domingo, 24 de febrero de 2013

Ki Tisá: El Amor de Dios

El principio en la relación de Israel y Dios es Amor. Este principio lo proclamamos dos veces al día antes y después de decir “Escucha [¡entiende!] Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno [y Único]” porque ello define nuestra identidad. Lo que somos, tenemos y hacemos se fundamenta en esta relación, ya que reconocemos que lo que somos y tenemos proviene del Creador, incluyendo Amor como nuestro nexo común con Él. Ser contados por Él revela lo preciosos que somos para Él.

Mientras estemos unidos a Él, tomando lo que somos y tenemos para Él, nada negativo podría pasarnos entre las ilusiones del mundo material. En este contexto comprendemos el comienzo de esta porción.

“Cuando cuentes (ki tisá) la cabeza [la suma total] de los hijos de Israel según sus números, cada uno ofrendará para el Eterno una expiación de su alma cuando sean contados; entonces no habrá plaga entre ellos cuando sean contados” (Éxodo 30:12)

Debemos ser conscientes de que desde el momento en que Dios nos eligió como sus socios para Su Plan Divino, nuestro nexo con Él es permanente. Esta asociación, como indicamos antes, se fundamenta en Amor porque el Amor de Dios la hace posible. En este sentido nuestro deber es conocer al Creador en todos Sus caminos, revelados a nosotros por Él en la Torá.

Una vez adoptemos Sus caminos y atributos, no sólo como nuestras normas y propósito sino como nuestra identidad judía, cumpliremos nuestra asociación con Él. Esto da sentido a “Conócelo en todos tus caminos” (Proverbios 3:6) porque se trata de estar siempre conscientes de nuestro nexo con Él.

Este principio se cumple en el Santuario que Dios quiere que construyamos para que Él habite entre nosotros. Aunque cronológicamente el Santuario se presenta después de la transgresión del Becerro de Oro, la Torá lo menciona antes porque previo a cualquier transgresión que podamos cometer, ya existe un lugar en nuestra conciencia donde estamos permanentemente unidos a Dios. Pertenecemos a una casa que Él ya ha establecido, y esta casa es Su Amor por nosotros.

El principio al que nos hemos estado refiriendo se trata de elegir vivir y disfrutar plenamente nuestra conexión con Dios como un hecho concreto. Es un hecho porque Él nos lo está diciendo. Por lo tanto no es un hecho de fe y ni siquiera de confianza, porque se trata de la verdad. La Torá y nuestra historia lo comprueban, y sabemos que es verdad porque lo hemos vivido como experiencia. ¿Cómo podemos negar el Amor de Dios? ¿Cómo podemos negar Amor como lo mejor que somos y tenemos? Únicamente creando una ilusión de negación eligiendo vivir en falsos sentimientos y creencias de carencia instigados por ego.

Estos sentimientos y creencias construyen el Becerro de Oro y demás ídolos a los que damos fuerza y poder para reforzar la ilusión de separación de Amor como manifestación material del Amor de Dios. Nuestros Sabios dicen que la transgresión en el Jardín del Edén fue repetida con el Becerro de Oro. Cuando adoptamos la falsa creencia de que Dios no es suficiente, que Su Creación no es suficiente y que nada es suficiente, caemos por transgredir el hecho concreto de que Dios es suficiente, y que nosotros también somos suficientes porque provenimos de Él. Así comprendemos el siguiente versículo.

“El rico no dará más y el pobre no dará menos de medio shékel cuando den la ofrenda al Eterno para expiar por sus almas.” (Éxodo 30:15)

Tenemos que elevar nuestra conciencia al conocimiento de que en nuestro nexo con Dios somos y tenemos todo lo que hay que vivir y manifestar. El Amor de Dios restablece nuestra conexión con Él cuando nos damos cuenta de esto. Él expía por nuestras almas, ya que al quedar atrapados en las ilusiones de grandeza, autosuficiencia y avaricia de ego, la única salida de ellas es retornando a la Verdad.

Esta Verdad expía por nuestras decisiones equivocadas. Nuestra expiación y retorno al Creador acontecen cuando nos damos cuenta de Sus caminos y atributos, y los adoptamos.

“Y el Eterno pasó por delante de él [Moisés], y proclamó: 'El Eterno, el Eterno, Dios de bondad, compasión y gracia, paciente, y abundante en amorosa bondad y [abundante] en verdad; preserva amorosa bondad por miles de generaciones, perdona iniquidad y rebelión y transgresión; [aunque] y ello no exime [al transgresor] de su culpa; que ve [cómo] la iniquidad de los padres [recae] sobre los hijos, y sobre los hijos de sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación'.” (34:6-7)

¿Deberíamos explicar todavía más estos modos y atributos? Simplemente digamos cómo los llamamos aquí en nuestro blog: Amor de Dios. Todo proviene de Él y es sustentado por Él, y ese es el más grande Amor de todo. Lo contrario a esto es nuestra ilusión de mejor creer en nuestros sentimientos de carencia provenientes del deseo de ego de ser su propio dios.

Estos sentimientos y creencias de carencia son las “naciones” que nos incitan a la codicia, la lujuria, la envidia y caer atrapados en su indolencia, indiferencia y negatividad.

Cuídate de hacer alianza con el habitante de la tierra hacia donde vienes, porque se convertirá en un tropezadero en medio de ti. Mas derribaréis sus altares, destruiréis sus monumentos, y cortaréis sus árboles sagrados. Porque no te inclinarás ante otro dios, porque el Eterno, cuyo nombre es “el Exclusivo”, es un Dios celoso, exclusivo'.” (34:12-14)

De la misma manera, los modos de Amor excluyen todo aquello diferente u opuesto a sus cualidades y atributos.

“No te harás dioses fundidos para ti.” (34:17)

Estamos destinados a conocer a nuestro Creador, de quien procede todo lo que existe. Estamos instados a conocer nuestra Esencia y verdadera identidad. No podemos conformarnos con menos y vivir en las fantasías e ilusiones de una falsa realidad construida por la agenda de ego.

Debemos adoptar una actitud existencial ante la vida y el mundo material, y cuestionarnos las preguntas trascendentales de quiénes somos, de dónde venimos, y adónde vamos. Como judíos tenemos todas las respuestas en la Torá, la cual define nuestra identidad y delinea nuestro propósito como socios del Creador en Su Creación.

No debemos conformarnos con menos. Nuestra porción y verdad es Amor como nuestro nexo común con Dios. Eso es lo que somos y tenemos, y es más que suficiente.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.