“Y
Moisés fue y habló estas palabras para todo Israel”
(Deuteronomio
31:1) Nuestros
Sabios dicen que Moisés fue a todos y cada uno de los miembros de
las Tribus de Israel los impregnó con una parte de su alma. Además
nos enseñan que hay una chispa de él y de su conexión con el
Creador en cada alma judía. Hemos dicho frecuentemente que Moisés
logró el más elevado conocimiento del Creador, Sus caminos y
atributos, de ahí que él represente ese conocimiento en nuestra
conciencia.
En
este punto de la narración de la Torá podemos entender que una de
las razones de su ausencia en el cruce de Israel por río Jordán es
para enseñarnos que debemos apegarnos a nuestro propio conocimiento
individual del Creador para mantener nuestra conexión con Él.
Moisés se refiere a esto en los versículos siguientes, reiterando
lo que ha estado enfatizando a través del último libro de la Torá:
“El
Eterno tu Dios, Él irá delante de ti; Él destruirá esas naciones
ante ti, y tú las despojarás”
(31:3)
En
el conocimiento de Su Presencia en nuestra vida somos verdaderamente
libres, y en esta libertad no hay espacio para las naciones
representadas por las ilusiones de ego y los rasgos negativos
derivados de una falsa creencia o sentimiento de carencia.
Estas
son las naciones que desaparecen ante la Presencia Divina. Dicho de
otro modo, esto ocurre cuando dejamos ir las ilusiones de ego y
dejamos que Dios de hecho las borre de nuestra conciencia.
Iniciamos
el proceso dejando ir lo que no necesitamos en nuestras vidas.
Este
dejar ir es nuestra voluntad y determinación de renunciar a todo lo
diferente de los modos y atributos de Amor.
En
este punto permitimos que el Amor de Dios sea el que venga y ocupe el
espacio que dejamos en nuestra conciencia para que Él habite en
nosotros. Su sola Presencia elimina lo negativo en rasgos, patrones
de conducta, adicciones y hábitos que nos separan de Sus caminos.
Tenemos
que dar el primer paso e invitar a Dios de vuelta en todos los
aspectos y dimensiones de la vida (ver en este blog
nuestro comentario sobre la Parshat Vayalej: “Eligiendo Retornar al
Creador” del 25 de septiembre, 2011).
Insistamos
en que las fantasías e ilusiones de ego se derivan de creencias y
sentimientos de carencia. Si los modos y atributos de Amor estuviesen
siempre con nosotros, ¿de qué podríamos carecer? Amor, como
manifestación material del Amor de Dios, es suficiente por sí mismo
y no hay carencia en él. Dios es suficiente en Su Creación, porque
no hay carencia en Sus caminos, atributos y obras. Una vez removamos
fantasías e ilusiones, y entronicemos en nosotros el conocimiento
permanente de Dios en nuestra vida, comenzaremos a darnos cuenta cuál
es nuestra verdadera Esencia e identidad.
Debemos
ser fuertes en este conocimiento si queremos dejar
ir y dejar a Dios:
“Sé
fuerte y de buena valentía, no temas, ni tengas miedo de ellas [las
naciones];
porque
el Eterno tu Dios, Él es quien camina contigo; Él no te fallará,
ni te abandonará”
(31:6)
Este
conocimiento define nuestra identidad judía. En este sentido Moisés,
como nuestro mayor y más fuerte conocimiento del Creador, es el que
garantiza nuestra relación y conexión con Él.
Esta
es una de las razones por la que llamamos a Moisés nuestro
maestro.
Él
abre nuestro discernimiento, mente, pensamientos, emociones,
sentimientos, pasión e instinto al conocimiento del Creador de todo
lo que existe. Gracias
a Moisés nuestro maestro conocemos los caminos, medios y atributos
del Amor de Dios que evocamos dos veces al día en los rezos judíos
cuando evaluamos nuestra actitud negativa ante la vida.
Recordamos
el momento transcendental cuando el Creador declaró A Moisés Sus
trece atributos de compasión (Éxodo
34:6-7), que
son también atributos que Dios quiere que manifestemos en todos los
aspectos de nuestras vidas.
