"Y fue en el octavo (sheminí) día que Moisés convocó a Aarón y sus hijos, y los ancianos de Israel" (Levítico 9:1), porque ese fue el día que la Presencia Divina eligió para manifestarse al pueblo después que los líderes de las Tribus trajeron sus ofrendas al Santuario: "Y ellos [los sacerdotes] llevaron lo que Moisés les mandó al frente de la Tienda de Reunión, y toda la comunidad se acercó y se paró ante el Eterno. Y Moisés dijo: 'Esta es la cosa que el Eterno os mandó hacer, y la Gloria del Eterno se manifestará a vosotros'." (9:5-6). El Mandamiento fue traer las ofrendas (elevar todos los aspectos y dimensiones de nuestra conciencia para acercarse al Creador) para unirse al Amor de Dios, Su Gloria: "(…) y la Gloria del Eterno se apareció a todo el pueblo. Y fuego surgió [de] ante el Eterno, y consumió la ofrenda de elevación y la gordura sobre el altar; y todo el pueblo vio, cantaron alabanzas, y se postraron." (9:23-24).
"Y los hijos de Aarón, Nadab y Abihú, tomaron cada uno su sartén, pusieron fuego en ellos y colocaron incienso sobre él; y trajeron ante el Eterno un fuego extraño que Él no les había mandado. Y fuego surgió [de] ante el Eterno y los consumió. Y ellos murieron ante el Eterno." (10:1-2). Algunos de nuestros Sabios dicen que Nadab and Abihú decidieron hacer sus ofrendas individualmente a su propia manera con una actitud egocéntrica que no era la correcta.
De este episodio aprendemos que cada rasgo y cualidad que ofrendamos al servicio del Creador debe estar guiada de acuerdo a Sus Mandamientos, y no según nuestra versión individual de cómo debería ser. De la misma manera que el Amor de Dios es incondicional en el sustento de Su Creación, debemos también estar dispuestos a elevar nuestra vida entera a Su Amor, sin condiciones ni motivos ocultos. Nuestro Amor por el Creador debe ser incondicional, como lo manifestaron nuestros Patriarcas. No hay nada "personal" o particular en la manera como elevamos nuestras vidas a Él, porque ante Él somos tan ordinarios como los demás.
Entonces tenemos que incluir todos los niveles (inferiores y superiores) de conciencia en nuestro deseo de estar cerca del Amor de Dios: "Entonces Moisés dijo a Aarón, 'Esto es lo que el Eterno habló: "Yo seré consagrado por aquellos cercanos a Mí, y ante todo el pueblo Yo seré glorificado." (10:3) y en este contexto "todo el pueblo" representa todos los aspectos, rasgos, cualidades, y dimensiones de nuestra vida dirigidos a manifestar (glorificar) el Amor de Dios.
Esta advertencia también excluye alterar nuestra conciencia con algo que no sea sobriedad y clara percepción cuando queremos estar junto a nuestro Creador: "No beberás libaciones que te embriaguen, ni tú ni tus hijos contigo cuando entréis a la Tienda de Reunión, para que no perezcáis. [Este es] Un decreto perpetuo para todas tus generaciones." (10:9) porque estando sobrios en nuestra percepción podremos "distinguir entre lo sagrado y lo profano, y entre lo inmundo y lo puro." (10:10). Entonces queda claro que cualquier medio artificial para alterar la conciencia con el propósito de acercarnos al Creador es tan inaceptable como las fantasías e ilusiones de ego que nos motiven a ello. Debemos vivir con la verdad para nosotros mismos y para los demás, y más aun si deseamos abrazar el Amor de Dios.
Hemos sido convocados a vivir de acuerdo a Sus caminos y atributos, y ello incluye lo que pensamos, sentimos, y hacemos; y también lo que comemos. Por ello el mensaje anterior está seguido por este otro: "Habla a los hijos de Israel, diciendo: Estas son las especies que podréis comer entre todos los animales sobre la tierra (…)" (11:2). Nuestros Sabios enseñan que el acto de comer también debe estar precedido de un propósito moral, y se refieren a animales predadores y especies que reptan, los cuales poseen rasgos que debemos evitar: "No os haréis abominables con ninguna criatura que se arrastra sobre la tierra, y no os haréis inmundos con ellas, que os hagáis inmundos a través de ellas. Porque Yo soy el Eterno vuestro Dios, y os consagraréis y seréis sagrados, porque Yo soy sagrado; y no os contaminaréis a través de ninguna criatura que se arrastra sobre el suelo" (11:43-44).
