del 5 de septiembre de 2010, y “Refugiándonos en el Amor de Dios” del 2 de octubre de 2011).

Esta es la actitud práctica cuando discernimos lo que es Dios para nosotros. Lo conocemos a Él a través de Sus caminos y atributos, que están manifiestados en el mundo material como modos y atributos de Amor, e inherentes a la rectitud, justicia, equidad y bondad, como parte de la ética de Amor.

En este contexto asimilamos la pregunta ¿Es acaso corrupción de Él?”, porque Amor no cohabita con nada distinto a sus modos y atributos; y no convive con iniquidad ni maldad, ni con sus modos corruptos y perversos. Estos son la mancha que nos separa del Amor de Dios, porque Amor es nuestro nexo común con Él. Debemos reclamar y abrazar nuestra verdadera identidad.

Porque la porción del Eterno es Su pueblo, Jacob es la porción de Su herencia.(32:9)

Esta es una de las mayores declaraciones en toda la Torá. ¡Somos la porción de Dios¿¡Realmente tenemos una remota idea de lo que esto significa!? ¡Despertemos de una vez por todas y sacudamos las fibras de cada dimensión de nuestra conciencia, y elevemos nuestros corazones y almas a Dios que nos llama Su porción!

¿Cuál es la herencia de Dios? Miremos por un momento a nuestro alrededor y veamos Su Creación. Luego observemos lo que está impregnado en Su Creación. Sí, Su Amor que proclama la magnificencia de todo lo que existe. Esa es Su porción que Él nos da, y esta es suficiente. Esa es Su porción que nos da porque nos ama. Él nos hace heredar Su Amor, aquello que crea y sustenta Su Creación.

El Amor de Dios es nuestra porción, y también es suficiente. En este conocimiento no hay espacio para nada menos que eso, porque no hay espacio para menos. A no ser que creemos la mancha, la corrupción y perversión basados en la ilusión de que Dios no es suficiente, y correr tras dioses e ídolos que sólo existen en nuestra imaginación.

Una vez comencemos a creer en ellos y a alimentarlos con la Esencia que sustenta nuestra vida, caemos en la gordura de las ilusiones que hemos creado.

Pero Jeshurún [Israel] se engordó y pateó, te engordaste, te agrandaste, y te volviste pesado, y él abandonó a Dios que lo hizo, y despreció la Roca de su redención.(32:15)

El Rey David evoca para nosotros el Amor de Dios como nuestra herencia.

Porque Tú eres mi lámpara, oh Eterno; y el Eterno sí ilumina mis tinieblas. Porque por Ti dominaré ejércitos, por mi Dios saltaré murallas. Porque por Dios, Su camino es perfecto, la palabra del Eterno es justa, Él es un escudo en aquellos que se refugian en Él.” (2 Samuel 22:29-31)

Somos la porción y herencia de Dios, y el conocimiento de Su Presencia en nuestras vidas es nuestra Redención. Despertemos a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad, y a través de sus modos y atributos retornemos al Amor de Dios como nuestra Redención. ¡Amén!

domingo, 16 de septiembre de 2012

Vayalej: El Amor de Dios es Suficiente

Y Moisés fue y habló estas palabras para todo Israel(Deuteronomio 31:1) Nuestros Sabios dicen que Moisés fue a todos y cada uno de los miembros de las Tribus de Israel los impregnó con una parte de su alma. Además nos enseñan que hay una chispa de él y de su conexión con el Creador en cada alma judía. Hemos dicho frecuentemente que Moisés logró el más elevado conocimiento del Creador, Sus caminos y atributos, de ahí que él represente ese conocimiento en nuestra conciencia. En este punto de la narración de la Torá podemos entender que una de las razones de su ausencia en el cruce de Israel por río Jordán es para enseñarnos que debemos apegarnos a nuestro propio conocimiento individual del Creador para mantener nuestra conexión con Él. Moisés se refiere a esto en los versículos siguientes, reiterando lo que ha estado enfatizando a través del último libro de la Torá: “El Eterno tu Dios, Él irá delante de ti; Él destruirá esas naciones ante ti, y tú las despojarás” (31:3)

En el conocimiento de Su Presencia en nuestra vida somos verdaderamente libres, y en esta libertad no hay espacio para las naciones representadas por las ilusiones de ego y los rasgos negativos derivados de una falsa creencia o sentimiento de carencia. Estas son las naciones que desaparecen ante la Presencia Divina. Dicho de otro modo, esto ocurre cuando dejamos ir las ilusiones de ego y dejamos que Dios de hecho las borre de nuestra conciencia. Iniciamos el proceso dejando ir lo que no necesitamos en nuestras vidas. Este dejar ir es nuestra voluntad y determinación de renunciar a todo lo diferente de los modos y atributos de Amor

En este punto permitimos que el Amor de Dios sea el que venga y ocupe el espacio que dejamos en nuestra conciencia para que Él habite en nosotros. Su sola Presencia elimina lo negativo en rasgos, patrones de conducta, adicciones y hábitos que nos separan de Sus caminos. Tenemos que dar el primer paso e invitar a Dios de vuelta en todos los aspectos y dimensiones de la vida (ver en este blog nuestro comentario sobre la Parshat Vayalej: “Eligiendo Retornar al Creador” del 25 de septiembre, 2011).

