¿Se requieren seis millones de vidas para
sensibilizar la conciencia humana? ¿Qué más se requiere para vivir en plena
libertad? De hecho estamos igualando sensibilidad con libertad y habría que
replantearlo mejor, diciendo qué se necesita para ser lo suficientemente
sensible para vivir en verdadera libertad. El Dios de los judíos es El de la
libertad, tal como lo define el Primer Mandamiento en el Decálogo: “Yo soy el Eterno tu Dios que te sacó de la casa de
esclavitud en Egipto” y reafirmado en otros
pasajes de la Torá como “El que te subió de la tierra de Egipto”, lo cual quiere decir que Su libertad para nosotros
implica una elevación de un estado o lugar hacia otro. En este
sentido, Egipto y la Tierra Prometida representan un nivel inferior y otro
superior, respectivamente. Hemos mencionado antes en este blog que Egipto
representa el apego abyecto a los aspectos negativos de la conciencia, igual
que las naciones cananeas como rasgos específicos que debemos superar para
poseer principios éticos y morales que preceden al tipo de libertad que el
Creador quiere para Israel (ver en este blog nuestro comentario “Conquistando
las 'naciones' con Amor”, 26 de junio de 2010).
La respuesta a nuestras preguntas de arriba
es la misma para nuestra lucha por la verdadera libertad, y es Amor. Se
requiere Amor para sensibilizar la conciencia humana, y todo lo opuesto a este
son la esclavitud abyecta en cuyo nombre son cometidos los peores crímenes. En
este contexto, la maldad y sus derivados son las expresiones negativas opuestas
a Amor. En lo referente a la ética, la Torá define lo “negativo” como el tipo
de actos que niegan u obstruyen la conexión con nuestro Dios. La maldad como la
actitud que maldice la vida y rechaza sus bendiciones. Al mismo tiempo la Torá
define lo “positivo” como actos que nos elevan a nuestro Dios al hacerlos. Estos actos son la causa y el efecto de nuestra sensibilidad con el
propósito de vivir en auténtica libertad. Se trata de la bondad como expresión
de lo positivo para lograr esa libertad. De ahí que no podamos ser libres si
pensamos, sentimos y actuamos bajo aquello que niega o rechaza los caminos y
atributos de Amor. Se requiere el más grande Amor de todos, el Amor de
Dios, para vivir en plena libertad y este es el tipo de Amor que debemos vivir
y abrazar como nuestra verdadera Esencia e identidad, porque esta Esencia es
nuestra libertad real.
Ya hemos aprendido por experiencia que no
podemos vivir sin Amor por el hecho de ser la reflexión material del Amor de
Dios, como la Esencia que nos creó y nos sustenta. No necesitamos creer en Dios
para saber lo que es Amor. Agnósticos y ateos lo saben al igual que la gente de
las comunidades más aisladas que consideramos “primitivas”. Ellos y nosotros coincidimos en que los caminos y atributos de Amor son la
bondad que debemos acoger y procurar, como individuos y como sociedad, para
poder vivir en libertad. Por otro lado, aquellos que creemos en el Creador
reconocemos Su Amor como la fuente de todo, incluyendo los caminos y atributos
de Amor.
La libertad se fundamenta en la amorosa
bondad, ya que esta sostiene al mundo: “El mundo está construido en amorosa bondad” (Salmos 89:3) porque es una emanación de la amorosa bondad del Creador, como uno de Sus
atributos: “[Yo soy] El Eterno, El Eterno, Dios de compasión, y el Dios de gracia, abundante en
amorosa bondad (...)”
(Éxodo 34:6) y estos atributos de los que fuimos creados
definen nuestra Esencia e identidad. En ellos encontramos nuestra verdadera
libertad, y no en lo opuesto. Nuestros Sabios dicen que “quienes estudian Torá
todos los días aseguran su vida en el Mundo por Venir, porque los caminos (modos) del mundo son suyos [de la Torá]” y en términos prácticos esto significa que aquellos que aman todos los días
construyen el Mundo por Venir, ya que los modos del mundo son los modos de Amor. También hablan de la paz como el resultado del estudio de la Torá, “Todos
tus hijos serán estudiosos [de la Torá] del Eterno, y grande será la paz de tus hijos [como
constructores de paz]” porque paz es tanto el resultado como el
cimiento para construir el mundo de acuerdo a Sus caminos. La paz, como uno de los modos y atributos de Amor, es también la causa y el
efecto de vivir en libertad.
