La
Torá nos encomienda: “Jueces y oficiales pondrás en todas las
puertas de tus ciudades”
(Deuteronomio
16:18),
el
Profeta nos dice que “y
Yo
[el
Eterno dirigiéndose a Jerusalén]
restauraré
a tus jueces como otrora y a tus consejeros como antaño: entonces te
llamarán ciudad de rectitud, ciudad de fidelidad”
(Isaías
1:26)
y
en nuestros rezos diarios bendecimos al Creador diciendo, “Reestablece
a nuestros jueces como otrora y a nuestros consejeros como antaño.
Aparta de nosotros tristeza y aflicción, y reina Tú solo Eterno, con
bondad y compasión, con rectitud y con justicia. Bendito eres Tú
Eterno, Rey que ama rectitud y justicia”.
Reflexionemos en torno a la conexión de estos tres pasajes. Hay una relación evidente entre tener jueces en todas las puertas de nuestra ciudad para luego llamarla ciudad de rectitud y fidelidad. Si consideramos a Jerusalén como el más elevado nivel de nuestra conciencia – como en realidad es – necesitamos que el Eterno nos imparta el mejor juicio que jamás podamos tener, y ese juicio es Amor porque el Eterno reina con bondad y compasión, y ama rectitud y justicia como atributos de Su Amor que Él quiere que emulemos porque somos Sus hijos.
Estos atributos de hecho remueven nuestras tristezas y aflicciones, como consejeros que queremos que el Eterno reestablezca en nuestra conciencia para que conduzcan cada aspecto y dimensión de nuestra vida. Entonces Su Amor reinará con su inherente rectitud y justicia, y en Jerusalén como la conciencia unida en torno a nuestra conexión permanente con Dios.
Esto lo logramos cuando procuramos la equidad y rectitud de la justicia en Amor.
“Justicia, justicia perseguirás para que vivas y heredes la tierra que el Eterno te da.” (16:20)
Es así porque en esta tierra estamos destinados a vivir con Él. Nuestra tierra es el lugar y el tiempo donde vivimos unidos con el Eterno que nos la da, y donde no hay espacio para otros dioses o ídolos (16:21-22, 17:1-3) porque en los modos y atributos de Amor no hay nada ajeno a ellos.
“Cuando vengas a la tierra que el Eterno te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de esas naciones.” (18:9)
Abordamos este conocimiento al integrar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia como una unidad armonizada libre de rasgos negativos.
“Serás íntegro con el Eterno tu Dios. Porque estas naciones que has de desposeer se inclinan a agoreros y hechiceros; pero a ti el Eterno tu Dios no te lo ha dado para que lo hagas” (18:13)
Primero tenemos que ser íntegros en nuestra conciencia para poder ser íntegros con el Creador. Una vez unamos nuestro intelecto y discernimiento, pensamientos y emociones, sentimientos y pasión, instinto y acciones, bajo el juicio, rectitud, justicia, compasión y bondad de Amor, para afrontar la vida y el mundo, entonces seremos íntegros con el Eterno porque en esta unidad permitimos que sea Él quien reine en nosotros con Su bondad y compasión.
De esto se trata nuestra Esencia e identidad que definen lo que somos, tenemos y hacemos en consonancia con los caminos y atributos del Creador, apartados de la agenda materialista de ego (ver en este blog nuestros comentarios anteriores sobre la Parshat Shoftim: “Justicia como Amor” del 8 de agosto, 2010 y “Vivir en los Juicios de Amor” del 28 de agosto, 2011).
El Profeta nos advierte sobre la esclavitud de vivir bajo el yugo de las naciones, de los ídolos disfrazados de fantasías e ilusiones de ego, que mantienen cautivo el más elevado conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios que nos llama a ser libres.
“Sacúdete del polvo, levántate y siéntate, oh Jerusalén; libérate de las ataduras de tu cuello, oh hija cautiva de Sión.” (Isaías 52:2)
Depende de nosotros salir de los espejismos del mundo material tomados de la mano de los atributos de Amor, los cuales son los jueces y consejeros que debemos tener en las puertas de cada aspecto de la conciencia para mantenerla unidad y cerca de nuestro Padre y Rey.
Después de todo es Creador quien libra las batallas contra nuestros enemigos, ya sean ilusiones de ego o gente.
