domingo, 13 de marzo de 2011

Parshat Tzav: El Fuego Permanente del Amor de Dios

En la porción de esta semana, Tzav, las ofrendas en el Santuario son detalladas al igual que el servicio de los sacerdotes (kohanim): "Y el Eterno habló a Moisés, diciendo 'Manda (Tzav) a Aarón y sus hijos, diciendo, "Esta es la ordenanza de las ofrendas de elevación: La cual es la ofrenda de elevación que arde sobre el altar toda la noche hasta la mañana, y el fuego del altar arderá con ella". (Levítico 6:1-2) y también se enfatiza que el fuego en el altar debe arder todo el tiempo: "Y el fuego sobre el altar deberá arder sobre él, no habrá de extinguirse. Un fuego continuo arderá sobre el altar, y no se extinguirá" (6:5-6).

Hemos mencionado en comentarios anteriores que las ofrendas de "sacrificios" que presentamos a nuestro Creador en el Santuario representan cada rasgo y cualidad de las diferentes dimensiones de la conciencia. Estas incluyen no sólo nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos, sino también nuestros deseos y las intenciones que hay detrás de ellos. Cada aspecto de nuestra identidad individual debe ser consagrado al Creador por el simple hecho de que somos Su Creación, y porque nos sustenta constantemente en la realidad material que creó para nosotros. Insistamos y reiteremos que estamos aquí debido a Su Amor, y es Su Amor nuestra propia Esencia. Entonces las ofrendas son la manera en que nos relacionamos y comunicamos con Su Amor, con el único propósito de unirnos a Él. El conocimiento permanente de nuestra conexión con Él (representado por Aarón, el Sumo Sacerdote) es nuestro medio para lograr esta unificación.

En un sentido práctico nuestras ofrendas nos hacen mantener este conocimiento todo el tiempo, y nuestro Amor (el "fuego que arde") y el Amor de Dios (el "fuego de Cielo") deben arder unidos para hacernos conscientes de que somos Su "imagen y semejanza". Nos damos plena cuenta de ello cuando sabemos que el Amor de Dios siempre está con nosotros, al orar en nuestros rezos diarios el modim (agradecemos): "(…) Te agradecemos y relatamos Tu alabanza en la noche, en la mañana y en la tarde, por nuestras vidas que están encomendadas a Tu mano y por nuestras almas que estas depositadas en Ti", porque nuestra existencia y toda existencia emanan de Él, y están sustentadas por Él; "por Tus milagros que están con nosotros diariamente, y por Tus maravillas y beneficencias en todo momento" y de esto debemos estar conscientes (el fuego que arde) permanentemente. "Tu eres el Bondadoso porque Tu compasión no cesa nunca, y el Compasivo porque Tu bondades jamás terminan; y siempre depositamos nuestra esperanza en Ti", el infinito Amor de Dios que alabamos cuando conducimos cada dimensión de nuestra conciencia con Su amor. Y tengamos presentes que nuestra alabanza no es sólo con palabras sino con acciones.
Esta oración de acción de gracias es reiterada por nuestros Sabios: "El Dios de toda carne, nuestro Creador, el Creador del universo" porque somos Su Creación, por lo tanto "Bendecimos y agradecemos Tu sagrado Nombre, porque Tú nos has dado vida y nos has sustentado. Y que Tú sigas dándonos vida y sustentándonos, y reúne a nuestros exiliados en los Patios de Tu Santuario para cumplir con tus decretos, hacer Tu voluntad y servirte de todo corazón."

Entendamos que nuestros exiliados no son únicamente nuestros hermanos exiliados fuera de la Tierra Prometida, sino también los rasgos y cualidades de nuestra conciencia que debemos integrar en la unidad que simboliza el Santuario como nuestra permanente conexión con el Amor de Dios. Es Su Amor el que nos motiva a seguir Sus caminos y atributos (Sus "decretos"), que son los medios para servirlo a Él con todo el corazón.
EL conocimiento permanente de nuestra conexión con Dios (el Sumo Sacerdote) es el que nos bendice, tal como está escrito: "Así bendeciréis (los Sacerdotes) al pueblo de Israel, diles (Moisés) a ellos: 'El Eterno te bendiga y te cuide. El Eterno ilumine Su rostro sobre ti y te conceda gracia. Vuelva el Eterno Su rostro sobre ti, y te conceda paz'. Y ellos (los Sacerdotes) pondrán Mi Nombre sobre los hijos de Israel, y Yo los bendeciré" (Números 6:24-27).


Estas son las bendiciones, todas ellas de Su Amor por nosotros. Como hemos dicho, esta porción se trata de nuestras ofrendas, y particularmente de la manera de elevar nuestra vida para unirse con el Creador. Es nuestro intelecto el que nos da el conocimiento de Él, el que tiene una noción clara de la Verdad que sustenta la Creación. El intelecto y el conocimiento que nos proveen están representados por Moisés, nuestro maestro.
"Y Moisés tomó parte del aceite de unción y parte de la sangre que estaba en el altar, y los roció sobre Aarón y sus vestiduras; y sobre sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él" (Levítico 8:30) el aceite simboliza nuestra conciencia del Amor de Dios, y la sangre representa el fervor con el que vivimos Su Amor en el mundo material. Ambos deben estar impregnados en nuestras vestiduras, las cuales representan todas las dimensiones de nuestra conciencia. La porción concluye destacando este hecho: "Y Aarón y sus hijos hicieron todas las cosas que el Eterno mandó a través de Moisés" (8:36).


La haftará para esta porción nos recuerda este conocimiento: "Y esta cosa Yo les mandé a ellos, diciendo: 'Apegaos a Mi voz, para que Yo sea vuestro Dios y vosotros Mi pueblo; y andad en todos los caminos que Yo os mando, para que todo sea bueno con vosotros'." (Jeremías 7:23).

Este es el mensaje primordial de las Escrituras Hebreas, y es en el conocimiento del Creador y en nuestra conexión con Su Amor que estamos verdaderamente plenos en el mundo material: "Así dice el Eterno: Que no se vanaglorie el sabio de su sabiduría, ni el poderoso se vanaglorie de su poder, ni el rico se vanaglorie de sus riquezas; sino que el que se vanaglorie lo haga en esto: que él Me entienda y Me conozca, que Yo soy el Eterno que otorga amorosa bondad, justicia, y rectitud sobre la Tierra; porque en estas cosas Yo me deleito, dice el Eterno". (Ibíd. 9:22-23), y estas cosas son del Amor de Dios.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.