domingo, 5 de agosto de 2012

Eikev: Vivir en el Amor de Dios

En esta porción la Torá continúa recordándonos nuestro nexo con el Creador como nuestra mayor bendición y fortaleza (Deuteronomio 7:12-24), advirtiéndonos de las consecuencias de la idolatría como nuestra maldición y debilidad (7:25-26), y nuestro deber y obligación de erradicarlos de cada aspecto de nuestra conciencia y vida en el mundo material.

Este nexo con Dios, a través de Sus Mandamientos, es la razón y fuente de nuestra vida, entendiendo vida como la bendición y la bondad que el Amor de Dios nos da para disfrutarla en este mundo (8:1) después de habernos redimido de la esclavitud en Egipto (8:2-3).

El conocimiento permanente de Dios, como nuestro único y exclusivo Redentor y Fuente de vida, es lo que nos recuerda quiénes somos y de dónde vinimos. Esta es nuestra verdad. El Amor de Dios es nuestra Esencia e identidad y mientras vivamos en Sus caminos y atributos de hecho estamos vivos.

Es así como entendemos que Amor es vida y vida es Amor mientras vivamos por, en, para y con los modos y atributos de Dios. Esta es la mayor lección de todas, que el Amor de Dios es nuestro único y verdadero sustento, como está escrito.

“(...) que Él te haga saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca del Eterno hace que él viva” (8:3)

Las palabras de Dios preceden lo que se manifiesta en Su Creación. En un sentido más profundo, nuestra vida y sustento dependen directamente de Su voluntad, y no de nuestra percepción del sustento que encontramos en el mundo material. Dicho de otro modo, nuestra vida depende exclusivamente de Él.

Este principio lo asimilamos en los cuarenta años que nuestros antepasados pasaron en el desierto (8:4) y es la premisa para vivir nuestro nexo con Él en el mundo, en el tiempo y el espacio que Él les prometió y que conocemos como la Tierra Prometida (8:6-9).

Esta tierra es la manifestación material del Amor de Dios por Israel, en donde estamos llamados y encomendados a vivir en Sus caminos para estar siempre junto a ÉlSeamos conscientes de que la Tierra Prometida es la realización material de nuestro nexo con Dios, como nuestra bendición, identidad y propósito en la vida.

Como la bendición que es esta tierra lo bendecimos a Él, y al hacerlo no sólo reconocemos lo que somos sino lo que es Él para nosotros y para toda Su Creación. La manera más clara, sucinta, directa y efectiva de realizar nuestra identidad y conexión con Dios está resumida en las cuatro bendiciones que decimos cuando damos las gracias por los alimentos (Bircat HaMazón) tal como es encomendado a nosotros.

Y comerás y te saciarás, y bendecirás al Eterno tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado.” (8:10)

En estas bendiciones nos hacemos conscientes de que todo sustento proviene del Amor de Dios, que nuestro sustento y nuestra tierra es nuestro nexo con Él, que en nuestra tierra tenemos a Jerusalén como nuestra capital indivisible y el mayor conocimiento de nuestra unión con Él, y que esta unión está plenamente manifestada en la Redención que trae entronizar la conciencia mesiánica en el mundo

El Amor de Dios, a través de nuestro mayor conocimiento de Él, representado por Moisés, nos advierte una y otra vez no olvidar quiénes somos y de dónde vinimos (8:11-16). Este conocimiento nos recuerda que nuestro olvido es producto de las ilusiones y fantasías de ego.

“(...) y tú digas en tu corazón: 'Por mi propio poder y de la fuerza de mi mano he logrado esta riqueza'.” (8:17-18)

Este es el momento en la conciencia en que tenemos que decidir de qué lado estamos en la confrontación entre los deseos individualistas de ego, y los modos y atributos de Amor. Ya conocemos cuáles son sus diferencias, y la elección es sólo nuestra.

Vivimos y morimos en las fantasías e ilusiones de ego (“otros dioses para servir y adorar”) como está escrito (8:19), o vivimos siempre en los modos y atributos de Amor que trascienden el tiempo y el espacio, la vida y la muerte.  (Ver nuestros comentarios sobre la Parshat Eikev: “Las Bendiciones de Amor” del 28 de julio, 2010 y “Porque Tenemos que Amar” del 14 de agosto, 2011).

Los caminos y atributos del Creador son nuestra vida, y también nuestro poder y fortaleza para vencer los aspectos negativos de la conciencia que nos mantienen esclavizados en las ilusiones de ego.

“Sabe este día que el Eterno tu Dios es Él quien va delante de ti como un fuego devorador; Él los destruirá, y Él los someterá ante ti; para que tú los expulses y los hagas perecer pronto, como el Eterno te ha hablado.” (9:3)

El fuego es el Amor de Dios con nosotros para quemar nuestros deseos negativos, y la decisión es nuestra si queremos expulsarlos pronto y eliminarlos totalmente.

La Tierra Prometida es el lugar y el tiempo que Dios ha escogido para morar en el mundo material. Es por esto que Él removió a las naciones corruptas de su territorio. La Torá deja claro este punto cuando Dios lo dice a través de Moisés.

“(...) debido a la maldad de estas naciones el Eterno las expulsó delante de ti. No por tu rectitud o por la fidelidad de tu corazón vas a poseer esta tierra (...)” (9:4)

Esto es para demostrarnos otra vez que Él controla Su Creación, inclusive aquello negativo y corrupto ante Sus ojos. Aquí nos queda claro que los aspectos negativos de la conciencia pueden ser más poderosos que nuestra voluntad para vencerlos.

Es por ello que necesitamos el Amor de Dios para librar nuestras guerras con el fin de vivir en la tierra donde Dios quiere que construyamos un lugar para que Él more entre (en) nosotros. Moisés prosigue recordándonos nuestra tendencia a inclinarnos a los deseos y fantasías materialistas de ego, representados por ídolos (9:12-24).

Nos divorciamos de las ilusiones materialistas al hacernos permanentemente conscientes de nuestra conexión con el Creador.

Y ahora Israel, lo que el Eterno pide de ti es reverenciar al Eterno tu Dios, andar en Sus caminos, y amarlo a Él, y servir al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.” (10:10)

Nuestro Amor es nuestro nexo con el Amor de Dios. Cuando petrificamos nuestro corazón con el apego a los espejismos del mundo material, la Torá y nuestros Profetas nos recuerdan retornar a un corazón de carne y purificarlo de las tendencias negativas de la conciencia.

“Circuncidad entonces el prepucio de vuestro corazón, y dejad de ser de dura cerviz para siempre.” (10:16)

Y cuando retornamos a Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad, también retornamos al Amor de Dios y a Sus atributos.


“Él hace justicia para el huérfano y la viuda, ama al forastero dándole alimento y vestido. Por lo tanto amad al forastero, porque vosotros fuisteis forasteros en la tierra de Egipto.(10:18-19), porque “Él es vuestra Gloria, Él es vuestro Dios” (10:21).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.