En esta porción hay una nueva referencia acerca de la muerte de los hijos mayores de Aarón: "Y el Eterno habló a Moisés después de la muerte (acharei mot) de los dos hijos de Aarón, cuando ellos se acercaron al Eterno, y murieron" (Levítico 16:1) para recordarnos ser y manifestar los caminos del Creador y no nuestras versiones, cuando nos esforzamos para estar cerca de Su Amor en aras de nuestra Unidad con Él.
Nuestros Sabios tienen opiniones contrarias en torno a los dos hijos que trajeron un "fuego extraño" al Santuario, y ahí murieron. Opinan por un lado que los dos hermanos y sacerdotes auxiliares ciertamente trajeron su versión individual de cómo debería ser una ofrenda al Creador, y por otro dicen que lo hicieron con la intención última de ser Uno con Él "a toda costa".
Nuestros Sabios nos enseñan que la lección aquí es seguir los caminos de Creador en todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo cómo nos relacionados con Él en nuestro deseo individual de estar cerca de Él. También indican que nuestras vidas deben estar ligadas a Sus caminos mientras estemos en esta dimensión material, porque es donde Él quiere que revelemos Su Presencia.
Con este recordatorio evocamos la entrada de cuatro de nuestros Sabios al Jardín del Edén. Uno no quiso regresar al mundo y dejó su cuerpo, otro regresó al mundo y perdió la razón al vivir la diferencia entre el Cielo y la tierra, otro regresó al mundo rechazando cualquier sabiduría humana posible y se convirtió en un ermitaño, y el otro regresó como si no hubiera pasado nada. Este último lo conocemos como el Rabí Akiva de quien se dice que "entró al Cielo en paz y regresó a la tierra en paz".
Tenemos que aprender de los hijos de Aarón y de la visita del Rabí Akiva al Cielo, que estamos supuestos a vivir nuestra vida en este mundo y no en una dimensión diferente. Hemos dicho que la Presencia Divina ya está revelada en otras dimensiones que llamamos Cielo, Paraíso y otras realidades más allá de nuestro pensamiento. Si vivimos en ellas no tiene sentido revelar o transformar nada, ya que todo existe en su perfección.
Es en este mundo material que somos convocados por el Creador para revelar totalmente Su Presencia ocultada bajo las tinieblas de nuestra actitud materialista y egoísta ante la vida. Entonces es en esta oscuridad que debemos ser y manifestar los caminos y atributos de Amor como la Luz que disipa los aspectos negativos de nuestra conciencia, y que nos impiden vivir en el Amor de Dios.
La parshá prosigue con la preparación del Sumo Sacerdote para el Día de Expiación (Yom Kipur). Tenemos que decir que el claro discernimiento de nuestra intención de acercarnos al Creador es lo que en últimas transforma (expía) todos los aspectos de nuestra conciencia. Este discernimiento hace una diferencia entre dos realidades: "Y Aarón elegirá al azar entre los dos machos cabríos: uno 'Para el Eterno' y el otro 'para Azazel'." (16:8). Uno de estos representa la elevación de todas las dimensiones de la conciencia para ser transformadas por el Amor Divino, con el fin de ser y manifestar Sus caminos y atributos; y el otro representa todas las expresiones negativas de nuestra existencia que deben descender al abismo de la nada (en el desierto): "Así el macho cabrío cargará sobre sí todos sus pecados hacia una tierra de abismo, y él [el encargado de arrojar el macho cabrío] enviará el macho cabrío hacia el desierto" (16:22).
De esto aprendemos que los deseos e ilusiones materialistas (las transgresiones) de ego (el macho cabrío) pertenecen a la realidad de la nada porque de ahí provienen, y hacía ahí deben regresar. Por otra parte, nuestra dedicación y devoción a los modos y atributos de Amor, y reorientar nuestra existencia en ellos, son los medios para elevarnos a la realidad de la Verdad absoluta que el Eterno es. Nuestra tradición oral (midrash) nos cuenta que Azazel era uno de los dos ángeles caídos durante los tiempos de Enoch, que enseñó a las mujeres cómo atraer hombres usando el maquillaje. Un deseo inferior alentado por la ilusión de ego de poseer y controlar, reforzado por otra ilusión llamada maquillaje.
