domingo, 27 de marzo de 2011

Parshat Tazria: Viviendo en el Pacto del Creador

La porción de esta semana nos enseña acerca de pureza ante nuestro Creador: "Habla a los hijos de Israel, diciendo, 'Si una mujer concibe (tazria), y da a luz in varón, estará impura siete días; como durante los días de separación (nidá) de su período (menstrual) estará impura" (Levítico 12:2) y comienza desde el momento en que nacemos.

Nuestros Sabios dicen que un recién nacido es dado a luz por su madre en estado de impureza debido a que ella sufre durante el parto, y con ello entendemos que la vida debe empezar con un mejor comienzo. La vida no es perfecta mientras tengamos que elegir entre correcto e incorrecto, falso y verdadero, positivo y negativo, entre la ambigüedad de ilusión y Verdad. Podemos expresarlo mejor diciendo que la vida es perfecta siempre y cuando elijamos la Verdad que representan los caminos y atributos de Amor, en vez de las fantasías e ilusiones materialistas de ego. En este contexto la pureza está relacionada con lo que el Creador quiere de nosotros para estar unidos a Él.

La Torá frecuentemente menciona que debemos ser sagrados porque el Eterno es sagrado, y de esto inferimos que somos sagrados porque somos parte de Su Creación. Entonces debemos acercarnos a Él, a Sus caminos y atributos, para llegar a conocer la Esencia de nuestra identidad la cual es Su Amor, la pureza de lo que nos hace sagrados ante Él. El primer versículo de esta porción es seguido por "Y en el octavo día la carne de su prepucio será circuncidada" (12:3) refiriéndose al recién nacido con el fin de sellar en la carne el Pacto entre Israel y el Creador, y para el pueblo judío este es comienzo de la vida en el mundo material.


El Pacto es el inicio de la vida al remover lo que no es necesario que cargue nuestra conciencia, el "prepucio" como lo añadido que es potencialmente negativo en lo inferior de nuestra naturaleza humana. La circuncisión se convierte en nuestra respuesta incondicional, y hasta inconsciente, al Pacto que Dios nos da para realizar la alianza que Él nos ofrece en Su Creación. La llamamos "hasta inconsciente" porque aceptamos el Pacto cuando aún no estamos completamente conscientes de nuestra existencia en el mundo.

Entonces es un Pacto más allá de toda comprensión, separada de la manifestación material de la Creación de Dios, representada por el octavo día de vida. Este Pacto es la realización de la unidad eterna de Israel y el Creador, unidad más allá de comprensión y al mismo tiempo un recordatorio en nuestra carne de nuestro compromiso para cumplir Sus caminos con lo sagrado que Él quiere que seamos conscientes: lo que verdaderamente somos.

Tenemos que entender sagrado como la percepción práctica del Amor de Dios en nuestras vidas, en las que los modos y atributos de Amor deben dirigir cada aspecto y dimensión de la conciencia. Es en esta realidad del día a día que tenemos que ser leales, puros con Sus caminos. Así somos advertidos otra vez para no caer en expresiones negativas que nos hacen separar de Él: "Cuando un hombre tenga en la piel de su carne una protuberancia, una mancha, o un punto brillante, y se vuelva en la piel de la carne la plaga de lepra, entonces él será traído ante Aarón el sacerdote (…)" (13:2).


Nuestros Sabios (Talmud, Arajín 15b y 16a) se refieren a lo que ha sido traducido como "lepra", como una señal de conducta negativa como la arrogancia, el asesinato, el perjurio, la difamación, la inmoralidad sexual, la avaricia y el robo, análogos a las siete naciones que Israel tuvo que conquistar para habitar en la Tierra Prometida. Estas, al igual que las demás expresiones negativas de la conciencia humana, nos separan de los atributos de Amor: "Todos los días donde la plaga esté en él lo harán impuro, [por lo tanto] él morará solo, sin [afuera de] el campamento él morará." (13:46) y para retornar a los atributos de Amor debemos transformar todas las expresiones negativas mediante su fuego, su poder transmutante, en bondad: "Y él quemará su vestimenta, o la capa, o la túnica, o algo de piel, donde la plaga esté; porque es una lepra maligna, será quemada en el fuego." (13:52).