A este punto ya sabemos qué hacer respecto a
lo que ponemos en las vasijas de nuestro pensamiento, emociones, sentimientos,
pasiones e instintos. Hemos dicho que estos son dimensiones de la conciencia
que esperan ser llenados con lo que elegimos entre maldiciones y bendiciones,
positivo y negativo, verdadero y falso. Algunos dicen que la maldad en el mundo
ya es suficiente, y entonces nos debemos preguntar cuánto Amor es suficiente
para borrar tanta maldad. ¿Cuánto se requiere para amar lo suficiente? ¿Cuántos más dictadores despiadados y despóticos en el mundo? ¿Cuánta más
opresión religiosa fundamentalista? ¿Cuánta más humillación a la dignidad
humana? ¿Acaso no fueron suficientes seis millones de vidas judías para aprender
cuánto se requiere? Tenemos que retornar a nuestro Dios que
nos subió de la tierra de Egipto, caminando en Sus
caminos e imitando Sus atributos como nuestra libertad del cautiverio en los
aspectos negativos de la conciencia bajo el dominio de las fantasías e
ilusiones de ego. El Amor de Dios está siempre presente y
cubre toda Su Creación, y es nuestra elección retornar a Él
como nuestra verdadera Esencia, y a Su Amor como nuestra verdadera identidad. Amor es nuestra salida de las ilusiones negativas porque Amor es nuestra
libertad real.
Debemos indicar que uno de los contrarios de
Amor es el miedo, y algunos dicen que el miedo es lo opuesto a la libertad.
Están en lo cierto al afirmar que mientras vivamos con miedo viviremos en
cautiverio. Tenemos que entender este predicamento en nuestros tiempos
actuales, y preguntarnos individualmente qué es aquello que nos esclaviza,
comenzando con las fantasías e ilusiones de ego. ¿Qué es lo que creemos que
somos y tenemos, o lo que no somos y carecemos, que niega nuestra libertad? ¿Qué está más allá de nuestras necesidades básicas que determina lo que
somos, lo que queremos ser, o lo que limita lo que queremos ser? También preguntémonos lo que nos da miedo, aquello que restringe nuestra
libertad. Y algo aún más importante, ¿qué pensamos o creemos que es la libertad? Otra vez, la respuesta a todas estas preguntas, tarde o temprano, nos
llevan a Amor como nuestra auténtica libertad. ¿Tenemos miedo de Amor aun
sabiendo que es nuestra verdadera Esencia e identidad? Repitamos una vez más que Amor es la causa y el efecto. Cuando estemos
plenamente conscientes de este principio, seremos verdaderamente libres.
Nosotros y nuestra historia somos la prueba de que Dios existe, y
que hemos existido, existimos y seguiremos existiendo a pesar de que nos
nieguen, nos rechacen y traten de destruirnos, porque aun en nuestro Holocausto
somos la prueba viviente de lo que el Creador ha sido, es y será para Su Creación: Amor. Amamos a pesar del mundo y sus ilusiones, y
seguiremos amando porque en Amor está nuestra conexión permanente con el
Creador y esa es nuestra mayor libertad. Él nos saco de la esclavitud para ser
realmente libres en Su Amor, que es vivir en Sus caminos y atributos. Al
recordar diariamente nuestro Éxodo de Egipto reconocemos que todo existe
gracias a Su Amor y al honrar el Shabat damos testimonio de ello. La tradición
judía, definida como nuestra identidad, ha sido y será la prueba de que Dios
existe. Cuando no somos fieles a ella como legado del Creador nos negamos a
reconocerlo y proclamarlo, ya que cuando no ejercemos nuestra identidad negamos
la existencia de Dios. Esto quiere decir que si no amamos, negamos al Creador.
Somos libres cuando en total albedrío amamos como Él quiere que lo hagamos, y
en Sus caminos y atributos radica nuestra identidad.