domingo, 24 de octubre de 2010

Parshat Jayei Sara: La Vida como Servicio Divino

"Y la vida de (chayei) Sara fue cien años y veinte años y siete años; los años de la vida de Sara" (Génesis 23:1). Podemos entender con la redacción de este versículo algo que parece obvio, que nuestros años son nuestra vida. De hecho lo son, y de esto podemos aprender que todo lo que hacemos en nuestro tiempo, nuestra vida, es significativo ya sea para nosotros o para los demás. Tiene que ver con lo que somos y lo que hacemos, incluyendo lo que hablamos.

Sara y Abraham nos enseñan una lección esencial cuando aprendemos que todo lo que hicieron en sus vidas fue verdaderamente significante. Tengamos en mente que amarnos a nosotros mismos, al prójimo y a toda la Creación tiene frutos en este mundo, porque nuestro Amor despierta Amor donde y cuando esté ocultado en las tinieblas de las ilusiones de ego. Cuando despertamos Amor en otros es como cosechar los frutos porque, como hemos dicho, Amor es la causa y el efecto.

La Torá contiene aspectos revelados y no revelados del Creador, y es el libro que nos enseña Su Amor para que lo imitemos amándonos unos a otros y Su Creación. En este contexto la Torá nos enseña la fuente de vida que el Amor de Dios es porque Él sustenta todo, vida incluida. Este conocimiento hizo de las vidas de Sara y Abraham un legado significativo para nosotros. La parshá continúa con la compra del sitio donde Sara sería enterrada, lugar de futura herencia para el pueblo judío. Abraham dijo: "Soy un forastero y un residente con vosotros (…)" (23:4) porque sabía claramente que él y sus descendientes serán eso: forasteros y también residentes con este mundo, un pueblo en tránsito que vive para santificar el Nombre del Creador, como parte de su misión para ser la Luz de las naciones. Nuestro verdadero hogar es con el Creador, y mientras estemos en el mundo nuestro hogar es la Tierra que Él prometió a nuestros antepasados.

"(…) y el Eterno bendijo a Abraham con todo" (24:1), porque el Amor de Dios nos bendice con todo cuando andamos en Sus caminos. Es interesante señalar que este versículo está seguido por el futuro compromiso matrimonial del único hijo de Abraham y Sara: "(…) tú no tomarás una esposa para mi hijo de las hijas de los cananeos, en cuya tierra yo vivo; sino que irás a mi tierra y adonde nací, y tomarás una esposa para mi hijo, para Isaac" (24:3-4)

Sabios místicos enseñan que la entera travesía del mensajero de traer una novia para Isaac está llena de significados simbólicos. El mensajero no es mencionado por su nombre, y para su misión "todo lo mejor de su amo estaba en su mano" (24:10) Ellos comparan este mensajero con el Mesías que viene solamente con lo mejor de su Amo para redimir a su Pueblo (Rebecca) de las tinieblas de las ilusiones del mundo (representadas por la maldad de sus padres y hermano).

Según Rashi, en el versículo "(…) el hombre [mensajero] tomó un anillo de oro de medio peso [medio shékel] para su nariz, y dos brazaletes de oro para sus manos que pesan diez [shékels]" (24:22), el anillo representa cada judío que es "medio shékel" (la otra mitad es el Creador con él); y los brazaletes representan las dos Tablas con los Diez Mandamientos. "E Isaac la trajo a la tienda de Sara su madre, y él tomó a Rebecca, y ella se convirtió en su esposa, y él la amó." (24:67) ç

Algunos de nuestros Sabios explican que después de la akeidá (la atadura de Isaac para ser sacrificado), el Creador no permitió a Abraham e Isaac salir de la Tierra que Él prometió a ellos y a sus descendientes. Isaac era la ofrenda perfecta de sacrificio, y como tal debía permanecer en la santidad de la Tierra Prometida. Entonces comprendemos que Isaac y Rebeca son las cualidades ideales que, combinadas, conforman la identidad de Israel.

Una es la ofrenda de todos los aspectos, niveles y dimensiones de la vida al servicio del Creador; y la otra representa Amor como la manifestación material de ese servicio. Rebeca es Amor incondicional dispuesto a dejar atrás las fantasías e ilusiones de ego para poder abrazar el servicio Divino.

Esta disposición y devoción incondicionales no se encuentran entre la gente de las naciones cananeas, que no son otra cosa que las emociones y rasgos negativos como son orgullo, envidia, ira, lujuria, indolencia, codicia y crueldad. Rebeca e Isaac eran exactamente lo opuesto, como también lo eran Sara y Abraham. En este sentido los años de nuestros Patriarcas fueron tan significativos como sus propias vidas, por el simple hecho de haber elegido seguir los caminos y atributos del Amor Divino que crea todo y sustenta todo.

Nuestros Reyes, Profetas y Sabios lo refirman diciendo que "El mundo se sostiene en tres cosas: en la Torá, en el servicio de Dios, y en actos de amorosa bondad" (Pirké Avot 2:1), porque "El mundo está construido con amorosa bondad" (Salmos 89:2), por lo tanto "Él te ha dicho, hombre, ¡lo que es bueno! Lo que tu Dios te pide es que hagas justicia, que ames la amorosa bondad, y que camines con humildad con tu Dios" (Miqueas 6:8)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.