“Cuando salgas a la batalla contra tus enemigos, y veas sus caballos, y carrozas, y un pueblo más [numeroso] que tú, no tendrás miedo de ellos; porque el Eterno tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto está contigo. (…) porque el Eterno tu Dios es Él quien va contigo para pelear contra tus enemigos, para salvarte.” (Deuteronomio 20:1, 4)
Reflexionemos en torno a la conexión de estos tres pasajes. Hay una relación evidente entre tener jueces en todas las puertas de nuestra ciudad para luego llamarla ciudad de rectitud y fidelidad. Si consideramos a Jerusalén como el más elevado nivel de nuestra conciencia – como en realidad es – necesitamos que el Eterno nos imparta el mejor juicio que jamás podamos tener, y ese juicio es Amor porque el Eterno reina con bondad y compasión, y ama rectitud y justicia como atributos de Su Amor que Él quiere que emulemos porque somos Sus hijos.
Estos atributos de hecho remueven nuestras tristezas y aflicciones, como consejeros que queremos que el Eterno reestablezca en nuestra conciencia para que conduzcan cada aspecto y dimensión de nuestra vida. Entonces Su Amor reinará con su inherente rectitud y justicia, y en Jerusalén como la conciencia unida en torno a nuestra conexión permanente con Dios.
Esto lo logramos cuando procuramos la equidad y rectitud de la justicia en Amor.
“Justicia, justicia perseguirás para que vivas y heredes la tierra que el Eterno te da.” (16:20)
Es así porque en esta tierra estamos destinados a vivir con Él. Nuestra tierra es el lugar y el tiempo donde vivimos unidos con el Eterno que nos la da, y donde no hay espacio para otros dioses o ídolos (16:21-22, 17:1-3) porque en los modos y atributos de Amor no hay nada ajeno a ellos.
“Cuando vengas a la tierra que el Eterno te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de esas naciones.” (18:9)
Abordamos este conocimiento al integrar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia como una unidad armonizada libre de rasgos negativos.
“Serás íntegro con el Eterno tu Dios. Porque estas naciones que has de desposeer se inclinan a agoreros y hechiceros; pero a ti el Eterno tu Dios no te lo ha dado para que lo hagas” (18:13)
Primero tenemos que ser íntegros en nuestra conciencia para poder ser íntegros con el Creador. Una vez unamos nuestro intelecto y discernimiento, pensamientos y emociones, sentimientos y pasión, instinto y acciones, bajo el juicio, rectitud, justicia, compasión y bondad de Amor, para afrontar la vida y el mundo, entonces seremos íntegros con el Eterno porque en esta unidad permitimos que sea Él quien reine en nosotros con Su bondad y compasión.
De esto se trata nuestra Esencia e identidad que definen lo que somos, tenemos y hacemos en consonancia con los caminos y atributos del Creador, apartados de la agenda materialista de ego (ver en este blog nuestros comentarios anteriores sobre la Parshat Shoftim: “Justicia como Amor” del 8 de agosto, 2010 y “Vivir en los Juicios de Amor” del 28 de agosto, 2011).
El Profeta nos advierte sobre la esclavitud de vivir bajo el yugo de las naciones, de los ídolos disfrazados de fantasías e ilusiones de ego, que mantienen cautivo el más elevado conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios que nos llama a ser libres.
“Sacúdete del polvo, levántate y siéntate, oh Jerusalén; libérate de las ataduras de tu cuello, oh hija cautiva de Sión.” (Isaías 52:2)
Depende de nosotros salir de los espejismos del mundo material tomados de la mano de los atributos de Amor, los cuales son los jueces y consejeros que debemos tener en las puertas de cada aspecto de la conciencia para mantenerla unidad y cerca de nuestro Padre y Rey.
Después de todo es Creador quien libra las batallas contra nuestros enemigos, ya sean ilusiones de ego o gente.
“Cuando salgas a la batalla contra tus enemigos, y veas sus caballos, y carrozas, y un pueblo más [numeroso] que tú, no tendrás miedo de ellos; porque el Eterno tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto está contigo. (…) porque el Eterno tu Dios es Él quien va contigo para pelear contra tus enemigos, para salvarte.” (Deuteronomio 20:1, 4)
Reestablezcamos
nuestro mejor juicio y más altos valores y principios ante las
puertas de lo que pensemos, creamos, imaginemos, sintamos, oigamos,
veamos, digamos y hagamos.
Dejemos que ellos conduzcan y guíen todos los aspectos de la vida honrando la justicia y rectitud del Amor de Dios junto con Su compasión y bondad para que reinen en nuestra tierra, en Jerusalén nuestra capital indivisible y pilar de nuestra conexión eterna con el Creador. Amén.
Dejemos que ellos conduzcan y guíen todos los aspectos de la vida honrando la justicia y rectitud del Amor de Dios junto con Su compasión y bondad para que reinen en nuestra tierra, en Jerusalén nuestra capital indivisible y pilar de nuestra conexión eterna con el Creador. Amén.