Como mencionamos antes, nada es perfecto en el mundo material excepto la Esencia con la fue creado, que es el Amor de Dios. Es mediante Amor que podemos transformar y transmutar las imperfecciones que percibimos como negatividad en lo que llamamos dolor, sufrimiento, depresión, tristeza, indiferencia, y demás. Mientras permitamos que Amor conduzca todos los aspectos de nuestra vida, solo Amor será porque Amor es su causa y su efecto.

domingo, 20 de marzo de 2011

Parshat Sheminí: Siendo Verdad ante el Amor de Dios

"Y fue en el octavo (sheminí) día que Moisés convocó a Aarón y sus hijos, y los ancianos de Israel" (Levítico 9:1), porque ese fue el día que la Presencia Divina eligió para manifestarse al pueblo después que los líderes de las Tribus trajeron sus ofrendas al Santuario: "Y ellos [los sacerdotes] llevaron lo que Moisés les mandó al frente de la Tienda de Reunión, y toda la comunidad se acercó y se paró ante el Eterno. Y Moisés dijo: 'Esta es la cosa que el Eterno os mandó hacer, y la Gloria del Eterno se manifestará a vosotros'." (9:5-6). El Mandamiento fue traer las ofrendas (elevar todos los aspectos y dimensiones de nuestra conciencia para acercarse al Creador) para unirse al Amor de Dios, Su Gloria: "(…) y la Gloria del Eterno se apareció a todo el pueblo. Y fuego surgió [de] ante el Eterno, y consumió la ofrenda de elevación y la gordura sobre el altar; y todo el pueblo vio, cantaron alabanzas, y se postraron." (9:23-24).

"Y los hijos de Aarón, Nadab y Abihú, tomaron cada uno su sartén, pusieron fuego en ellos y colocaron incienso sobre él; y trajeron ante el Eterno un fuego extraño que Él no les había mandado. Y fuego surgió [de] ante el Eterno y los consumió. Y ellos murieron ante el Eterno." (10:1-2). Algunos de nuestros Sabios dicen que Nadab and Abihú decidieron hacer sus ofrendas individualmente a su propia manera con una actitud egocéntrica que no era la correcta.


De este episodio aprendemos que cada rasgo y cualidad que ofrendamos al servicio del Creador debe estar guiada de acuerdo a Sus Mandamientos, y no según nuestra versión individual de cómo debería ser. De la misma manera que el Amor de Dios es incondicional en el sustento de Su Creación, debemos también estar dispuestos a elevar nuestra vida entera a Su Amor, sin condiciones ni motivos ocultos. Nuestro Amor por el Creador debe ser incondicional, como lo manifestaron nuestros Patriarcas. No hay nada "personal" o particular en la manera como elevamos nuestras vidas a Él, porque ante Él somos tan ordinarios como los demás.

Entonces tenemos que incluir todos los niveles (inferiores y superiores) de conciencia en nuestro deseo de estar cerca del Amor de Dios: "Entonces Moisés dijo a Aarón, 'Esto es lo que el Eterno habló: "Yo seré consagrado por aquellos cercanos a Mí, y ante todo el pueblo Yo seré glorificado." (10:3) y en este contexto "todo el pueblo" representa todos los aspectos, rasgos, cualidades, y dimensiones de nuestra vida dirigidos a manifestar (glorificar) el Amor de Dios.

