domingo, 16 de diciembre de 2012

Vayigash: Amor como la Conciencia Mesiánica

Amor domina y transforma las expresiones negativas de la conciencia humana. Esto suena como un axioma, considerando que Amor es su propia causa y efecto, lo cual quiere decir que los modos y atributos de Amor son los medios para revelar Amor donde y cuando esté ocultado. Esto reafirma el principio de que Amor está presente en toda la Creación, como manifestación material del Amor de Dios. De ahí que Amor sea el principio fundamental que dirige todos los aspectos de la vida, mediante el cual expresamos nuestra verdadera identidad. Se supone que somos, tenemos y hacemos lo que define nuestra Esencia e identidad, aquello que da significado y trascendencia a nuestra existencia. Cualquier cosa diferente a los modos y atributos de Amor niega lo que realmente somos. En este contexto asimilamos la prevalencia de José entre sus hermanos, tal como lo predijeron sus sueños.

Debemos enfatizar una vez más que ética, rectitud, justicia y equidad son inherentes a los modos y atributos de Amor. Estos principios son los medios a través de los cuales Amor corrige, transforma y endereza los efectos de creencias, ideas, pensamientos, emociones y sentimientos negativos. En este sentido, Amor no es algo pasivo, permisivo, consentidor, indulgente y olvidado de una actitud negativa y degradante en la vida; sino algo activo, corregidor, rectificador, despertador, y directriz permanente hacia lo positivo, mejorado, y dignificante en la vida. Amor verdadero implica y exige pureza, integridad y verdad como medios para realizar lo que es correcto, justo, equitativo y consecuentemente bueno. Esto con el fin de hacer prevalecer los modos y atributos de Amor en todas las dimensiones de la conciencia. Como ya hemos dicho, encontramos Amor a través de aquello que es inherente a este. Ver en este blog Vayigash: “Vivir en la Voluntad del Creador” del 25 de diciembre de 2011.

Esta es también la actitud de José antes de finalmente “revelarse” a sus hermanos. Debe asegurarse de que todos los rasgos y tendencias negativas en la conciencia estén completamente corregidos, antes de manifestar toda la bondad que Amor es como principio regidor en la Creación de Dios. Realizamos este principio cuando nuestro libre albedrío está en consonancia con nuestro discernimiento. Lo que quiere decir que, una vez liberamos nuestro discernimiento de referencias negativas, nuestro juicio actúa de acuerdo a rectitud, equidad y justicia, como los modos de Amor para rectificar y transformar aquello que los rechaza. Este juicio que nos dirige y guía también es representado por Judá, y esta cualidad fundamental lo conduce a convertirse en el principio redentor inherente a la conciencia mesiánica. Esta es la principal razón por la cual Judá es el heredero de la realeza de Israel, y no José.

Ya hemos indicado que José representa Amor como la manifestación del Amor del Dios en Su Creación, y también representa el principio conductor que caracteriza la identidad y misión de Israel, de ser Luz para las naciones. Es por ello que Israel es el elegido para revelar la Presencia Divina, el Amor de Dios, en el mundo material. En este contexto José es Israel, tal como nos lo recuerda el Rey David: “Óyenos, oh Pastor de Israel, Tú que guías a José como un rebaño; Tú que estás entronizado sobre los querubines, ilumina[nos]. (…) Con Tu poderoso brazo Tú redimiste a Tu pueblo, los descendientes de Jacob y José. Por siempre.” (Salmos 80:2, 77:16) De ahí que José, como heredero de la primogenitura de Jacob, también simboliza a Israel como el elegido para revelar el Amor de Dios. José no necesita probar nada, excepto ser quien es y lo que él representa como identidad de Israel. Nosotros judíos somos Israel, la extensión de Abraham, Isaac, Jacob y José como principios conductores, y Judá es el ejecutor de esos principios como modos y atributos de Amor.

Judá es nuestro discernimiento y juicio libres de aquello que niega o contradice los principios de Amor como regentes y soberanos en todos los aspectos de la vida. A través de nuestro buen juicio corregimos y transformamos lo que nos separa de la bondad de Amor. Esta misma que redime y sustenta la vida en nuestro tránsito sobre la tierra. Esta capacidad de discernir y corregir es la que nos conduce hacia nuestra Redención individual y colectiva. 

Judá rectificó cuando Tamar compareció para explicar su embarazo, y lo hizo también cuando confrontó a José ante sus intenciones respecto a Benjamín. Esta convicción y determinación convirtieron a Judá en el elegido para reinar entre las Tribus de Israel, y como portador de la conciencia mesiánica. Así es que como judíos estamos destinados a manifestar nuestra Redención individual y colectiva, corrigiendo y transformando los aspectos negativos de la conciencia, mediante el poder redentor de los modos y atributos de Amor.

En este contexto José representa Amor, y Judá nuestra capacidad para disipar las ilusiones, fantasías y deseos negativos de ego, con el fin de abrazar Amor como nuestro nexo común con el Amor de Dios. A través de Judá entronizamos Amor como regente y soberano de todos los aspectos de la vida. Esto quiere decir que integramos la conciencia mesiánica en nuestra vida mediante nuestro discernimiento y juicio, libres de falsas creencias y sentimientos de carencia. Los hermanos de José se separaron de él como resultado de su envidia, celos y odio, bajo la creencia y sentimiento de que carecían de las cualidades de José, las cuales lo hicieron más amado por su padre. 

Las preguntas que habría de hacerse en aquel entonces eran, ¿qué nos hace menos amados por nuestro padre? ¿Qué se supone es aquello que hace a José mejor que nosotros? ¿Qué nos hace creer que vamos a perder algo a manos de otro? La respuesta entonces y ahora es que, mientras los modos y atributos de Amor permanezcan en todos los niveles de mi conciencia, así como estoy consciente de que el Amor de Dios siempre está conmigo, nada ni nadie podrían oponerse a ello. En este conocimiento permanente soy Amor como la manifestación material del Amor de Dios, de donde provengo. Y nada más. Mientras me ciña a la voluntad de Dios, prevalezco como lo que verdaderamente soy.

El Profeta también nos recuerda que en la unidad de Israel está nuestra Redención: “Decid a ellos, 'Así dice Dios el Eterno: “He aquí que Yo tomaré la vara de José, que está en la mano de Efraín y sus acompañantes, las Tribus de Israel; y Yo los pondré con él con la vara de Judá, y los haré una [sola] vara, y ellos se convertirán en uno en Mi mano”.'(Ezequiel 37:19), “Y nunca más se profanarán con sus ídolos [bajos pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos], con sus cosas detestables, ni con todas sus transgresiones, y Yo los redimiré de todas sus moradas [falsas creencias e ideas negativas] en las que transgredieron, y Yo los purificaré; y ellos serán para Mí como un pueblo, y Yo seré para ellos como un Dios” (37:23)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.