domingo, 29 de junio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXIII) Isaías

Dios nos recuerda (Isaías 41:1-3) que Él crea todo, y que además controla Su Creación.

“¿Quién ordenó e hizo esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo el Eterno, el primero, y Yo soy el mismo con los postreros.” (41:4)

El Dios Único revela algo que no podemos asimilar en nuestra conciencia, y es el hecho de que Él no cambia. Difícil de asimilar, considerando que todo lo que percibimos en el mundo material está en constante cambio. Otra cosa que tampoco podemos comprender es lo eterno, porque nada es eterno en nuestra percepción. Con este preámbulo Dios presenta Su nexo y conexión con Israel como lo bueno que Él quiere hacer prevalecer en el mundo material.

“Pero tú, Israel, siervo Mío eres. Tú, Jacob, a quien Yo escogí, simiente de Abraham mi amado. Tú, a quien tomé de los confines de la tierra, y desde sus lugares más remotos te llamé, y te dije: 'Mi siervo eres tú; Yo te he escogido y no te he rechazado'.” (41:8-9)

Lo bueno es creado para manifestar la bondad de Dios en Su Creación. Así entendemos que Israel sirve a la voluntad de Dios para el mundo. Por esto Él eligió a Su pueblo, cuya simiente espiritual es Abraham, el amado de Dios. El Amor de Dios es esencial en Su Creación, y especialmente en nuestra conexión con Él, porque en Amor encontramos y realizamos nuestra identidad y destino. Al elegirnos el Amor de Dios, Él nos acoge y no existe separación.

“No temas, porque Yo estoy contigo. No te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré. Sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia. He aquí que todos los disgustados contigo son avergonzados y confundidos. Ellos son como nada, y perecerán.” (41:10-11)

El Creador nos da la vida y también la fortaleza, no sólo para enfrentar y superar las adversidades, sino el ánimo para conocerlo a través de Sus caminos y atributos. Estos son lo bueno que está destinado a prevalacer sobre las fantasías e ilusiones que hemos creado para separarnos de Él, con el fin de convertirnos en dioses de nuestros dominios. Estas son la causa de nuestra vergüenza y confusión, aún a pesar de provenir de la nada a la que damos vida ilusoria.

“Los buscarás, y no los hallarás, los que tienen contienda contigo, serán como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen guerra. Porque Yo el Eterno soy tu Dios, que sostiene tu diestra, y te dice: 'No temas, Yo te ayudo'.” (41:12-13)

Hemos señalado frecuentemente que terminamos atrapados en nuestras propias ilusiones, creencias, deseos, apegos, obsesiones y adicciones. Estos se convierten en los ídolos que servimos y ante los cuales sometemos nuestro libre albedrío. Una vez nos hacemos sus cautivos, es casi imposible regresar a la libertad que tenemos en la Esencia e identidad que Dios nos dio de Su Amor, que es Su diestra. De ahí que no haya nada que temer, porque nuestra libertad le pertenece a Él.

“No temas, gusano de Jacob, vosotros hombres de Israel. Yo os he ayudado, dice el Eterno, y tu Redentor, el Sagrado de Israel.” (41:14)

No debemos temer en las tinieblas de nuestros rasgos y tendencias negativas, porque estos están destinados a desaparecer cuando comenzamos a abrazar lo bueno en los caminos y atributos de Dios como la diestra de nuestra Redención, porque el Creador es nuestro Redentor. Aquí nos damos cuenta que el bien es nuestro nexo sagrado con Él.

“Te he convertido en rastrillo nuevo, cortante, de doble filo. Trillarás las montañas y las harás llanos, y las colinas dejarás como afrecho. Los aventarás, y los llevará el viento, y los esparcirá el torbellino. Pero tú te regocijarás en el Eterno, te glorificarás en el Sagrado de Israel.” (41:15-16)

Dios prometió nuestra Redención Final y la Era Mesiánica mediante un cambio radical en nuestra conciencia individual y colectiva. Esta será como un “rastrillo nuevo, cortante, de doble filo” para transformar los aspectos negativos de la conciencia y convertirlos en afrecho al viento. En esta nueva conciencia veremos el Amor de Dios revelado a nosotros, regocijados en Su Presencia, y lo glorificaremos con la gloria de nuestro triunfo sobre las tinieblas que hemos creado con fantasías e ilusiones de ego.

“Los afligidos y los necesitados buscan agua, pero no la hay, su lengua está reseca de sed. Yo, el Eterno, les respondo. El Dios de Israel, no los abandono.” (41:17)

Nos empobrecemos cuando renunciamos a los modos y atributos de Amor para abrazar las fantasías e ilusiones de ego. Dios conoce nuestros corazones y no nos abandona, a pesar de nuestros sentimientos de carencia que nos mantienen alejados de Él. Nos dice que nos responde si lo llamamos. De ahí que dependa de nosotros tomar la decisión de retornar a Él.

“Abriré ríos en las alturas desoladas, y arroyos en medio de los valles. Transformaré el desierto en estanque de aguas, y la tierra seca en manantiales.” (41:18)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.