Esta advertencia también excluye alterar nuestra conciencia con algo que no sea sobriedad y clara percepción cuando queremos estar junto a nuestro Creador: "No beberás libaciones que te embriaguen, ni tú ni tus hijos contigo cuando entréis a la Tienda de Reunión, para que no perezcáis. [Este es] Un decreto perpetuo para todas tus generaciones." (10:9) porque estando sobrios en nuestra percepción podremos "distinguir entre lo sagrado y lo profano, y entre lo inmundo y lo puro." (10:10). Entonces queda claro que cualquier medio artificial para alterar la conciencia con el propósito de acercarnos al Creador es tan inaceptable como las fantasías e ilusiones de ego que nos motiven a ello. Debemos vivir con la verdad para nosotros mismos y para los demás, y más aun si deseamos abrazar el Amor de Dios.

Hemos sido convocados a vivir de acuerdo a Sus caminos y atributos, y ello incluye lo que pensamos, sentimos, y hacemos; y también lo que comemos. Por ello el mensaje anterior está seguido por este otro: "Habla a los hijos de Israel, diciendo: Estas son las especies que podréis comer entre todos los animales sobre la tierra (…)" (11:2). Nuestros Sabios enseñan que el acto de comer también debe estar precedido de un propósito moral, y se refieren a animales predadores y especies que reptan, los cuales poseen rasgos que debemos evitar: "No os haréis abominables con ninguna criatura que se arrastra sobre la tierra, y no os haréis inmundos con ellas, que os hagáis inmundos a través de ellas. Porque Yo soy el Eterno vuestro Dios, y os consagraréis y seréis sagrados, porque Yo soy sagrado; y no os contaminaréis a través de ninguna criatura que se arrastra sobre el suelo" (11:43-44).

La parshá concluye recordándonos otra vez tener un claro discernimiento en nuestra actitud ante el mundo material: "para distinguir entre lo inmundo y lo puro, y entre el animal que puede ser comido y el animal que no puede ser comido." (11:47). De manera análoga discernimos al tener que elegir entre las ilusiones y fantasías de ego, y los modos y atributos de Amor; o entre un estilo de vida materialista y egocentrista, y una vida en la Verdad del Amor de Dios.

domingo, 13 de marzo de 2011

Parshat Tzav: El Fuego Permanente del Amor de Dios

En la porción de esta semana, Tzav, las ofrendas en el Santuario son detalladas al igual que el servicio de los sacerdotes (kohanim): "Y el Eterno habló a Moisés, diciendo 'Manda (Tzav) a Aarón y sus hijos, diciendo, "Esta es la ordenanza de las ofrendas de elevación: La cual es la ofrenda de elevación que arde sobre el altar toda la noche hasta la mañana, y el fuego del altar arderá con ella". (Levítico 6:1-2) y también se enfatiza que el fuego en el altar debe arder todo el tiempo: "Y el fuego sobre el altar deberá arder sobre él, no habrá de extinguirse. Un fuego continuo arderá sobre el altar, y no se extinguirá" (6:5-6).

Hemos mencionado en comentarios anteriores que las ofrendas de "sacrificios" que presentamos a nuestro Creador en el Santuario representan cada rasgo y cualidad de las diferentes dimensiones de la conciencia. Estas incluyen no sólo nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos, sino también nuestros deseos y las intenciones que hay detrás de ellos. Cada aspecto de nuestra identidad individual debe ser consagrado al Creador por el simple hecho de que somos Su Creación, y porque nos sustenta constantemente en la realidad material que creó para nosotros. Insistamos y reiteremos que estamos aquí debido a Su Amor, y es Su Amor nuestra propia Esencia. Entonces las ofrendas son la manera en que nos relacionamos y comunicamos con Su Amor, con el único propósito de unirnos a Él. El conocimiento permanente de nuestra conexión con Él (representado por Aarón, el Sumo Sacerdote) es nuestro medio para lograr esta unificación.

