Hemos
destacado muchas veces en este blog
que Dios es la
bendición porque todas las bendiciones provienen de Él.
Esta porción de la
Torá ciertamente se trata de bendiciones.
Las vidas de Sara y
Abraham son una bendición para la humanidad porque su legado se
trata de amorosa bondad y verdad:
“Bendito es el
Eterno, el Dios de mi señor Abraham, que no ha abandonado Su amorosa
bondad y verdad para con mi señor.”
(Génesis
24:27). Ellos
establecieron para la humanidad los medios y modos en los que Dios se
relaciona con toda Su Creación, porque vivieron siendo y haciendo
Sus caminos y atributos.
Recordemos que Dios
es “abundante en amorosa bondad y verdad”
(Éxodo
34:6) y que “el
mundo está construido sobre amorosa bondad.”
(Salmos
89:2).
Es así como asimilamos que todo lo que existe es una emanación de Dios, y además sostenido por Su Amor. Esta es Su bendición, el más grande Amor de todos. Así es como entendemos el significado de “(...) y el Eterno bendijo a Abraham en todo.” (Génesis 24:1) porque amorosa bondad y verdad son las bendiciones de Dios para que nosotros nos convirtamos en ellas y las manifestemos (ver en este blog nuestro comentario sobre la parshat Jayei Sara: “La Vida como Servicio Divino” del 24 de octubre de 2010).
Nuestros Sabios explican los versículos relacionados con las bendiciones de Dios a nuestros Patriarcas, “en todo” para Abraham, “de todo” para Isaac, y “con todo” para Jacob. El Creador nos bendice “en todo” cuando todo lo que hacemos es una bendición, lo que quiere decir que nuestra vida es guiada y dirigida para ser y hacer lo bueno en lo que discernimos, pensamos, creemos, sentimos, decimos, y hacemos. Este nivel de conciencia está personificado por Abraham y Sara.
Estamos bendecidos “de todo” cuando somos lo suficientemente sabios para convertir todo lo que nos ocurre, sea desagradable o negativo, en algo bueno y positivo para nuestro propio bienestar y de los demás. Este conocimiento, representado por Isaac, requiere la creencia y confianza absolutas de que todo sirve a un propósito que debemos realizar para cumplir con la voluntad de Dios. Lo hacemos por nuestro beneficio individual y colectivo.
No debemos entender esto como si se tratara de aceptar situaciones negativas y encima justificarlas. Todo lo contrario. La idea es corregir y redirigir acciones negativas como pasos positivos y edificantes hacia lo que es bueno. De lo que se trata es de hacer algo bueno de (a partir de) todo.
Somos bendecidos por Dios “con todo” cuando nos damos cuenta de que lo que somos, tenemos y hacemos (todo con lo que podemos existir) proviene de Él. De ahí que demos porque lo que damos viene del Amor de Dios, que es infinito. Este principio fundamental elimina toda creencia o sentimiento de carencia de nuestra conciencia, y nos eleva al mayor conocimiento de pertenecer al Creador. Una vez asimilemos plenamente esta Verdad, sabremos que no carecemos de nada porque lo que somos ya contiene todo lo que necesitamos, queremos y deseamos, que es el Amor de Dios. Aquello con lo que somos, aquello con lo que estamos hechos, que tiene todo lo que nuestra imaginación no puede cualificar ni cuantificar. Este máximo conocimiento está representado por Jacob.
Nosotros como Israel realizamos nuestro destino cuando estamos completamente conscientes de la magnitud de los modos en que Dios nos bendice en todo, de todo, y con todo. Tengamos esto presente siempre en todas las dimensiones de la conciencia.
La Torá nos recuerda otra vez no contaminar la bendición de Dios, la cual es Amor como manifestación material de Su Amor, con nada diferente a Sus caminos y atributos: “Y yo [Abraham] te hago jurar por el Eterno, el Dios del Cielo y el Dios de la Tierra, que tú no tomarás una mujer para mi hijo [Isaac] de las hijas de los cananeos, entre quienes yo habito.” (24:3).
