Amar a nuestro Creador es el mandamiento esencial para comprender totalmente nuestra relación con Él y Unicidad con Él, al asimilar la más importante declaración para Israel en la Torá: "Oye [entiende] Israel: El Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno [Único]" (Deuteronomio 6:4). En esta realización se basa nuestra herencia, nuestra identidad, y la fuente de todas nuestras bendiciones. Tenemos que reafirmar otra vez esta verdad, que es el mensaje primordial de este blog "Amor de Dios", en cada momento de nuestras vidas. Lo hacemos al amar al Creador constantemente, porque Amor es nuestro nexo común con Él. Es por ello que debemos tener Amor siempre presente: "Y amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas." (6:6).
Este no es un nexo enteramente místico o espiritual con el Creador sino una experiencia real y concreta en el mundo material. Ser y manifestar nuestra verdadera Esencia e identidad son las maneras de revelar Su Presencia en nosotros y nuestro entorno. Los primeros versículos de esta parshá son una invitación a vivir tal experiencia: "Y yo imploré (va'etjanán) al Eterno en esa ocasión, diciendo, 'Oh Dios el Eterno, Tú apenas has comenzado a mostrar a Tu sirviente Tu grandeza, y Tu mano poderosa; porque, ¿quién es [como] el Eterno en el Cielo o en la Tierra que pueda hacer como Tus obras y Tu poder?'" (3:23-24).
Nuestra verdadera razón de existir en este mundo es vivir con nuestro Creador y Su Amor por toda Su Creación. Esto ocurre cuando nosotros, como parte de Su Unicidad, nos acercamos a Él. Así, en ese conocimiento, nos damos cuenta que estamos verdaderamente vivos: "Y vosotros que se apegan al Eterno vuestro Dios estáis vivos, todos vosotros, este día" (4:4) y este día es el tiempo y espacio permanentes del conocimiento de que Su Amor es el creador y sustento de nuestra vida y de todo lo existente.
En este conocimiento vemos y vivimos las bendiciones del Amor de Dios en quiénes somos y en cómo abordamos la vida y el mundo material. Por ello debemos ser vigilantes contra las fantasías e ilusiones de ego que son los ídolos que niegan la preeminencia de Amor: "Y estaréis muy vigilantes, ya que vosotros no visteis ninguna imagen en el día en que el Eterno os habló en Joreb [Sinaí] entremedio del fuego" (4:15).
Amor no cohabita con fantasías ni ilusiones, y es el fuego del Amor de Dios que las transmuta para que veamos y vivamos en Sus caminos y atributos completamente libres de una actitud materialista hacia la vida. Esta vigilancia debe ser permanente: "Cuidaos, no sea que os olvidéis del Pacto del Eterno vuestro Dios, que Él hizo con vosotros, y os hagáis una imagen tallada para vosotros, la imagen de alguna cosa que el Eterno vuestro Dios os ha prohibido." (4:23).
En este contexto tenemos que reiterar la exclusividad inherente al Amor de Dios: "Porque el Eterno vuestro Dios es un fuego que consume, un Dios celoso [exclusivo]" (4:24), tal como el fuego de Amor que consume no sólo las ilusiones materialistas sino también sus expresiones negativas. Nuestros Sabios místicos dicen que en vez de luchar contra las tinieblas más bien debemos difundir Luz, porque con esta convertimos la oscuridad en Luz. Esta declaración es mucho más profunda de lo que pensamos.
La oscuridad es de hecho la condición necesaria para poder hacer prevalecer la Luz. Si no hubiese oscuridad, ¿qué habría para iluminar? Llamamos tinieblas las condiciones y situaciones negativas que debemos transformar con el fuego de Amor, y esto significa que tenemos que añadir Amor para poder restar egoísmo. En este sentido no tenemos que combatir ni destruir nuestros egos sino redimirlos de los efectos negativos de sus apegos a los bajos pensamientos, emociones, pasiones e instintos.
Recordemos otra vez que con nuestras decisiones nos acercamos o nos separamos del Amor de Dios, porque no es Él quien nos abandona. Cuando descartamos Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, somos nosotros los que dirigimos nuestra conciencia hacia el reino de las emociones potencialmente negativas: "Y el Eterno os dispersará entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones adonde el Eterno os llevará." (4:27).
En la ausencia de Amor en nuestras vidas, nuestras cualidades y rasgos positivos son minoría entre el poder abrumador de las bajas emociones dirigidas y controladas por ego. Pero como ya sabemos, el Amor de Dios está siempre presente y disponible porque Él es la Fuente y sustento de todo: "Y desde ahí buscarás al Eterno tu Dios, y tú lo encontrarás si lo buscas a Él con todo tu corazón y con toda tu alma. Cuando estés agobiado, y todas estas cosas te ocurran en el final de los días, entonces tú regresarás al Eterno tu Dios y oirás Su voz." (4:29-30). Nunca olvidemos esto, "Porque el Eterno tu Dios es un Dios compasivo, Él no te abandonará ni te destruirá, ni Él olvidará el Pacto de tus padres que Él juró a ellos" (4:31). Este es el Pacto de Amor que Él nos dio como nuestro legado, herencia e identidad, por los que vivimos para revelar al Creador en cada dimensión de la conciencia y en toda Su Creación.