En un sentido práctico nuestras ofrendas nos hacen mantener este conocimiento todo el tiempo, y nuestro Amor (el "fuego que arde") y el Amor de Dios (el "fuego de Cielo") deben arder unidos para hacernos conscientes de que somos Su "imagen y semejanza". Nos damos plena cuenta de ello cuando sabemos que el Amor de Dios siempre está con nosotros, al orar en nuestros rezos diarios el modim (agradecemos): "(…) Te agradecemos y relatamos Tu alabanza en la noche, en la mañana y en la tarde, por nuestras vidas que están encomendadas a Tu mano y por nuestras almas que estas depositadas en Ti", porque nuestra existencia y toda existencia emanan de Él, y están sustentadas por Él; "por Tus milagros que están con nosotros diariamente, y por Tus maravillas y beneficencias en todo momento" y de esto debemos estar conscientes (el fuego que arde) permanentemente. "Tu eres el Bondadoso porque Tu compasión no cesa nunca, y el Compasivo porque Tu bondades jamás terminan; y siempre depositamos nuestra esperanza en Ti", el infinito Amor de Dios que alabamos cuando conducimos cada dimensión de nuestra conciencia con Su amor. Y tengamos presentes que nuestra alabanza no es sólo con palabras sino con acciones.
Esta oración de acción de gracias es reiterada por nuestros Sabios: "El Dios de toda carne, nuestro Creador, el Creador del universo" porque somos Su Creación, por lo tanto "Bendecimos y agradecemos Tu sagrado Nombre, porque Tú nos has dado vida y nos has sustentado. Y que Tú sigas dándonos vida y sustentándonos, y reúne a nuestros exiliados en los Patios de Tu Santuario para cumplir con tus decretos, hacer Tu voluntad y servirte de todo corazón."

Entendamos que nuestros exiliados no son únicamente nuestros hermanos exiliados fuera de la Tierra Prometida, sino también los rasgos y cualidades de nuestra conciencia que debemos integrar en la unidad que simboliza el Santuario como nuestra permanente conexión con el Amor de Dios. Es Su Amor el que nos motiva a seguir Sus caminos y atributos (Sus "decretos"), que son los medios para servirlo a Él con todo el corazón.
EL conocimiento permanente de nuestra conexión con Dios (el Sumo Sacerdote) es el que nos bendice, tal como está escrito: "Así bendeciréis (los Sacerdotes) al pueblo de Israel, diles (Moisés) a ellos: 'El Eterno te bendiga y te cuide. El Eterno ilumine Su rostro sobre ti y te conceda gracia. Vuelva el Eterno Su rostro sobre ti, y te conceda paz'. Y ellos (los Sacerdotes) pondrán Mi Nombre sobre los hijos de Israel, y Yo los bendeciré" (Números 6:24-27).


Estas son las bendiciones, todas ellas de Su Amor por nosotros. Como hemos dicho, esta porción se trata de nuestras ofrendas, y particularmente de la manera de elevar nuestra vida para unirse con el Creador. Es nuestro intelecto el que nos da el conocimiento de Él, el que tiene una noción clara de la Verdad que sustenta la Creación. El intelecto y el conocimiento que nos proveen están representados por Moisés, nuestro maestro.
"Y Moisés tomó parte del aceite de unción y parte de la sangre que estaba en el altar, y los roció sobre Aarón y sus vestiduras; y sobre sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él" (Levítico 8:30) el aceite simboliza nuestra conciencia del Amor de Dios, y la sangre representa el fervor con el que vivimos Su Amor en el mundo material. Ambos deben estar impregnados en nuestras vestiduras, las cuales representan todas las dimensiones de nuestra conciencia. La porción concluye destacando este hecho: "Y Aarón y sus hijos hicieron todas las cosas que el Eterno mandó a través de Moisés" (8:36).


La haftará para esta porción nos recuerda este conocimiento: "Y esta cosa Yo les mandé a ellos, diciendo: 'Apegaos a Mi voz, para que Yo sea vuestro Dios y vosotros Mi pueblo; y andad en todos los caminos que Yo os mando, para que todo sea bueno con vosotros'." (Jeremías 7:23).