Así es como lo amamos a Él, siendo y
haciendo de acuerdo a Sus caminos, Su voluntad, y Sus Mandamientos.
El
Rey David en uno de sus Salmos también evoca los recordatorios de
Moisés acerca de la futilidad de las ilusiones materiales:
“Tú
[Dios]
has
puesto nuestras iniquidades ante Ti, nuestros pecados secretos ante
la Luz de Tu rostro”,
“Los
años de nuestra vida suman setenta, si con mucho vigor ochenta; en
su mayoría son sólo afán y futilidad, pasando rápidamente y
yéndose en vuelo”
(Salmos
90:8, 10) y
esta realización nos trae de vuelta a Dios:
“Que
la gracia del Eterno nuestro Dios esté sobre nosotros; dispón para
nosotros la labor de nuestras manos; confirma la labor de nuestras
manos”
(90:17)
Vivir
en la negación de nuestro mayor conocimiento de Dios nos despoja de
nuestra identidad judía, y caemos en lo contrario a Sus caminos y
atributos:
“Porque
sé que después de mi muerte trataréis corruptamente, y os
desviaréis del camino que os he comandado; y la maldad se ceñirá
sobre vosotros en el final de los días; porque haréis aquello es
que es malvado ante los ojos del Eterno, para provocarlo con las obra de
vuestras manos”
(Deuteronomio
31:29) Esta
admonición es parte de las profecías que leemos en el último libro
de la Torá.
El
Creador nos ama tanto, que nos advierte una y otra vez sobre las
consecuencias de vivir en la falsa realidad que crean las ilusiones
de ego en el mundo material.
Realmente
no necesitamos que se nos recuerde lo que ya sabemos por experiencia
propia, considerando además que somos nosotros quienes creamos
nuestra realidad individual y colectiva. Es maravilloso que el Creador
ocupe tanto espacio en Su Torá para instruirnos acerca de lo que la
idolatría es para que nosotros nos demos cuenta lo que Su Amor es
por nosotros.
Ya
hemos mencionado antes que el Deuteronomio narra el Amor de Dios por Israel. Dios nos ama, Él nos sustenta, Él es compasivo con
nosotros, Él es nuestro único y exclusivo Redentor. Y nos damos
cuenta de esta Verdad eterna cuando reciprocamos Su Amor, ya que
amándolo es como nos apegamos a Él en el deleite de Su Presencia.
Sólo entonces sabremos
quiénes
somos realmente. Tenemos que despertar de las ilusiones materiales
que hemos creado desde que plantamos en nuestra conciencia la madre
de todas las ilusiones. Esa que nos hace creer que estamos separados
de Dios.
Esta es la ilusión que nos dice que el Dios de cuya Esencia
fuimos creados, y cuya Esencia nos da vida e identidad, no es
suficiente. Si echáramos un vistazo rápido a la Creación de Dios, tan sólo al universo en el que estamos, ¿no es acaso suficiente?
Qué tal lo infinito y lo eterno, ¿acaso no son suficientes?
Entonces, ¿qué es eso que no creemos suficiente?
Para
ego nada es suficiente, y nos lo dice constantemente. Esa es
definitivamente la peor de todas las ilusiones materiales... creer
que nada es suficiente.
El
Profeta nos invita una vez más a abandonar nuestros actitudes
negativas y destructivas, y a retornar a lo bueno que es el Amor de
Dios:
“y
retornad al Eterno, decidle a Él: 'Perdona toda iniquidad, y acepta
aquello que es bueno
[en
nosotros] (…)
Porque
los caminos del Eterno son rectos, el justo camina en ellos; pero los
transgresores resbalan en ellos”
(Oseas
14:3, 10) y
tenemos que dar el primer paso para remover todas las fantasías e
ilusiones que vivimos, y borrar todos los espejismos construidos por
la mayor de las ilusiones de ego.
Porque
Dios es suficiente, nosotros somos suficientes, la vida es
suficiente, y todas las cosas buenas de Amor son las bendiciones de
Dios, que también son suficientes.