Las
fantasías e ilusiones de ego corresponden a la idolatría, como los
modos y atributos de Amor corresponden a la libertad real. En este
sentido la idolatría es lo opuesto a la libertad. Mientras nos
postremos a lo que restringe nuestra libertad estaremos atrapados en
ello. Lo podemos llamar una actitud negativa ante la vida,
adicciones, malos hábitos o bajas pasiones, derivados de una falsa
creencia o sentimiento de carencia. Estos son los “falsos dioses”
de las “naciones” que estamos encomendados a rechazar, subyugar,
conquistar y destruir: “No te postrarás ante sus dioses, y no los
adorarás, y no harás como ellos, sino que los destruirás y
derrumbarás sus altares” (Éxodo 23:24) esto como parte de una
anterior advertencia sobre esto: “Concerniente a todo lo que Yo te
he dicho, estarás atento, y los nombres de los dioses de otros tú
no mencionarás; no se oirá de tu boca” (23:13)
Esta
porción de la Torá contiene varias leyes como Mandamientos
precedidos por advertencias contra la idolatría (al final de la
porción inmediatamente anterior), y seguidas por advertencias
similares como indicamos arriba. Hemos dicho que uno de los mensajes
fundamentales de la Torá es la condena de la idolatría como el
mayor obstáculo para vivir una conciencia superior dirigida a
conectarnos permanentemente con nuestro Creador. Esto lo vemos de
principio a fin en la Torá. Desde la transgresión en el Jardín del
Edén, considerada como una “caída” en los deseos, fantasías e
ilusiones de ego (representados por la seducción de la serpiente a
Eva). La idolatría de ego en torno a su actitud centrada en sí
mismo como lo vivió la generación del Diluvio. Más
engrandecimiento de la concepción egocéntrica de ser su propio dios
en la generación de la Torre de Babel. Más idolatría en los
tiempos de Abraham, más egolatría con el faraón en Egipto, el
Becerro de Oro, y demás variaciones idolátricas en nuestros
tiempos.
Debemos
aprender de nuestra destreza en materia de control egocéntrico,
tanto en nuestras vidas individuales como en la cultura, modas,
ideologías, creencias, patrones de comportamiento, obsesiones,
hábitos y adicciones. Tenemos que conocer a fondo los falsos dioses
que veneramos, y los ídolos a los que servimos. En este proceso
podemos diferenciar entre las fantasías e ilusiones producto de
nuestra propia invención a partir de un sentimiento de carencia.
Hemos señalado muchas veces que el “pecado” en el Jardín del
Edén fue el resultado de una falsa creencia derivada del deseo de
ego de convertirse en su propio dios. Una vez sepamos el origen real
de nuestras fantasías e ilusiones, reconoceremos que Amor, como
manifestación material del Amor de Dios, es nuestra Esencia e
identidad. Cuando asimilemos que sin Amor estamos muertos en los
espejismos de las ilusiones de ego, podremos retornar a lo que es
verdaderamente real.
Es
por ello que la Torá nos instruye que hay leyes que nos hacen
entender los Diez Mandamientos entregados en la pasada porción.
Tenemos que reiterar que los modos y atributos de Amor contienen sus
fundamentos éticos. Amor no es tal sin sus principios y valores. Hay
una manera de amar y esta se aplica universalmente a quienes afirman
amar. Así es como rechazamos y condenamos a quienes pretenden no
ser juzgados, alegando que obedecían órdenes cuando asesinaban
gente inocente. Son los mismos que, apoyándose en ideologías
nefastas, odian, instigan y perpetran masacres, con el cinismo de
ampararse en su amor por la patria, por sus cónyuges y por sus
hijos. Así entendemos que sus malvadas ideologías, creencias
destructivas y sentimientos negativos son los dioses e ídolos que
veneran, y en los que terminan convertidos. Ver nuestros comentarios
sobre la parshat Mishpatim: “Las Leyes del Amor de Dios” del 23
de enero de 2011, y “Las Leyes de la Torá como Amor de Dios” del
12 de febrero de 2012 en este blog.
El
Rey David nos abre los ojos para despertar de las invenciones de ego:
“Ellos [ídolos] tienen manos, mas no pueden tocar. Tienen piés,
más no pueden caminar, ni tampoco hablar por su garganta. Aquellos
que hacen ídolos terminan convirtiéndose en estos” (Salmos
115:7-8), y nuestros Profetas lo reafirman: “¿Qué valor tiene un
ídolo, si un hombre lo ha tallado? ¿O una imagen que enseña
mentiras? Porque el que los hace confía en su propia invención
(...)” (Habacuc 2:18), “Aquellos que hacen ídolos son nada, y
las cosas que atesoran no valen nada. Aquellos que hablasen por estos
están ciegos; son ignorantes, [sirven] a su propia vergüenza” (Isaías
44:9) La
lección de la idolatría es para hacernos retornar a la verdadera
realidad que es Dios: “Mas al Eterno vuestro Dios serviréis, y Él
bendecirá tu pan y agua, y Yo quitaré toda enfermedad de en medio
de ti” (Éxodo 23:25) porque Él es la bendición de donde
provienen todas las bendiciones: “No habrá mujer que aborte ni [ninguna] estéril en tu tierra; y Yo colmaré el número de tus días”
(23:26) Otra vez el Amor de Dios nos recuerda que Él no cohabita con
nada diferente a Sus caminos y atributos: “No harás alianza con
ellos ni con sus dioses. En tu tierra no habitarán, no sea que te
hagan pecar contra Mí sirviendo a sus dioses, porque será un
tropiezo para ti” (23:33)
Las
leyes en esta porción nos enseñan que la vida es un proceso de
aprendizaje, de la esclavitud a la libertad. En nuestros comentarios
anteriores sobre esta porción decimos que nuestros Sabios explican
estas leyes, no para justificar ni promover la esclavitud sino para
entenderla como el servicio que la gente debe realizar luego de haber
perdido el privilegio de conducir sus propias vidas. Ellos además
explican que la esclavitud debe entenderse como el servicio necesario
para recuperar la libertad. En este contexto, los amos de alguien que es vendido son los maestros, reglas y normas que debemos
asimilar para no caer en una situación negativa que nos haga perder
nuestra libertad. En este sentido, libertad es el privilegio de
conducir nuestras vidas en los modos y atributos de Amor y no en las
tendencias negativas de los deseos, fantasías e ilusiones de ego.
Así entendemos que Amor es nuestra libertad mientras vivamos en las
leyes y ordenanzas de sus modos y atributos. Contrario a la idolatría
como esclavitud bajo los dominios de ego.