domingo, 23 de septiembre de 2012

Haazinu: Somos la Porción de Dios

Esta porción contiene el poema o canción que resume la relación entre el Creador e Israel. La Torá define esta relación tal como ha ocurrido en el pasado, como ocurre en el presente y como ocurrirá en el futuro. Nuevamente reaparece la idolatría como el mayor obstáculo para realizar nuestra unión con Dios, ya que es el asunto recurrente que empaña el conocimiento individual y colectivo de nuestra Esencia y verdadera identidad.

Las fantasías e ilusiones de ego como ídolos; junto a las creencias, ideologías, costumbres, hábitos y patrones de conducta erróneos como falsos dioses en los que creemos, son los principales obstáculos que impiden a nuestra conciencia acercanos a Dios y Su Amor, como la fuente de nuestra existencia. Nuestro conocimiento del Creador es la conciencia de lo que verdaderamente somos, porque todo y todos provenimos de Él.

Mi doctrina descenderá como la lluvia, Mi palabra destilará como el rocío; y la llovizna sobre el pasto tierno, y como las lluvias sobre la hierba.(Deuteronomio 32:2)

Este conocimiento es el comienzo para asimilar los caminos y atributos de Dios, manifestados en nosotros como parte de Su Amor.

La Roca, Su obra es perfecta; porque Sus caminos son rectitud, un Dios de fidelidad y sin iniquidad, justo y recto es Él.” (32:4)

Estas cualidades son también parte de nuestra conciencia mientras lo reconozcamos a Él en nosotros, en vez de pensar que somos resultado de las tonterías de ego.

¿Es así como retribuid al Eterno, oh pueblo tonto y necio? ¿No es acaso Él vuestro Padre que os ha engendrado? ¿Acaso Él no os ha hecho y establecido?” (32:6)

Y si vivimos por nuestras fantasías e ilusiones, moriremos por ellas. Esta es la ecuación “causa y efecto”, y “lo que siembras cosecharás”. La buena noticia es que la fidelidad de Dios es inmutable e inquebrantable, no como nuestra infidelidad a Sus caminos y atributos.

¿Es acaso corrupción de Él? No; Sus hijos son la mancha, una generación corrupta y perversa.(32:5)

Sabemos de sobra que no somos perfectos, y nunca lo seremos porque vivimos en una realidad imperfecta, la cual hemos distorsionado con concepciones erróneas y percepciones falsas. El mundo podría parecer perfecto en sí mismo, pero no así la manera en la que nos relacionamos con él. La naturaleza, tan perfecta como aparenta ser, no siempre es benigna, generosa o complaciente como quisiéramos.

Veranos e inviernos inclementes, animales salvajes y parajes inhóspitos, sólo por mencionar algunos. Así nos explicamos que los primeros dioses e ídolos de los pueblos primitivos fuesen las indomables fuerzas de la naturaleza, animales y árboles, mucho tiempo antes de que comenzaran a contemplar el cielo con sus poderosas luminarias. Entonces nuestra “mancha”, “corrupción” y “perversión” aparecen como actitudes transformadas en falsos ídolos en los que nos hemos convertido.

Nuestras manchas o defectos son las falsas creencias y sentimientos de carencia, de ser y estar incompletos. Este es el tipo de mentalidad que no podemos elevar al Dios que sí es completo, pleno y suficiente, que nos creó a Su imagen y semejanza. Dios no se conforma con menos, y nos ordena a no conformarnos con menos. Nuestras ofrendas (aquello que somos en todas las dimensiones de la conciencia) para Él deben ser sin mancha, completas, enteras, plenas y suficientes, porque Dios nos creó con esas cualidades y atributos.

Con esto nos estamos refiriendo a la conciencia humana y no a nuestra apariencia o rasgos físicos. Nuestros modos corruptos son la actitud negativa hacia nosotros mismos y hacia la vida, cuando no satisfacemos los deseos materialistas de ego bajo creencias o sentimientos de carencia. Esta nos lleva a tomar lo que no nos pertenece legítimamente, y a decir y hacer lo que traspasa los límites individuales y colectivos de respeto a los derechos y propiedades de los demás.

Perversión es la negación de cualquier manera de corregir y redirigir nuestro discernimiento, creencias, ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, bajo los modos y atributos de Amor; en vez de las fantasías e ilusiones negativas de ego (ver en este blog nuestro comentario sobre la Parshat Haazinu: “Escuchemos al Amor de Dios” del 5 de septiembre de 2010, y “Refugiándonos en el Amor de Dios” del 2 de octubre de 2011).

Esta es la actitud práctica cuando discernimos lo que es Dios para nosotros. Lo conocemos a Él a través de Sus caminos y atributos, que están manifiestados en el mundo material como modos y atributos de Amor, e inherentes a la rectitud, justicia, equidad y bondad, como parte de la ética de Amor.

En este contexto asimilamos la pregunta ¿Es acaso corrupción de Él?”, porque Amor no cohabita con nada distinto a sus modos y atributos; y no convive con iniquidad ni maldad, ni con sus modos corruptos y perversos. Estos son la mancha que nos separa del Amor de Dios, porque Amor es nuestro nexo común con Él. Debemos reclamar y abrazar nuestra verdadera identidad.

Porque la porción del Eterno es Su pueblo, Jacob es la porción de Su herencia.(32:9)

Esta es una de las mayores declaraciones en toda la Torá. ¡Somos la porción de Dios¿¡Realmente tenemos una remota idea de lo que esto significa!? ¡Despertemos de una vez por todas y sacudamos las fibras de cada dimensión de nuestra conciencia, y elevemos nuestros corazones y almas a Dios que nos llama Su porción!

¿Cuál es la herencia de Dios? Miremos por un momento a nuestro alrededor y veamos Su Creación. Luego observemos lo que está impregnado en Su Creación. Sí, Su Amor que proclama la magnificencia de todo lo que existe. Esa es Su porción que Él nos da, y esta es suficiente. Esa es Su porción que nos da porque nos ama. Él nos hace heredar Su Amor, aquello que crea y sustenta Su Creación.

El Amor de Dios es nuestra porción, y también es suficiente. En este conocimiento no hay espacio para nada menos que eso, porque no hay espacio para menos. A no ser que creemos la mancha, la corrupción y perversión basados en la ilusión de que Dios no es suficiente, y correr tras dioses e ídolos que sólo existen en nuestra imaginación.

Una vez comencemos a creer en ellos y a alimentarlos con la Esencia que sustenta nuestra vida, caemos en la gordura de las ilusiones que hemos creado.

Pero Jeshurún [Israel] se engordó y pateó, te engordaste, te agrandaste, y te volviste pesado, y él abandonó a Dios que lo hizo, y despreció la Roca de su redención.(32:15)

El Rey David evoca para nosotros el Amor de Dios como nuestra herencia.

Porque Tú eres mi lámpara, oh Eterno; y el Eterno sí ilumina mis tinieblas. Porque por Ti dominaré ejércitos, por mi Dios saltaré murallas. Porque por Dios, Su camino es perfecto, la palabra del Eterno es justa, Él es un escudo en aquellos que se refugian en Él.” (2 Samuel 22:29-31)

Somos la porción y herencia de Dios, y el conocimiento de Su Presencia en nuestras vidas es nuestra Redención. Despertemos a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad, y a través de sus modos y atributos retornemos al Amor de Dios como nuestra Redención. ¡Amén!

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.