domingo, 6 de marzo de 2011

Parshat Vayikrá: Nuestras Ofrendas al Amor de Dios

"Y Él llamó (vayikrá) a Moisés, y el Eterno le habló a él desde el Tabernáculo, diciendo…" (Levítico 1:1). Nuestros Sabios enseñan que llamar a alguien antes de hablarle significa no sólo familiaridad sino cercanía. El libro de Levítico (Vayikrá) comienza enseñándonos que nuestra cercanía y unión con el Creador acontecen en un lugar especial que nosotros tenemos que construir con todos los aspectos y dimensiones de la conciencia, y es el Tabernáculo, el Templo de Jerusalén. Estos aspectos y dimensiones están arraigados en el cuerpo físico porque todos están atados al mundo material, el lugar que el Amor de Dios creó para que seamos y manifestemos nuestra Esencia, nuestra verdadera identidad, que proviene de Su Amor.

Es en este mundo que ejercemos nuestra identidad siendo y expresando los modos y atributos de Amor. Esto lo hacemos dirigiendo cada dimensión de la conciencia bajo la conducción de Amor. Esta dirección se manifiesta cuando los "elevamos" a nuestro máximo conocimiento del Amor del Creador, representado por el Santuario. En este conocimiento nuestra voluntad se ve impulsada a elevar la totalidad de nuestra conciencia hacia la Unidad del Creador: "Él la traerá (la ofrenda) voluntariamente a la entrada del Tabernáculo, ante el Eterno." (1:3).

Como hemos indicado frecuentemente, Aarón el Sumo Sacerdote representa este conocimiento como el catalizador, el fuego transformador que nos une con el Creador: "Y los descendientes de Aarón el sacerdote pondrán fuego sobre el altar, y ordenarán la leña sobre el fuego" (1:7), lo cual previamente había sido dispuesto: "Estará sobre la frente de Aarón, y él cargará la transgresión relacionada con las ofrendas sagradas que los israelitas consagran, cuales fueren dichas ofrendas. Estará sobre la frente de Aarón continuamente, para que ellas sean aceptables para el Eterno" (Éxodo 28:38).

Nuestros Sabios explican que en el altar del Santuario hay dos fuegos, uno material y otro Divino, y este último es el que "quema" la ofrenda. De esto aprendemos que los rasgos, cualidades, aspectos y dimensiones de nuestra conciencia (las ofrendas) son transmutados a través del Amor de Dios, porque es Su Amor el que nos creó. Por lo tanto es Amor el único que puede transformarnos para poder andar en los caminos del Creador. Pero esto ocurre cuando estamos completamente conscientes de Él, y consecuentemente dispuestos con la voluntad de acercarnos a la entrada de Su Santuario: "(…) Entonces el sacerdote hará (elevar en) humo todo (el animal entero, que representa la ofrenda) sobre el altar, como una ofrenda ardiente, una ofrenda de fuego, (con) una fragancia placentera para el Eterno" (Levítico 1:9, 13, 17; 2:2, 9, 12; 3:5, 16; 4:31), y la fragancia que complace al Creador es nuestro Amor como manifestación material de Su Amor con el que Él nos creó.

"Y salarás cada una de tus ofrendas de alimentos (minjá) con sal, y no omitirás la sal del Pacto del Eterno de encima de las ofrendas de alimentos. Tú ofrecerás sal en todas tus ofrendas." (2:13). Sobre esto nuestros Sabios explican que la sal representa lo permanente.

En este contexto se trata del Pacto eterno entre el Creador e Israel, de ahí que nuestra conciencia del Creador en nuestras vidas sea permanente. Respecto a las ofrendas (los aspectos de la conciencia que elevamos con el propósito de ser transformados en el Amor de Dios), nuestros Sabios nos cuentan que una ofrenda de paz es diferente a todas las demás, ya que representa no otro aspecto de pensamiento, mente, emoción, sentimiento, pasión o instinto, sino sólo la intención de estar más cerca del Creador. Por tanto es una ofrenda de totalidad en la que nuestra conciencia entera, en unidad armónica, tiene añoranza de vivir con más del Amor de Dios.

De hecho esta es la ofrenda primordial que podemos elevar a Su Amor, porque es nuestra paz forjada en Sus caminos y atributos: "Y de la ofrenda de paz, él traerá una ofrenda de fuego para el Eterno: la gordura que cubre las entrañas y toda la gordura que está en las entrañas." (3:3, 14). Esta es la ofrenda de totalidad no motivada por la expiación sino por un profundo deseo de abrazar al Creador, y tenerlo más presente en nuestras vidas. Entonces es una ofrenda llena de alegría (la gordura que cubre), la dicha de nuestro Amor que también es Su dicha: "Toda la gordura (de la ofrenda) pertenece al Eterno." (3:16, 4:19).

"Si el sacerdote ungido peca, trayendo culpa al pueblo, entonces él traerá para su pecado que ha cometido un becerro sin tacha como ofrenda de pecado al Eterno." (4:3). El mayor conocimiento del Dios (representado por el Sumo Sacerdote) está ligado al cuerpo físico y por ello no está exento de errar. Por lo tanto debe ser re-dedicado continuamente (diariamente) al Creador. Nuestros Sabios dicen que cuando el Sumo Sacerdote peca, el pueblo (todas las dimensiones de la conciencia) carga con su pecado. Así como cuando el pueblo peca, el Sumo Sacerdote carga con los pecados del pueblo.

Esto es parte de la dinámica de unidad de todos los niveles de conciencia, porque todo está conectado en lo multidimensional de la vida humana. Alegría es uno de atributos esenciales de Amor, y al re-dedicar nuestra felicidad al servicio del Creador en verdad estamos expiando (transformando) nuestra conciencia: "Y él (el sacerdote) hará toda su gordura (de la ofrenda) a (elevar en) humo sobre el altar, al igual que la gordura de la ofrenda de paz. Entonces el sacerdote hará expiación para su pecado, y él será perdonado" (4:26, 31, 35).

La porción continúa con la expiación de transgresiones cometidas contra el prójimo, en particular cuando nuestro testimonio es crucial: "Si una persona peca si hubiese oído la voz del que juró, y ella fuere testigo de lo que vio y supo; si no lo denunciare, ella cargará con su pecado" (5:1). "O si una persona toca algo inmundo, ya sea el cadáver de un animal salvaje inmundo, o el cadáver de un animal doméstico, o el cadáver de un animal inmundo de repta" (5:2).

Este último versículo nos recuerda que nuestros pensamientos deben estar en permanente contacto con los modos y atributos de Amor, y no con los rasgos inferiores representados por los cadáveres de animales salvajes o reptiles inmundos. Nuestro mayor conocimiento del Amor de Dios es lo que expía (transforma) la negatividad de nuestros pensamientos, palabras, emociones, sentimientos, pasiones e instintos: "Así el sacerdote hará expiación para él, de su pecado que él cometió, y él será perdonado" (5:10). Entre más vivimos en los modos y cualidades de Amor, más fácilmente transmutaremos ("expiaremos") los aspectos potencialmente negativos de una actitud materialista ante la vida.

Los últimos versículos de la porción (5:20-26) se refieren a otras transgresiones contra el prójimo, y nuestros Sabios destacan que antes de buscar el perdón del Creador primero debemos buscar el perdón del prójimo y compensarlo por el daño causado a él. Sólo entonces podremos elevar nuestras ofrendas de expiación para retornar a los caminos y atributos del Creador.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.