“Y esta es la bendición
con la que Moisés, el hombre de Dios, bendijo a los hijos de Israel antes de su
muerte” (Deuteronomio 33:1)
Hemos dicho que
el Creador es la bendición
por el hecho de que Él es Dios, y todas las
bendiciones provienen del Él porque Él es bueno, y toda bondad emana de Él. La principal
manifestación de Su bendición en Su Creación es la Torá, la cual confirió a los
hijos de Israel como los portadores de Su bondad. Israel es el punto focal, el
eje donde el Amor de Dios es un pilar que se expande, tal como está escrito en
la propia Torá.
“Ciertamente Él ama pueblos, todos Sus sagrados en Su
mano, en torno a Tus piés, portando Tus palabras. La Torá que Moisés nos
encomendó es [la] herencia de la comunidad de Jacob [Israel].” (33:3-4)
La Torá es
nuestra herencia como legado e identidad para que Israel la sostenga para el
mundo.
Hemos reiterado una y otra vez que la Torá es la
identidad de Israel, y como tal es nuestra “Constitución” como individuos y
como Nación. Estamos bendecidos con una identidad concedida por el Creador
mismo para que la vivamos, la ejerzamos y la mantengamos como nuestra más
grande y sublime bendición, de la cual emanan todas las bendiciones. ¿Estamos plenamente conscientes de nuestra herencia? ¿De veras hemos comprendido y asimilado nuestra identidad? Estas preguntas debemos formularnos individualmente
como judíos y colectivamente como Israel.
Las respuestas comienzan conociendo al Creador que
es quien nos confiere nuestra herencia e identidad, como nuestro más elevado
conocimiento de Él en nuestra conciencia. Este conocimiento es el medio para recibir y vivir
las bendiciones de Dios, la Bendición que es Él. En nuestra conciencia individual y colectiva de la
bondad de Dios de hecho estamos bendecidos. En esta realización reconocemos lo
bueno que es todo lo que Dios creó, incluidos nosotros, y así también podemos ser buenos y hacer lo bueno (ver en este blog nuestro comentario sobre la Parshat
V'zot HaBrajá: “Abrazando el Legado de Amor Divino” del 12 de septiembre, 2010
y “Reconociendo Nuestro Legado” del 9 de octubre de 2011).
Las bendiciones de Dios son multidimensionales como
también lo es la conciencia humana, y para Israel nuestra polifacética
identidad está integrada por doce cualidades, rasgos, talentos y destrezas,
destinados a elevar su máximo potencial a diferencia de los potenciales
inferiores que representan los aspectos negativos de la conciencia. Es en este
contexto que entendemos y asimilamos las bendiciones que Moisés dio a las Tribus
de Israel antes de su muerte.
Recordemos que en nuestros rezos diarios judíos
bendecimos al Creador por sus bendiciones para Israel.
“Otórganos paz, bondad y bendición, gracia, amorosa
bondad y compasión sobre nosotros y sobre todo Israel, Tu pueblo. Bendícenos
Padre nuestro como a uno con la Luz de Tu rostro; porque con la Luz de Tu
rostro nos has dado, Eterno nuestro Dios, la Torá de vida y amorosa bondad, y
rectitud, y bendición, y compasión, y vida, y paz; y que sea bueno a Tus ojos
bendecir a Tu pueblo Israel en todo tiempo y en todo momento con Tu paz. Bendito eres Tú, Eterno, que bendice a Israel con
la paz.”
Con razón esta es la bendición con la que termina
la amidá, la plegaria de pié ante Dios,
porque la misma abarca todas las bendiciones que Israel recibe de
Él. Debemos destacar que paz también abarca las bendiciones
de Dios para Israel. Hemos indicado varias veces que la palabra shalom significa mucho más que paz.
También quiere decir eternidad, totalidad, integración y completación
tanto en tiempo como en espacio; los mismos significados de olam, generalmente traducido como mundo o universo.
Notemos que las cualidades señaladas en esta
bendición --benevolencia, gracia,
amorosa bondad y compasión-- son algunos de los atributos
del Creador revelados a Moisés (Éxodo 34:6-7), y contenidos en la Torá como instrucción específica
de Dios a Israel.