La haftará para esta porción lo reafirma en estos dos versículos: "Y la Gloria del Eterno será revelada, y toda carne junta verá que la boca del Eterno ha hablado" (Isaías 40:5) y "Eleva tus ojos a las alturas y ve Quién las creó, saca sus multitudes por número, a todas ellas llama por su nombre; y por Su gran poder y por Su gran fortaleza, ninguna de ellas se pierde." (40:26).
Este no es un nexo enteramente místico o espiritual con el Creador sino una experiencia real y concreta en el mundo material. Ser y manifestar nuestra verdadera Esencia e identidad son las maneras de revelar Su Presencia en nosotros y nuestro entorno. Los primeros versículos de esta parshá son una invitación a vivir tal experiencia: "Y yo imploré (va'etjanán) al Eterno en esa ocasión, diciendo, 'Oh Dios el Eterno, Tú apenas has comenzado a mostrar a Tu sirviente Tu grandeza, y Tu mano poderosa; porque, ¿quién es [como] el Eterno en el Cielo o en la Tierra que pueda hacer como Tus obras y Tu poder?'" (3:23-24).
Nuestra verdadera razón de existir en este mundo es vivir con nuestro Creador y Su Amor por toda Su Creación. Esto ocurre cuando nosotros, como parte de Su Unicidad, nos acercamos a Él. Así, en ese conocimiento, nos damos cuenta que estamos verdaderamente vivos: "Y vosotros que se apegan al Eterno vuestro Dios estáis vivos, todos vosotros, este día" (4:4) y este día es el tiempo y espacio permanentes del conocimiento de que Su Amor es el creador y sustento de nuestra vida y de todo lo existente.
En este conocimiento vemos y vivimos las bendiciones del Amor de Dios en quiénes somos y en cómo abordamos la vida y el mundo material. Por ello debemos ser vigilantes contra las fantasías e ilusiones de ego que son los ídolos que niegan la preeminencia de Amor: "Y estaréis muy vigilantes, ya que vosotros no visteis ninguna imagen en el día en que el Eterno os habló en Joreb [Sinaí] entremedio del fuego" (4:15).
Amor no cohabita con fantasías ni ilusiones, y es el fuego del Amor de Dios que las transmuta para que veamos y vivamos en Sus caminos y atributos completamente libres de una actitud materialista hacia la vida. Esta vigilancia debe ser permanente: "Cuidaos, no sea que os olvidéis del Pacto del Eterno vuestro Dios, que Él hizo con vosotros, y os hagáis una imagen tallada para vosotros, la imagen de alguna cosa que el Eterno vuestro Dios os ha prohibido." (4:23).
En este contexto tenemos que reiterar la exclusividad inherente al Amor de Dios: "Porque el Eterno vuestro Dios es un fuego que consume, un Dios celoso [exclusivo]" (4:24), tal como el fuego de Amor que consume no sólo las ilusiones materialistas sino también sus expresiones negativas. Nuestros Sabios místicos dicen que en vez de luchar contra las tinieblas más bien debemos difundir Luz, porque con esta convertimos la oscuridad en Luz. Esta declaración es mucho más profunda de lo que pensamos.
La oscuridad es de hecho la condición necesaria para poder hacer prevalecer la Luz. Si no hubiese oscuridad, ¿qué habría para iluminar? Llamamos tinieblas las condiciones y situaciones negativas que debemos transformar con el fuego de Amor, y esto significa que tenemos que añadir Amor para poder restar egoísmo. En este sentido no tenemos que combatir ni destruir nuestros egos sino redimirlos de los efectos negativos de sus apegos a los bajos pensamientos, emociones, pasiones e instintos.
Recordemos otra vez que con nuestras decisiones nos acercamos o nos separamos del Amor de Dios, porque no es Él quien nos abandona. Cuando descartamos Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, somos nosotros los que dirigimos nuestra conciencia hacia el reino de las emociones potencialmente negativas: "Y el Eterno os dispersará entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones adonde el Eterno os llevará." (4:27).
En la ausencia de Amor en nuestras vidas, nuestras cualidades y rasgos positivos son minoría entre el poder abrumador de las bajas emociones dirigidas y controladas por ego. Pero como ya sabemos, el Amor de Dios está siempre presente y disponible porque Él es la Fuente y sustento de todo: "Y desde ahí buscarás al Eterno tu Dios, y tú lo encontrarás si lo buscas a Él con todo tu corazón y con toda tu alma. Cuando estés agobiado, y todas estas cosas te ocurran en el final de los días, entonces tú regresarás al Eterno tu Dios y oirás Su voz." (4:29-30). Nunca olvidemos esto, "Porque el Eterno tu Dios es un Dios compasivo, Él no te abandonará ni te destruirá, ni Él olvidará el Pacto de tus padres que Él juró a ellos" (4:31). Este es el Pacto de Amor que Él nos dio como nuestro legado, herencia e identidad, por los que vivimos para revelar al Creador en cada dimensión de la conciencia y en toda Su Creación.
La haftará para esta porción lo reafirma en estos dos versículos: "Y la Gloria del Eterno será revelada, y toda carne junta verá que la boca del Eterno ha hablado" (Isaías 40:5) y "Eleva tus ojos a las alturas y ve Quién las creó, saca sus multitudes por número, a todas ellas llama por su nombre; y por Su gran poder y por Su gran fortaleza, ninguna de ellas se pierde." (40:26).