domingo, 10 de febrero de 2013

Terumá: Construyendo una Casa para el Creador

¿Cómo construimos una casa para que Dios viva en nosotros? Nuestros Sabios nos dicen que las referencias sobre la Casa de Dios en la Torá son la montaña que Él le mostró a Abraham, el campo donde oró Isaac, y la piedra donde Jacob tuvo el sueño de la escalinata. Estos son lugares físicos que representan tres maneras de acercanos al Creador.

Uno de los significados de terumá es ofrenda, y aprendemos que el preludio para construir Su casa es lo que tenemos para ofrecer, según lo que nuestro corazón nos motive a dar para ese propósito. Vemos varios elementos en ese proceso. No podemos dar lo que no tenemos, ni podemos ser lo que no somos.

En este sentido lo que tenemos es lo que somos, de ahí que demos de acuerdo a lo que abarca nuestra identidad. A menudo citamos a nuestros Sabios cuando se preguntan, “¿Quién es rico?” y responden “Aquel que es feliz con su porción”.

Ellos se refieren a “porción” o “lote” en diversos niveles que van desde posesiones materiales y bienestar personal hasta plenitud espiritual. Otros llaman a esa porción la relación de cada individuo con Dios. De ahí que nuestra felicidad dependa de nuestra relación con Él, especialmente sabiendo que todo lo que somos y poseemos proviene de Él. Por lo tanto nuestra felicidad depende de nuestra relación con Él.

Es así como asimilamos que lo que ofrecemos a Dios para construir una casa para Él, como el tiempo y espacio de nuestra conexión con Él, proviene de cuán ricos o pobres seamos en nuestra relación con Él. Dicho de otro modo, entre más lo amamos más cerca estamos de Él. Así nos damos cuenta que Amor es nuestra porción.

También así entendemos lo que significa “(...) de cada hombre cuyo corazón le motive a tomar Mi ofrenda” (Éxodo 25:2) y seamos conscientes de que esta ofrenda es tomada y no dada a Dios.

Habla a los hijos de hijos de Israel, que tomen para Mí una ofrenda (…)” (25:2)

La idea detrás de tomar y no dar nos conduce a saber que lo que somos y tenemos proviene de Dios, de ahí que tomemos de lo que Él nos da con el fin de entregarlo a Él.

No se trata de un juego de “toma y dame” sino de elevar el conocimiento de nuestra relación y nexo con el Creador. Tomamos nuestro Amor para estar cerca de Su Amor. Es otra manera de decir que Amor es nuestro nexo común con Dios. Es la manera de darnos cuenta que nuestra porción es Amor como lo que recibimos de Dios para unirnos a Él.

Dijimos arriba que hay varios elementos vinculados a este conocimiento. Amor primero como nuestra identidad y más valiosa posesión, luego la intención que nos motiva a construir nuestra conexión permanente con Dios, y finalmente los niveles y dimensiones de nuestra conciencia material integrados en lo que somos.

Abraham es la montaña, Isaac el campo, y Jacob la piedra con los que construimos la Casa de Dios, para que Él pueda habitar entre (en) nosotros. Una montaña representa la magnitud de una concepción o creencia. Un campo representa la manera como adoptamos una concepción o creencia. Una piedra representa la conexión permanente entre la concepción o creencia y quien la tiene.

Los niveles y dimensiones a los que nos referimos son los aspectos y cualidades de la conciencia, incluyendo discernimiento, pensamiento, emociones, sentimientos e instintos, sumados a cualidades, talentos y destrezas individuales.

Como mencionamos anteriormente (ver nuestros comentarios sobre la parshat Terumá: “Elevando la Vida al Amor de Dios” del 30 de enero de 2011 y “El Santuario como Conexión con el Amor de Dios” del 19 de febrero de 2012 en este blog), todos estos son los elementos requeridos por Dios para construir nuestro nexo permanente con Él, representados por el oro, la plata, el cobre, el lino, el aceite de oliva, la madera de acacia, etc.

El mensaje es que no hay nada superior o inferior en ninguno de esos elementos, ya que todos son parte de cómo Dios nos creó. No tiene por qué haber juicios respecto a cómo son porque todos sirven el propósito común en la motivación de estar cerca de nuestro Creador.

También mencionamos que nuestros Sabios relacionan el cobre (de menor valor comparado con la plata y el oro) con los aspectos inferiores de la conciencia esenciales para sostener el Tabernáculo.

“Todos los instrumentos del Tabernáculo en todo lo que sirven, y todos los clavos de aquel, y todos los clavos del tendido serán de cobre” (27:19)

Entonces tenemos que valorar y apreciar aún más los aspectos inferiores de la conciencia porque sobre ellos sostenemos y afianzamos Amor como la casa que construimos para que el Amor de Dios habite en nosotros.

De ahí que tenemos que aplicar el poder y la fuerza motriz del ego, las pasiones e instintos en nuestras emociones, sentimientos y pensamientos hacia la manera como vivimos Amor como nuestra verdadera identidad. Amor como lo que somos, tenemos y hacemos, y como nuestra más valiosa posesión.

Amor también es la fuerza abarcadora e integradora en nuestra conciencia para construir la casa como el nexo permanente con el Amor de Dios. En la Torá Él nos muestra los caminos, los medios y los atributos para lograr ese propósito. La Torá es también el lugar de encuentro como conexión.

“Y en el Arca tú pondrás el Testimonio [la Torá] que Yo te daré. Y ahí Yo me encontraré contigo, y Yo hablaré contigo desde encima de la tapa del Arca, de entre los dos querubines que están sobre el Arca del Testimonio, de todas las cosas que Yo te daré en mandamiento para los hijos de Israel.” (25:21-22)

Construimos una casa para Dios con lo que Él ya nos ha dado. Amor como la manifestación material del Amor de Dios es la porción que sustenta nuestra vida. De esta porción tomamos para revelar Su Presencia entre nosotros, en nosotros, y en el mundo material. Podremos revelar Su Presencia al remover los aspectos negativos de la conciencia a través de los modos y atributos de Amor.

Dichosos son aquellos que residen en Tu Casa, ellos te alabarán eternamente. Dichoso el pueblo cuyo destino es este, dichoso es el pueblo cuyo Dios es el Eterno” (Salmos 84:4, 144:15), “¡Dichosos son aquellos que Tú has elegido [los hijos de Israel] y traído cerca para vivir en Tus patios! Nos llenamos con las cosas buenas de Tu Casa, de tu Sagrado Templo” (65:4).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.