Insistamos en que las fantasías e ilusiones de ego se derivan de creencias y sentimientos de carencia. Si los modos y atributos de Amor estuviesen siempre con nosotros, ¿de qué podríamos carecer? Amor, como manifestación material del Amor de Dios, es suficiente por sí mismo y no hay carencia en él. Dios es suficiente en Su Creación, porque no hay carencia en Sus caminos, atributos y obras. Una vez removamos fantasías e ilusiones, y entronicemos en nosotros el conocimiento permanente de Dios en nuestra vida, comenzaremos a darnos cuenta cuál es nuestra verdadera Esencia e identidad. Debemos ser fuertes en este conocimiento si queremos dejar ir y dejar a Dios: “Sé fuerte y de buena valentía, no temas, ni tengas miedo de ellas [las naciones]; porque el Eterno tu Dios, Él es quien camina contigo; Él no te fallará, ni te abandonará” (31:6) 

Este conocimiento define nuestra identidad judía. En este sentido Moisés, como nuestro mayor y más fuerte conocimiento del Creador, es el que garantiza nuestra relación y conexión con Él. Esta es una de las razones por la que llamamos a Moisés nuestro maestro. Él abre nuestro discernimiento, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasión e instinto al conocimiento del Creador de todo lo que existeGracias a Moisés nuestro maestro conocemos los caminos, medios y atributos del Amor de Dios que evocamos dos veces al día en los rezos judíos cuando evaluamos nuestra actitud negativa ante la vida. Recordamos el momento transcendental cuando el Creador declaró A Moisés Sus trece atributos de compasión (Éxodo 34:6-7), que son también atributos que Dios quiere que manifestemos en todos los aspectos de nuestras vidas. 

Así es como lo amamos a Él, siendo y haciendo de acuerdo a Sus caminos, Su voluntad, y Sus Mandamientos. El Rey David en uno de sus Salmos también evoca los recordatorios de Moisés acerca de la futilidad de las ilusiones materiales: “Tú [Dios] has puesto nuestras iniquidades ante Ti, nuestros pecados secretos ante la Luz de Tu rostro”, “Los años de nuestra vida suman setenta, si con mucho vigor ochenta; en su mayoría son sólo afán y futilidad, pasando rápidamente y yéndose en vuelo(Salmos 90:8, 10) y esta realización nos trae de vuelta a Dios: “Que la gracia del Eterno nuestro Dios esté sobre nosotros; dispón para nosotros la labor de nuestras manos; confirma la labor de nuestras manos” (90:17)

Vivir en la negación de nuestro mayor conocimiento de Dios nos despoja de nuestra identidad judía, y caemos en lo contrario a Sus caminos y atributos: “Porque sé que después de mi muerte trataréis corruptamente, y os desviaréis del camino que os he comandado; y la maldad se ceñirá sobre vosotros en el final de los días; porque haréis aquello es que es malvado ante los ojos del Eterno, para provocarlo con las obra de vuestras manos” (Deuteronomio 31:29) Esta admonición es parte de las profecías que leemos en el último libro de la Torá

El Creador nos ama tanto, que nos advierte una y otra vez sobre las consecuencias de vivir en la falsa realidad que crean las ilusiones de ego en el mundo material. Realmente no necesitamos que se nos recuerde lo que ya sabemos por experiencia propia, considerando además que somos nosotros quienes creamos nuestra realidad individual y colectiva. Es maravilloso que el Creador ocupe tanto espacio en Su Torá para instruirnos acerca de lo que la idolatría es para que nosotros nos demos cuenta lo que Su Amor es por nosotros.

Ya hemos mencionado antes que el Deuteronomio narra el Amor de Dios por Israel. Dios nos ama, Él nos sustenta, Él es compasivo con nosotros, Él es nuestro único y exclusivo Redentor. Y nos damos cuenta de esta Verdad eterna cuando reciprocamos Su Amor, ya que amándolo es como nos apegamos a Él en el deleite de Su Presencia. Sólo entonces sabremos quiénes somos realmente. Tenemos que despertar de las ilusiones materiales que hemos creado desde que plantamos en nuestra conciencia la madre de todas las ilusiones. Esa que nos hace creer que estamos separados de Dios. 

Esta es la ilusión que nos dice que el Dios de cuya Esencia fuimos creados, y cuya Esencia nos da vida e identidad, no es suficiente. Si echáramos un vistazo rápido a la Creación de Dios, tan sólo al universo en el que estamos, ¿no es acaso suficiente? Qué tal lo infinito y lo eterno, ¿acaso no son suficientes? Entonces, ¿qué es eso que no creemos suficiente? Para ego nada es suficiente, y nos lo dice constantemente. Esa es definitivamente la peor de todas las ilusiones materiales... creer que nada es suficiente.

El Profeta nos invita una vez más a abandonar nuestros actitudes negativas y destructivas, y a retornar a lo bueno que es el Amor de Dios: “y retornad al Eterno, decidle a Él: 'Perdona toda iniquidad, y acepta aquello que es bueno [en nosotros] (…) Porque los caminos del Eterno son rectos, el justo camina en ellos; pero los transgresores resbalan en ellos” (Oseas 14:3, 10) y tenemos que dar el primer paso para remover todas las fantasías e ilusiones que vivimos, y borrar todos los espejismos construidos por la mayor de las ilusiones de ego. Porque Dios es suficiente, nosotros somos suficientes, la vida es suficiente, y todas las cosas buenas de Amor son las bendiciones de Dios, que también son suficientes.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.