Seamos conscientes de que recibimos estas
bendiciones para ser estas bendiciones. Como dijimos
arriba, la mayor bendición es la Torá del Creador como nuestra herencia, legado
e identidad. Tenemos que llegar a ser lo
que somos y manifestar lo que somos, nuestra Esencia y verdadera identidad, los
atributos que el Creador quiere que integremos en cada aspecto de nuestra vida. Y estos son los modos y
atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios por nosotros
y por Su Creación.
Las cualidades más refinadas que poseen el mayor
potencial de bondad son las bendiciones más sublimes.
“Y de Leví, él [Moisés] dijo: 'Tu Tumim y Urim
pertenecen a Tu hombre bondadoso [el sumo sacerdote] (…) Ellos enseñarán Tus
ordenanzas a Jacob, y Tu Torá a Israel; ellos pondrán incienso ante Ti, y elevarán ofrendas
sobre Tu altar. Que el Eterno bendiga su
ejército y acepte favorablemente la obra de sus manos; quebrante los miembros de sus enemigos
y de quienes se levanten contra él, para que no se puedan reponer.” (Deuteronomio 33:8,10-11)
El sacerdocio es el guardián y protector de nuestra
herencia, legado e identidad, como las cualidades que sostienen el conocimiento
de nuestra conexión permanente con Dios.
“Y de José, él
dijo: 'Su territorio será bendecido por el Eterno con rocío, con
la dulzura de los cielos, y con el abismo que habita debajo, y con la dulzura
de los frutos del sol, y con la dulzura de lo que concede la luna, y con las
cosechas de las montañas, y con la dulzura de las colinas eternas, y con la
dulzura de la tierra y su plenitud, y mediante la dicha de Aquel que mora en la
zarza ardiente. Que venga sobre la cabeza de José y sobre la corona del que fue separado de
sus hermanos'.”
(33:13-16)
Para asimilar plenamente esta bendición debemos recordar la historia de
José, y en lo que se convirtió él para sus hermanos y para el resto de su
familia.
José representa el Amor redentor que transforma, unifica y armoniza los
aspectos negativos de la conciencia tales como odio, celos, envidia,
resentimiento, remordimiento, juicios, desconfianza, temor, crueldad,
indiferencia, indolencia, negligencia, violencia y lo potencialmente
destructivo en pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.
José representa Amor como sabiduría, comprensión, conocimiento, verdad,
prevalencia, honor, rectitud y regencia.
Estos rasgos son la bendición de la vida,
como la tierra en la que habitamos cada momento, y
representan la dulzura de los niveles más elevados de la conciencia como el
rocío y las lluvias del Cielo que son la dicha del Dador de todas las
bendiciones, quien mora en Su propio fuego, Su propio Amor.
Al recibir la bendición y convertirnos en ella, nos
hacemos conscientes de nuestra gratitud hacia el Creador, y le agradecemos a Él
por la herencia que nos ha otorgado. Esta realización es el
significado del nombre de Judá, que quiere decir Yo agradeceré [a Dios] porque en nuestra gratitud a Dios realizamos el destino que Él
quiere para nosotros.
“'Que esto [también así] sea para Judá' y él [Moisés] dijo, 'Oh Eterno, atiende la voz de Judá y
tráelo a su pueblo; que sus manos hagan la batalla por él, y que Tú seas una
ayuda [para él] contra sus adversarios'.” (33:7)
El liderazgo de Judá como regencia recoge y une
todo Israel para librar las batallas dirigidas a entronizar la Presencia Divina
en el mundo material, y hacer saber a todos los pueblos que el Creador es el
Rey de toda Su Creación.
Debemos honrar la bendición de Dios honrando la
Torá como nuestra herencia, legado e identidad eternos.
“Este libro de la Torá jamás abandonará tu boca;
meditarás sobre él día y noche, para que observes todo lo que está escrito en
él; para que entonces tengas éxito en todos tus caminos, y prosperes. Por ello te encomiendo que seas fuerte y valiente,
que no temas ni desfallezcas, porque el Eterno tu Dios está contigo por donde
quiera que vayas.” (Josué 1:8-9)