Este es el mensaje primordial de las Escrituras Hebreas, y es en el conocimiento del Creador y en nuestra conexión con Su Amor que estamos verdaderamente plenos en el mundo material: "Así dice el Eterno: Que no se vanaglorie el sabio de su sabiduría, ni el poderoso se vanaglorie de su poder, ni el rico se vanaglorie de sus riquezas; sino que el que se vanaglorie lo haga en esto: que él Me entienda y Me conozca, que Yo soy el Eterno que otorga amorosa bondad, justicia, y rectitud sobre la Tierra; porque en estas cosas Yo me deleito, dice el Eterno". (Ibíd. 9:22-23), y estas cosas son del Amor de Dios.

domingo, 6 de marzo de 2011

Parshat Vayikrá: Nuestras Ofrendas al Amor de Dios

"Y Él llamó (vayikrá) a Moisés, y el Eterno le habló a él desde el Tabernáculo, diciendo…" (Levítico 1:1). Nuestros Sabios enseñan que llamar a alguien antes de hablarle significa no sólo familiaridad sino cercanía. El libro de Levítico (Vayikrá) comienza enseñándonos que nuestra cercanía y unión con el Creador acontecen en un lugar especial que nosotros tenemos que construir con todos los aspectos y dimensiones de la conciencia, y es el Tabernáculo, el Templo de Jerusalén. Estos aspectos y dimensiones están arraigados en el cuerpo físico porque todos están atados al mundo material, el lugar que el Amor de Dios creó para que seamos y manifestemos nuestra Esencia, nuestra verdadera identidad, que proviene de Su Amor.

Es en este mundo que ejercemos nuestra identidad siendo y expresando los modos y atributos de Amor. Esto lo hacemos dirigiendo cada dimensión de la conciencia bajo la conducción de Amor. Esta dirección se manifiesta cuando los "elevamos" a nuestro máximo conocimiento del Amor del Creador, representado por el Santuario. En este conocimiento nuestra voluntad se ve impulsada a elevar la totalidad de nuestra conciencia hacia la Unidad del Creador: "Él la traerá (la ofrenda) voluntariamente a la entrada del Tabernáculo, ante el Eterno." (1:3).

Como hemos indicado frecuentemente, Aarón el Sumo Sacerdote representa este conocimiento como el catalizador, el fuego transformador que nos une con el Creador: "Y los descendientes de Aarón el sacerdote pondrán fuego sobre el altar, y ordenarán la leña sobre el fuego" (1:7), lo cual previamente había sido dispuesto: "Estará sobre la frente de Aarón, y él cargará la transgresión relacionada con las ofrendas sagradas que los israelitas consagran, cuales fueren dichas ofrendas. Estará sobre la frente de Aarón continuamente, para que ellas sean aceptables para el Eterno" (Éxodo 28:38).

Nuestros Sabios explican que en el altar del Santuario hay dos fuegos, uno material y otro Divino, y este último es el que "quema" la ofrenda. De esto aprendemos que los rasgos, cualidades, aspectos y dimensiones de nuestra conciencia (las ofrendas) son transmutados a través del Amor de Dios, porque es Su Amor el que nos creó. Por lo tanto es Amor el único que puede transformarnos para poder andar en los caminos del Creador. Pero esto ocurre cuando estamos completamente conscientes de Él, y consecuentemente dispuestos con la voluntad de acercarnos a la entrada de Su Santuario: "(…) Entonces el sacerdote hará (elevar en) humo todo (el animal entero, que representa la ofrenda) sobre el altar, como una ofrenda ardiente, una ofrenda de fuego, (con) una fragancia placentera para el Eterno" (Levítico 1:9, 13, 17; 2:2, 9, 12; 3:5, 16; 4:31), y la fragancia que complace al Creador es nuestro Amor como manifestación material de Su Amor con el que Él nos creó.

"Y salarás cada una de tus ofrendas de alimentos (minjá) con sal, y no omitirás la sal del Pacto del Eterno de encima de las ofrendas de alimentos. Tú ofrecerás sal en todas tus ofrendas." (2:13). Sobre esto nuestros Sabios explican que la sal representa lo permanente.