La parshá concluye recordándonos otra vez tener un claro discernimiento en nuestra actitud ante el mundo material: "para distinguir entre lo inmundo y lo puro, y entre el animal que puede ser comido y el animal que no puede ser comido." (11:47). De manera análoga discernimos al tener que elegir entre las ilusiones y fantasías de ego, y los modos y atributos de Amor; o entre un estilo de vida materialista y egocentrista, y una vida en la Verdad del Amor de Dios.
"Y los hijos de Aarón, Nadab y Abihú, tomaron cada uno su sartén, pusieron fuego en ellos y colocaron incienso sobre él; y trajeron ante el Eterno un fuego extraño que Él no les había mandado. Y fuego surgió [de] ante el Eterno y los consumió. Y ellos murieron ante el Eterno." (10:1-2). Algunos de nuestros Sabios dicen que Nadab and Abihú decidieron hacer sus ofrendas individualmente a su propia manera con una actitud egocéntrica que no era la correcta.
De este episodio aprendemos que cada rasgo y cualidad que ofrendamos al servicio del Creador debe estar guiada de acuerdo a Sus Mandamientos, y no según nuestra versión individual de cómo debería ser. De la misma manera que el Amor de Dios es incondicional en el sustento de Su Creación, debemos también estar dispuestos a elevar nuestra vida entera a Su Amor, sin condiciones ni motivos ocultos. Nuestro Amor por el Creador debe ser incondicional, como lo manifestaron nuestros Patriarcas. No hay nada "personal" o particular en la manera como elevamos nuestras vidas a Él, porque ante Él somos tan ordinarios como los demás.
Entonces tenemos que incluir todos los niveles (inferiores y superiores) de conciencia en nuestro deseo de estar cerca del Amor de Dios: "Entonces Moisés dijo a Aarón, 'Esto es lo que el Eterno habló: "Yo seré consagrado por aquellos cercanos a Mí, y ante todo el pueblo Yo seré glorificado." (10:3) y en este contexto "todo el pueblo" representa todos los aspectos, rasgos, cualidades, y dimensiones de nuestra vida dirigidos a manifestar (glorificar) el Amor de Dios.
Esta advertencia también excluye alterar nuestra conciencia con algo que no sea sobriedad y clara percepción cuando queremos estar junto a nuestro Creador: "No beberás libaciones que te embriaguen, ni tú ni tus hijos contigo cuando entréis a la Tienda de Reunión, para que no perezcáis. [Este es] Un decreto perpetuo para todas tus generaciones." (10:9) porque estando sobrios en nuestra percepción podremos "distinguir entre lo sagrado y lo profano, y entre lo inmundo y lo puro." (10:10). Entonces queda claro que cualquier medio artificial para alterar la conciencia con el propósito de acercarnos al Creador es tan inaceptable como las fantasías e ilusiones de ego que nos motiven a ello. Debemos vivir con la verdad para nosotros mismos y para los demás, y más aun si deseamos abrazar el Amor de Dios.
Hemos sido convocados a vivir de acuerdo a Sus caminos y atributos, y ello incluye lo que pensamos, sentimos, y hacemos; y también lo que comemos. Por ello el mensaje anterior está seguido por este otro: "Habla a los hijos de Israel, diciendo: Estas son las especies que podréis comer entre todos los animales sobre la tierra (…)" (11:2). Nuestros Sabios enseñan que el acto de comer también debe estar precedido de un propósito moral, y se refieren a animales predadores y especies que reptan, los cuales poseen rasgos que debemos evitar: "No os haréis abominables con ninguna criatura que se arrastra sobre la tierra, y no os haréis inmundos con ellas, que os hagáis inmundos a través de ellas. Porque Yo soy el Eterno vuestro Dios, y os consagraréis y seréis sagrados, porque Yo soy sagrado; y no os contaminaréis a través de ninguna criatura que se arrastra sobre el suelo" (11:43-44).
La parshá concluye recordándonos otra vez tener un claro discernimiento en nuestra actitud ante el mundo material: "para distinguir entre lo inmundo y lo puro, y entre el animal que puede ser comido y el animal que no puede ser comido." (11:47). De manera análoga discernimos al tener que elegir entre las ilusiones y fantasías de ego, y los modos y atributos de Amor; o entre un estilo de vida materialista y egocentrista, y una vida en la Verdad del Amor de Dios.