martes, 23 de marzo de 2010

Parshat Tzav: El Fuego Eterno

En la porción anterior de la Torá, Vayikrá, los diferentes tipos de sacrificios en el Tabernáculo son descritos en detalle, y en Tzav la atención está enfocada en el Kohen Gadol, el Sumo Sacerdote. Como mencionamos en nuestro comentario sobre Vayikrá, el Sumo Sacerdote representa el nivel más alto de nuestra conciencia mediante el cual podemos comunicarnos y relacionarnos con el Creador. En Tzav, que es la forma imperativa del verbo hebreo mandar, hay claras indicaciones para que Moisés mande a Aarón y sus hijos (también sus descendientes, los futuros Sumos Sacerdotes) seguir instrucciones específicas, de las cuales una hace eco entre nuestros Sabios: "Y el fuego sobre el Altar se mantendrá ardiendo en él, no será apagado” y luego enfatiza: “Un fuego permanente arderá sobre el Altar, nunca se extinguirá". (Levítico 6:5-6)

Rabí Moshe Alshich (1521-1593) explica en su comentario sobre la Torá que el Fuego en el Tabernáculo es el Amor por el Eterno que arde dentro de cada alma, y dice que la tarea del Sumo Sacerdote es mantener vivo este Fuego permanentemente, tal como el Amor de Dios está permanentemente vivo para nosotros. Es el Amor recíproco de dos fuegos juntos en uno, el Divino y el humano, que vemos en el Altar. Otra vez evocamos a nuestros Sabios en torno a la función del Sumo Sacerdote: "Sed de los discípulos de Aarón, un amante de la paz, un perseguidor de la paz, aquel que ama las criaturas y las acerca a la Torá". (Pirké Avot 1:12).


En su permanente conexión con el Amor de Dios, nuestra conciencia superior está dotada para armonizar los aspectos inferiores de nuestra naturaleza humana, uniéndolas juntas para también lograr su cercanía al Creador. Este es el propósito de los sacrificios en el Altar. Experimentamos el conocimiento constante, permanente de Amor Divino como nuestra Esencia e identidad cuando nuestra conciencia superior conduce todos los niveles de nuestra existencia. ¿Por qué es mencionado dos veces el Mandamiento de Dios de mantener constantemente ardiendo el fuego de nuestro Amor por Él? Hay muchos Mandamientos en la Torá que se repiten muchas veces, y en esa reiteración hay una advertencia implícita: si no los cumplimos, nos separaremos de Él. Y es siempre nuestra la elección de separarnos de Dios, ya que Él nunca se separa de nosotros.

La raiz semántica hebrea de mandamiento, mitzvá, también significa conexión y esa referencia está claramente relacionada con Dios en el contexto de la Torá. Aprendemos de la parshat Tzav que somos los únicos responsables de reforzar el poder de nuestra conciencia superior, el Sumo Sacerdote de nuestra conciencia de Amor Divino, para mantener nuestra cercanía de Él. Estamos en este mundo para ser y seguir Sus caminos y atributos, y para realizar este destino Divino tenemos que constantemente abrazar a nuestro Creador con el más ardiente Amor, como un fuego que nunca se extingue. Nunca olvidemos que este Fuego, el Suyo y el nuestro, es el nexo inquebrantable que nos nutre y nos sustenta: "Es su porción, que Yo les He dado de Mi fuego" (Levítico 6:10)… y ese fuego Divino es el Amor de Dios.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.