Nuestras ofrendas para elevar cada aspecto de la conciencia al Amor de Dios deben tener lugar exclusivamente dentro del Santuario (17:3-4) porque es ahí donde estamos totalmente conscientes de nuestro conocimiento del Amor de Dios. Cualquier "otro" lugar representa las dimensiones inferiores que nos mantienen separados de Él, y por lo tanto "excluidos": "Y ellos nunca más sacrificarán sus ofrendas a los sátiros tras los cuales se desvían. Esto será un estatuto eterno para ellos durante todas sus generaciones." (17:7).
Más adelante en la porción hay una nueva advertencia para no caer en los deseos y cualidades inferiores que potencialmente nos conducen a actuar negativamente: "Como las costumbres de la tierra de Egipto, en la que habitasteis, no haréis; y como las costumbres de la tierra de Canaán, a la que os traigo, no haréis; y no seguiréis sus estatutos" (18:3) y esto es enfatizado por la reiterada declaración de que fuimos creados por el Amor de Dios, y es en Sus caminos y atributos que debemos conducir nuestras vidas: "Cumpliréis Mis ordenanzas y guardaréis Mis estatutos, para seguirlos. Yo soy el Eterno, vuestro Dios. Guardaréis Mis estatutos y Mis ordenanzas, que un hombre hará y vivirá por ellas. Yo soy el Eterno" (18:4-5).
La porción termina con el repetido énfasis (18:24-20) advirtiéndonos que cuando mancillamos nuestra conciencia viviendo bajo el dominio de aspectos inferiores en pensamientos, emociones, pasiones e instintos, nos excluimos de la unidad que son los caminos y atributos de Amor como la Tierra Prometida que el Amor de Dios nos da para proclamar Su Gloria en este mundo, "porque Él es el Eterno nuestro Dios".
Nuestros Sabios tienen opiniones contrarias en torno a los dos hijos que trajeron un "fuego extraño" al Santuario, y ahí murieron. Opinan por un lado que los dos hermanos y sacerdotes auxiliares ciertamente trajeron su versión individual de cómo debería ser una ofrenda al Creador, y por otro dicen que lo hicieron con la intención última de ser Uno con Él "a toda costa".
Nuestros Sabios nos enseñan que la lección aquí es seguir los caminos de Creador en todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo cómo nos relacionados con Él en nuestro deseo individual de estar cerca de Él. También indican que nuestras vidas deben estar ligadas a Sus caminos mientras estemos en esta dimensión material, porque es donde Él quiere que revelemos Su Presencia.
Con este recordatorio evocamos la entrada de cuatro de nuestros Sabios al Jardín del Edén. Uno no quiso regresar al mundo y dejó su cuerpo, otro regresó al mundo y perdió la razón al vivir la diferencia entre el Cielo y la tierra, otro regresó al mundo rechazando cualquier sabiduría humana posible y se convirtió en un ermitaño, y el otro regresó como si no hubiera pasado nada. Este último lo conocemos como el Rabí Akiva de quien se dice que "entró al Cielo en paz y regresó a la tierra en paz".
Tenemos que aprender de los hijos de Aarón y de la visita del Rabí Akiva al Cielo, que estamos supuestos a vivir nuestra vida en este mundo y no en una dimensión diferente. Hemos dicho que la Presencia Divina ya está revelada en otras dimensiones que llamamos Cielo, Paraíso y otras realidades más allá de nuestro pensamiento. Si vivimos en ellas no tiene sentido revelar o transformar nada, ya que todo existe en su perfección.
