En esta porción la Torá continúa
recordándonos nuestro nexo con el Creador como nuestra mayor bendición y
fortaleza (Deuteronomio 7:12-24), advirtiéndonos de
las consecuencias de la idolatría como nuestra maldición y debilidad (7:25-26), y nuestro deber y
obligación de erradicarlos de cada aspecto de nuestra conciencia y vida en el
mundo material.
Este nexo con Dios, a través de Sus
Mandamientos, es la razón y fuente de nuestra vida, entendiendo vida como la
bendición y la bondad que el Amor de Dios nos da para disfrutarla en este mundo (8:1) después de habernos redimido de la esclavitud en Egipto (8:2-3).
El conocimiento permanente de Dios,
como nuestro único y exclusivo Redentor y Fuente de vida, es lo que nos
recuerda quiénes somos y de dónde vinimos. Esta es nuestra verdad. El Amor de Dios es nuestra Esencia e identidad y mientras vivamos en Sus
caminos y atributos de hecho estamos vivos.
Es así como entendemos que Amor es
vida y vida es Amor mientras vivamos por, en, para y con los modos y atributos
de Dios. Esta es la mayor lección de todas, que el Amor de Dios es nuestro
único y verdadero sustento, como está escrito.
“(...) que Él te haga
saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca
del Eterno hace que él viva” (8:3)
Las palabras de Dios preceden lo que
se manifiesta en Su Creación. En un sentido más profundo, nuestra vida y
sustento dependen directamente de Su voluntad, y no de nuestra percepción del
sustento que encontramos en el mundo material. Dicho de otro modo, nuestra vida
depende exclusivamente de Él.
Este principio lo asimilamos en los
cuarenta años que nuestros antepasados pasaron en el desierto (8:4) y es la premisa para vivir nuestro nexo con Él en el mundo, en el tiempo y
el espacio que Él les prometió y que conocemos como la Tierra Prometida (8:6-9).
Esta tierra es la manifestación
material del Amor de Dios por Israel, en donde estamos llamados y encomendados
a vivir en Sus caminos para estar siempre junto a Él. Seamos conscientes de que la Tierra
Prometida es la realización material de nuestro nexo con Dios, como nuestra
bendición, identidad y propósito en la vida.
Como la bendición que es esta tierra
lo bendecimos a Él, y al hacerlo no sólo reconocemos lo que somos sino lo que
es Él para nosotros y para toda Su Creación. La manera más clara, sucinta, directa y efectiva de realizar nuestra
identidad y conexión con Dios está resumida en las cuatro bendiciones que
decimos cuando damos las gracias por los alimentos (Bircat HaMazón) tal como es encomendado
a nosotros.
“Y comerás y te saciarás, y bendecirás al Eterno tu Dios por la buena tierra
que Él te ha dado.” (8:10)
En estas bendiciones nos hacemos
conscientes de que todo sustento proviene del Amor de Dios, que nuestro
sustento y nuestra tierra es nuestro nexo con Él, que en nuestra tierra tenemos
a Jerusalén como nuestra capital indivisible y el mayor conocimiento de nuestra
unión con Él, y que esta unión está plenamente manifestada en la Redención que
trae entronizar la conciencia mesiánica en el mundo.
El Amor de Dios, a través de nuestro
mayor conocimiento de Él, representado por Moisés, nos advierte una y otra vez
no olvidar quiénes somos y de dónde vinimos (8:11-16). Este conocimiento
nos recuerda que nuestro olvido es producto de las ilusiones y fantasías de
ego.
“(...) y tú digas en tu corazón: 'Por mi propio poder y de la fuerza
de mi mano he logrado esta riqueza'.” (8:17-18)
Este es el momento en la conciencia
en que tenemos que decidir de qué lado estamos en la confrontación entre los
deseos individualistas de ego, y los modos y atributos
de Amor. Ya conocemos cuáles son
sus diferencias, y la elección es sólo nuestra.
Vivimos y morimos en las fantasías e
ilusiones de ego (“otros dioses para servir y adorar”) como está escrito (8:19), o vivimos siempre
en los modos y atributos de Amor que trascienden el tiempo y el espacio, la
vida y la muerte. (Ver nuestros
comentarios sobre la Parshat Eikev: “Las Bendiciones de Amor” del 28 de
julio, 2010 y “Porque Tenemos que Amar” del 14 de agosto, 2011).
Los caminos y atributos del Creador
son nuestra vida, y también nuestro poder y fortaleza para vencer los aspectos
negativos de la conciencia que nos mantienen esclavizados en las ilusiones de
ego.
“Sabe este día que el Eterno tu Dios
es Él quien va delante de ti como un fuego devorador; Él los destruirá, y Él
los someterá ante ti; para que tú los expulses y los hagas perecer pronto, como
el Eterno te ha hablado.” (9:3)
El fuego es el Amor de Dios con
nosotros para quemar nuestros deseos negativos, y la decisión es nuestra si
queremos expulsarlos pronto y eliminarlos totalmente.
La Tierra Prometida es el lugar y el
tiempo que Dios ha escogido para morar en el mundo material. Es por esto que Él
removió a las naciones corruptas de su territorio. La Torá deja claro este
punto cuando Dios lo dice a través de Moisés.
“(...) debido a la maldad
de estas naciones el Eterno las expulsó delante de ti. No por tu rectitud o por
la fidelidad de tu corazón vas a poseer esta tierra (...)” (9:4)
Esto es para demostrarnos otra vez
que Él controla Su Creación, inclusive aquello negativo y corrupto ante Sus
ojos. Aquí nos queda
claro que los aspectos negativos de la conciencia pueden ser más poderosos que
nuestra voluntad para vencerlos.
Es por ello que necesitamos el Amor
de Dios para librar nuestras guerras con el fin de vivir en la tierra donde
Dios quiere que construyamos un lugar para que Él more entre (en) nosotros. Moisés prosigue recordándonos nuestra tendencia a inclinarnos a los deseos
y fantasías materialistas de ego, representados por ídolos (9:12-24).
Nos divorciamos de las ilusiones
materialistas al hacernos permanentemente conscientes de nuestra conexión con
el Creador.
“Y ahora Israel, lo que el Eterno pide de ti es reverenciar al Eterno tu
Dios, andar en Sus caminos, y amarlo a Él, y servir al Eterno tu Dios con todo
tu corazón y con toda tu alma.” (10:10)
Nuestro Amor es nuestro nexo con el
Amor de Dios. Cuando
petrificamos nuestro corazón con el apego a los espejismos del mundo material,
la Torá y nuestros Profetas nos recuerdan retornar a un corazón de carne y
purificarlo de las tendencias negativas de la conciencia.
“Circuncidad entonces el prepucio de
vuestro corazón, y dejad de ser de dura cerviz para siempre.” (10:16)
Y cuando retornamos a Amor como
nuestra Esencia y verdadera identidad, también retornamos al Amor de Dios y a
Sus atributos.
“Él hace justicia para el huérfano y
la viuda, ama al forastero dándole alimento y vestido. Por lo tanto amad al forastero, porque vosotros fuisteis forasteros en la
tierra de Egipto.” (10:18-19), porque “Él es
vuestra Gloria, Él es vuestro Dios” (10:21).