domingo, 18 de noviembre de 2012

Vayeitzei: Viviendo en la Casa de Dios

La Torá prosigue indicándonos con nuevas situaciones y circunstancias que, para conectarnos con nuestro Creador, debemos integrar nuestra conciencia: “Y él [Jacob] llegó al lugar y pernoctó ahí porque el sol se había puesto, y él tomó las piedras del lugar y las puso en [lit. de] su cabeza, y se acostó en ese lugar” (Génesis 28:11).

Nuestra tradición oral judía al igual que nuestros Sabios se refieren a las piedras con diferentes significados que van desde que protegían a Jacob de los animales salvajes alrededor hasta que simbolizaban sus hijos, y para demarcar el sitio donde sería construido el Templo de Jerusalén. En un sentido más profundo, las piedras corresponden a los aspectos materiales de la vida que tomamos y juntamos para servir a Dios.

El significado literal de poner las piedras de su cabeza nos lleva a entender que estas también corresponden a rasgos, cualidades y características inherentes al discernimiento, pensamiento, emociones, sentimientos, pasión e instinto. En este contexto tenemos que ponerlas juntas para presentarnos como una conciencia funcional unificada ante Dios.

En esta integración y totalidad nos conducimos hacia cumplir el destino que Dios nos ofrece en el mundo materialEste es el lugar donde estamos ya sea parados o acostados en nuestra conciencia. Así vemos que estas piedras también son las cualidades potencialmente positivas representadas por las Tribus hebreas con las que Israel construye el Templo de Jerusalén como el lugar y el tiempo que nos conecta con Dios.

(...) la tierra en la que estás acostado a ti la daré y a tu descendencia.” (29:13). La tierra como la realización de nuestro nexo permanente con Dios, así como dice: “Y he aquí que Yo estoy contigo, y Yo te protegeré donde vayas (...)” (29:15) y ciertamente debemos hacer de esta realización algo permanente, tan real como lo esLa mayor parte del tiempo nos la pasamos inconscientes de que Dios es la razón y el significado de todo lo que existe, al estar cautivos dentro de las ilusiones y sueños que nos separan de nuestra Esencia y verdadera identidad: “Y Jacob despertó de su sueño, y dijo, 'De hecho el Eterno está en este lugar, y yo no [lo] sabía'.” (29:16).

Las palabras de Jacob quieren recordarnos que debemos saber quiénes somos y nuestro propósito en este mundoPara lograr este conocimiento permanente tenemos que unificar todos los aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia. Estas son las “piedras” “en” y “de” nuestra cabeza, que juntamos (“tomamos”) en el lugar” donde nos unimos con DiosEn este proceso convertimos las piedras en una sola: “(...) y él tomó la piedra que él había puesto en su cabeza, y la erigió como un monumento, y él derramó aceite sobre ella.” (29:18). La Torá claramente nos dice que las piedras se volvieron una sola después que Jacob despertó.

La lección se repite otra vez para enseñarnos que, para venir a la Casa de Dios como el nexo permanente con Él, tenemos que unificar y armonizar nuestra concienciaLo hacemos a través de Amor como la manifestación material del Amor de Dios, en aras de Sus modos y atributos como los medios de cumplir Su voluntad: “Y él llamó al lugar Bet-El, pero Luz era el nombre original de la ciudad.” (29:19).

Interesante señalar que Luz quiere también quiere decir Luz en español, ¡y sí que hay Luz en la Casa de Dios! Nuestro padre Jacob lo llamó por el significado real de Luzel lugar donde mora el CreadorLa Torá indica que ese era “el nombre de la ciudad”.

Como hemos mencionado en este blognuestros Sabios místicos enseñan que ciudades simbolizan principios, valores y fundamentos mediante los cuales se expresa la concienciaDe ahí que Luz/Amor como realización del Amor de Dios dentro de nosotros sea la piedra angular/piedra fundamental que unifica todos los aspectos y dimensiones de la concienciaen donde “derramar aceite” como conocimiento para iluminar nuestra conexión consciente con Dios.

Basamos nuestra entera existencia sobre este conocimiento permanente en el que establecemos y reconocemos nuestro nexo eterno con Dios: “Jacob emitió una promesa diciendo, 'Si Dios estará conmigo, y Él me guarde en este camino por donde voy, y Él me dé pan para comer y ropa para vestir; Y si retorno en paz a la casa de mi padre, y el Eterno será mi Dios” (29:20-21).

En este nexo nos damos cuenta que Dios es nuestro escudo contra la ilusión del insaciable sentimiento y creencia de carenciaAmor siempre sacia nuestra hambre y sed de sus modos y atributos, porque Amor es el verdadero sustento de todos los aspectos de la concienciaAmor genera el pan para comer y la ropa para vestirRetornamos a nuestra verdadera identidad, la Esencia de donde nacimos, “la casa de mi padre”En esta conciencia armonizada y unificada el Eterno es mi Dios, la razón, el significado y el propósito de la vida.

Esta es la conciencia unificada que se convierte en una sola en la que estamos plenamente conscientes de que todo proviene de Dios y es sustentado por Su AmorAquí es donde verdaderamente sabemos que todo lo que somos, tenemos y hacemos le pertenece a Dios, por lo tanto se lo “damos” de vuelta a ÉlEste es un espacio sin tiempo y sin fin, donde y cuando vivimos en Su lugarEsta es la piedra fundamental sobre la que es construido el cimiento de nuestra vidaEste es el Templo donde vivimos enteramente Amor como nuestro nexo común con el Amor de Dios: “Entonces esta piedra, que he puesto como un monumento, será una casa de Dios, y [detodo lo que Tú me des ciertamente el diezmo te daré [de vuelta] a Ti'.” (29:22).

Este conocimiento es “la escalinata” que une nuestro Amor con el Amor de DiosDijimos anteriormente acerca de esta porción de la Torá (ver en este blog nuestro comentario sobre Vayeitzei: “En la Casa del Amor de Dios” del 27 de noviembre de 2011) que los ángeles que descienden y ascienden por esta escalinata representan las bendiciones del Amor de Dios como ángeles que desciendeny nuestras buenas acciones motivadas por los modos y atributos de Amor (el Amor de Dios manifestado en el mundo material) son los ángeles que ascienden de vuelta al Creador.

Esta de hecho es la dinámica de nuestra relación amorosa con Él. Dios nos ama para hacernos conscientes de que Su Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad, para que manifestemos lo que realmente somos como seres amorososAl realizar esta Verdad comenzamos a cumplir nuestro propósito en la vida como Su voluntad.

Nuestro padre Jacob nos enseña que salimos (vayeitzei), a partir del conocimiento de que somos criaturas del Amor de Dios, hacia el mundo donde encontramos ilusiones y fantasías materiales que oscurecen el significado y objetivo real de la vida. Mientras tengamos un conocimiento claro e inequívoco de los modos de Amor como la luz que disipa las tinieblas de la agenda separatista de ego, no tendremos nada que dudar, cuestionar o temer, porque sabemos que el Amor de Dios sustenta nuestro Amor.

Una vez más tengamos siempre presente que mientras discernamos, pensemos, sintamos, percibamos, hablemos y actuemos con, por y en aras de Amor, no solamente seremos lo que realmente somos sino que también estaremos cumpliendo los caminos y atributos de Dios como Su voluntad en Su Creación. Seamos Amor para transformar aquello que es diferente de sus atributos, aquello que nos separa de lo que verdaderamente somos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.