Nuestros Sabios también nos instruyen a no contaminar nuestra Esencia y verdadera identidad con tendencias y rasgos negativos de los aspectos inferiores de la conciencia, representados por las naciones cananeas (ver en este blog nuestro comentario sobre Jayei Sara: “La Identidad Judía” del 13 de noviembre de 2011). Debemos tener claridad, determinación e inflexibilidad con esto, tal como lo fue Sara cuando le pidió a Abraham que expulsara a Hagar y su hijo Ismael de su casa: “Saca a esta sirvienta y a su hijo, porque el hijo de esta sirvienta no va a heredar junto con mi hijo, con Isaac” (21:10).
No es suficiente discernir las diferencias entre bendición y maldición, positivo y negativo, correcto e incorrecto, falso y verdadero, los modos de Amor y modos del mal. Tenemos que tomar las buenas decisiones para convertirnos en la bondad de las bendiciones de Dios. Del mismo modo, tampoco es suficiente conocer Su voluntad y Mandamientos para nosotros al igual que las profecías de la Torá y la Biblia Hebrea. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestros medios para cumplirlos todos. Esto lo aprendemos a través de nuestra historia, incluyendo el episodio que narra la haftará para esta porción.
Estaba la voluntad de Dios para que Salomón fuese el único sucesor del Rey David, esto mismo como la promesa de David a su esposa Batsheva, y también como profecía declarada por Natán. El asunto había llegado a un punto en el que no parecía que fuese a cumplirse. Es entonces que Batsheva y el Profeta Natán hicieron lo necesario para cumplir la voluntad de Dios, la promesa de David y la profecía de Natán. Y el Rey David también hizo su parte:
“De hecho, tal como yo [David] te juré a ti [Batsheva] por el Eterno, Dios de Israel, diciendo, 'Ciertamente, Salomón tu hijo, reinará después de mí y él se sentará en mi trono, en mi lugar', ciertamente así yo lo haré este día” (I Reyes 1:30).
Dios nos dio libre albedrío para que tomemos nuestras propias decisiones. Él nos dio las opciones y las referencias para elegir. También nos dio la instrucción (Su Torá y Mandamientos) para tomar las decisiones correctas, eligiendo las bendiciones y nos las maldiciones.
En las bendiciones nos deleitamos en la bondad de los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios. Las bendiciones de Amor son nuestra Redención, nuestra verdadera liberación de las maldiciones derivadas de las fantasías e ilusiones de ego. Amor es nuestro nexo común con el Amor de Dios, y mientras andemos en Sus caminos y atributos, no habrá ilusiones que nos separen de Él.
Es así como asimilamos que todo lo que existe es una emanación de Dios, y además sostenido por Su Amor. Esta es Su bendición, el más grande Amor de todos. Así es como entendemos el significado de “(...) y el Eterno bendijo a Abraham en todo.” (Génesis 24:1) porque amorosa bondad y verdad son las bendiciones de Dios para que nosotros nos convirtamos en ellas y las manifestemos (ver en este blog nuestro comentario sobre la parshat Jayei Sara: “La Vida como Servicio Divino” del 24 de octubre de 2010).
Nuestros Sabios explican los versículos relacionados con las bendiciones de Dios a nuestros Patriarcas, “en todo” para Abraham, “de todo” para Isaac, y “con todo” para Jacob. El Creador nos bendice “en todo” cuando todo lo que hacemos es una bendición, lo que quiere decir que nuestra vida es guiada y dirigida para ser y hacer lo bueno en lo que discernimos, pensamos, creemos, sentimos, decimos, y hacemos. Este nivel de conciencia está personificado por Abraham y Sara.
Estamos bendecidos “de todo” cuando somos lo suficientemente sabios para convertir todo lo que nos ocurre, sea desagradable o negativo, en algo bueno y positivo para nuestro propio bienestar y de los demás. Este conocimiento, representado por Isaac, requiere la creencia y confianza absolutas de que todo sirve a un propósito que debemos realizar para cumplir con la voluntad de Dios. Lo hacemos por nuestro beneficio individual y colectivo.
No debemos entender esto como si se tratara de aceptar situaciones negativas y encima justificarlas. Todo lo contrario. La idea es corregir y redirigir acciones negativas como pasos positivos y edificantes hacia lo que es bueno. De lo que se trata es de hacer algo bueno de (a partir de) todo.