En este contexto se trata del Pacto eterno entre el Creador e Israel, de ahí que nuestra conciencia del Creador en nuestras vidas sea permanente. Respecto a las ofrendas (los aspectos de la conciencia que elevamos con el propósito de ser transformados en el Amor de Dios), nuestros Sabios nos cuentan que una ofrenda de paz es diferente a todas las demás, ya que representa no otro aspecto de pensamiento, mente, emoción, sentimiento, pasión o instinto, sino sólo la intención de estar más cerca del Creador. Por tanto es una ofrenda de totalidad en la que nuestra conciencia entera, en unidad armónica, tiene añoranza de vivir con más del Amor de Dios.

De hecho esta es la ofrenda primordial que podemos elevar a Su Amor, porque es nuestra paz forjada en Sus caminos y atributos: "Y de la ofrenda de paz, él traerá una ofrenda de fuego para el Eterno: la gordura que cubre las entrañas y toda la gordura que está en las entrañas." (3:3, 14). Esta es la ofrenda de totalidad no motivada por la expiación sino por un profundo deseo de abrazar al Creador, y tenerlo más presente en nuestras vidas. Entonces es una ofrenda llena de alegría (la gordura que cubre), la dicha de nuestro Amor que también es Su dicha: "Toda la gordura (de la ofrenda) pertenece al Eterno." (3:16, 4:19).

"Si el sacerdote ungido peca, trayendo culpa al pueblo, entonces él traerá para su pecado que ha cometido un becerro sin tacha como ofrenda de pecado al Eterno." (4:3). El mayor conocimiento del Dios (representado por el Sumo Sacerdote) está ligado al cuerpo físico y por ello no está exento de errar. Por lo tanto debe ser re-dedicado continuamente (diariamente) al Creador. Nuestros Sabios dicen que cuando el Sumo Sacerdote peca, el pueblo (todas las dimensiones de la conciencia) carga con su pecado. Así como cuando el pueblo peca, el Sumo Sacerdote carga con los pecados del pueblo.

Esto es parte de la dinámica de unidad de todos los niveles de conciencia, porque todo está conectado en lo multidimensional de la vida humana. Alegría es uno de atributos esenciales de Amor, y al re-dedicar nuestra felicidad al servicio del Creador en verdad estamos expiando (transformando) nuestra conciencia: "Y él (el sacerdote) hará toda su gordura (de la ofrenda) a (elevar en) humo sobre el altar, al igual que la gordura de la ofrenda de paz. Entonces el sacerdote hará expiación para su pecado, y él será perdonado" (4:26, 31, 35).

La porción continúa con la expiación de transgresiones cometidas contra el prójimo, en particular cuando nuestro testimonio es crucial: "Si una persona peca si hubiese oído la voz del que juró, y ella fuere testigo de lo que vio y supo; si no lo denunciare, ella cargará con su pecado" (5:1). "O si una persona toca algo inmundo, ya sea el cadáver de un animal salvaje inmundo, o el cadáver de un animal doméstico, o el cadáver de un animal inmundo de repta" (5:2).

Este último versículo nos recuerda que nuestros pensamientos deben estar en permanente contacto con los modos y atributos de Amor, y no con los rasgos inferiores representados por los cadáveres de animales salvajes o reptiles inmundos. Nuestro mayor conocimiento del Amor de Dios es lo que expía (transforma) la negatividad de nuestros pensamientos, palabras, emociones, sentimientos, pasiones e instintos: "Así el sacerdote hará expiación para él, de su pecado que él cometió, y él será perdonado" (5:10). Entre más vivimos en los modos y cualidades de Amor, más fácilmente transmutaremos ("expiaremos") los aspectos potencialmente negativos de una actitud materialista ante la vida.

Los últimos versículos de la porción (5:20-26) se refieren a otras transgresiones contra el prójimo, y nuestros Sabios destacan que antes de buscar el perdón del Creador primero debemos buscar el perdón del prójimo y compensarlo por el daño causado a él. Sólo entonces podremos elevar nuestras ofrendas de expiación para retornar a los caminos y atributos del Creador.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.