El
Santuario y el Sumo Sacerdote están relacionados no de manera
complementaria, sino como partes de la misma unidad, igual como
cuerpo y conciencia integran la vida humana. Nuestros Sabios comparan
el
Santuario con el aspecto material de la vida y al Sumo Sacerdote con
lo espiritual, y ambos como unidad porque nada está
separado cuando concebimos la vida como una emanación de Dios. Suena
paradójico que dos cualidades aparentemente diferentes puedan ser
parte de la misma unidad, porque en nuestra conciencia fragmentada
percibimos todo separado para poder asimilar cada parte como
elementos de lo mismo. Entre más separamos y dividimos algo, más
parecería que lo entendemos. Esto ocurre cuando queremos “conocer”
algo o a alguien: queremos todos los detalles como piezas de una
imagen que también queremos que sea de acuerdo a nuestro
entendimiento o idea preconcebida.
Esto
nos pasa cuando vemos una película en la que se supone debemos
conocer cada personaje para poder anticiparnos o predecir el
desenlace de la trama. No hay nada raro con ello porque es parte de
la manera en la que nos hemos formado culturalmente. Es algo tan
natural en nosotros que así mismo concebimos al Creador, pero no nos
resulta ya que no es la manera en la que debemos relacionarnos con
Él. Se trata entonces de una concepción materialista difícil de
cambiar pero debemos hacerlo si queremos conocer Sus caminos y
atributos. Únicamente en este conocimiento podemos darnos cuenta de
quiénes realmente somos. Debemos conocer nuestra verdadera Esencia e
identidad cuando aprendemos a conocer el Amor de Dios como nuestro
Creador, y la Torá nos indica cómo. Después de todo es la Torá la
que define nuestra identidad como judíos basada en nuestra relación
con el Creador.
Hemos
dicho que Aarón o el Sumo Sacerdote representa el máximo
conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios. Sabemos que el
Creador es indefinible, y que la única manera de relacionarnos con
Él es mediante Sus caminos y atributos como los estipula Su Torá.
Estos atributos reflejan Su Amor por Su Creación en general y por
Israel en especial, porque tenemos una relación particular con Él
como también lo señala la Torá. Debemos relacionarnos con Él con
todas las dimensiones de nuestra vida, “con todo tu corazón, con
toda tu alma, y con todas tus fuerzas [todo
lo que eres y posees]”, y
estos son partes de la unidad llamada vida. El corazón abarca
nuestras fuerzas vitales (ego, pensamientos, emociones, sentimientos,
pasiones e instintos), el alma abarca intelecto y discernimiento de
nuestra Esencia e identidad emanadas del Amor de Dios, y nuestras
fuerzas son todo lo que adquirimos, logramos y poseemos en la vida,
lo cual incluye conocimiento y destrezas que nos llevan a “ser”,
“hacer” y “tener”. En la unidad armonizada de estas
dimensiones concebimos lo que somos en nuestra relación con Dios. No
importa qué tan mundano o materialista pueda esto sonar, la idea es
“elevarlos” en Sus caminos mediante Sus atributos.
El
Sumo Sacerdote, como nuestra verdadera fuerza vital es la más alta
conciencia judía con la que logramos esto, y el Santuario como
tiempo y espacio donde todas las dimensiones de la conciencia están
unidas. Esto es parte de nuestra identidad, ya que nos viene
directamente como Mandamiento positivo:
“Y tú
mandarás (tetzavé)
a
los hijos de Israel (...)” (Éxodo 27:20)
y quien
manda a los hijos de Israel (todos
los aspectos, cualidades y dimensiones de la conciencia) es
Moisés (el
máximo conocimiento del Creador y Su Amor) porque
sólo a través del conocimiento del Amor de Dios nos conectamos con
Él. Recordemos
que la raíz semántica hebrea de “mandamiento” y “mandar”
también quiere decir “conexión” y “conectar”. Así se
entiende que al cumplir Sus Mandamientos estemos conectados con Él.
El
Sumo Sacerdote, como el mayor conocimiento de nuestra conexión con
el Creador, es el que ama cada aspecto y dimensión de la conciencia
lo suficiente para elevarlos con su Amor unido al Amor de
Dios permanentemente: “(…) para
que ellos [los
nombres de las Tribus de Israel] estén
sobre el corazón de Aarón cuando venga ante el Eterno, y
Aarón cargará con el juicio de los hijos de Israel sobre
su corazón ante
el Eterno todo el tiempo” (28:30) Nos
hemos referido antes al Sumo Sacerdote (ver
nuestro comentario “Parshat
Tetzavé: El
Conocimiento Permanente de Nuestra Conexión con el Amor de Dios” del
6 de Febrero de
2011) como
la más sublime actitud amorosa ante la vida y nuestras
circunstancias, y como lo exactamente opuesto a las ilusiones y
fantasías materialistas de ego. En este sentido nos damos cuenta que
Amor es el conductor natural de todos aspectos de la conciencia, ego
incluido.
En
este conocimiento nuestro Amor es el medio para abrazar el Amor de
Dios: “Estará
ceñido a la frente de Aarón, y Aarón cargará con la iniquidad de
las cosas sagradas que los hijos de Israel santifican, por todas sus
ofrendas sagradas. Estará sobre su frente constantemente para
hacerlas favorables ante el Eterno”
(28:36-38) porque
en el conocimiento de nuestro propio Amor (la
frente de Aarón) santificamos
la vida y todo lo que está relacionada con ella como ofrendas
sagradas que Dios creó para nosotros. Cuando constantemente
consagramos nuestra realidad material a Sus caminos y atributos, Él
también nos abraza con Su Amor. Es así como hacemos que el mundo
sea favorable ante Él. De esta manera comprendemos cuál es nuestra
relación y conexión con Él:
“Ellos
sabrán que Yo, el Eterno, soy su Dios que los saqué de la tierra de
Egipto para que Yo habite entre ellos; Yo soy el Eterno su Dios”
(29:46) y
de esta manera sabemos que Su Amor es nuestro nexo común con Él.
Tenemos
que familiarizarnos con Amor como nuestra verdadera Esencia e
identidad, y lo hacemos despertando el Sumo Sacerdote en nuestra
conciencia, como el medio y albedrío para infundir Amor en nuestra
vida y realidad inmediata. Amor es el maestro, el guía y el
conductor en lo que creemos, pensamos, sentimos, expresamos y
hacemos. Esto es nuestra verdadera Redención del cautiverio en la
tierra de las fantasías e ilusiones de ego. Si no sabemos cómo
recuperar el conocimiento de Amor como nuestra verdadera Esencia e
identidad, la Torá nos instruye acerca de ello porque define para
nosotros lo que somos en verdad. No seamos superficiales y nos
conformemos con menos de lo que realmente somos, y no con lo vacío
que son las ilusiones y fantasías materialistas. Amor es el legado y
herencia de nuestro Creador para nosotros y para toda Su Creación.
Provenimos de Su Amor, y también somos Su Amor para descubrirlo,
celebrarlo, disfrutarlo y compartirlo entre todos. Conozcamos al
Creador a través de nuestro Amor como nuestro nexo común con Él.