Somos bendecidos por Dios “con todo” cuando nos damos cuenta de que lo que somos, tenemos y hacemos (todo con lo que podemos existir) proviene de Él. De ahí que demos porque lo que damos viene del Amor de Dios, que es infinito. Este principio fundamental elimina toda creencia o sentimiento de carencia de nuestra conciencia, y nos eleva al mayor conocimiento de pertenecer al Creador. Una vez asimilemos plenamente esta Verdad, sabremos que no carecemos de nada porque lo que somos ya contiene todo lo que necesitamos, queremos y deseamos, que es el Amor de Dios. Aquello con lo que somos, aquello con lo que estamos hechos, que tiene todo lo que nuestra imaginación no puede cualificar ni cuantificar. Este máximo conocimiento está representado por Jacob.
Nosotros como Israel realizamos nuestro destino cuando estamos completamente conscientes de la magnitud de los modos en que Dios nos bendice en todo, de todo, y con todo. Tengamos esto presente siempre en todas las dimensiones de la conciencia.
La Torá nos recuerda otra vez no contaminar la bendición de Dios, la cual es Amor como manifestación material de Su Amor, con nada diferente a Sus caminos y atributos: “Y yo [Abraham] te hago jurar por el Eterno, el Dios del Cielo y el Dios de la Tierra, que tú no tomarás una mujer para mi hijo [Isaac] de las hijas de los cananeos, entre quienes yo habito.” (24:3).
Nuestros Sabios también nos instruyen a no contaminar nuestra Esencia y verdadera identidad con tendencias y rasgos negativos de los aspectos inferiores de la conciencia, representados por las naciones cananeas (ver en este blog nuestro comentario sobre Jayei Sara: “La Identidad Judía” del 13 de noviembre de 2011). Debemos tener claridad, determinación e inflexibilidad con esto, tal como lo fue Sara cuando le pidió a Abraham que expulsara a Hagar y su hijo Ismael de su casa: “Saca a esta sirvienta y a su hijo, porque el hijo de esta sirvienta no va a heredar junto con mi hijo, con Isaac” (21:10).
No es suficiente discernir las diferencias entre bendición y maldición, positivo y negativo, correcto e incorrecto, falso y verdadero, los modos de Amor y modos del mal. Tenemos que tomar las buenas decisiones para convertirnos en la bondad de las bendiciones de Dios. Del mismo modo, tampoco es suficiente conocer Su voluntad y Mandamientos para nosotros al igual que las profecías de la Torá y la Biblia Hebrea. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestros medios para cumplirlos todos. Esto lo aprendemos a través de nuestra historia, incluyendo el episodio que narra la haftará para esta porción.
Estaba la voluntad de Dios para que Salomón fuese el único sucesor del Rey David, esto mismo como la promesa de David a su esposa Batsheva, y también como profecía declarada por Natán. El asunto había llegado a un punto en el que no parecía que fuese a cumplirse. Es entonces que Batsheva y el Profeta Natán hicieron lo necesario para cumplir la voluntad de Dios, la promesa de David y la profecía de Natán. Y el Rey David también hizo su parte:
“De hecho, tal como yo [David] te juré a ti [Batsheva] por el Eterno, Dios de Israel, diciendo, 'Ciertamente, Salomón tu hijo, reinará después de mí y él se sentará en mi trono, en mi lugar', ciertamente así yo lo haré este día” (I Reyes 1:30).
Dios nos dio libre albedrío para que tomemos nuestras propias decisiones. Él nos dio las opciones y las referencias para elegir. También nos dio la instrucción (Su Torá y Mandamientos) para tomar las decisiones correctas, eligiendo las bendiciones y nos las maldiciones.
En las bendiciones nos deleitamos en la bondad de los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios. Las bendiciones de Amor son nuestra Redención, nuestra verdadera liberación de las maldiciones derivadas de las fantasías e ilusiones de ego. Amor es nuestro nexo común con el Amor de Dios, y mientras andemos en Sus caminos y atributos, no habrá ilusiones que nos separen de Él.