Es en este mundo material que somos convocados por el Creador para revelar totalmente Su Presencia ocultada bajo las tinieblas de nuestra actitud materialista y egoísta ante la vida. Entonces es en esta oscuridad que debemos ser y manifestar los caminos y atributos de Amor como la Luz que disipa los aspectos negativos de nuestra conciencia, y que nos impiden vivir en el Amor de Dios.
La parshá prosigue con la preparación del Sumo Sacerdote para el Día de Expiación (Yom Kipur). Tenemos que decir que el claro discernimiento de nuestra intención de acercarnos al Creador es lo que en últimas transforma (expía) todos los aspectos de nuestra conciencia. Este discernimiento hace una diferencia entre dos realidades: "Y Aarón elegirá al azar entre los dos machos cabríos: uno 'Para el Eterno' y el otro 'para Azazel'." (16:8). Uno de estos representa la elevación de todas las dimensiones de la conciencia para ser transformadas por el Amor Divino, con el fin de ser y manifestar Sus caminos y atributos; y el otro representa todas las expresiones negativas de nuestra existencia que deben descender al abismo de la nada (en el desierto): "Así el macho cabrío cargará sobre sí todos sus pecados hacia una tierra de abismo, y él [el encargado de arrojar el macho cabrío] enviará el macho cabrío hacia el desierto" (16:22).
De esto aprendemos que los deseos e ilusiones materialistas (las transgresiones) de ego (el macho cabrío) pertenecen a la realidad de la nada porque de ahí provienen, y hacía ahí deben regresar. Por otra parte, nuestra dedicación y devoción a los modos y atributos de Amor, y reorientar nuestra existencia en ellos, son los medios para elevarnos a la realidad de la Verdad absoluta que el Eterno es. Nuestra tradición oral (midrash) nos cuenta que Azazel era uno de los dos ángeles caídos durante los tiempos de Enoch, que enseñó a las mujeres cómo atraer hombres usando el maquillaje. Un deseo inferior alentado por la ilusión de ego de poseer y controlar, reforzado por otra ilusión llamada maquillaje.
Nuestras ofrendas para elevar cada aspecto de la conciencia al Amor de Dios deben tener lugar exclusivamente dentro del Santuario (17:3-4) porque es ahí donde estamos totalmente conscientes de nuestro conocimiento del Amor de Dios. Cualquier "otro" lugar representa las dimensiones inferiores que nos mantienen separados de Él, y por lo tanto "excluidos": "Y ellos nunca más sacrificarán sus ofrendas a los sátiros tras los cuales se desvían. Esto será un estatuto eterno para ellos durante todas sus generaciones." (17:7).
Más adelante en la porción hay una nueva advertencia para no caer en los deseos y cualidades inferiores que potencialmente nos conducen a actuar negativamente: "Como las costumbres de la tierra de Egipto, en la que habitasteis, no haréis; y como las costumbres de la tierra de Canaán, a la que os traigo, no haréis; y no seguiréis sus estatutos" (18:3) y esto es enfatizado por la reiterada declaración de que fuimos creados por el Amor de Dios, y es en Sus caminos y atributos que debemos conducir nuestras vidas: "Cumpliréis Mis ordenanzas y guardaréis Mis estatutos, para seguirlos. Yo soy el Eterno, vuestro Dios. Guardaréis Mis estatutos y Mis ordenanzas, que un hombre hará y vivirá por ellas. Yo soy el Eterno" (18:4-5).
La porción termina con el repetido énfasis (18:24-20) advirtiéndonos que cuando mancillamos nuestra conciencia viviendo bajo el dominio de aspectos inferiores en pensamientos, emociones, pasiones e instintos, nos excluimos de la unidad que son los caminos y atributos de Amor como la Tierra Prometida que el Amor de Dios nos da para proclamar Su Gloria en este mundo, "porque Él es el Eterno nuestro Dios".